SENAULT, Jean François; El Monarca o los Deberes del Soberano, 1661

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París, Pierre Le Petit. (1599-1672)

[1] El Monarca. Primer Tratado. De las diferentes gobiernos & de la ventaja que tiene la monarquía sobre todos los demás.

Primer discurso. De la necesidad de un gobierno.

La naturaleza que nos inspira el deseo de nuestra conservación, nos enseña lo necesario que resulta el gobierno. Y como ella sufre con pena que nos hayamos vuelto débiles e ignorantes tras el pecado nos aconseja elegir a aquellos jefes, que dotados de coraje y lucidez, [2] puedan conducirnos y defendernos. No hay ninguna nación ni pueblo que no se conserve por este medio [...]

El mundo que es el primer Estado y la regla de todos los demás, no subsiste sino por este orden admirable que se observa entre las partes que mandan y las que obedecen.

[3] El hombre que es una reducción del universo [...] no se conserva más que por ese orden que se mantiene entre las cosas superiores y las inferiores.

[4] Segundo Discurso, de la democracia & de la aristocracia.

Como no hay nada más difícil de conducir que el hombre, que es un amante de su libertad y que todo lo que le constriñe le choca y le ofende, los Políticos han buscado todos los medios imaginables para gobernar una criatura tan [5] bizarra y para procurarle descanso sin reducirla a la servidumbre.

[16] Cuarto discurso. De la tiranía opuesta a la monarquía.

[18] El rey conserva el Estado por las mismas vías de la justicia o de la naturaleza, sigue las leyes de la una y de la otra y trata de procurarse la gloria al garantizarle la tranquilidad a sus súbditos. El tirano conserva por la violencia lo que ha ganado por la fuerza y su poder, no estando fundado más que en la injusticia, está constreñido a defender sus antiguos crímenes por otros nuevos, scelera sceleribus tueri.

El fin de un rey legítimo es la utilidad pública y trabaja más para el bien de los demás que para su propia reputación y por grande o

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difícil que sea lo que emprenda, atiende más al interés de su Estado que al suyo, no ignorando que el Príncipe no se pertenece a sí mismo una vez que se ha dado a su reino.

[123] El monarca. Tercer tratado. De los deberes del Príncipe hacia Dios. Primer discurso. Que la piedad es el fundamento de la Política. [...] La Prudencia que podemos llamar el alma de la Política, conlleva no sé que enemistad secreta con la Piedad. Y los [124] más sabios Políticos están impedidos de conservar entre las acciones del Estado, los intereses de la Religión.

[125] Pero como las...

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