La politica exterior francesa: la hora del balance.

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Resumen

El artículo ofrece un balance de la política exterior del presidente francés Nicolás Sarkozy a partir de su primer año de gobierno y de la presidencia de la Unión Europea que Francia ejercerá el semestre próximo. Trata de cambio y de continuidad, esto es, de lo que hay de antiguo y de nuevo en la política exterior de una nación que, independientemente del gobierno de turno, continúa siendo marcadamente conservadora y basada en las premisas fijadas por el ex presidente Charles De Gaulle en los años sesenta.

El artículo centra la atención en los discursos pronunciados por Sarkozy durante la campaña y en especial en la exposición realizada ante los embajadores franceses en el Elíseo el 8 de agosto de 2007. Por último, se refiere a la aplicación de la política exterior por el presidente.

PALABRAS CLAVE: política exterior, cambio, continuidad, balance, aplicación de la política exterior.

French foreign policy: time for a balance

Abstract

The article offers a balance of French President Nicholas Sarkozy's foreign policy on the basis of his first year of government and of the presidency of the European Union, to be held by France the forthcoming six months. It deals with change and continuity, in other words, with what is new and what is old in the foreign policy oía nation that, independently of the incumbent government, continues to be strongly conservative and follows premises established by former president Charles De Gaulle during the 60s.

The article focuses on Sarkozy's campaign speeches and particularly on his statement to French amhassadors at the Elysée, on 27 August 2007. Finally, it refers to Sarkozy's implementation of foreign policy.

KEY WORDS: foreign policy, change, continuity, balance, implementation of foreign policy

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A un año de su gestión presidencial, Nicolás Sarkozy está sometido al ejercicio implacable del balance de gestión. Las encuestas de opinión pública adversas y la derrota del oficialismo en las recientes elecciones municipales, básicamente remiten a la agenda política interna. Para explicar el divorcio entre Sarkozy y la sociedad, dos capítulos son emblemáticos: las prometidas reformas no terminan de corporizarse --a pesar de algunos avances significativos, como la virtual desaparición de las 35 horas de trabajo semanales, la derogación de regímenes jubilatorios especiales y la ley de la competencia--, y el creciente rechazo al desempeño presidencial, fuertemente asociado a un estilo que rompe con los códigos históricos de la jefatura de Estado gala. Estas falencias fueron reconocidas por el Presidente, quien en una reciente exposición televisiva --24 de abril del 2008-- ratificó su compromiso con las reformas y reconoció que su estilo no siempre ha sido el más adecuado para la investidura presidencial.

La política exterior no escapa a esa lógica: no se registran grandes cambios, el nuevo equipo internacional no es homogéneo y el activismo presidencial suele ocupar el vacío conceptual, potenciando los grandes operativos comunicacionales, tales como el > presidencial en el Chad de los integrantes

de una organización no gubernamental (1) acusada de tráfico de niños, la teatralización del caso de Ingrid Betancourt y la sobredosis mediática que significó la reconciliación y visita a París del líder libio Muammar el-Gaddafi.

POLÍTICA EXTERIOR: ¿CAMBIO O CONTINUIDAD?

La Francia de la V República, fundada por el General Charles de Gaulle, fue gobernada por gaullistas, liberales y socialistas aliados a los comunistas. Se aplicaron políticas económicas ortodoxas, proteccionistas y neo-estatistas; se apeló ora al mercado ora a la planificación, pero en materia de política exterior hubo continuidad. Decididamente todos los gobiernos compartieron conceptos y valores tales como independencia nacional, disuasión nuclear autónoma, rango y prestigio de Francia en el mundo, políticas regionales específicas, por ejemplo hacia África y el mundo árabe; defensa del europeísmo; lectura crítica del atlantismo y adhesión a una concepción de la integración europea como >, capaz de compensar la ausencia de una masa crítica que habilite a Francia para jugar en el tablero de las grandes potencias. Paralelamente, la política exterior durante la guerra fría convirtió al > --ni Este ni Oeste-- en una verdadera doctrina política e hizo del antiamericanismo la expresión del nacionalismo hexagonal.

Paradójicamente este discurso y esta práctica diplomática no sufrieron modificaciones sustantivas en los años noventa, a pesar del colapso de la Unión Soviética, de la emergencia del Asia como protagonista, de la creciente globalización y de las mutaciones que sufrió la integración europea, emblemáticamente expresadas en la reunificación de Alemania y en la ampliación de la Unión hacia el Este. El apego a marcos de referencia desactualizados refleja la naturaleza conservadora de los análisis políticos externos, fenómeno que se constata en los partidos políticos y en el mundo académico. A nivel empresarial las cosas son distintas, ya que los principales conglomerados económicos apostaron a la mundialización, mientras la burocracia estadual constituye el epítome del conservadurismo y de la resistencia al cambio (2). Así se explica la ausencia de debates profundos, la desconfianza en el bloque de la derecha conservadora hacia las ideas liberales y la mezcla de rechazo y temor que suscita el fenómeno de la globalización (3). En verdad, todo el arco ideológico se incluye en esta lógica inmovilista, los gaullistas apelando a los fundamentos históricos y los socialistas rechazando la más mínima apertura, cosa que se expresó claramente en la demonización de la >, mientras gobernaban bajo la conducción de Lionel Jospin y privatizaban lo que Franqois Mitterrand nacionalizó (4).

LA POLÍTICA EXTERIOR EN CAMPAÑA

Mientras Jacques Chirac presidió los destinos de Francia, liderando el neo-gaullismo, la política exterior se transformó en una inestimable fuente de legitimación. Así se explica el enfrentamiento con el Presidente George Bush en torno a la invasión de Irak. Sin duda, en ese momento Francia simbolizó la resistencia al neo-conservadurismo americano, que estigmatizó luego al Presidente francés y a su Ministro de Relaciones Exteriores, Dominique De Villepin.

En esas circunstancias, Sarkozy apeló al bajo perfil, evitando romper con la tradición internacional de la V República. En razón de ser un precandidato que no gozaba del favor presidencial --Chirac apoyó a De Villepin--, el actual Presidente se consagró a obtener la candidatura desde fuera del poder, construyendo su perfil sobre consensos amplios evitando quedar prisionero de los discursos. En materia internacional solo expresó su disidencia en un tema: criticó el apoyo de Chirac al ingreso de Turquía a la Unión Europea. La lectura que debe hacerse es simple: un porcentaje significativo de franceses votaron por el NO al Tratado Constitucional Europeo, manifestando así su rechazo al compromiso presidencial en favor de Turquía. Obviamente, detrás de este posicionamiento aparecen otras cuestiones: inmigración y temor al islamismo, temas que la extrema derecha del Frente Nacional, liderado por Jean-Marie Le Pen, utilizó exitosamente en su fulgurante ascenso. Sarkozy no ignoraba que para vencer en 2007 debía atraer los votos de quienes en un amplio espectro --derecha extrema, nacionalistas y excomunistas-- reclamaban una política inmigratoria restrictiva (5).

Hubo que apelar a una lectura muy fina para detectar los cambios en la política exterior que Sarkozy sugirió en campaña. Desde el ángulo de la política inmigratoria hubo alusiones restrictivas, basadas en retener población en la costa sur del Mediterráneo a través de ayuda económica a esos países a cambio de un compromiso: colaboración de los gobiernos para controlar los flujos de inmigrantes provenientes de los países costeros y del . La idea de la > estaba lanzada ...

Respecto de los Estados Unidos, el candidato apeló a un método indirecto: no adhirió al antiamericanismo. Paralelamente, envió mensajes en código atlantista, aludiendo a la necesidad de compatibilizar la defensa europea con la OTAN y sugiriendo la necesidad de articular una más estrecha relación con Gran Bretaña. Cabe recordar que en algunas oportunidades ponderó la > y llegó a visitar a Tony Blair en Londres, toda una innovación en materia de señales, internas y externas. Prácticamente no se refirió a la guerra de Irak, fue muy enfático en el compromiso francés en Afganistán y siempre criticó el programa nuclear iraní. En suma, una fórmula de aproximación a Washington.

En lo que hace a Europa, Sarkozy en campaña hizo propuestas concretas. Luego del fracaso del Proyecto de Tratado Constitucional Europeo del 2003, pragmáticamente orientó su discurso en favor de un >. De inmediato este posicionamiento lo enfrentó con Angela Merkel, canciller germana, partidaria de mantener el proyecto original. (6) Con Berlín también hubo contrapuntos en materia económica: para el gobierno alemán el Banco Central Europeo debe mantener su autonomía, fijando la política monetaria, mientras que Sarkozy ya aludía a la necesidad de introducir nuevos criterios en la administración de la moneda común, concretamente adicionando al objetivo anti-inflacionario --establecido en la Carta Orgánica del Banco-- el compromiso en favor del crecimiento. Estos y otros malos entendidos resultaron novedosos, ya que históricamente el proceso de integración europeo contó con el núcleo duro franco-germano. Por múltiples razones, el eje Berlín-París jamás alcanzó el > que supo tener el eje fundacional europeo: Bonn-París. Y en campaña, ese cambio quedó registrado.

Rusia ocupó una posición ambigua. A veces se la considera como potencia y otras un > (7); en algunas ocasiones se la concibe europea, en otras trans-europea. En campaña, enviando mensajes hacia la derecha y los sectores progresistas comprometidos con los derechos humanos --particularmente en Chechenia--, el...

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