De cómo TREE cambió la vida de un joven

Thangavel Nadesaseelan, de 17 años de edad, procede de la remota localidad de Panchenai, en el distrito de Batticaloa, Sri Lanka. Su madre falleció cuando él tenía dos años, y su padre volvió a casarse y abandonó a su joven familia, que tuvo que arreglárselas por su cuenta.

A Seelan, como le llaman sus amigos y su hermana mayor, le dejaron al cuidado de sus abuelos maternos y una tía viuda.

Como en muchas otras situaciones similares, Seelan asistió a la escuela del pueblo hasta alcanzar el 8º grado, pero abandonó sus estudios a los 14 años para trabajar, porque no había ningún otro perceptor de ingresos en la familia.

Con su limitada formación, las oportunidades de trabajo eran más bien escasas. En temporada, Seelan trabajaba en los arrozales, y en otras ocasiones, se empleaba en la construcción de carreteras o en cualquier otro puesto disponible, con el fin de atender las necesidades básicas de su familia. Tras el fallecimiento de su abuela, Seelan tuvo que asumir mayor responsabilidad, puesto que su abuelo no podía trabajar a causa de su avanzada edad, y su tía estaba perdiendo la vista.

A pesar de estas dificultades, Seelan fue capaz de disponer lo necesario para el matrimonio de su hermana, y pudo continuar con su vida, junto a su abuelo y su tía en la pequeña barraca que construyeron.

El año 2007 trajo un período de dificultades en la vida de Seelan, debido a la escalada en la guerra entre los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (TLET), y las fuerzas del Gobierno al este de Sri Lanka. Seelan y su familia tuvieron que salir de su aldea para trasladarse a un campamento. Se vieron obligados a abandonar todas sus pertenencias y, cuando regresaron tras la guerra, todo lo que quedaba era el terreno que poseían. De esta manera, para Seelan, la lucha por la supervivencia volvió a comenzar. Una vez reubicados en su propia localidad, Seelan pudo levantar una pequeña cabaña con la asistencia proporcionada a las familias reinstaladas por el Gobierno y otros organismos humanitarios, y comenzó a trabajar nuevamente como obrero no cualificado.

Cuando se puso en marcha la Iniciativa de Coordinación de la Recuperación (ICR) - Fase II en el distrito de Batticaloa en julio de 2009, Panchenai, la aldea de Seelan, fue seleccionada como uno de los lugares de destino de las intervenciones. Se efectuó una evaluación de necesidades en las seis localidades del proyecto, con el fin de identificar posibles áreas de empleo.

Se produjo una demanda de mecánicos para la reparación de maquinaria agraria y motocicletas, por lo que se impartió formación sobre esta materia a jóvenes de todas las localidades, a través de la Autoridad de Formación Profesional y el Centro de Formación Profesional de St. John.

Seelan fue uno de los siete jóvenes de Panchenai seleccionados. Se mantuvieron debates iniciales sobre la manera en que podrían asistir a las actividades de formación, y completar éstas con éxito. Al igual que en el caso de Seelan, el problema principal que afrontaba la mayoría era el tener que dejar a sus familias para asistir a la formación, puesto que se trataba de los principales perceptores de ingresos de sus respectivos hogares.

La siguiente dificultad estribaba en el transporte diario al emplazamiento de las actividades de formación. Teniendo en cuenta estos motivos de preocupación, la OIT decidió registrarles en un curso de formación residencial de tres meses de duración en el Centro de Formación Profesional de St. John en Batticaloa.

La OIT concertó asimismo con el PMA la inclusión de estos alumnos en su programa de alimentos por formación (Food-for-Training, FTT), facilitándoles así la asistencia a las actividades docentes, mientras sus familias recibían la ayuda del PMA. La Oficina Externa del PMA en Batticaloa apoyó con entusiasmo este acuerdo, y proporcionó raciones secas a las familias de todos los alumnos durante el período de formación. Por otra parte, toda la asistencia logística fue facilitada por el PNUD de Batticaloa. La OIT aportó la financiación, y prestó apoyo moral a los alumnos mediante visitas periódicas para realizar un seguimiento de sus avances y darles ánimos.

Seelan, junto con otros 15 jóvenes, se tituló en mecánica de maquinaria agrícola, después de completar con éxito los tres meses de formación institucional, y dos meses de instrucción en el puesto de trabajo. Se le ha ofrecido empleo en el taller en el que realizó su período de aprendizaje.

En el marco de la ICR – Fase II, la OIT ha impartido formación profesional a 170 hombres y mujeres jóvenes sobre reparación de maquinaria agrícola y motocicletas, funcionamiento de equipos pesados, sastrería, carpintería, albañilería, conducción de tractores y cableado eléctrico. Estos alumnos recibieron asimismo la ayuda de la OIT para encontrar empleo asalariado o constituir empresas colectivas. Además, otras 140 mujeres obtuvieron la asistencia de la OIT, materializada en la formación para la adquisición de destrezas, y la provisión de equipos y herramientas, espacio para trabajar y otra asistencia operativa, lo que les permitió poner en marcha microempresas de base comunitaria.

Se han constituido catorce empresas colectivas de este tipo, incluida una explotación agraria.

En la actualidad, Seelan desea convertirse en un mecánico de prestigio especializado en la maquinaria agrícola en el distrito de Batticaloa, y dirigir su propio taller algún día. Sueña con construirse una nueva casa, hacerle más cómoda la vida a su abuelo y a su tía, y ayudar a la familia de su hermana. Y sobre todo, como todos los jóvenes, sueña con conducir su propia motocicleta. Armado con las destrezas adquiridas y la formación recibida, confía en que todos esos sueños puedan hacerse realidad.

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