Servicios de salud: donde el peligro acecha

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Un paciente se pone violento y apuñala con frialdad a un médico de urgencias mientras conversan acerca de las heridas del agresor. Una enfermera es atracada por un grupo de toxicómanos con síndrome de abstinencia. La plantilla de una ambulancia es asaltada violentamente por los miembros de una misma familia.

¿Qué hicieron mal? En los tres casos, llegaron varios minutos tarde. Estos incidentes, recogidos regularmente en los titulares de los periódicos, ponen de manifiesto una preocupación constante de los profesionales de la sanidad y provocan en éstos una creciente sensación de inseguridad.

La violencia en los hospitales, y en los servicios de asistencia sanitaria en general, no es un fenómeno reciente. Ciertos entornos sanitarios han sido señalados con anterioridad como medios de alto riesgo. Así ocurre especialmente en el caso de los servicios de urgencia y de las unidades psiquiátricas y geriátricas, en los que los pacientes manifiestan problemas de conducta significativos debidos a determinadas patologías o a comportamientos adictivos, que provocan muy a menudo ataques de nervios esporádicos o síntomas de agresividad característicos.

UN SECTOR PROPENSO A LA VIOLENCIA

Este tipo de violencia puede adquirir otro cariz en función de las condiciones locales. En Irlanda del Norte, por ejemplo, los hospitales son objetivo en ocasiones de grupos paramilitares.

En India, África y Asia, los hospitales provinciales han sido objeto de frecuentes ataques de grupos políticos, religiosos y étnicos. En las afueras de París, el número de incidentes registrados en los dos últimos años ha experimentado un acusado aumento. Se trata en su mayoría de actos de delincuencia, especialmente en sus nuevas formas de destrucción.

'Es el entorno de la calle el que irrumpe directamente en el hospital', denuncia el director de uno de estos centros.

Un ejemplo de esta situación es el que brinda un complejo hospitalario ubicado al sur de Pa- rís. En un estudio se concluyó que 'los suelos de las salas de espera se encuentran constantemente marcados para delimitar el territorio de cada una de las bandas de los barrios cercanos... Los camellos se aventuran en el hospital para vender directamente su mercancía a los pacientes en tratamiento de toxicomanía. Las bandas resuelven sus disputas en los pasillos... los intrusos se pasean por el hospital con perros pitbull, o en la cafetería, que se ha convertido en el cuartel general de las bandas...' Otra fuente de preocupación casi a diario es el robo de medicamentos, y los chantajes, sobre todo en relación con los narcóticos. Resulta aún más grave que las bandas de jóvenes no duden ya en perseguir a sus víctimas en las salas de los hospitales, e incluso en las de recuperación.

Estas bandas, que campan por los complejos hospitalarios, asolan las vidas diarias de los em- pleados, e incluso consiguen que el personal de seguridad (cuyos miembros también reciben amenazas) sea incapaz de reaccionar en un lugar en el que, paradójicamente, debería reinar la paz y la tranquilidad.

Además de esta forma de violencia externa, los profesionales de la salud deben afrontar la hos- tilidad de ciertos pacientes y de sus familias.

Frente a una institución que suele percibirse como estricta y, en ocasiones, autoritaria en su funcionamiento, el virus de la violencia encuentra terreno abonado para un crecimiento espontáneo. El personal, con independencia de su competencia y su buena voluntad, se encuentra atrapado 'entre la espada y la pared'.

Por si fuera poco, las trabajadoras de estos centros deben enfrentarse al acoso sexual. De acuerdo con el Consejo Internacional de Enfermería de Ginebra, el fenómeno ha alcanzado un nivel alarmante. Un 69% de las enfermeras encuestadas en el Reino Unido ha sufrido este tipo de abuso, mientras que el porcentaje asciende al 48% en Irlanda y al 76% en Estados Unidos. Se encuentra igualmente extendida la denominada 'violencia horizontal', que alude a los actos abusivos cometidos por compañeros o por médicos.

Considerada desde el interior, son varios los factores que convierten a la asistencia sanitaria en un medio especialmente vulnerable. En concreto, el libre movimiento de personas en hospitales y clínicas, que propicia la presencia de grupos de delincuentes organizados, atraídos por la disponibilidad de drogas, dinero y objetos valiosos; la violencia existente en las comunidades vecinas y el con- siguiente aumento en la tenencia de armas; la obli- gación de atender a un número creciente de per- sonas, muy a menudo en un contexto de restriccio- nes presupuestarias y reducciones de plantilla;

los horarios y las condiciones de trabajo que dan lugar al aislamiento del personal, el deterioro del acceso a la asistencia sanitaria, así como las relaciones en ocasiones difíciles que se establecen entre el equipo médico y los pacientes o sus familias; la escasa preparación del personal para hacer frente a situaciones de crisis o de violencia.

En breve, abundan las disfunciones (instalaciones inadecuadas, organización interna defi- ciente, largas colas de espera, sistemas de alarma y transmisión ineficaces, autoridades médicas abusivas y opresivas, etc.) que provocan incomodidades, inseguridad, estrés, e incluso agresiones.

En estas condiciones, los empleados acusan de manera creciente el estrés que acompaña al des- empeño de sus funciones, con la sensación inequívoca de que ya no son respetados por las personas a las que atienden. Lamentan igualmente la ausencia de apoyo por parte de las instituciones a las que sirven.

Por otra parte, numerosos estudios han puesto de relieve que muchos de los casos de agresión sufridos por los trabajadores del sector sanitario no se declaran por miedo a represalias, a empañar la imagen profesional o a dañar la reputación del centro en cuestión. Además, sigue existiendo en el sector una tendencia a restar importancia a estos incidentes debido a la idea de que 'la violencia forma parte de los gajes del oficio'. Así, por ejemplo, las estadísticas sobre los informes de accidentes de trabajo vinculados a actos de violencia efectuados en ciertos hospitales no siempre reflejan la realidad de los peligros afrontados.

PREVENIR Y CONTROLAR LA VIOLENCIA:

UN DOBLE RETO

Las campañas de sensibilización en curso iniciadas por las organizaciones y sindicatos de pro- fesionales han dado lugar a la respuesta de autoridades y empleadores, formulada de diversas formas en los distintos países.

La igualdad de acceso a la asistencia sanitaria y el bienestar pueden verse gravemente compro- metidos si las condiciones o los lugares de trabajo siguen provocando el desánimo de los pro- fesionales del sector. Por tanto, no cabe duda de que las autoridades públicas y los empleadores deben desempeñar un papel primordial para garantizar la existencia de un entorno de trabajo decente y seguro.

A pesar de todo, los servicios de salud siguen constituyendo un sector de futuro, llamado a ser objeto de un desarrollo continuo en los próximos años. De hecho, en varios estudios de la OIT (véase Trabajo, nº 5, 1993) se destacan sus buenas perspectivas para el empleo, vinculadas al crecimiento demográfico y el envejecimiento de la población, tanto en los países industrializados como en los de bajos ingresos.

En este sentido, un entorno de trabajo seguro y exento de peligro constituye un elemento esen- cial para ofrecer asistencia sanitaria de calidad.

Para lograr ese tipo de entorno laboral, la formulación de una estrategia de prevención inno- vadora y eficaz sigue constituyendo una prioridad. Así, en un informe de la OIT sobre 'violencia en el trabajo', fechado en 1998, se ofrecen instrucciones precisas que pueden servir como marco para la adopción de una política de prevención basada en un procedimiento partici- pativo y en el compromiso de todos los profesionales y las autoridades involucradas.

En cualquier caso, no siempre es posible prevenir la totalidad de los incidentes violentos. Al menos, existen acciones de diversa índole que permiten reducir al mínimo los riesgos y sus consecuencias. En la mayoría de las estrategias de prevención recomendadas se subraya la importancia para cada organización de adoptar un plan al respecto en el que se contemplen los elementos siguientes:

. Una política institucional inequívoca respecto a las conductas inaceptables y a las medidas apropiadas en caso de necesidad.

. Mejora de la calidad del servicio y de las relaciones con los usuarios de las instalaciones.

. Fijación de incentivos en el lugar de trabajo respecto a la consignación sistemática de todos los incidentes violentes y los casos de conducta cuestionable.

. Aplicación de programas de asistencia al personal encaminados a garantizar una acción efi- caz en defensa de las víctimas.

. Adopción de medidas organizativas apropiadas y técnicas capaces de atenuar los riesgos de 27 TRABAJO, Nº 41, DICIEMBRE 2001 agresión y comisión de actos malintenciondos.

. Estrecha colaboración con la policía y los órganos judiciales.

EL PAPEL DE LOS SINDICATOS, LAS ORGANIZACIONES EMPRESARIALES Y LA OIT

Para mantener sus valores, sindicatos y organizaciones profesionales deben fomentar un mayor conocimiento del fenómeno, así como el diseño de respuestas mejor adaptadas al entorno de trabajo y a los intereses de los trabajadores.

En concreto, estas entidades pueden contribuir a la recogida de testimonios de víctimas, empleados y usuarios de las instalaciones, y desempeñar un papel más activo en la aplicación de medidas de prevención, control y formación.

Las iniciativas y planteamientos adoptados en diversos entornos ponen de manifiesto la intención de los profesionales del sector de luchar por recuperar una cultura de la no violencia en el ámbito de la asistencia sanitaria:

. En Australia, la Australian Nursing Federation se ha movilizado a favor de la 'tolerancia cero' respecto a la violencia contra el personal de enfermería y lidera una amplia campaña de sensibilización pública basada en la emisión de anuncios del servicio público en televisión.

. En Canadá, la Fédération Canadienne des Syndicats d.Infirmières et d.Infirmiers contribuye a la mejora de los métodos de trabajo y las estrategias probablemente capaces de reducir el riesgo de violencia de manera significativa.

. En Estados Unidos, la American Nurses Association, junto con sus 53 asociaciones afiliadas, ejerce presión sobre las autoridades federales respecto a la adopción de una legislación que promueva la seguridad del personal de enfermería y la calidad de los servicios prestados por éste.

. En Francia, la Fédération CFDT Santé ha elborado un acuerdo protocolario tipo para evitar la violencia en los hospitales, así como para hacer frente a los actos violentos cuando éstos se produzcan.

. En el Reino Unido, el Royal College of Nursing, una de las asociaciones profesionales de enfermería más importantes, participa activamente en la campaña nacional denominada 'For an End to Violence' ('Acabemos con la violencia') y colabora estrechamente con la Administración en la salvaguarda del derecho del personal de enfermería a la seguridad en el lugar de trabajo.

Todas estas iniciativas no podrán sostenerse en la práctica si las autoridades públicas no establecen los mecanismos legislativos pertinentes y ofrecen los recursos adecuados. En el último quinquenio, varios países han adoptado ese tipo de mecanismos, además de normativas innovadoras concebidas para la lucha contra la agresividad y la violencia en el lugar de trabajo. En estas disposiciones se contemplan igualmente ciertas categorías de trabajadores, entre los que figuran los integrados en servicios sociales y sanitarios. En el Reino Unido, por ejemplo, el Ministro de Sanidad ha elaborado un plan de acción encaminado a atenuar el riesgo de violencia contra el personal del National Health Service (Servicio Nacional de Salud). El objetivo es una reducción del número de este tipo de incidentes cifrado en un 20% en 2001, y del 30% en 2002.

Además, se han asignado fondos presupuestarios adicionales al sostenimiento de actividades do- centes.

- Bernard E. Gbézo, consultor de movilización de recursos humanos en el entorno hospitalario.

Un Programa Conjunto sobre el aumento de Violencia en el Lugar de Trabajo en el Sector Sanitario Gracias a su vasta experiencia, la OIT puede constituirse en una fuerza impulsora en el desarrollo de respuestas eficaces a los retos que plantea el problema de la violencia en el lugar de trabajo en general, y en el sector sanitario en particular. El proyecto, gestionado conjuntamente con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Consejo Internacional de Enfermeras (ICN) y la Internacional de Servicios Públicos (ISP), puede encuadrarse en esta categoría de actividad.

El Programa Conjunto se puso en marcha en 2000, tras la realización de los pertinentes estudios y la celebración de una reunión sobre la situación de los trabajadores en las reformas del sector sanitario. Comprende la realización de estudios nacionales (puesto que los datos disponibles proceden fundamentalmente de los países industrializados) en Sudáfrica, Mozambique, Líbano, Bulgaria, Portugal, Brasil y Tailandia, así como la combinación de ciertos temas de diversa índole como el estrés y la violencia en el lugar de trabajo en el sector sanitario, la comparación de distintas directrices nacionales, y el tratamiento y la rehabilitación de las víctimas. Entre los elementos que se examinarán figura el papel de los sindicatos y las organizaciones profesionales que representan a los trabajadores de la asistencia sanitaria en la organización de sus afiliados para hacer frente al reto planteado.

El objetivo es el desarrollo de directrices para la lucha contra la violencia dirigidas al sector sanitario y, con posterioridad, la posible adopción de un Repertorio de recomendaciones prácticas de la OIT destinado a los sectores dedicados a la prestación de servicios.

Para más información, póngase en contacto con la Sra. Gabriele Ullrich,Equipo de Servicios Públicos y Privados, fax: +4122/799-7046.

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