¿Es la prevención una obviedad? Criterios para un debate en el campo de las drogas

AuthorOriol Romaní
Pages223-228

Este texto es una versión de la conferencia presentada en la reunión "Prevención del consumo de drogas: conceptos normativos y propuestas de buenas prácticas", realizada en Santiago de Chile en noviembre de 1999, bajo los auspicios de CEPAL-ECLAC (Naciones Unidas).

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A Roberto Bergalli que, gracias a su invitación a participar en la aventura del Master "Sistema Penal y Problemas Sociales" de la Universidad de Barcelona, me ayudó a profundizar en los campos fronterizos (y, por lo tanto fecundos) entre el derecho y las demás ciencias sociales. Nuestra relación se ha basado siempre en el respeto mutuo desde el punto de vista profesional y creo que en un interesante manejo de nuestra proximidad/ distancia personal; cosas, ambas, que nos han permitido colaborar positivamente hasta el presente. Y estoy seguro que, en su nueva situación laboral, habrá muchas mas ocasiones para seguir haciéndolo, y con mucho gusto.

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En el texto que sigue intento conceptuar lo que a mi juicio debe entenderse por prevención, y concretarlo en el campo específico de las drogodependencias, poniendo de relieve, además de algunos aspectos técnicos, sus principales condicionantes socioculturales y legales.

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Antes de hablar de prevención de la drogodependencia debemos aclarar que por uso de drogas entendemos la incorporación de una sustancia química al organismo humano con la intención de alterar algunas de sus funciones, y cuyos efectos están muy mediatizados social y culturalmente. Este fenómeno, que se da en todas las sociedades humanas, forma parte del ámbito de la llamada auto-atención, un aspecto central de lo que en las sociedades occidentales llamamos salud, y que es la inter-vención sobre todos aquellos problemas referidos al funcionamiento del organismo humano y de relación social inmediata en que se encuentran los individuos y los grupos humanos.

En todo grupo social se dan con cierta frecuencia y continuidad episodios de daños, padecimientos o enfermedades, y ante esto surge la necesidad del individuo y su entorno inmediato de establecer acciones para resolver estos problemas. Tales acciones forman lo que llamamos auto-atención. En sociedades que no cuentan o no contaron con especialistas ni instituciones pertinentes, éste era el único medio de atención. En cambio en las sociedades contemporáneas, más complejas y globalizadas, la auto-atención deviene el nivel primario de atención entre los microgrupos.1Estudios de principios de los ‘80 demuestran que, en las propias sociedades desarrolladas, entre el 70 y el 80 % de

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la atención inmediata se realiza en el nivel de los microgrupos, mientras que sólo el 20 a 25 % inicia su atención acudiendo a los especialistas (véase Levin, 1983).

En esta atención primaria existen aspectos preventivos y otros estrictamente asistenciales. Las acciones aquí desplegadas son el diagnóstico y la atención, realizados por la propia persona o grupo primario; implican desde la abstención de actuar (encaminada a la cura) hasta el uso de equipos de cierta complejidad. De ahí en adelante aparecen otros niveles de atención, en algunas sociedades representados por especialistas en la atención en salud aunque no sea a tiempo completo (como, por ejemplo, chamanes o curanderos), y en otras mas desarrolladas por algunas instituciones específicas destinadas a estos servicios.

De este modo, los curadores o especialistas se van diversificando y agrupando progresivamente, desde los complejos religiosos asistenciales a la medicina institucional científica. Es decir, hay distintos tipos de especialistas que se van agrupando en instituciones que tienen algún vínculo con la intervención sobre la salud. A diferencia de la auto-atención, ellos aportan soluciones heterónomas y desde fuera. Resuelven problemas en una lógica y perspectiva profesionales, y a la vez contribuyen al control social -tanto si pensamos en las instituciones sanitarias o en instituciones sociales tradicionales, como el caso de los curadores indígenas en su propia comunidad-; pues el heterocontrol implica siempre una acción de control social.2Es importante recalcar que, tal como el proceso de asistencia tiene aspectos de gestión (prácticas, comportamientos, actuaciones), también tiene aspectos ideológicos. Estos últimos se encarnan en las representaciones, los valores, en las actitudes y hasta en el conjunto de legitimaciones corporativas y modos de organización institucional (véase Comelles, 1985). En el caso de la medicina científica moderna, hay un discurso que tiene como última referencia la ciencia, que legitima toda la actividad profesional en el campo de la salud. En el campo de los servicios sociales el tipo de legitimación es distinto, pero siempre existe este discurso con pretensiones de cientificidad, que permite que el resto de la sociedad acepte de alguna forma una intervención determinada.

Una intervención tiene que estar de acuerdo, por lo menos hasta cierto nivel, con la visión de mundo de la gente asistida. Tenemos ejemplos como la eficacia del chamán o del terapeuta que, tanto en sociedades tradicionales como en las industriales, depende en buena medida de que comparta el mismo mundo simbólico de la persona que va a asistir. En caso contrario...

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