Radicales y reformistas en el Islam (sobre el uso de la violencia)

AuthorCesáreo Gutiérrez Espada
PositionCatedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales Universidad de Murcia
Pages13-37

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1. La concepción islamista del uso de la violencia
  1. La aparición, en Egipto, de la organización de los Hermanos Musulmanes, en 1928, supuso la recuperación de un islamismo profundo que prendió en otros países de la umma1. En esta corriente, el uso de la violencia contra el infiel, el yihad,Page 15reaparece con todo su vigor bélico y belicista2 y aun se amplía, pues para algunos islamistas radicales la «guerra santa» no solo legitima el combate para la propagación de la fe verdadera en todo el mundo sino también para derrocar a los gobiernos que en los mismos países musulmanes no se basan en las leyes instituidas por Dios3.

Hoy, tal concepción tiene su punta del iceberg en la actual República Islámica de Irán, de una parte, y, de otra, en su manifestación más sanguinaria y radical en la organización terrorista al-Qaeda, autora de los atentados del 11-S (2001)4.

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A Precursores
  1. El precursor, de algún modo, del islamismo fundamentalista que toma cuerpo en algunos países musulmanes a partir de la aparición de los Hermanos Musulmanes, fue sin duda el iman Taqqi al-Din Ahmad Ibn Abdelhalim Ibn Taymiyya (1263-1328). Su obra influyó enormemente en pensadores islamistas contemporáneos, como el egipcio Sayyid Qutb (1906-1966), el paquistaní al-Maududi (1903-1979) o el palestino Abdullah Yusuf Azzam (1941-1989) a los que aludiré enseguida. Basándose en algunos pasajes del Corán, Ibn Taymiyya entendió que el yihad era una de las obligaciones más importantes del Islam, siendo incluso más valioso que la peregrinación a la Meca, la oración y el ayuno5, y sostuvo que el mismo Dios impuso a los musulmanes la obligación de luchar contra todos los que conociendo el llamamiento de Mahoma al Islam no se convirtieron a él6.

    ¿Cuál es el verdadero significado del concepto de yihad?, ¿cuál, si la ha habido, su evolución?, ¿cuál, en fin, su actualidad?

  2. Las guerras de y por la religión son una constante en la historia del Islam7. Como ya he señalado, el mismo Profeta Muhammad tomó parte en más de setenta batallas, de la que solo una (la Batalla del Foso), según el historiador estadounidense Pipes, fue de carácter estrictamente defensivo 8. Un siglo después de su muerte (632 d.d.C.) los ejércitos musulmanes habían llegado hasta la India en Oriente y España en Occidente, extendiendo enormemente la Casa (o Tierra) del Islam (Dar al-Islam) a costa de la Casa de los Infieles (Dar al-harb). Y aunque una expansión tan enorme nunca se repitió después, en siglos posteriores hubo importantes victorias musulmanas9.

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    Lo quieran o no algunos musulmanes, que intentan oscurecer cuando no esconder el significado básico (y su aplicación en la práctica) del concepto de yihad, ésta es la verdad10; como lo fue el que el cristianismo, en el que no latía esta tendencia, la asumió también en y con las «cruzadas»11.

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    El mismo Profeta participó personalmente como jefe de tropa en varias batallas y alentó y dirigió otras. Tras su huida desde La Meca, en el año 622 del calendario cristiano, Muhammad, el Enviado de Dios, cambia de manera significativa su actitud sobre el uso de la fuerza. Hasta su llegada a Medina, el Profeta se esforzó por persuadir con su mensaje a los politeístas por medio de la predicación, debiendo soportar por ello injurias, desprecios y amenazas. Una vez en Medina, el Profeta decide atacar a los paganos de La Meca y, poco después, a las tribus judías de Medina. «La guerra se convierte en el medio esencial que el Enviado de Dios pone en marcha para triunfar»; «yo», dice Mahoma, «he venido con la espada». En definitiva, la guerra, de medio de defensa, se convertirá en un medio de propaganda por su efecto de conversión12; «es la guerra santa (yihad), esfuerzo por excelencia, afirmación por el Islam de la pretensión del carácter universal, ecuménico, mundial de la religión musulmana». Una guerra que no solo sirve para expandir el Islam sino para enriquecerlo: el Profeta abordó una minuciosa reglamentación del botín13, iniciándose así una tendencia, que irá afirmándose, a hacer soportar a los vencidos una parte considerable de las cargas de la comunidad musulmana. «las relaciones exteriores de la comunidad musulmana se definen así por la guerra». Todas estas frases que he entrecomillado fueron escritas hace ya más de medio siglo no por un enemigo del Islam sino por un gran estudioso y profesor de Derecho musulmán nacido en Bugeaud (Argelia)14.

    Es cierto, sí, que el término yihad no puede circunscribirse a uno de sus significados, el de «guerra santa»; este es sin duda, como veremos, el que se ha impuesto claramente, pero no es el único: así, en El Corán se habla del yihad del corazón, la lucha espiritual de uno mismo por mejorar como ser humano; o el yihad de la lengua, que describe el esfuerzo por opinar o legislar justamente; como también se mencionan el yihad de la mano o de la predicación y aún otros15. La raíz yha aparece en treinta y cinco aleyas del Corán, veintidós en sentido general, tres veces para referirse a un acto puramente espiritual (el yihad del corazón) y otras diez con manifiesta referencia a la violencia armada, a la guerra16. En el Libro Sagrado, las aleyas relativas a la actitud que el Islam debe tener para con los no creyentes pueden dividirse en tres grupos fundamentales17:

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    – Las aleyas pacifistas, que son ocho. Cuatro fueron reveladas en La Meca, antes de la hégira, cuando los musulmanes eran una minoría frente a los idólatras o politeístas; estos versículos aconsejan a los fieles mostrarse prudentes y proclamar su fe con paciencia y sabiduría18. Las otras cuatro, que se promulgan en Medina cuando el Profeta se había aliado con tribus judías de las que esperaba su conversión, apelan a la tolerancia y el perdón para con los infieles, pues será el mismo Dios quien, llegado el juicio final, habría de castigarles por su incredulidad19.

    – Las aleyas contra las reticencias a la guerra y destinadas a vencer las objeciones de algunos creyentes hacia las órdenes de combatir dadas por el Profeta o apagar los escrúpulos que nacían al respecto de ciertas tradiciones pre-islámicas; así como las que aun formuladas en términos más bien genéricos resultan marcadamente antipacifistas20.

    – Las aleyas belicistas. Las más conocidas se extraen de la azora 2. Las hay las que establecen sin duda alguna la licitud del yihad, de la guerra, defensiva:

    Combatid en el camino de Dios a quien os combate, pero no seáis los agresores. Dios no ama a los agresores.

    ¡Matad donde les encontréis y expulsadlos de donde os expulsaron! La persecución de los creyentes es peor que el homicidio: no los combatáis junto a la Mezquita Sagrada hasta que os hayan combatido. Si os combaten, matadles: esa es la recompensa de los infieles.

    Si dejan de atacaros, Dios será indulgente, misericordioso.

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    Otras aleyas ordenan combatir a los impíos hasta que el culto del Dios único sea establecido en todas partes. ¿En todas partes?: es probable que el Profeta no pensara en más territorio que el de Arabia, pues se aludía con toda seguridad a los idólatras o politeístas preislámicos22. Así:

    Matadlos hasta que la persecución no exista y esté en su lugar la religión de Dios. Si ellos cesan en su actitud, no más hostilidad si no es contra los injustos.

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    Más aún, pueden leerse en el Libro Sagrado otros versículos en los que se anima con claridad a combatir de manera permanente no para defenderse sino para expandir el Islam, la verdadera fe, creen los musulmanes, que salvará al Mundo:

    Quienes creen, quienes emigran y combaten en la senda de Dios esos pueden esperar la misericordia de Dios, pues Dios es indulgente, misericordioso.

    ¡Combatid a quienes no creen en Dios ni en el Último Día, ni prohíben lo que Dios y su Enviado prohíben, a quienes no practican la religión de la verdad entre aquellos a quienes fue dado el Libro! Combatidles hasta que paguen la capitación por su propia mano y ellos estén humillados.

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    Cuando encontréis a quienes no creen, golpead sus cuellos hasta que los dejéis inertes; luego concluid los pactos.

    Después les concedéis favor o los libertáis cuando la guerra haya depuesto sus cargas. Así obraréis. Si Dios quisiera les vencería sin combatir, pero os prueba a unos con otros. Las obras de quienes sean matados en la guerra de Dios no se perderán.

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    En el Corán por tanto hay aleyas que defienden el yihad y otras que exhortan al perdón y a la paz. ¿Pueden utilizarse unas u otras según dependa de las necesidades y circunstancias históricas y políticas de la umma y/o de sus gobernantes?, ¿cómo se ha resuelto esta cuestión? Según una tesis ampliamente extendida (la teoría de la abrogación o nashk)25, las aleyas reveladas en una época cronológicamente posterior abrogarían las anteriores. Así y en la medida en que los versículos belicistas o guerreros se ubican todos, por el tiempo de su revelación, en una época posterior a los pacifistas o tolerantes, aquéllos anularían éstos […]. Esta teoría reposa en el entendido de que el Profeta recibía sus revelaciones en función de las necesidades históricas de su misión: al comienzo, y habida cuenta del aislamiento de la nueva fe, Dios le aconsejó que evitara la lucha (aleyas pacifistas); después, cuando la comunidad se instaló en Medina, la revelación incitó a los creyentes a defenderse de los ataques de quienes les hostigaban con las armas o de quienes pretendían reconvertir por la fuerza a los pueblos que habían abrazado el Islam; finalmente, cuando toda Arabia se islamizó, el Profeta anuncia la guerra santa contra los no musulmanes que no se convirtieron a la llamada de Dios.

    No solo en el Corán, también en la Sunna cabe encontrar hadices que legitiman el yihad, tanto defensivo como...

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