«La Tierra se la ha dado a los hombres» (Sal 115,16). Evolución del pensamiento bíblico sobre la creación

AuthorAntonio Jesús García Ferrer
ProfessionMiembro de la Delegación del Clero. Diócesis Orihuela-Alicante
Pages35-61

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I Introducción

Acoger la Palabra de Dios atestiguada en la Sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia da lugar a un nuevo modo de ver las cosas, promoviendo una ecología auténtica [...] desarrollando una renovada sensibilidad teológica sobre la bondad de todas las cosas creadas en Cristo

1. Estas palabras

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de Verbum Domini, el último documento pontificio sobre la Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia, ofrece la perspectiva correcta para afrontar una reflexión sobre la inspiración bíblica de un pensamiento ecológico cristiano.

La Ecología es, en cierto sentido, un pensamiento que se construye sobre una imagen del mundo. De la visión de la época de la industria -en el que mundo es una fábrica en la que producir, o un yacimiento que explotar-, se pasa a la imagen del mundo como casa en la que vivir... sin agotar sus recur-sos. En los textos bíblicos, encontramos numerosas imágenes sobre el mundo que permiten construir un pensamiento sobre él. Con el afán de reflexionar sobre algunas de estas imágenes, no sólo leeremos los textos. Nos ayudará también en nuestro trabajo buscar inspiración en los autores que lo escribieron y en las circunstancias históricas que vivieron. De este modo, daremos cuatro pasos en nuestro análisis. Preguntaremos a un cronista de la corte del rey Salomón o de sus sucesores, a un sacerdote desterrado en Babilonia, a un sabio jerosolimitano del siglo II a.C. y a un místico del siglo primero, cuyo nombre es el del menor de los hijos del Zebedeo. Los cuatro pertenecen a épocas distintas. Aunque algunos de los pasajes que escribieron aparecen contiguos en el texto bíblico. Ellos nos hablarán de la Creación, del hombre, de Dios. En sus palabras, escucharemos también el eco de otros autores bíblicos. Al centrar nuestra atención en estos cuatro autores, excluimos otros muchos: profetas como Isaías, Miqueas, Ezequiel o el II Isaías, sabios como Qohelet o el autor del libro de la Sabiduría y algunos salmistas. Autores neotestamentarios como San Pablo o el autor de las cartas de Pedro.

Es preciso establecer, antes de cualquier referencia a los textos bíblicos, una serie de aclaraciones metodológicas. En primer lugar, es imprescindible evitar los anacronismos en la lectura y el análisis de los textos bíblicos que vamos a presentar2. La cuestión medioambiental no podía estar en la cabeza de los autores bíblicos. Esta cuestión es reciente. Su posicionamiento ante la naturaleza es culturalmente muy distinto del nuestro. Un análisis que buscase directamente la cuestión medioambiental en los textos bíblicos estaría abocado al fracaso. Pero, por otra parte, nuestro estudio no puede reducirse a mera «arqueología» del texto bíblico. Para un cristiano, la palabra bíblica es palabra de Dios... y, por tanto, viva, eficaz, presente (cf. Heb 4,12). No es sólo una palabra humana pronunciada en el pasado. Por eso, parte de nuestro trabajo es actualizar el mensaje de los textos que analizaremos. No es suficiente la exégesis, es necesaria la hermenéutica3.

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En segundo lugar, para recorrer el camino que va de la exégesis a la hermenéutica, del sentido literal al sentido actualizado del texto, es necesario seguir los principios de analogía4, de progresión en la revelación bíblica5y de condescendencia divina (synkatábasis)6. En efecto, leeremos los textos. Pero no basta. Es necesario situarlos en su contexto histórico. En él, es especial-mente relevante el autor y la comunidad destinataria, así como los géneros literarios que vehiculan la comunicación entre ambos7. Nos permiten acceder a ellos tanto los métodos históricos como los análisis narrativos. La contextualización de los textos bíblicos nos ofrece unas claves interpretativas añadidas que permanecen invisibles en el análisis descontextualizado de los pasajes bíblicos.

II «El Señor puso al hombre en Edén... para que lo cultivara» (Gn 2,15): Teología de la Creación en el relato yahvista

En este primer epígrafe, nos acercamos al relato de la creación del hombre en que Dios, tomando barro de la tierra, modela al hombre. Es el relato

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que podemos leer en Génesis 2,4b-258. Nos preguntamos por la idea que su autor tiene acerca de la Creación, tanto antes del pecado del hombre como después de él.

II 1. El autor: un «escriba» en la corte de Jerusalén en el siglo IX a. C., su apellido es el «yahvista»

El autor de este relato es un narrador9, que escribe en la corte de Jerusalén. En los reinados sucesivos al de Salomón (Josafat, Jorán, Ocozías, Atalías o Joás...), en la época que precede a los primeros profetas escritores (Amós, Isaías, Miqueas y Oseas). Su relato puede parecer decepcionante, en una primera lectura, porque los rasgos que muestra parecen demasiado «populares». Pero, si se mira con mayor detenimiento, se encuentra en él una «sabiduría» que parecía no estar en la primera lectura. Este escritor ha recibido un ape-

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llido a lo largo de la historia bíblica, por el uso que hace del nombre de Dios. Todos los autores lo llaman el «yavista». Este hombre es un narrador. Cuenta historias. Es su oficio. Por eso, se fija en lo concreto10. Sabe que, en ocasiones, la mejor manera de expresar lo universal es hablando de lo concreto. Utiliza símbolos. Los símbolos son el lenguaje propio del misterio. Y él está hablando del misterio de los orígenes. Es un gran comunicador. Sus imágenes, sus símbolos, sus máximas (slogans) han hecho fortuna y han llegado intactas hasta nosotros... quizá con el aderezo del arte... pero ésta es otra ventaja... su pensamiento se puede pintar y esculpir. El antropomorfismo con que presenta a Dios, lejos de ser una desventaja, es un recurso comunicativo de gran eficacia. Sobre el antropomorfismo del yahvista, ha escrito G. von Rad: «La narración yahwista está llena de los antropomorfismos más osados. Con el fresquito del atardecer, Yahwé pasea por el jardín, cierra él mismo la puerta del Arca, desciende para contemplar la torre de Babel, etc. Pero aquí hay algo que es total-mente distinto del candor ingenuo de un narrador arcaico, más bien se trata de esa despreocupación, de esa falta de reparos que no puede ser más que una huella de una espiritualidad elevada y madura»11. A su juicio, el yahvista es el gran psicólogo de los narradores bíblicos: «Ha convertido al hombre y lo humano en objeto de su exposición, con un realismo inigualado; tanto los enigmas y conflictos de sus hechos y sus caminos externos, como los yerros y las turbaciones de lo más íntimo de su corazón. Es el gran psicólogo de los narradores bíblicos»12.

Las características de la época en la que escribe el yahvista ayudan a comprender el planteamiento que ofrece sobre la relación entre el hombre y el resto de la creación13. En cuanto a los reinados, podemos resumirlas en tres rasgos: el sentimiento de pertenencia a la tierra, unido a la alianza de Dios con el pueblo y con la monarquía del sur. La distinción de la tierra de Judá de las demás tierras. Y la presencia del fratricidio en los reyes y en los herederos de los reyes, que puede estar de trasfondo histórico en el relato de Caín y Abel, junto con otras motivaciones históricas del contexto. En cuanto a lo religioso, «habría que añadir una progresiva cananeización de la religión, es decir, una comprensión ritualista de la misma, sin relación con la justicia, un concepto de

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elección no integrado en la Alianza»14. Finalmente, es preciso señalar que el yavista, para hablar de la tierra utiliza dos términos que presentan matices en hebreo: ’adamah (que le permite juegos de palabras con ’adam, hombre y Adán, como nombre propio) y ’erets (con el que se refiere a la tierra, evocando el nombre que se da en tiempos del autor a la tierra de Israel, especialmente a la de Judá). Aunque no todas las traducciones se hacen eco de la distinción, la Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española -cuyo texto citamos a lo largo del artículo-, traduce respectivamente suelo y tierra.

II 2. El relato (un drama en cuatro actos) y el pensamiento bíblico (algunos principios teológicos y morales)

El yavista no aborda el tema de la naturaleza directamente, pero, en sus textos, aparece la palabra tierra en numerosas ocasiones. Aunque su pensamiento no es sistemático -él cuenta historias-, hay cinco imágenes en torno a las cuales podemos articular su teología sobre la creación: el primer «matrimonio» de la humanidad, el árbol prohibido, la muerte de un inocente a manos de su hermano, la historia de un «navegante» improvisado que viaja desde una humanidad corrompida a los albores de una nueva creación y los constructores ineficientes de una ciudad que busca alcanzar el cielo. Sobre estas imágenes podemos estructurar su pensamiento.

Dios puso al hombre en el Jardín de Edén para que lo guardase y lo cultivase (Gén 2,15): la historia de Adán y Eva. En el relato de la creación de Adán y Eva, encontramos hasta diez menciones a la tierra o el...

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