“Los niños han de estar en la escuela, no trabajando como empleados domésticos”

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DAR ES SALAAM – Un estudio realizado por el Gobierno tanzano en 2006 sobre de la población activa puso de relieve que uno de cada cinco niños en edades comprendidas entre los 5 y los 17 años realiza algún tipo de trabajo peligroso. En el caso de las niñas, el trabajo doméstico constituye una de las principales formas de explotación. La mayoría de ellas son trasladadas a las ciudades por personas que se granjean la confianza de los padres mediante la promesa de salarios y escolarización. En la práctica, suelen ser víctimas de las peores formas de maltrato: trabajan hasta 18 horas al día, son golpeadas y humilladas por sus empleadores, duermen en el suelo y se les niega una alimentación adecuada. Los trabajadores del servicio doméstico no ganan al mes más de 12 dólares de Estados Unidos, en caso de que se les remunere.

CHODAWU1 es un sindicato que lleva haciendo campaña contra el trabajo infantil en el servicio doméstico desde su creación en 1995. Su actuación ha recibido el apoyo del Programa Internacional de la OIT para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), en particular a través de los programas de duración determinada, de los que Tanzania fue uno de los primeros beneficiarios. Uno de los primeros pasos dados por CHODAWU consiste en la creación de comités contra el trabajo infantil en las zonas afectadas. Forman parte de estos comités personas influyentes en las comunidades locales (profesores, cuidadores, representantes de las autoridades, etc.), y una de sus funciones es identificar a los niños empleados en el servicio doméstico, lo que no es tarea fácil, dado que éste se realiza en domicilios privados.

“Comenzamos preguntando a los miembros de la comunidad local si conocen en su calle a alguna menor que trabaje en el servicio doméstico”, explica Leah Medard, activista de CHODAWU en el área de Kawe, del distrito de Kinondoni de Dar es Salaam. “Si denuncian un caso, una delegación del comité acude al domicilio del empleador para comprobar que la información es exacta. Personas de prestigio en la zona forman parte del equipo y esto facilita que se abran las puertas. Si los denunciados emplean realmente a una niña, tratamos de concienciarles, explicándoles que, aunque el empleo de una menor es ilegal, no estamos ahí para sancionarles, sino, simplemente, para ayudar a ésta. Queremos transmitir el mensaje de que los niños han de estar en la escuela, no trabajando como empleados domésticos”.

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Leah Medard, activista de CHODAWU en el área Kawe del distrito de Kinondoni en Dar es Salaam

Tender la mano a los empleadores

El empleo de menores como trabajadores del servicio doméstico está tan generalizado en Tanzania que el sindicato prefiere tender una mano a los empleados, en lugar de amenazarles con emprender actuaciones judiciales. “Las detenciones y sanciones Page 16son competencia de la policía, no de los sindicatos,” señaló Towegale Kiwanga, secretario general de CHODAWU. “Sólo nos ponemos en contacto con la policía en casos de maltrato extremo, como cuando ha habido acoso sexual. De lo contrario, preferimos negociar con el empleador para llegar a una situación de trabajo decente si la empleada tiene más de 14 años, o para garantizar que la envíe a la escuela si es más joven.” La presión ejercida por los comités contra el trabajo infantil siempre tiene un efecto positivo. “Incluso en los casos poco habituales en que el empleador se negase a liberar a la menor, la tratará mejor porque sentirá que la comunidad le vigila”, subraya Leah Medard.

Cuando se alcanza un acuerdo con el empleador, CHODAWU examina posibles opciones con la niña: incorporarse al sistema de enseñanza estatal (posiblemente, después de un período de formación de “recuperación” en alguno de los centros de la Administración establecidos al efecto), matricularse en los cursos que se imparten en uno de los tres centros de formación profesional que dirige el sindicato, o regresar a su localidad de origen. “Durante la primera fase del proyecto, dispusimos de más fondos para devolver a las niñas a sus lugares de origen,” explica Silpha Kapinga, coordinadora de la acción de CHODAWU contra el trabajo infantil. “Trabajamos con nuestros representantes en las distintas regiones y con las autoridades locales, pero el seguimiento de estas niñas no es fácil una vez que regresan a sus hogares. En los últimos años, la gran mayoría de los menores previamente ocupados en el trabajo doméstico que recibieron la asistencia de nuestro proyecto ha preferido permanecer en los pueblos y ciudades para seguir cursos de formación en nuestros centros, o volver a la escuela”.

Más de 6.000 niñas han sido retiradas del trabajo doméstico por CHODAWU desde 1995. Las campañas de sensibilización han evitado que otros miles más fueran reclutados para tal actividad. “En los barrios en que se ha establecido el programa, resulta cada vez más difícil encontrar a menores dedicadas al servicio doméstico”, resalta con satisfacción Vicky Kanyoka, coordinadora de África para la UITA. Como resultado de su esfuerzo contra el trabajo infantil, el sindicato ha podido potenciar su perfil público e influir de manera efectiva en la toma de decisiones por parte del Gobierno. CHODAWU ha conseguido que en la legislación se reconozca a los empleados en el servicio doméstico como trabajadores, lo que les da derecho a prestaciones entre las que figuran un salario mínimo (de 48 dólares de Estados Unidos con una familia normal a 66 dólares con un diplomático), protección en caso de maternidad y vacaciones anuales.

Dada la prolongada tradición de explotación de los trabajadores del servicio doméstico y la naturaleza individual de su empleo, la observancia de todos los derechos reconocidos en la legislación tanzana dista mucho de constituir una realidad en la práctica. “Un Convenio de la OIT sobre trabajo doméstico nos ayudaría a aplicar estos derechos”, subraya Titus Mlengeya, presidente de CHODAWU. Además, potenciaría la sensibilización de los propios trabajadores. Serán reconocidos internacionalmente como una categoría de trabajadores que realiza una importante contribución a la economía y a los de medios de vida. Si el Gobierno tanzano ratifica esta nueva norma, nadie nos mirará con extrañeza ni nos preguntará ‘¿cómo podéis defender a los trabajadores domésticos?’ Por el contrario, se nos verá como ciudadanos que protegen los intereses de un grupo de personas que son tan importantes como el que más”.

Una historia personal

“Cuando tenía 12 años, dejé el colegio para trabajar como empleada doméstica, siete días a la semana, de 7 de la mañana a 10 de la noche, sin descansos. Ganaba 15.000 chelines (11 dólares de Estados Unidos) al mes. Dormía en una colchoneta en la sala de estar de mi empleador. No se me permitía tomar la misma comida que la familia. Era una pareja con tres hijos. La mujer siempre estaba golpeándome e insultándome. Las peores tareas eran lavar la ropa, ir a por agua y limpiar los cuartos de baño. Cuando los miembros del comité de CHODAWU contra el trabajo infantil me encontraron en 2008, llevaba tres meses sin que me pagaran. Seguí cursos de costura en uno de los centros de CHODAWU hasta diciembre de 2009. Desde entonces, he ido haciendo trabajillos en casa de una vecina que tiene máquina de coser; de esa manera, no pierdo la práctica. Si no encuentro un empleo que merezca la pena en este oficio, volveré al trabajo doméstico; no tengo elección, soy la mayor de cuatro hermanos y mi madre está sola. Si hubiera podido seguir adelante con mis estudios, me habría gustado convertirme en maestra.”

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(Neema Jackson, 16 años de edad)

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La televisión y el ordenador no son para personas de su origen

Actualmente, el trabajo como empleada domésti-ca es sólo un mal recuerdo para Sara, una niña marroquí que pudo volver a la escuela gracias a la intervención de un sindicato de profesores.

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La vida cambió drásticamente en enero de 2003 para Sara Marbouh, una niña de 10 años de edad que reside en Fez (Marruecos). Su padre tuvo que dejar de trabajar tras perder la vista, y su madre decidido que Sara debía dejar los estudios para ayudar a la familia a ganarse la vida. “Estaba en el cuarto curso de primaria y quería seguir porque me gustaba estudiar. Si no hubiéramos tenido estos problemas económicos, mi madre me habría dejado seguir en la escuela, aunque no estaba plenamente convencida de que fuera útil, sobre todo porque uno de mis hermanos no había podido encontrar un puesto de trabajo en el campo para el que se preparó. Un vecino sabía de una mujer en Casablanca que buscaba una empleada doméstica y ofrecía un salario de 500 dirhams (58 dólares de Estados Unidos) al mes. Seguí insistiendo a mi madre para que cambiara de opinión. Después de discutir con ella creí que la había convencido, pero un domingo de enero del 2003, hacia a las 10 de la mañana, la mujer llegó en su coche y, por la tarde, me llevó a su casa”.

Sara comenzó a trabajar al día siguiente. “Aquello no tenía fin: lavar la ropa y los platos, limpiar la casa, etc. Se levantaban a las 6 de la mañana, pero yo me tenía que levantar antes para prepararles el desayuno y, después, trabajaba todo el día, y por las tardes también, a veces hasta medianoche. Todos tenían habitación propia, pero yo dormía en la cocina. Mi empleadora me pegaba a menudo. La primera vez, en una ocasión que hice la colada y no estaba contenta con mi labor. Un día, estando sola en casa, me puse con el ordenador de la familia y, al llegar mi jefa, se enfadó muchísimo. Me pegó y me dijo que no volviera a acercarme al ordenador ni a la televisión, porque no eran para personas de mi origen. Lo mismo sucedió una vez cuando recogía los juguetes de los niños. Me dijo que había cámaras ocultas en la casa para tenerme controlada”.

Gracias a un programa lanzado por el Sindicato Nacional de Educación (SNE), Sara pudo volver a la escuela. Entre otras cosas, el programa pretende fomentar la sensibilización de los docentes respecto a su papel en la comunidad en los casos de absentismo o de abandono de los estudios. “Cuando nos dimos cuenta de la ausencia de Sara y averiguamos lo que le había ocurrido, mantuvimos una reunión para debatir su caso. A continuación, fuimos a ver a su madre para tratar de conseguir que se diera cuenta de la importancia de la educación”, explica Mohammed Glioui, director de la escuela de Sara, y activista sindical. “Le ofrecimos ayuda para reintegrar a Sara al sistema de enseñanza: material docente, ropa y cosas similares. Se sintió orgullosa de que hiciéramos aquello por su hija. Después de reflexionar sobre la situación durante dos meses, llamó a la mujer para la que trabajaba Sara y dispuso lo necesario para la vuelta de su hija a las aulas”.

Sara ya tiene 16 años y le va extraordinariamente bien en la escuela. Cursa primero de secundaria y confía en continuar con sus estudios y hacerse pediatra.

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[1] CHODAWU (Sindicato de Trabajadores de Conservación, Hostelería, Servicio Doméstico y Otras Actividades Afines) se encuentra afiliado al Trade Union Congress of Tanzania (TUCTA) y, a escala internacional, a la UITA (Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, Agrícolas, Hoteles, Restaurantes, Tabaco y Afines).

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