En el laberinto de una transición fallida: Rwanda C. 1994-2014.

AuthorVarela Barraza, Hilda
PositionEnsayo

In the labyrinth of a failed transition: Rwanda c.1994-2014

En abril de 1994 las primeras noticias de las matanzas étnico-políticas en Rwanda--meses más tarde calificadas de genocidio (2) por la Corte Internacional de Justicia--sorprendieron tanto a la opinión pública occidental como a la gran mayoría de los estudiosos y observadores de la realidad internacional, debido a que hasta ese momento era un país casi desconocido. Cuando el genocidio dejó de ser "noticia", Rwanda prácticamente volvió a desaparecer de los medios de comunicación y del análisis de política internacional. En forma ocasional se publica información de la situación económica posconflicto, lo que al margen de un análisis histórico político posibilita una imagen confusa de Rwanda como un "caso sui géneris", que en medio de una amnesia de su pasado reciente habría sido capaz, en un lapso de tiempo relativamente corto, de superar problemas que afectan a diversos países africanos, además de la herencia del genocidio.

La historia de Rwanda no puede quedar reducida al genocidio, de igual forma que las memorias del pasado no pueden construirse silenciando el dolor de victimas y victimarios, negando que esa tragedia existió. Ante el desconocimiento del país, resultan tan sorprendentes como incomprensibles el genocidio y su nueva imagen de prosperidad económica y estabilidad política. El objetivo de este artículo es contribuir al análisis histórico-político de Rwanda desde julio de 1994--fin oficial del genocidio y triunfo del Frente Patriótico Rwandés (FPR), actualmente en el poder--hasta abril de 2014, con una reflexión en torno a la transición que hizo posible que surgiera una democracia de fachada, entre cuyos rasgos destaca la inexistencia de espacios para que los distintos sectores de la sociedad civil elaboren las memorias del pasado y las soluciones para superar el rompimiento ético que significó el genocidio.

En los últimos 20 años, su historia política puede ser dividida en dos etapas: el proceso oficialmente denominado de transición política (julio de 1994-julio de 2003) y los primeros años del régimen hibrido electoral (agosto de 2003-abril de 2014). A nivel de hipótesis se cuestiona la capacidad explicativa para África del paradigma de la transición -debido a que en la gran mayoría de esos países no existen las condiciones objetivas para la formación de una economía de mercado--y se plantea que la transición en Rwanda fue un proceso fallido, con el surgimiento de un régimen hibrido, en cuyo contexto destaca el papel que juegan las elecciones en la legitimación del sistema. Implica cierta continuidad del autoritarismo vigente cuando estalló el genocidio, pero ni la transición ni los regímenes híbridos son estáticos sino procesos políticos contradictorios y por lo tanto son otras voces, protagonistas, contexto histórico y otra forma de abordar los objetivos económicos. Esto se expresa, por un lado, en el ejercicio del poder y en su naturaleza, que busca legitimarse con elecciones, y por otro en altos niveles de desigualdad socioeconómica, casi siempre a partir de la pertenencia étnica. La selección de este paradigma no responde a una identificación personal sino al hecho de que a nivel internacional suele atribuirse la prosperidad económica y la aparente estabilidad política a una transición exitosa y democrática del país, que probaría la validez del paradigma y la existencia en Rwanda de variables que prueban el éxito de la transición.

El articulo se compone de cinco secciones. Se inicia con un planteamiento en torno al paradigma de la transición, para identificar los regímenes híbridos en una "área gris" entre autoritarismo y democracia. En la segunda sección se presenta un panorama de Rwanda hasta julio de 1994, destacando las condiciones histórico-políticas que hicieron posible el brutal rompimiento ético del tejido social, que estalló en forma violenta en 1994. En la tercera y cuarta secciones se aportan aspectos que permiten analizar las dos fases de la historia posconflicto: en la tercera el periodo denominado de transición política, (3) y en la cuarta la fase del régimen electoral hasta abril de 2014. A manera de conclusión, se retoma la hipótesis a partir de los argumentos planteados en el texto. El trabajo se centra en el proceso interno. Sin ignorar la relevancia de su relación con los países vecinos y de algunas referencias inevitables a dicha situación, el análisis del conflicto regional no forma parte del artículo.

PLANTEAMIENTO INTRODUCTORIO: TRANSICIÓN Y REGÍMENES HÍBRIDOS

En el último tercio del siglo XX, en el contexto de la tercera ola de democratización (Tusalem 2007), tomó fuerza una perspectiva teórica conservadora de la difusión de la democracia occidental en diversas partes, incluidos algunos países africanos. (4) Convertido en el enfoque teórico dominante para abordar la multiplicación de regímenes autoritarios con cambios importantes, los trabajos pioneros del paradigma de la transición despertaron críticas que, por un lado, tomaban en cuenta la realidad en algunos de los primeros países en vías de desarrollo que habían iniciado un proceso de transición, pero en que al cabo de unos años los viejos regímenes autoritarios habían logrado aferrarse al poder, con un cambio reducido a nuevas expresiones de autoritarismo o, en casos extremos, había favorecido el estallido de la violencia política. En el paradigma se advertía que no todas las transiciones necesariamente tendían hacia la democracia: algunas podían conducir a una regresión del autoritarismo o bien propiciar regímenes híbridos ("gray area"), entre el autoritarismo y la democracia.

Por otro lado, en el terreno académico se cuestionaron los presupuestos del paradigma. Carothers (2002) afirma que este llegó a su fin debido, entre otras razones, a que la transición es entendida como un proceso lineal que sigue ciertas etapas, a que se le atribuye un carácter universal y a que intenta reducir la realidad a un modelo teórico. Uno de los aspectos fundamentales se relaciona con la importancia asignada a las elecciones. Para los críticos del paradigma estas no pueden ser sinónimo de democracia, mientras que sus defensores subrayan la relevancia de las elecciones para definir el éxito de una transición, tomando en cuenta que presuponen la existencia de libertades políticas que marcan una gran diferencia con la naturaleza arbitraria del autoritarismo.

Las críticas fueron retomadas por algunos autores para dar nuevo impulso al paradigma. En este contexto, H. Zinecker (2009), sin ignorar la "desilusión" generada por este paradigma, (5) pretende "reabrir" sus puertas y sostiene que sigue teniendo capacidad explicativa. Profundiza en un concepto clásico, pero débilmente elaborado e investigado y polémico: los regímenes híbridos, que se ubican en el "área gris" entre democracia y autoritarismo, que generalmente se encuentran en países en desarrollo que no han "completado" la transición. Este autor--que a grandes rasgos define la transición como el cambio de un régimen político a otro, "idealmente" de uno autoritario a uno democrático, que debe estar asociado con un cambio socioeconómico (2009: 303)--considera que la democratización no es un epifenómeno y aporta dos variables esenciales. Plantea a nivel de hipótesis la existencia de un nexo entre los regímenes híbridos--con una democracia parcial o "defectuosa" pero no necesariamente autoritarios--y la persistencia de economías rentistas, que en sentido estricto no son productivas y benefician solo a un reducido sector social. En esta línea de pensamiento considera que para que se logre "completar el ciclo" de la transición deben existir mecanismos que garanticen la participación política de los sectores socioeconómicos más bajos, mediante la redistribución de los factores económicos de producción, con el descenso de la marginación. Por lo tanto, para formar un régimen democrático se requiere la participación política de la sociedad civil, que debe ir unida a un cambio socioeconómico en favor de "las clases sociales más bajas" (2009: 303), a fin de superar su marginación. El cambio socioeconómico indispensable debe ser compatible con la democratización, que de acuerdo con este paradigma implica el abandono de una economía rentista en favor de una economía de mercado, producto de un empresariado interno, fuerte, dinámico y con capacidad para invertir en capital intensivo, que genere demanda de trabajo. (6) Presupone la existencia de la libre competencia y un "nivel aceptable de satisfacción" de los intereses de la sociedad (Zinecker 2009: 324). Sin la presencia de estas dos variables el resultado será una transición incompleta, frágil y contradictoria, con el surgimiento de un régimen hibrido, entre autoritarismo y democracia.

No solo el paradigma de la transición es polémico. Los conceptos centrales utilizados en este trabajo son académicamente inciertos. (7) Con fines explicativos, en este artículo se considera que la transición es una fase contradictoria y transitoria--las experiencias africanas muestran que puede prolongarse hasta diez años--que conlleva un cambio de régimen--entendido a grandes rasgos como un cambio en las reglas del juego político interno originado en un sistema autoritario de gobierno, cuyos rasgos distintivos tienden a marcar tanto la naturaleza de la transición como la del nuevo régimen. Por régimen hibrido se entiende una forma de democracia parcial, que según el caso puede oscilar entre la democracia y el autoritarismo, pero no es un "remanente" (Zinecker, 2009:305) del antiguo autoritarismo, que tiene sus raíces históricas en ese y por lo tanto no admite una definición "universal". En este caso de estudio, destacan por su relevancia dos variables: desde la formación del gobierno del FPR la inexistencia de espacios para que la sociedad civil elabore las memorias del pasado y las soluciones para superar el rompimiento ético del tejido social del genocidio y desde 2003, la celebración...

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