La trayectoria de Chile frente a la region Asia-Pacifico.

AuthorWilhelmy, Manfred
  1. GENERALIDADES

    Asia-Pacífico es, por una parte, un tema tradicional en la política exterior de Chile, pero principalmente un área de innovación y desarrollo de políticas, lo que le da un interés especial.

    Al comenzar esta síntesis es oportuna la siguiente advertencia: no debería verse la política frente a la región Asia-Pacífico como una línea de acción diplomática que se trataría de plantear a expensas de otros ejes de la inserción internacional del país. Es peligroso basar la política chilena en el lugar común consistente en afirmar que, tal como el Mediterráneo fue el área central de las relaciones internacionales en la Antigüedad y el Atlántico lo ha sido en siglos recientes, el Pacífico es la región del presente y del futuro. Vincular esta supuesta > histórica a nuestras prioridades diplomáticas supone atribuir cierto grado de obsolescencia o marginalidad a algunas áreas político-geográficas, lo que puede inducir a una distorsión en la concepción de las políticas. Más bien, al afirmar la importancia de la Cuenca del Pacífico, y especialmente de la región Asia-Pacífico (que aquí se entiende como la ribera opuesta del Pacífico, desde Rusia y Japón por el norte hasta Nueva Zelandia por el sur), es importante que este polo de orientación de las políticas se integre con otros polos tradicionales de nuestras vinculaciones internacionales en un todo coherente y consistente.

    Por otra parte, en la medida en que desde Chile pretendemos reiteradamente servir de > entre el Asia-Pacífico y América Latina, Sudamérica, o por lo menos el Cono Sur, está claro que no tienen mucho asidero las posturas que pretendan, explícita o implícitamente, disociar a Chile de su vecindario. Ello sin perjuicio de que en el contexto latinoamericano debemos procurar individualizarnos frente a nuestros interlocutores de las riberas asiáticas del Pacífico y por tanto, diferenciamos de otros en nuestra propia región, ya que de otro modo los países asiáticos que nos interesan no verían ninguna razón para desarrollar con Chile algún tipo de relación privilegiada o más intensa en el ámbito latinoamericano, que de por sí no es una prioridad natural o una preocupación central para dichos países.

    Dicho esto, no podemos dejar de ser realistas y debemos reconocer que varios de nuestros vecinos tienen la capacidad de diseñar y ejecutar sus propias políticas y vinculaciones con socios del Asia-Pacífico independientemente de las nuestras, y aun compitiendo con Chile. No obstante, incluso en estos casos es concebible que la oferta chilena de servir de >, > o > pueda resultar conveniente para Chile y sus vecinos, por ejemplo, para determinados negocios de transporte de bienes o para la transformación de algunas materias primas en productos con mayores grados de elaboración (1).

  2. ANTECEDENTES

    En la era de la Independencia, el Libertador Bernardo O'Higgins soñó que el proyecto emancipador americano podría proyectarse hacia el sudeste asiático (término que no se usaba en la época). Concretamente, que tras la independencia de los países sudamericanos debía plantearse el objetivo de liberación de la colonia española de Filipinas. Esto por cierto era utópico, ya que los países americanos carecían de los medios para proyectar poder militar y político a gran distancia, pero la aspiración es reveladora de una visión del Libertador que se proyectaba a través del Pacífico.

    En el curso del siglo XIX se dio cierto desarrollo de la navegación entre puertos chilenos y del Oriente, pasando por diversos territorios insulares y tocando ocasionalmente en la colonia de Australia (Nueva Gales del Sur). Sin embargo, los flujos comerciales originados en estos viajes fueron esporádicos y de escaso volumen, y las corrientes de circulación de personas no llegaron a ser importantes.

    Con todo, desde fines del siglo XIX se fueron celebrando tratados, estableciendo relaciones diplomáticas y abriendo las primeras misiones diplomáticas y consulares. Un hito importante fue el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con el imperio de Japón (1897). En 1915 se establecieron relaciones diplomáticas con la República de China, en 1945 con Australia y Nueva Zelandia, y en 1947 con Filipinas, que recién había accedido a la independencia.

    En 1888, Chile había incorporado a su territorio la Isla de Pascua. De esta manera el país llegó a tener cierta proyección hacia el Pacífico insular, aunque no se realizaron esfuerzos importantes por desarrollar este lejano territorio e integrarlo efectivamente al país.

    En 1947, accediendo a demandas de intereses balleneros nacionales, el Presidente Gabriel González Videla inició el desarrollo de la nueva política de intereses marítimos de Chile, que cerca de cuarenta años después culminaría con la aceptación general de las instituciones del nuevo derecho del mar, especialmente la Zona Económica Exclusiva de 200 millas. La política marítima abrió una nueva dimensión de nuestra diplomacia territorial y económica y contribuyó a una mayor orientación hacia el Pacífico, aunque obviamente sin una proyección directa a las riberas asiáticas del océano (2).

    En general, la primera mitad del siglo XX, así como las décadas de 1960 y 1970 fueron de poco dinamismo en el desarrollo de vinculaciones chilenas con la región Asia-Pacífico. La industrialización sustitutiva de importaciones tuvo un claro sesgo proteccionista. El comercio exterior se caracterizó por una marcada tendencia a la monoexportación. La incidencia de las guerras mundiales y de la Guerra Fría en las relaciones exteriores fue, en general, limitativa de las opciones de diversificación geográfica, política y económica de estas.

    Con todo, hacia 1970 se estaba desarrollando un renovado interés académico en el tema, especialmente en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, entidad que bajo el liderato de su primer director, Claudio Véliz, organizó importantes eventos y realizó publicaciones sobre el desarrollo de la Cuenca del Pacífico. Estas actividades influyeron en círculos dirigentes empresariales y gubernamentales, aunque las inquietudes predominantes en la agenda nacional fueran de otra índole (3).

    El gobierno de la Unidad Popular dio el importante paso de reconocer el gobierno de la República Popular China como el único representante de China, lo que implicó el término de las relaciones diplomáticas con la República de China en Taiwán. Pero este paso se dio por consideraciones políticas distintas de las del desarrollo de relaciones con la región Asia-Pacífico, tema que no interesaba mayormente a dicho gobierno.

  3. CHILE Y LOS FOROS DEL PACÍFICO

    El gobierno militar, que percibió claramente las limitaciones derivadas de su complicada posición política internacional, especuló con la hipótesis de que el desarrollo de nuevas relaciones en dirección al Asia podría aliviar un tanto su situación. Para ello se consideraron varios factores: después del 11 de septiembre de 1973, la República Popular China había optado por mantener relaciones diplomáticas con el régimen militar, a pesar de las diferencias ideológicas entre los dos gobiernos, decisión que seguramente tuvo relación con el conflicto chino-soviético; segundo, en general, no se divisaban actitudes de censura política a las nuevas autoridades de parte de los países del Este de Asia, varios de los cuales tenían sus propios regímenes autoritarios; tercero, ya se percibía que en esa parte del mundo el dinámico desarrollo de la economía japonesa lideraba un proceso al que se unían las economías de Corea, Taiwán, Hong Kong y Singapur, lo que prometía abrir interesantes mercados potenciales para las exportaciones chilenas; y, por último, el general Pinochet y sus asesores estratégicos pensaban que, en términos geopolíticos, la Cuenca del Pacífico tendría una creciente importancia, involucrando a actores de gran envergadura como Estados Unidos, la Unión Sovietica, Japón, China y otros, lo que aconsejaba procurar una mayor presencia en el área para de alguna manera cautelar los intereses de Chile como actor del Pacífico sudamericano.

    Visto en retrospectiva, el > de 1980--la abrupta cancelación de una invitación oficial a Filipinas por parte del Presidente Ferdinando Marcos encontrándose ya en viaje el general Pinochet y comitiva-- aparece como un alto en el camino, sin duda un traspié importante y una humillante ruptura del protocolo, que costó el cargo al Canciller Hernán Cubillos. Pero el suceso no terminaría con el interés del gobierno militar en la región, que se manifestó principalmente en el establecimiento de relaciones diplomáticas y la apertura de nuevas embajadas y oficinas comerciales, especialmente en la subregión del sudeste asiático.

    De esta manera, Chile llegaría a contar con embajadas residentes en Tokio, Seúl, Beijing, Manila, Bangkok, Hanoi, Kuala Lumpur, Singapur, Yakarta, Canberra y Wellington. Entre las mencionadas, la única embajada abierta durante el período de la Concertación ha sido la misión en Vietnam (Hanoi). A esta amplia red diplomática se agrega el Consulado General en Hong Kong, representación indispensable considerando la importancia de esta gran plaza comercial, financiera y logística oriental, y la oficina comercial en Taipei, que permite atender el comercio con Taiwán, independientemente de las relaciones con China. Las embajadas cubren los principales países de la región, sin que en nuestra opinión sea necesario en el futuro próximo considerar otras aperturas, ya que el mecanismo de las concurrencias permite atender razonablemente las necesidades de representación en países como Brunei, Mongolia y Timor Leste, así como los nuevos países de la ASEAN (Asociación de Estados del Sudeste Asiático), con los que las relaciones son todavía muy pocas. Con todo, dado que de acuerdo con los términos de la Carta de la ASEAN esta entidad ahora recibe embajadas, la eventual creación de una misión ante este organismo regional surge como un tema a considerar.

    En síntesis, la red someramente...

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