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DOIhttp://doi.org/10.1111/j.1564-913X.1999.tb00145.x
Date01 December 1999
Published date01 December 1999
Libros 521Revista Internacional del Trabajo, vol. 118 (1 999), núm. 4
LIBROS
Reseñas críticas
Copyright © Organización Internacional del Trabajo 1999
Bourdieu, Pierre. La domination
masculine. París, Editions du Seuil, 1998.
146 págs. Índice temático, índice de
autores. ISBN 22-02-035251-6.
En esta obra Pierre Bourdieu efectúa un
análisis sistemático de las relaciones socio-
sexuales. Siguiendo la orientación de sus
estudios anteriores sobre el poder y ba-
sándose en las abunda ntes investigacio-
nes impulsadas por el movimiento femi-
nista, plantea dos preguntas a la s que tra-
ta de dar respuesta: ¿Por qué el dominado
acepta o tolera la dominación? ¿Cuáles
son los mecanism os y estructuras que ha-
cen perdurar las relaci ones de dominio?
Examina la dominación masculina porque
considera que ilustra a la perfección lo que
denomina la violencia simbólica, esto es,
la violencia que los dominantes justifican
con sus pr opias id eas, haci endo que las
relaciones de dominación pa rezcan «na -
turales«. Se trata de una violencia suave
e invisible cuyas víctimas s on los domi-
nados y las dominadas, que se ejerce pri-
mordialmente a través de la comunicación
y el conocimiento, el reconocimiento o el
sentimiento. Aun puesta de manifiesto y
den unciad a, la domina ción ma sculin a
perdura porque perduran las estructuras
cognitivas conforme a las cuales se per-
cibe.
Bourdieu presenta un análisis materia-
lista de la economía de los bienes simbó-
licos que es, al mis mo tiempo, una cons-
trucción teórica y una validación em píri-
ca. Por considera r necesario pasar prime-
ro por una tradición «exótica« para que
podamos liberarnos de la engañosa rela -
ción de familiaridad que nos une a nues-
tra tradición propia, empie za por anali-
za r e tnog ráfi came nte un a s ocie dad
histórica concre ta organizada conforme a
principios androcéntricos (e s decir, cuyo
centr o est á ocup ado p or el hombr e, no
por la m ujer), los berebe res de Kabilia,
desvío cuya finalidad no es otra que
hacer re saltar más la sociedad occidental
actual.
El análisis demuestra que la mas culini-
dad y la feminidad son construcciones
sociales, en la s que intervienen simultá-
neamente interese s de dos t ipos: obje ti-
vos, de carácter económico y político, y
subjetivos, inmateriales y sim bólicos, que
llevan a los hombres, por ejemplo, a asen-
tar o salvaguardar su reputación en Kabilia
o a imponerse en los terrenos de la s cien-
cias, la polí tica o las artes e n las socieda-
des occidentales. Debemos hacer la sal-
vedad de que la dominación masculina es,
ciertamente, un privilegio, pero as imismo
una tram pa. Conforme a las e xpectativas
colectivas, ese dominio se convierte en
una esperanza subjetiva de que es vícti-
ma el hombre. Hay, pues, imperativos que
se imponen por igual al dominante y al
dominado: al hombre, que debe e star a la
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altura de las e xpectativas objetivas y sub-
jetivas; a la mujer, que queda en situació n
de «ser perc ibido«, obligada a concebirs e
a sí misma a travé s del filtro de las cate -
gorías domina ntes, esto es, masculinas.
En nuestra s sociedades modernas, la
participación de las mujeres en la activi-
dad laboral no hace más que reproducir y
reforz ar la divisió n tr adicional entre lo
mascu lino y lo femenino. Los hombres
controlan el es pacio público y e l campo
del poder (en particular, el económico, el
de la producción) y s e relega a las muje-
res al e spacio pri vado (e l domés tico, el
de la reproducción), a su prolongación (los
servicios sociales y la enseñanz a y la edu-
cación) o a los universos de producción
simbólica. Mediante un análisis de las rela-
ciones sociosexuales, Bourdieu disecciona
los mecanismos del trabajo remunerado y
no remunerado, de la segregac ión profe-
sional horizontal y vertical, de la econo-
mía de las actividades asistenciales, de
algunas ac tividades del sec tor de los ser-
vicios, de los bajos salar ios, de la explo-
tación y de la calidad del empleo. Descri-
be la lógica, esencialmente social, que
hace que la s víctim as de la dominación
simbólica «lleven a cabo cont entas« la s
tareas que se les asignan, aunque sean
subalternas o s ubordinadas. Denuncia el
doble rasero que instaura «una disimetría
radical en la evaluación de las ac tivida-
des masculinas y femeninas« (así, por
ejemplo, determinada fae na doméstica
real izada habitual mente por una mujer
aparece ennoblecida y transfigurada cuan-
do la lleva cabo un hombre fuera del ám-
bito privado). Por último, nos advierte de
los peligros que acarrea e l racionalizar la
opresión de las m ujeres en el mundo del
trabajo, lo cual las lleva a utilizar y cui-
dar su fem inidad de dominadas, pues l a
violencia simbólica que provocan «deci-
siones« infinitesimales del inconsciente
respecto de la apariencia, la manera de
hablar y las actitudes en los ambientes
laborales contribuye a forjar la situación
capitidisminuida de la s mujeres y a per-
petuar la dominación masculina.
Bourdieu constata «la extraordinaria
autonomía de las estructuras sociosexuales
en relaci ón con las económ icas, de lo s
modos de reproducción en relación con
los de producción [...] m ás allá de los si-
glos y de las diferencias económicas y
sociales«. El orden masculino se ha repro-
ducido porque en el curso del tie mpo se
han recrea do sin cesar las estructuras ob-
jetivas y subjetivas del dominio masculi-
no, que s on cuatr o pr incipa lment e e n
nuestras sociedades modernas: la Fami-
lia, la Iglesia, la Escuela y el Estado. El
movimie nto femi nista ha puesto más el
acento en la función primordial que de-
sempeña la familia en la reproducción de
la dominación y de la perspectiva m ascu-
linas, porque dentro de ella se impone la
experiencia precoz de la división sexual
del trabajo y de la representación legiti-
madora de esa divisón, pero para com-
prender las permanencias y los cambios
visibles o invisible s advertidos en la con-
dición de las mujeres es preciso analizar
históricamente las constantes y las tra ns-
formacio nes del conjunto de las e ntida-
des institucionales que contribuyen a que
se reproduzca la jerarquía de los gé neros.
Hoy día , ya no se cree que la domina-
ción masculina sea algo «natural« y se han
producido cambios en la condición de las
mujeres, mas «los ca mbios visibles de las
condiciones disimulan permanencias en
las posiciones relativas«. La igualación de
oportunidades no ha erradicado las desi-
gualdades y se mantiene la disparidad
entre hombres y mujeres. Aunque cada día
haya más mujeres que ocupan posiciones
dominantes, éstas se hallan esencialmen-
te en «las regiones dominadas del campo
del poder, es decir, en el ámbito de la pro-
ducción y la circulación de los bienes sim-
bólicos«. Sea cual fuere su pos ición, un
coeficiente simbólico negativo separa a
las mujeres de los hombres y, ade más, las
mujeres están separadas entre sí por dife-

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