Nunca demasiado viejo para cambiar

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ADDIS ABEBA -Durante milenios, el legendario vino etíope denominado "tej" se ha elaborado con miel y un lúpulo orgánico conocido como "gesho", que sólo se encuentra en el altiplano de Etiopía.

En un pequeño mercado de Addis Abeba, Chaltu, de 70 años de edad mantiene la tradición en su nuevo negocio de venta de hojas de gesho desecadas. Sin embargo, el modo en que Chaltu llegó hasta aquí es cualquier cosa menos tradicional. La mayor parte de su vida la había pasado en las calles, mendigando. Y lo que es peor: Chaltu se infectó con la enfermedad de Hansen (lepra) cuando era una niña. Resultado: ha sido discriminada toda la vida.

Berke Negatu, Director General de la Asociación Nacional Etíope de Antiguos Enfermos de Lepra (ENAELP), ha sido testigo de la exclusión social vinculada a esta enfermedad: "más que con cualquier otra cosa, las víctimas de lepra tienen que luchar contra el aislamiento del resto de la sociedad. Muchos creen aún que esta enfermedad es una maldición divina, que es resultado del destino o que constituye un castigo. Por estas razones, la vida para las personas con lepra sigue siendo tan difícil".

Pero no era sólo la discapacidad de Chaltu el problema. Al igual que tantas mujeres de todo el mundo, al envejecer, las oportunidades de cambiar su situación se redujeron. Las desventajas y la discriminación se multiplican a medida que las mujeres envejecen: encontrar un medio de vida fiable, y en especial un puesto de trabajo que merezca la pena, resulta cada vez más difícil.

Chaltu estaba decidida a cambiar su vida para mejor. La oportunidad se dio hace unos años, cuando tuvo noticia de un nuevo programa de formación de la OIT denominado "Mejore su negocio", que cuenta con el apoyo del Programa de asociación de la OIT e

Irish Aid. A pesar de su avanzada edad, se le ofreció un lugar en el programa de formación. Fantahun Melles, Coordinador Nacional del Programa, señala que: "mediante la formación de emprendedores para adquirir las cualificaciones de MSN (Mejore su negocio), conseguimos que adquieran herramientas eficaces para la gestión de sus empresas, un mejor conocimiento de la comercialización, así como capacidades para la planificación de la producción y la gestión financiera.

"La formación fue muy importante para mí", recuerda Chaltu. "¡Me habría gustado que hubiera habido más! Ha hecho que mi vida cambiara. Antes era una mendiga, ahora dirijo mi propia empresa".

Después de la formación, Chaltu obtuvo un microcrédito para crear su negocio. Comenzó a comparar ofertas, consiguiendo los mejores precios de gesho, y a acumular ahorros. En el plazo de un año, había reembolsado por completo el crédito.

"Chartu es especial", comenta Fantahun Melles, "al haber roto las cadenas de la pobreza mediante el compromiso, el trabajo duro y la determinación. En primer lugar, ejercía como mendiga; en segundo lugar, es una mujer discapacitada, una antigua enferma de lepra; y en tercer lugar, es una anciana. Sin embargo, ninguno de estos factores le ha impedido emprender un negocio".

En una fase avanzada de su vida, Chaltu ha aprendido algo nuevo que ha cambiado todo. Ahora come tres veces al día, paga el alquiler, ayuda a costear la educación de sus nietos, y le queda algo para ahorrar de cara al futuro. Y lo que es más importante para Chaltu, lo hizo todo ella misma.

"Me han librado de estar en la calle y depender totalmente de los demás", asegura. "Ahora, dependo de mi misma. Puedo vender lo que tengo, y puedo vivir de ello".

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Derechos, empleos y seguridad social: una nueva visión para hombres y mujeres de edad avanzada

El aumento de la esperanza de vida da lugar a cambios a lo largo de todo el ciclo vital. Uno de los cambios fundamentales que se ha advertido es la transición de sociedades de tres generaciones, a sociedades de cuatro generaciones. Muchos de los abuelos de hoy en día se trasladan con facilidad, trabajan y permanecen activos. Las características que tradicionalmente se atribuían a "las personas de edad" se han trasladado a un grupo de edad superior (conformado ahora por quienes tienen setenta y ochenta años). Sin embargo, puesto que la mayor parte de la población mundial no dispone de acceso a ninguna forma de pensión de vejez, para muchos, vivir más significa también prolongar en el tiempo la escasez que les rodea. La pobreza en la vejez es un motivo de preocupación fundamental.

Puesto que las mujeres viven más tiempo que los hombres, su porcentaje es mayoritario entre las personas de edad avanzada (55%) Actualmente, en el grupo de edad de 60 años o más, el número de mujeres supera al de hombres en 70 millones. En los últimos 50 años, la esperanza de vida de las mujeres a escala mundial se ha elevado de 48 a 67 años, mientras que, en el caso de los hombres, ha pasado de 45 a 63. La pobreza en la vejez tiene un importante componente de vinculación con el género. Puesto que la esperanza de vida de las mujeres es mayor que la de los hombres, aquéllas pueden pasar períodos de su vida más prolongados en condiciones de pobreza. La posibilidad de que las mujeres pierdan a su pareja es más elevada, y tienen menos probabilidades de volverse a casar que los hombres. Las mujeres de más de 60 años que han perdido a su pareja superan ampliamente en número a los varones en la misma situación.

A lo largo de su ciclo vital, las mujeres acumulan desventajas que se multiplican en la edad avanzada. Una discriminación doble, o triple, se ve agravada a menudo a medida que las mujeres envejecen. Son especialmente vulnerables, debido a su elevada presencia en trabajos no remunerados o escasamente retribuidos, a tiempo parcial, esporádicos, o en el ámbito de la economía informal. Como consecuencia, son menos frecuentes las ocasiones en las que pueden acceder a prestaciones de pensión contributiva por derecho propio. Incluso en los casos en los que sí disponen de tal acceso, sus pensiones son, a menudo, significativamente inferiores a las de los hombres, debido a unos menores ingresos y unos períodos de cotización más breves.

Una sociedad para todas las edades exige que se replantee el curso convencional de la vida laboral. Requiere la adopción de patrones de trabajo más flexibles y personalizados y, al mismo tiempo, que se garantice el derecho tanto a continuar trabajando si así se desea, como a jubilarse de un modo asequible si no se tiene intención de seguir adelante con una vida económicamente activa. Es necesario pasar de la competencia a la solidaridad entre los grupos de población en edad de trabajar, y abatir las barreras al empleo con las que se encuentran las personas de edad avanzada.

Para más información:

Campaña "La igualdad de género en el corazón del trabajo decente, 2008-2009", en www.ilo.org/gender.

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