Los nietos de Keynes y los trabajadores de Marx en las plataformas digitales. Por qué el trabajo humano todavía es importante

Date01 December 2019
AuthorHamid R. EKBIA,Bonnie A. NARDI
DOIhttp://doi.org/10.1111/ilrs.12140
Published date01 December 2019
Revista Internacional del Trabajo, vol. 138 (2019), núm. 4
Derechos reservados © Los autores, 2019
Compilación de la revista y traducción del artículo al español © Organización Internacional del Trabajo, 2019
* Indiana University Bloomington; hekbia@indiana.edu. ** University of California,
Irvine; nardi@ics.uci.edu.
La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos solo incumbe a sus autores,
y su publicación en la Revista Internacional del Trabajo no signica que la OIT las suscriba.
Los nietos de Keynes y los trabajadores
de Marx en las plataformas digitales.
Por qué el trabajo humano todavía
es importante
Hamid R. EKBIA* y Bonnie A. NARDI**
Resumen. El miedo a la automatización y al «futuro del trabajo», a la superuidad
de los trabajadores y del ser humano en general, se basa en ideas recurrentes sobre
la tecnología, el trabajo y el valor económico. El debate se remonta a destacados
pensadores como Karl Marx y John Maynard Keynes. Para entender el momento
actual, los autores revisan este debate en relación con la historia del capitalismo.
Desde una perspectiva centrada en el trabajo y la tecnología, examinan las formas
ocultas de creación de valor en la economía actual y las lagunas del debate histó-
rico, y esbozan varias situaciones hipotéticas de cara al futuro.
Estamos sufriendo no el reumatismo de la vejez, sino los dolores crecientes que
acompañan a los cambios excesivamente rápidos, el dolor del reajuste de un pe-
ríodo económico a otro. El incremento de la eciencia técnica ha tenido lugar con
mayor velocidad que la que desarrollamos para tratar nuestros problemas de ab-
sorción de trabajo; la mejora del nivel de vida ha sido un poco demasiado rápida;
los sistemas monetario y bancario del mundo han estado impidiendo que el tipo
de interés disminuya con la rapidez necesaria para alcanzar el equilibrio (Key-
nes, 1930, pág.327).
C
on estas palabras el economista británico John Maynard Keynes presentó
su diagnóstico de «un fuerte ataque de pesimismo económico» (1930,
pág. 327) que cundía a comienzos de los años treinta, en el cénit de la Gran
Depresión. «Mi intención en este ensayo –escribió– no es examinar el presente
o el futuro próximo, sino desembarazarme de los criterios miopes y volar hacia
el futuro. ¿Qué nivel de nuestra vida económica podemos esperar razonable-
mente para dentro de cien años? ¿Cuáles son las posibilidades económicas de
nuestros nietos?» (ibid., pág.328).
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Los nietos que Keynes tenía en mente éramos nosotros, y en nosotros
pensaba cuando predijo el riesgo de «desempleo tecnológico», esto es, el «de-
sempleo debido a nuestro descubrimiento de los medios para economizar el
uso del factor trabajo sobrepasando el ritmo con el que podemos encontrar
nuevos empleos para el trabajo disponible» (Keynes, 1930, pág.330). Por otro
lado, también nos auguró una vida de desahogo y abundancia:
En el futuro, durante muchos años, el viejo Adán será tan fuerte dentro de noso-
tros que todo el mundo necesitará hacer algún trabajo, si quiere sentirse satisfe-
cho. Haremos más cosas para nosotros mismos que lo que es corriente en el rico
de hoy, quien solamente se alegra cuando tiene pequeños deberes, tareas y rutinas.
Pero además de esto, procuraremos untar la mantequilla sobre la rebanada de pan,
hacer cualquier trabajo que todavía se tenga que efectuar tan ampliamente com-
partido como sea posible. Turnos de tres horas o semanas de quince horas pueden
eliminar el problema durante mucho tiempo. Porque tres horas al día es suciente
para satisfacer al viejo Adán que hay dentro de nosotros (ibid., pág.333).
La jornada semanal de 15horas era la solución de Keynes para el pro-
blema del desempleo tecnológico.
Más de medio siglo antes de Keynes, Karl Marx, que también investigaba
la situación de la clase trabajadora británica, ofreció una predicción diferente
acerca de la tecnología y el futuro del trabajo humano. A propósito de la in-
versión de funciones de los humanos y las máquinas, nos advirtió lo siguiente:
[U]na vez inserto en el proceso de producción del capital, el medio de trabajo ex-
perimenta diversas metamorfosis, la última de las cuales es la máquina o más bien
un sistema automático de maquinaria [...] puesto en movimiento por un autómata,
por fuerza motriz que se mueve a sí misma; este autómata se compone de muchos
órganos mecánicos e intelectuales, de tal modo que los obreros mismos sólo están
determinados como miembros conscientes de tal sistema. [...] [L]a máquina [es]
dueña en lugar del obrero de la habilidad y la fuerza [...]. La actividad del obrero,
reducida a una mera abstracción de la actividad, está determinada y regulada en
todos los aspectos por el movimiento de la maquinaria, y no a la inversa (Marx,
1857-1858, págs.218-219).
A pesar de esta inversión, Marx consideraba que el capitalismo no pro-
movía la automatización para liberar al hombre de la carga del trabajo. Antes
bien, «[s]ólo donde existe la profusión de fuerzas laborales hace su aparición
la maquinaria para remplazar trabajo. [...] No entra en escena para sustituir
fuerza de trabajo faltante, sino para reducir a su medida necesaria la que ya
existe masivamente. La maquinaria sólo se introduce allí donde la capacidad
laboral existe en masa» (ibid., págs.224-225). Además, el desarrollo de la tec-
nología «compele [...] al obrero a trabajar más tiempo que el que trabaja el
salvaje o que el que trabajaría el mismo obrero con las herramientas más sen-
cillas y toscas» (pág.232). Esta aparente contradicción es inherente al funcio-
namiento del capital. El afán del capitalismo de aumentar la productividad a
través de la automatización, por una parte, y su dependencia de la oferta de
trabajo excedentaria, por otra parte, origina una situación paradójica en la
que el capital, «mal que le pese, sirve de instrumento para crear las posibili-
dades del tiempo disponible social [...] y así, volver libre el tiempo de todos
para el propio desarrollo de los mismos» (pág.232). Es esta contradicción la

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