El SIDA en el mundo del trabajo: cuando la información no es suficiente.

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KAMPALA, Uganda - Francis Musolooze trabajaba como conductor en una empresa privada de Kampala. Hoy, a la edad de 39 años, está demasiado débil incluso para poder levantarse de la cama. Infectado desde 1998 por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del SIDA, en diciembre pasado volvió a ingresar en el hospital de Nsambia.

"Estaba demasiado débil para volver a casa por su propio pie", señala Rosemary Massa Mamkolo, enfermera del Hospital Católico, quien desde entonces le visita en casa para administrarle analgésicos y aportarle un poco de consuelo en la oración.

El Sr. Musolooze es un caso paradigmático de los trabajadores del grupo de edad que las estadísticas señalan como principales víctimas de esta epidemia. Por término medio, el 80% de las muertes relacionadas con el SIDA en África afectan al grupo de edad entre los 20 y los 45 años.

Un problema de la sociedad

Uganda fue en la práctica el primer país africano en reconocer abiertamente la gravedad de la epidemia y en desarrollar una estrategia para luchar contra ella. Las últimas cifras indican que ha habido un ligero descenso de los casos de SIDA en las ciudades, con un índice medio de seropositividad estimado en el 10 % de la población. En 1992 fue del 32 %.

David Ogaram, representante del Ministerio de Trabajo ugandés, que asistió a la Conferencia regional sobre el VIH/SIDA y el mundo del trabajo celebrada por la OIT en Namibia el pasado mes de octubre, afirma que, desde 1992, el SIDA no se percibe en Uganda como un problema de salud pública, sino más bien como una cuestión social de carácter más amplio.

"No se ven carteles sobre el SIDA en las calles como en otros países africanos, porque ese tipo de campañas se hizo hace mucho tiempo", continúa el Sr. Ogaram. Hoy, Uganda se enorgullece de sus más de mil organizaciones de diferente tipo que trabajan en la lucha contra el virus.

El Sindicato Nacional Central (que reúne 17 ramas sindicales bajo el nombre de NOTU) es una de estas organizaciones, y hace lo que puede dentro de sus limitadas capacidades.

"Desde 1994 empezamos a formar personal permanente aquí en el país con ayuda de los sindicatos y especialistas extranjeros", explica Lyelmo Otong Ongaba, Secretario Nacional del NOTU. "Después los enviamos al lugar de trabajo, a las fábricas y a los centros de trabajo, para hablar del SIDA durante las pausas. Actualmente hemos interrumpido esta actividad por falta de medios".

Tenían que explicar no sólo cómo protegerse del virus, sino también cómo luchar contra la discriminación que afecta a las personas que ya sufren la enfermedad. Estas medidas eran de alcance limitado, por la sencilla razón de que los trabajadores asalariados constituyen tan sólo una minoría de los trabajadores. Todos los demás, desde los niños limpiabotas a los campesinos, desde los vendedores del mercado a los taxistas, trabajan en el sector no estructurado. El Sindicato central, no obstante, va a intentar organizar a determinados gremios. En consulta con el Ministerio de Trabajo, los sindicatos actuaron con firmeza cuando las empresas intentaron imponer la prueba del VIH para detectar el virus.

Cuando se juntan pobreza y SIDA

Debido a la falta de recursos, la acción del sindicato no ha pasado de la fase de suministrar información.

"No podemos ser de ayuda a nuestros afiliados enfermos", afirma Lyelomo Ongaba, "(porque) no tenemos los medios. Es imposible crear un fondo de solidaridad, por ejemplo, cuando los salarios a menudo sólo cubren el 20 o 30 % de las necesidades básicas".

Aunque la enfermedad afecte a todos los niveles de población, la verdadera compañera íntima del virus es la pobreza. Para cobrar conciencia de la situación no hay más que ir a los "poblados" construidos por los trabajadores de las plantaciones de caña de azúcar, cerca de Lugazi, por ejemplo, a unos 50 kms. al este de Kampala.

La Cooperativa Azucarera Ugandesa LTD emplea entre 6.000 y 10.000 trabajadores, dependiendo de la temporada. Esto significa que, contando a las mujeres y los niños, cerca de 40.000 personas viven cerca de las plantaciones y de la fábrica, en "campos" como el de Geregere, que alberga 600 trabajadores y sus familias. Cada casa es una vivienda de dos piezas, con cocina y una habitación de 10 m2, independientemente del tamaño de la familia. El salario base es de 25.000 chelines, equivalente a unos 25 francos suizos. Los sindicatos han conseguido negociar un 35% de "subsidio por el coste de vida".

Esto sigue siendo escaso, aunque se presten servicios médicos y de vivienda (más una comida al día para algunas categorías de trabajadores). En la plantación de té cercana, los salarios están por debajo de 17.000 chelines, todo incluido. Estos salarios condenan a los trabajadores a la más abyecta pobreza y cualquier método para aumentar sus ingresos es bueno.

"Las niñas empiezan a mantener relaciones sexuales a los 12 años", señala Joram Bruno Pajobo, delegado sindical encargado de los trabajadores agrícolas y las plantaciones. Aquí le llaman "Honorable Pajobo", ya que es miembro del Parlamento, en representación de los trabajadores.

Desde 1992, el Sr. Pajobo ha estado organizando grupos de mujeres que ponen en escena obras de teatro con el fin de concienciar con respecto al SIDA a los trabajadores -y a sus mujeres- y de animarles a usar condones.

"Muchos trabajadores vienen de lugares muy lejanos y se sienten solos", continúa Pajobo. "A menudo visitan a las prostitutas que se establecen en las colinas, donde se han montado algunos bares. Para nosotros, este es el aspecto más difícil de tratar, porque entra en el terreno de la moral".

Saida Bidi, responsable de la coordinación de mujeres en el mismo sindicato a nivel nacional, añade: "proporcionamos información general, pero es difícil hablar concretamente del uso de los condones. Es un asunto privado."

Profesiones de riesgo

Esta diferencia entre el conocimiento de los trabajadores (y de la población en general) de los riesgos que están corriendo y de los métodos de protección, por una parte, y su aplicación efectiva por otra, es una de las principales observaciones que destacan en un estudio financiado por la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte, con sede en Londres.*

La investigación, cuyos resultados se publicarán en junio, se centró en los conductores de transporte de larga distancia y los trabajadores ferroviarios, y se llevó a cabo como resultado de una solicitud de asistencia de los sindicatos africanos del transporte. La investigación demuestra que casi todos los encuestados tienen conciencia del sida y saben cuáles son las medidas de protección. Más de nueve de cada diez personas han perdido algún familiar o algún compañero de trabajo a causa del SIDA. Pero el comportamiento de riesgo (relaciones sexuales con muchas personas distintas, coito sin preservativo) no ha disminuido proporcionalmente.

"Hay una concienciación muy clara", señala Winnie Bikaako, autora del informe, "pero da la impresión de que aún no ha alcanzado el nivel en que debería producir un cambio de conducta significativo".

Esto se debe fundamentalmente al "cóctel" que conforman las nefastas condiciones de trabajo y los bajos salarios. Entre las profesiones que más riesgo entrañan están aquellas en que los trabajadores pasan semanas y meses lejos de casa en condiciones muy precarias: camioneros, trabajadores de la construcción, trabajadores ferroviarios, etc.

"En algunos casos el VIH debería considerarse una enfermedad profesional", señala Winnie Bikaako.

La situación parece empeorar debido a la reestructuración emprendida en Uganda, que está incrementando el sentimiento de inseguridad de los trabajadores.

"Se está llevando a cabo la privatización de los ferrocarriles", explica Patrick Katabutingi, funcionario encargado del sindicato ferroviario. "Éramos más de 4.000 trabajadores y ahora somos 1.800, pero creemos que habrá más despidos".

En estas condiciones, incluso aunque los seropositivos sean mejor aceptados que en otros países, nadie quiere admitirlo por miedo a ser despedido a la primera ocasión. Por eso, los enfermos hacen frente al SISA en soledad.

Las infecciones repetidas, típicas del débil sistema inmunitario y de defensas, no están adecuadamente cubiertas por la baja de enfermedad. Además, debido a la superpoblación de los hospitales, los pacientes a menudo se quedan en casa. Y, si no están hospitalizados, dejarán de pagarles antes los sueldos. La carga se traslada a la esposa -si existe- y en el caso de las mujeres la situación es aún más grave: sus maridos a menudo les transmiten la enfermedad, se quedan viudas sin tener ningún derecho a los bienes domésticos (tierras, vivienda), se ven cada vez más sumidas en la pobreza, y el círculo vicioso se perpetúa.

Limitaciones de los sindicatos

El estudio de la FIT detalla medidas concretas de solidaridad con los sindicatos africanos. Entre estas medidas múltiples se incluyen la educación, los convenios colectivos para mejorar las condiciones de los trabajadores, los cuidados a las personas que padecen la enfermedad y la mitigación de los efectos socioeconómicos del SIDA.

Los sindicatos ugandeses en la actualidad no se consideran interlocutores directos principales en la lucha contra el SIDA. Es revelador comprobar que en el Plan Estratégico Nacional 2000-2005, que ha sido tema de debate de un seminario, se designa al sindicato central como interlocutor tan sólo en el contexto de la lucha contra los abusos infantiles y los abusos de jóvenes y mujeres. La actuación en el lugar de trabajo no se menciona específicamente.

El papel más útil (aparte de la información) que pueden desempeñar los sindicatos se basa en su vocación primordial: mejorar las condiciones de trabajo y las vidas de los trabajadores. El sindicato de plantaciones, por ejemplo, tiene un programa para fomentar la participación más activa de las mujeres en los sindicatos, para que asuman más responsabilidad -y, por tanto, más control- de sus vidas.

Los representantes sindicales también asisten a cursos de formación sobre salud reproductiva organizados por el Ministerio de Trabajo. El curso de tres semanas tiene por objetivo el intercambio de información dentro de la empresa. Es una tarea difícil porque la proporción de trabajadores organizados y la movilización son escasas (en algunos sindicatos, los trabajadores quedan automáticamente afiliados a menos que presenten su renuncia por escrito).

La privatización, por su parte, fomenta la contratación por parte de la competencia. En lo que respecta al marco legal, Bruno Pajobo, diputado, no se hace ilusiones: "la mayoría de los miembros del Parlamento son terratenientes o empresarios. Es muy difícil dar a los trabajadores un trato justo".

Michel Bührer para Trabajo.

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* El informe se presentará a la nueva revista de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte, "Transport International", en junio de 2000. La revista también estará disponible en francés. Contacto: finke_sarah@itf.org.uk

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