Materialismo e idealismo en la teoría crítica de las relaciones internacionales

AuthorNoé Cornago Prieto
PositionProfesor titular de Relaciones Internacionales - Universidad del País Vasco Euskal Herriko Unibertsitatea
Pages665-693

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I Introducción

En el marco de la importante renovación teórica que ha conocido la disciplina de las Relaciones Internacionales durante las últimas décadas, ocupa una posición especialmente relevante, en razón de su planteamiento innovador y de sus singulares pretensiones emancipatorias, un conjunto heterogéneo de aportaciones que suelen presentarse como Teoría Crítica de las Relaciones Internacionales. Nos referimos, por un lado, a las diversas elaboraciones teóricas que se distinguen por la relativa afinidad de sus propuestas con aquellas otras que, vinculadas a la llamada Escuela de Francfort, se conocen con carácter general en las ciencias sociales como Teoría Crítica. Pero a su vez, y por otro lado, nos interesan también aquellas otras perspectivas, igualmente críticas, que a diferencia de las anteriores se presentan más bien como una reconstrucción reflexiva del materialismo histórico aplicado al estudio de las relaciones internacionales. Aunque la posición de ambas no deja de ser minoritaria, tales aportaciones han venido a actualizar el viejo impulso crítico que en décadas pasadas representaron aquellas otras perspectivas teóricas que, inspiradas en diver-Page 666sas formulaciones del marxismo, sentaron las bases de lo que podemos llamar una corriente crítica en el estudio de las relaciones internacionales1.

Ciertamente, la filiación de esas nuevas perspectivas críticas con el marxismo constituye un aspecto controvertido 2, toda vez que en determinados ámbitos de las ciencias sociales la obra de Marx ha sido sometida en la última década a un tratamiento tan ideologizado que cualquier recuperación de sus aportaciones básicas para la comprensión actual del mundo, por ponderada y matizada que ésta sea, es rápidamente etiquetada como sospechosa de izquierdismo trasnochado y antidemocrático. Ciertamente, explorar las razones históricas que han llevado a esa estructura de prejuicios está fuera de nuestro alcance, pero a los efectos de precisar nuestra posición al respecto nos parece oportuno referirnos, al menos brevemente, a los argumentos desplegados recientemente por Bensaïd en su provocadora recuperación del marxismo. Bensaïd se propone rebatir tres interpretaciones muy extendidas de Marx. En primer lugar, la de un Marx atrapado en una filosofía de la historia teleológica, según la cual todo el movimiento histórico conduciría ineludiblemente de una u otra manera al comunismo. En segundo lugar, la de un Marx responsable de una concepción simplista de la lucha de clases sociales y de la explotación del proletariado, incapaz de comprender otros problemas sociales de indiscutible relevancia como las discriminaciones de género o la importancia del racismo. Por último, la de un Marx prisionero del positivismo, las ilusiones del progreso científico y del productivismo, incapaz de vislumbrar los límites de la explotación sistemática de la naturaleza. Frente a ello, Bensaïd señala que no se trata tanto de oponer un Marx original a sus deformaciones, como de sacudirse cualesquiera ortodoxias, para que se aprecie la coherencia de una empresa crítica de actualidad indudable. En primer lugar, mostrando lo que con toda seguridad el pensamiento de Marx no es: ni una filosofía del fin de la historia, ni una sociología empírica de las clases anunciando la inevitable victoria del proletariado, ni una ciencia para conducir a los pueblos del mundo por los caminos del progreso inexorable. Estas tres críticas -de la razón histórica, de la razón económica y del positivismo-, señala Bensaïd, y con él repetimos nosotros, son las bases para la recuperación reflexiva y actualizada de las aportaciones de Marx a la comprensión del mundo 3.

En consecuencia, partiendo de una aclaración retrospectiva sobre sus fundamentos conceptuales, y de la reconsideración del valor de las fuentes originales frente a quienes las consideran definitivamente superadas, en las páginas que siguen ofrecemos un acercamiento crítico a la propia Teoría Crítica de las Relaciones Internacionales 4. Una crítica por tanto de la Teoría Crítica que consideramos espe-Page 667cialmente necesaria para comprender el estado actual de la discusión, su alcance y sus derivas 5, así como las expectativas de desarrollo en nuestra disciplina de una aproximación que tome plenamente en consideración las lecciones teóricas y prácticas que pueden extraerse de los diversos esfuerzos registrados ayer para elaborar hoy una visión crítica de las relaciones internacionales. Para ello procederemos del siguiente modo:

  1. Comenzaremos por caracterizar a grandes rasgos la formulación original del proyecto de una teoría crítica de la sociedad tal y como fue elaborado por la primera generación de la llamada Escuela de Francfort, en el contexto de reacción intelectual frente al auge del fascismo, la deriva totalitaria del comunismo y la extensión imparable de la racionalidad instrumental. Atenderemos igualmente a la reformulación de ese proyecto de la mano de Habermas, intentando subrayar la vigencia de sus planteamientos.

  2. A continuación, tras realizar una breve retrospectiva sobre algunos precedentes hoy prácticamente olvidados de lo que podemos llamar una corriente crítica en el estudio de la problemática internacional, haremos referencia a las aportaciones fundamentales de Robert W. Cox, en la medida en que su obra, así como la corriente que impulsó, nos ofrece la expresión más caracterizada de un compromiso intelectual con el proyecto de construcción de una Teoría Crítica de lo que el propio Cox prefiere llamar, más allá de las relaciones internacionales, Orden Mundial, que se distingue por la voluntad de recuperación, siempre desde una perspectiva abierta a discusión, del materialismo histórico y de la propia tradición dialéctica.

  3. Presentaremos más tarde la otra gran corriente actual de la Teoría Crítica de las Relaciones Internacionales, representada de manera ejemplar por la obra de Andrew Linklater, cuya obra, inspirada en una recepción muy discutible de la obra tardía de Habermas, y la corriente del nuevo cosmopolitismo que ha contribuido a impulsar, puede entenderse, a nuestro parecer, tal y como intentaremos mostrar más adelante, como un nuevo idealismo que desfigura hasta hacerlos irreconocibles los perfiles de una verdadera teoría crítica.

Por último, para terminar este breve trabajo, y camino de nuestra conclusión, ofreceremos una reflexión final sobre los riesgos que supone para el proyecto de una teoría crítica de lo «internacional» cualquier enfoque teórico que llevado del idealismo mejor intencionado pueda perder de vista el mundo mismo, con toda su pesada y rotunda realidad. Para ello, intentaremos poner de manifiesto los inesperados puntos de contacto entre ciertas expresiones de la llamada Teoría Crítica, en su voluntad de alejarse de la sombra de Marx, y las expresiones más groseras de la defensa de lo que se ha dado en llamar nuevo imperialismo liberal.

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II La idea de una teoría crítica de la sociedad

En el sentido que nos ocupa, la idea de una teoría crítica surge en el período de entreguerras del pasado siglo, de la mano de Horkheimer 6, en el marco del cuestionamien to de lo que él llamaba teoría tradicional o más precisamente teoría social burguesa. A su parecer, la concepción tradicional de la teoría parte de una abstracción en la que la actividad científica parece quedar fuera de la vida social, al margen por completo de la división social del trabajo, desprendida de cualesquiera otros condicionamientos externos que no sean los de su pretendida adecuación a los hechos, de tal modo que su relación con otras actividades, o su eventual contribución al conjunto de la vida social no resulta inmediatamente transparente, y en consecuencia la propia función social de la ciencia -regresiva, o en su caso progresiva- quedaría consciente o inconscientemente oculta. Para Horkheimer, frente a las pretensiones del positivismo y de la mera especulación ideal, la teoría social desemboca en ideología cuando no refleja el carácter histórico del objeto analizado -una práctica, una institución, un discurso- ni tiene en cuenta la propia historicidad del observador y de todas las formas de la subjetividad. Los hechos no pueden ser aislados de la totalidad en la que toman forma, de igual modo que los sujetos, incluyendo los propios científicos sociales, se encuentran sometidos a diferentes condicionantes que afectan en cada momento y en cada lugar a su comprensión del mundo. De este modo, Horkheimer niega la pretensión positivista de neutralidad valorativa de la ciencia social. Muy al contrario, el trabajo teórico o bien deviene cómplice más o menos consciente de tales condicionamientos, y con ello de las diversas formas sociales de dominación, o toma conciencia de los mismos, e intenta elevarse sobre ellos, incorporando una dimensión crítica que pueda ayudarle a superar esa limitación. Claro está que ello no supone una tarea fácil de desarrollar. La teoría crítica debe elegir a conciencia el caso particular y reconstruir la totalidad de sus relaciones sociales que le dan forma. Además, debe someter a un análisis histórico su objeto de estudio y elevarse sobre los condicionantes que establece la propia subjetividad del observador. De este modo, se diría, las premisas morales deben quedar momentáneamente fuera de un planteamiento metodológico que aspira a clarificar la inserción histórica del objeto de estudio en el marco de la totalidad social. Tal es la forma de objetividad que la teoría crítica aspira a ofrecer en un momento determinado de su proceder. Esas premisas morales permanecen sin embargo como base para la fundamentación posterior del rechazo de las...

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