Las Naciones Unidas y los Estados Unidos: antes y despues del 11 de septiembre de 2001.

AuthorValdés, Juan Gabriel
PositionDocumento

Conferencia dictada ante el Consejo Chileno de Relaciones Internacionales, Santiago de Chile, 13 de marzo de 2002.

Las Naciones Unidas son más que un conjunto de instituciones, de resoluciones de sus órganos o de tratados internacionales. En la actividad de la Asamblea General o del Consejo de Seguridad, en la vida de los Comité, pero también en los encuentros informales de los diplomáticos, así como en la energía internacional que es tan propia de la ciudad de Nueva York, se articula un universo de opiniones y actitudes que permiten una visión privilegiada de la situación internacional. Es verdad que ellas reflejan mucho más que lo que la organización logra incorporar en sus trabajos, y mucho más que aquello sobre lo cual está en condiciones de decidir, pero hacen del edificio azul una caja de resonancia de las alianzas y los conflictos que atraviesan el sistema internacional actual. Es desde esta base de observación que me interesa reflexionar sobre la relación entre la organización y el principal de sus miembros, los Estados Unidos, y la manera como la propia complejidad de esa interacción obliga a las Naciones Unidas a una reforma de sus formas de organización y de trabajo, si es que de veras desea cumplir las tareas que le señala la Carta.

El 11 de septiembre recién pasado pareció indicar, inicialmente, un cambio en la relación entre las Naciones Unidas y los Estados Unidos. Tras un largo período de desavenencias y tensiones, el horrible atentado estableció una oportunidad de confluencia y concertación. La Asamblea General y el Consejo de Seguridad otorgaron, en históricas resoluciones, un alto nivel de respaldo a Washington: probablemente el mayor otorgado nunca a cualquier nación en la historia de la organización. Por su parte, el gobierno del presidente Bush adoptó una serie de medidas destinadas a "construir confianza" y a movilizar a la organización en apoyo a la guerra contra el terrorismo. En ese marco, muchos abrigaron la esperanza de un giro histórico. Se consideró que, con el atentado, una nueva conciencia de los riesgos de la globalización, del carácter complejo y global de la amenaza y de la necesaria complejidad de la respuesta, pero sobre todo, la actitud decidida de las Naciones Unidas para enfrentarlo, podría dejar atrás, o al menos moderar, el llamado "unilateralismo" de los Estados Unidos. Pero este período de confluencia ha tendido recientemente a deteriorarse. A seis meses del atentado, ese termómetro de la opinión internacional que son los pasillos y las comisiones de la Asamblea General y los salones de las misiones permanentes, registran nuevamente una gran perplejidad acerca del futuro de la relación y un alto grado de escepticismo acerca de lo que puede hacerse para mantener un marco de cooperación constructivo y recíprocamente respetuoso entre las Naciones Unidas y el principal de sus Estados miembros.

UN PASADO DE CONFLICTOS

Debe recordarse que, en el pasado reciente, el conflicto había sido más la constante que la excepción. Durante los últimos años de la guerra fría, pero ya desde la década de 1960, la Asamblea General enfrentó a los Estados Unidos con proyectos ideológicos tales como el Nuevo Orden Económico Internacional, que pretendía entregar a los Estados un mayor control sobre el proceso de transnacionalización, o el llamado Nuevo Orden Informativo Internacional, que perseguía incrementar el poder de los gobiernos en el manejo de la información.

Por esos años se aprobaron por grandes mayorías resoluciones que irritaron profundamente a la opinión pública y política de los Estados Unidos, muy especialmente aquella que igualaba el sionismo con el racismo. En un marco de tensiones internacionales propias del conflicto con la Unión Soviética, estas actitudes alienaron gravemente a grupos importantes del país y facilitaron la tarea de un mundo conservador norteamericano que heredaba una antigua tradición de aislacionismo y defensa a ultranza de la soberanía.

Más tarde, al desmoronarse el imperio soviético, la idea de Washington, pero también del Secretario General Boutros Ghali, de utilizar a las Naciones Unidas para evitar la participación de fuerzas norteamericanas en situaciones peligrosas, o complementar acciones militares no resueltas, condujo a catástrofes como la intervención norteamericana en Somalia --de la cual se culpó injustamente a las Naciones Unidas-- o a la inactividad ante el genocidio en Rwanda --en que la acción del Consejo de Seguridad fue vetada por Estados Unidos-- y a una guerra en Yugoslavia, en que la indecisión inicial europea y norteamericana debilitó más aún la imagen de la organización.

Desde entonces, la acción de la Asamblea General se ha debilitado particularmente. Tras un período inicial en que la Asamblea tuvo al proceso de descolonización como su principal tarea y en que los debates de la guerra fría le dieron un rol que a menudo llevó a opacar el del Consejo, la Asamblea General languidece hoy día, recargada por una agenda abigarrada que la ha conducido a extraviar su rol esencial. Es significativo que las grandes conferencias, tales como la del sida y la próxima sobre financiación del desarrollo, se realizan al margen de la agenda de la Asamblea General. Con temas de escaso interés para la comunidad internacional, esta agenda se examina en medio de la indiferencia no sólo de la opinión pública, sino, lo que es peor, de los propios Estados miembros, contribuyendo a difundir una idea de ineficacia e irrelevancia del principal órgano de la organización.

En este marco, y especialmente a partir del fin de la guerra fría, las críticas norteamericanas a las Naciones Unidas tendieron a multiplicarse. El rechazo al multilateralismo se expresó particularmente en las filas republicanas y muy especialmente en el Congreso, donde la figura del senador Jesse Helms encarnó las posturas que desde entonces serían conocidas como unilateralistas. En efecto, mientras que en los últimos años el Ejecutivo de Washington adoptó la iniciativa de promover proyectos multilaterales, tales como el Tratado sobre el Derecho del Mar, el Tratado de Proscripción de los Ensayos Nucleares, el Tratado contra las Minas Antipersonales, la Corte Penal Internacional, el Protocolo de Kyoto sobre el cambio climático, el Tratado contra las Armas Químicas, el Tratado contra las Armas Pequeñas, entre otros, el Congreso norteamericano los rechazó o los postergó indefinidamente.

Al vencer George Bush en las últimas elecciones y producirse el rechazo a la Corte Penal Internacional, el protocolo de Kyoto y el Tratado contra las Armas Pequeñas, el pesimismo sobre la relación entre las Naciones Unidas y Washington cundió en la organización. Su...

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