El modelo social chileno comienza a cambiar

DOIhttp://doi.org/10.1111/j.1564-9148.2009.00063.x
AuthorManuel RIESCO
Date01 September 2009
Published date01 September 2009
Revista Internacional del Trabajo, vol. 128 (2009), núm. 3
Derechos reservados © El autor, 2009
Compilación de la revista © Organización Internacional del Trabajo, 2009
El modelo social chileno
comienza a cambiar
Manuel RIESCO*
Resumen. El Estado modernizó el modelo social chileno siguiendo dos estrategias:
el desarrollismo (1924-1973) y el llamado «Consenso de Washington» (1973-2008).
Durante el primer período, el Estado impulsa las políticas sociales universales y la
reforma agraria, aparte de construir la infraestructura económica e institucional.
Tras el golpe de 1973 se desmantelan servicios públicos y se reprime el movimiento
laboral. El rumbo se modera tras el fin de la dictadura en 1990, pero perdura la resis-
tencia a la regulación estatal y el desequilibrio en perjuicio del trabajador. El modelo
está cambiando ahora debido a la democratización y a la crisis mundial.
urante el curso del último siglo han ocurrido grandes cambios en el modelo
Dsocial chileno, entendido como la conjunción de los regímenes de empleo
y de bienestar social. El país se transformó por completo en un proceso único
presidido por la acción del Estado. Sin embargo, las estrategias sucesivas que
guiaron su accionar lo dividen tajantemente en dos períodos. El 11 de septiem-
bre de 1924, un movimiento militar de corte progresista inaugura la estrategia
que se ha denominado «desarrollismo». Casi exactamente medio siglo después,
el 11 de septiembre de 1973, el golpe militar encabezado por Augusto Pinochet
impone una forma extrema y temprana del modelo que años más tarde se gene-
ralizaría en la región bajo el nombre de «Consenso de Washington».
La primera estrategia se consolida y extiende durante la fase de lucha con-
tra las secuelas de la crisis de 1930, siendo presidida por gobiernos democráticos
de diverso signo que adoptan la consigna central del progreso en sus dos dimen-
siones, económica y social. Como en otros países latinoamericanos, un elemento
central de esta estrategia fue la industrialización por sustitución de importa-
ciones (ISI). La particularidad chilena es, tal vez, el modo radical en que culmi-
na, en el marco de una creciente movilización social que alcanza dimensiones de
revolución. Entre 1965 y 1973 el Estado realiza una profunda reforma agraria, al
tiempo que recupera la renta de los recursos naturales, hasta entonces en manos
* Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (CENDA), Santiago de Chile.
Dirección electrónica: mriesco@cendachile.cl.
La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos sólo incumbe a sus autores, y
su publicación en la Revista Internacional del Trabajo no significa que la OIT las suscriba.
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del capital extranjero, y logra avances espectaculares en nutrición, salud, educa-
ción y distribución del ingreso.
La segunda estrategia, vigente desde el golpe militar de 1973, pasa a su
vez por dos etapas muy diferentes. Sólo la dictadura de Pinochet y sus asesores,
los «Chicago boys», hicieron gala de su adhesión a la escuela «neoliberal». Los
economistas y gobiernos democráticos que le sucedieron a partir de 1990, en
cambio, se declararon por regla general más bien críticos con ella, aunque,
en realidad, se mantuvieron en lo fundamental los mismos lineamientos estra-
tégicos de todo el período. Nos referimos principalmente al énfasis unilateral
en crear las mejores condiciones posibles para el desarrollo de los mercados y
los negocios, unido a una apertura indiscriminada al comercio y la inversión
extranjeros; con el sesgo adicional de estimar necesaria y conveniente la con-
tención tanto de la injerencia del Estado como de las demandas sociales. Cier-
tamente, el sesgo aludido se ha refrenado en comparación con el extremismo
de los «Chicago boys». De este modo, la democracia ha imprimido unos contor-
nos más moderados a la segunda de las grandes estrategias de desarrollo, simi-
lares en cierta medida a los adoptados en otros países de América Latina
(Riesco, 2007). Sin embargo, sigue siendo evidente el trasfondo neoliberal, tan-
to en el ámbito económico como en el de las políticas sociales.
El crecimiento económico de las últimas dos décadas ha sido superior al re-
gistrado por otros países de la región, lo cual se ensalza como el resultado de la
aplicación exitosa de este modelo, que se tiene por ejemplar incluso en el ámbito
social. Se argumentará, en cambio, que el crecimiento se basa principalmente en
la herencia progresista del período «desarrollista» y, especialmente, en las pro-
fundas e irreversibles transformaciones sociales logradas entonces (Therborn,
1999; Illanes y Riesco, 2007, y Lawner, 2007). La comparación de ambos períodos
en su conjunto arroja, asimismo, resultados que realzan los logros del primero de
ellos en todos los terrenos, incluido el progreso económico. En efecto, si bien la
tasa promedio de crecimiento anual del PIB de 1929 a 1971 fue algo menor,
3,1 por ciento, que la de 3,8 por ciento registrada durante el Consenso de Wash-
ington de 1971 a 2006, el PIB por trabajador creció más rápido durante el desa-
rrollismo: el 1,6 por ciento frente al 1,2 por ciento1. Como veremos más adelante,
1Las cifras de estas comparaciones entre el período desarrollista y el del Consenso de Wash-
ington se basan un trabajo elaborado por el Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternati-
vo (CENDA, 2007a), con datos acopiados primeramente por el Instituto de Economía de la
Universidad Católica de Chile (Braun y otros, 2000). Las comparaciones se hacen generalmente en-
tre el período desarrollista, que se sitúa de 1929 a 1971, y el del Consenso de Washington, que se «fi-
ja» de 1971 a 2006. Todos estos años corresponden a puntos máximos del respectivo ciclo económico
—que es el criterio general que utiliza el estudio del CENDA— o muy cercanos al mismo. El último
ciclo económico del período desarrollista se inició en 1958 y alcanzó su punto máximo en 1972, según
las estadísticas oficiales del Banco Central de Chile y del Instituto Nacional de Estadísticas. Sin em-
bargo, las cifras oficiales de este último año fueron cuestionadas en la época por organismos de
oposición al Gobierno de Salvador Allende. El estudio de la Universidad Católica (Braun y otros,
2000) se hace eco parcialmente de dichos cuestionamientos, y consigna una leve baja del PIB en 1972.
Por su parte, el último ciclo económico del período del Consenso de Washington comenzó en 1997
y alcanzó su máximo en el tercer trimestre del 2008, si bien los datos de 2007 y 2008 no estaban dis-
ponibles todavía cuando se editó el estudio del CENDA. Ambas desviaciones cronológicas de los
datos se compensan mutuamente de modo muy aproximado, por lo cual las comparaciones entre
los dos períodos estratégicos resultan ser bastante ajustadas.

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