El trabajo infantil en Camboya: Una nueva dirección

En la calurosa tarde de Phnom Penh, capital de Camboya, Leap, de 10 de años de edad, trata de llamar la atención de los turistas que se desplazan a lomos de un pesado elefante. Afanándose por cargar con su cesta, demasiado grandes para sus pequeños brazos, corre a lo largo de una carretera polvorienta junto al Palacio Real, de color dorado, ofreciendo pasteles de arroz y dulces.

Leap lleva ya cinco horas trabajando, y lo más probable es que siga con su tarea hasta medianoche. Es una niña pequeña y vulnerable que trabaja sola, nunca ha ido a la escuela, y que, cuando tiene suerte, ingresa dos dólares al día. Dice que no tiene elección. Si dejara de trabajar, su madre y sus hermanos menores no tendrían suficiente para comer.

En otra parte de la ciudad, Doung Paeaktra, de siete años de edad, se agacha junto a la orilla del río a rebuscar entre un montón de basura. Trata de encontrar plástico que pueda vender a una empresa de reciclaje. Con la muerte de su padre, y su madre en casa al cuidado de un nuevo hijo, Doung es el único sostén de su familia.

El acceso a la educación ha mejorado en Camboya, pero el trabajo infantil persiste: Leap y Duong son dos de los niños que se han quedado atrás. Aunque la matriculación en la enseñanza primaria ha pasado del 75% en 1997, al 91% en 2005, la mayoría de los niños que asisten a la escuela combinan sus estudios con el trabajo.

Una de las respuestas de la OIT ha consistido en emprender un régimen de generación de ingresos concebido para facilitar la reducción y, en última instancia, la eliminación de la dependencia de las familias respecto a los hijos para la percepción de renta. Este programa del IPEC anima a los padres y a otros adultos de las familias más desfavorecidas del país a colaborar para crear grupos de ahorro.

En una pequeña localidad al sur de Camboya, las mujeres explican el modo en que su grupo de ahorro les ha ayudado a constituir pequeñas empresas y ha completado esta tarea con la formación en finanzas y administración. “Antes del grupo, las cosas estaban muy mal y los niños tenían que trabajar”, comenta Pan Phen, de 60 años de edad. “Si tuviera problemas, tendría que recurrir al prestamista, que cobra un interés mensual del 20%. Ahora gano más dinero y, en nuestro grupo, el tipo de interés es sólo del 3%.”

Pan Phen pidió prestados 40.000 rieles (10 dólares de Estados Unidos) al grupo, y ahora elabora dulces que vende cada día en las inmediaciones de una fábrica local. “Todos los niños (seis) que cuido van ahora a la escuela", añade con orgullo.

En muchos casos, las familias de los niños que trabajan desean enviar sus hijos al colegio, pero les resulta difícil sobrevivir al dejar de percibir los ingresos que obtienen los niños, sobre todo cuando se produce en el hogar un acontecimiento como el nacimiento de un niño o el fallecimiento de un miembro de la familia.

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