El consejo otan-rusia, ¿inicio de una nueva etapa en las relaciones este-oeste?

AuthorFrancesc Serra
Pages1042-1047

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El nuevo escenario internacional tras la caída de las Torres Gemelas ha puesto en evidencia un nuevo clima de entendimiento y cooperación entre Rusia y Estados Unidos, especialmente en materia de seguridad, que tiene tal vez su más importante plasmación en las nuevas relaciones de Moscú con la Alianza Atlántica. Tan pronto como el 3 de octubre de 2001 el presidente Putin se reunió en Bruselas con Lord Robertson, Secretario General de la OTAN, para discutir nuevas vías de cooperación entre Rusia y la Alianza. Esta reunión allanó el camino para el anuncio, por parte del Consejo Conjunto Permanente Rusia-OTAN reunido en la capital belga el 12 de diciembre siguiente, de una nueva iniciativa para institucionalizar una mayor cooperación entre ambas partes. Como resultado de estos propósitos, los representantes rusos y de la Alianza, en el mismo marco del Consejo Conjunto Permanente, reunido en Reykjavík el 14 de mayo, aprobaron el documento NATO-Russia Relations: A New Quality, aprobado por los jefes de Estado o de Gobierno implicados y por el Secretario General de la Alianza, reunidos en Roma el 28 de mayo de 2002.

Por este acuerdo, el Consejo Conjunto Permanente, existente a raíz del Acta Fundacional de 1997, es sustituido por un Consejo OTAN-Rusia que se yergue en un mecanismo de consulta, construcción de consenso, cooperación, decisión conjunta y acción conjunta. El nuevo Consejo, formado por los representantes de todos los países de la OTAN más Rusia, toma sus decisiones por consenso y se reúne una vez al mes al nivel de embajadores y representantes militares, dos veces al año al nivel de ministros de defensa y de asuntos exteriores y jefes de gabinete, así como, ocasionalmente, a nivel de cumbre; el Consejo es presidido por el Secretario General de la OTAN. Las áreas en que ambas partes han decidido colaborar son numerosas e importantes: lucha contra el terrorismo, gestión de crisis, no proliferación de armas de destrucción masiva, control de armamento y creación de medidas de confianza, aspectos a negociar de los programas de defensa antimisil de teatro (TMD), cooperación entre sectores militares y reforma de la Defensa, búsqueda y rescate en el mar, ciencia y medio ambiente y emergencias civiles, además de dejar la puerta abierta a abordar nuevas amenazas y retos que puedan afectar en el futuro a la seguridad global. Uno de los aspectos más importantes del Page 1043 acuerdo es la valoración positiva que hace de la participación rusa en las misiones de mantenimiento de la paz en los Balcanes, concretamente en la SFOR de Bosnia y Herzegovina y en la KFOR de Kosovo, así como el anuncio de un refuerzo de la cooperación entre ambas partes en esta región. El nuevo clima en las relaciones entre ambas potencias en materia de seguridad, por otra parte, facilitó el progreso de la ampliación de la OTAN hacia el este, plasmada en la aprobación, en la reunión del Consejo Atlántico de noviembre siguiente en Praga, de la futura entrada en la Alianza de siete nuevos miembros, entre ellos las tres repúblicas bálticas.

La buena sintonía entre la OTAN y Rusia ya hace tiempo que había dejado de parecernos algo paradójico. Ya deshabituados al enfrentamiento Este-Oeste, habíamos aprendido a observar el acercamiento del Kremlin a las estructuras de seguridad occidentales como algo natural, como un movimiento coherente con la nueva posición de Rusia en el mundo. Incluso la creación de mecanismos de cooperación entre la Alianza Atlántica y sus rivales tradicionales de Europa oriental y Asia, como el Consejo de Cooperación del Atlántico Norte (en que Rusia participa como miembro fundador desde diciembre de 1991), sustituido desde 1997 por el Consejo de Asociación Euroatlántico, o la Alianza por la Paz (donde Rusia ingresó en junio de 1994, tras arduas negociaciones) se ha contemplado siempre como una estrategia para ampliar el área de seguridad de Occidente hacia sus antiguos rivales, frente a regiones del planeta que ofrecen menos garantías de estabilidad, y muy especialmente ante el incremento de la violencia antioccidental en el mundo islámico durante la última década del siglo XX. Por otra parte, y a pesar del manifiesto desequilibrio entre los arsenales occidentales y los restos reducidos y obsoletos de los que otrora fue el ejército soviético, Rusia sigue siendo la segunda potencia en armamento nuclear del mundo, y su complicidad, o por lo menos neutralidad, es una prioridad para la OTAN. El miedo a una Rusia inestable, resentida y socialmente agitada justifica gran parte de las políticas de acercamiento y cooperación que se han llevado a cabo tanto desde Europa occidental como desde Estados Unidos para aplacar los ánimos de un país que ha vivido una traumática transición del estado desde ser una superpotencia hacia un status intangible y, en muchos aspectos, insatisfactorio, de potencia regional, en el mejor de los casos.

Este acercamiento entre lo que hasta no hace mucho eran dos bandos enfrentados no ha sido, por supuesto, fácil. Por un lado, la OTAN...

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