El TLCAN y la necesidad de su replanteamiento.

AuthorOropeza Garc

Tras diez años de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, resulta oportuno realizar una evaluación de sus logros o tropiezos, particularmente frente a la acelerada evolución del panorama económico internacional que ha tenido lugar en ese lapso. Desde luego, a la espera de que se cumplan todas las etapas previstas, surge la necesidad de actualizarlo situándolo en un plano de competitividad con los demás esquemas de integración y teniendo en cuento la estrategia geopolítica en que fue concebido. De especial importancia para un análisis es considerar la viabilidad del NAFTA en un entorno comercial en que ha irrumpido con fuerza el componente asiático, que lleva a preguntarse si va resulta insuficiente para promover las políticas de desarrollo sostenido de los Estados partes. Para México, este planteamiento constituye a la vez una oportunidad para profundizar su integración comercial proponiendo nuevas líneas de complementación que permitan construir un nuevo espacio comercial norteamericano.

  1. INTRODUCCIÓN

    A diez años de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), lo primero que habría que señalar es que la naturaleza de las intencionalidades y las condiciones económico- político- sociales en las que se realizó, tanto de los países firmantes, como del mundo global y hemisférico que le rodearon, son diametralmente diferentes. Por ello no resulta exagerado decir que cualquiera sea el punto de vista, al coincidir en la reseña o evaluación del TLCAN se participa en una especie de obituario del período transcurrido o en una dinámica de antropología jurídica, económica o comercial del mismo, debido a la velocidad brutal con que se han desarrollado los fenómenos económicos, entre otras razones, por el contenido tecnológico del acontecer global.

    En este sentido, no obstante que no se han cumplido todas las etapas comprometidas en el cuerpo legal (es el caso, por ejemplo, del maíz, los frijoles, la leche en polvo, el jugo de naranja congelado, etc., cuya desgravación está prevista para el 1 de enero de 2008), cuando al hablar del TLCAN se pensó en la estructura de negociación que se concretó en 1994. Nos referimos a un tema pasado que, si bien fue pensado con visión de futuro, la rapidez con que se han desarrollado los procesos regionales y globales lo han dejado varado en su plataforma de despegue, en espera de una urgente reingeniería que lo provea, al menos, de dos modalidades: la primera, de actualización, que lo ubique nuevamente en un plano de competitividad en relación con los demás esquemas de integración, y la segunda, que prevea mecanismos internos de actualización que eviten su sobreseimiento por razones de obsolescencia geopolítica, económica o comercial.

    A una década de la firma del TLCAN, los cambios sucedidos en una realidad global dominante nos obligan a posponer los festejos o los lamentos de sus siempre polémicos resultados. Lo anterior vale la pena trocarlo por un ejercicio más útil, que intente contestar a la pregunta ¿qué sigue?, en un momento en que las crisis del desarrollo sostenible o de los déficit públicos se generalicen como producto de la era global.

    A comienzos de los años noventa las pláticas y negociaciones del TLCAN coincidieron con el momento en que se hablaba de la construcción de un "nuevo orden global", que se caracterizaba por la definición del "fin de la historia", donde la influencia de la tríada occidental-americana: democracia-libre mercado-globalización, invadía todos los esfuerzos tanto de las nacientes economías de Europa del este, como de las apabulladas naciones latinoamericanas, que venían de la larga noche de la década de los ochenta.

    En este sentido, el TLCAN se firma en un momento de optimismo, en que se apuesta a los fundamentos "ganadores" de la Guerra Fría, desglosados sugerentemente en los 10 postulados del Consenso de Washington, que de uno u otro modo fueron adoptados por la mayoría de los países en busca de desarrollo.

    Al cabo de diez años mucho ha cambiado y es obligación replantear el TLCAN. Como parte sensible de este proceso e inmerso en este marco de variantes, el tratado exige alejarse de falsos triunfalismos y no caer en la tentación de análisis periféricos que no conducen a propuestas útiles para lograr los objetivos y fines planteados desde 1994. En este sentido, la recapitulación debe advertirse desde su estrategia geopolítica que, como ya lo señalamos, se basó en el concepto del "nuevo orden global", que, como acertadamente ha dicho Carlos Fuentes, se ha convertido en un "Nuevo Desorden Internacional". No cumplió su promesa de mayor bienestar para todos y, por el contrario, logró como dice Hernando de Soto, que "para las cinco sextas partes de la Humanidad, esta no sea la hora del mayor triunfo del capitalismo sino la de su crisis" (1); o, como reseñan Hardt y Negri, "hoy se admite ampliamente que la noción de orden internacional que propuso una y otra vez la modernidad europea ... ahora está en crisis " (2).

  2. EL FACTOR GLOBAL

    A más de una década de distancia, el concepto de lo global sigue sin ajustarse a una interpretación puntual, quizá porque no alcanzamos a entenderla todavía o porque no hemos trabajado en la posibilidad de medirla. "El término 'globalización' ha adquirido una carga emocional en el discurso público. Para algunos conlleva la promesa de una sociedad civil internacional que puede conducir a una nueva era de paz y democratización. Para otros comporta la amenaza de una hegemonía económica y política estadounidense cuya consecuencia cultural sería un mando homogenizado parecido a una especie de Disneylandia metastática (3).

    Sin embargo, la reflexión más generalizada al respecto la sintetiza García Canclini, cuando señala que "Es curioso que esta chispita de todos contra todos, en la que van quebrando fábricas, se destrozan empleos y aumentan...

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