Recursos internos y externos relacionados con el uso del preservativo en estudiantes universitarios

AuthorGabina Villagrán Vázquez/Rolando Díaz-Loving/María del Carmen Barranco Rodríguez
Pages35-64

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Introducción

A principios de los años ochenta del siglo pasado surgió uno de los más complejos problemas sociales que la sociedad moderna haya encarado: la epidemia producida por la infección del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). No obstante que desde entonces el conocimiento científico sobre la enfermedad ha avanzado de manera considerable, hasta el día de hoy se pueden resaltar tres hechos: 1) No se dispone de una vacuna para prevenir la infección. 2) Las terapias curativas para las personas infectadas con VIH están en etapas experimentales, y 3) Las personas con VIH pueden permanecer por muchos años como portadores asintomáticos y de manera indavertida infectar a otras personas. En síntesis, las soluciones biomédicas no están cercanas, por lo que no es extraño encontrarnos con que las autoridades sanitarias en el nivel mundial busquen en las ciencias sociales en general,

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y en las ciencias del comportamiento en particular, apoyo para detener la epidemia impidiendo la diseminación del VIH, es decir, evitando nuevas infecciones.

Esto último puede entenderse mejor si se tiene en cuenta que en la sesión extraordinaria de junio de 2001 los Estados miembros que conforman el Programa Conjunto de las Naciones Unidas para el VIH/sida (ONUSIDA) se reunieron con el objeto de adoptar un plan integral para derrotar la epidemia, en cuya “Declaración de Compromiso sobre el VIH/sida” se plantearon como metas las siguientes:

• Los Estados deberán reducir en una cuarta parte la prevalencia del VIH entre los jóvenes de cinco a 24 años en 2005 en los países más afectados y en 2010 en el nivel mundial.

• Es necesario tomar medidas para asegurar que, en 2005, al menos 90% de los jóvenes de ambos sexos de 15 a 24 años de edad tengan acceso a información y educación, incluidas la educación entre pares y la educación específica para jóvenes sobre el VIH, así como a los servicios necesarios para desarrollar las habilidades requeridas a fin de reducir su vulnerabilidad a la infección por el VIH, todo ello en plena colaboración con los jóvenes, las madres y los padres, las familias, los educadores y el personal de atención a la salud. Tales servicios deberían incluir el acceso a los métodos preventivos (como los preservativos masculinos y femeninos), a la realización de las pruebas voluntarias, al asesoramiento y al apoyo continuo.

Debido a que la infección por VIH se adquiere a través de mecanismos específicos en los que se encuentran implicados comportamientos también específicos, esta característica la coloca dentro de las enfermedades susceptibles de ser prevenidas, siempre y cuando las personas adopten las medidas pertinentes para evitar el contacto con el virus. Por este motivo, de acuerdo con los llamados del ONUSIDA, lo que se requiere es proveer a la población de información y educación, para lo cual es preciso que antes, desde las ciencias sociales y del comportamiento, se investigue sobre las variables que favorecen o dificultan las prácticas sexuales de prevención y de riesgo; describiremos en los siguientes apartados algunas de esas variables.

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Factores psicosociales

Conocimientos sobre VIH y sida. El conocimiento sobre VIH y sida es uno de los elementos recomendados e indispensables para llevar a cabo investigaciones en cualquier población; así, lo primero es asegurar que las poblaciones blanco cuenten con información sobre los conceptos de VIH y sida, y también sobre las formas de prevención y transmisión. Izazola et al. (1989) señalan como una medida la modificación de los comportamientos de riesgo de las personas; la acción debe estar encaminada a la educación-comunicación, es decir, a proporcionar información a todos las personas considerando para ello las características del receptor; la estrategia propuesta se dirige a promover cambios en el nivel cognoscitivo.

En estudios realizados sobre conocimientos relacionados con el VIH y sida en adolescentes y adultos jóvenes (Díaz-Loving et al., 1999; Izazola et al., 1989), se ha encontrado que cerca de 100% de los participantes había escuchado sobre sida, alrededor de 92% sabía que el agente causal era un virus y 99% que las formas de transmisión se presentaban por sangre infectada, por contacto sexual y por el uso de agujas o jeringas sin esterilizar. Robles (2005), por otra parte, afirma que la población representativa universitaria estudiada por la autora presenta un nivel elevado de conocimientos sobre sintomatología, transmisión y prevención relacionados con el VIH y sida, que osciló entre 75 y 85 por ciento.

En países latinoamericanos como Colombia, Vera et al. (2004) estudiaron a una población de universitarios, encontrando que 70% reconoció la diferencia entre el VIH —como agente causal— y el sida. En cuanto a las formas de transmisión, identificaron el uso de sangre y agujas contaminadas, tener relaciones sexuales no protegidas y de la madre al hijo, en porcentajes que ascendieron a 98, 95 y 87%, respectivamente. Asimismo, Velásquez (2005), en un estudio experimental pre-post utilizando como variable independiente la presentación de un CD educativo, encontró que los jóvenes entre 14 y 17 años de edad mejoraron significativamente en cuanto a los conocimientos sobre VIH (15% más; p 0.01), así como en algunas formas de transmisión: en los casos de la oral aumentó 23% (p

Prácticas sexuales. El énfasis en la investigación sobre prácticas sexuales se relaciona, en primer lugar, con las infecciones de transmisión sexual (ITS) —dentro de las cuales se encuentra la infección por VIH— y los embarazos no deseados. En segundo lugar, dado que las prácticas sexuales no son sino la manifestación de diversos comportamientos multideterminados, a través de la investigación se pretende

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proporcionar elementos que fundamenten el desarrollo de programas de educación para la salud.

Rubio (1998: 17) señala que la sexualidad es “el resultado de las construcciones que el individuo hace a partir de las experiencias que vive y que se originan en diversas potencialidades vitales [...] procrear […] el placer físico durante la respuesta sexual y […] los vínculos afectivos”. La sexualidad es un proceso complejo, el cual solamente se puede abordar de manera real y finita acotando algunas de sus formas de expresión.

Dentro del presente estudio se abordarán las expresiones de la sexualidad directamente relacionadas con las ITS: patrón sexual y, específicamente, inicio de la vida sexual, edad del primer coito, número de parejas sexuales en la vida, preferencia u orientación sexual, así como uso de preservativo.

En México, investigaciones como la de Odriozola e Ibáñez (1992) en universidades privadas, o las de Robles (2005), Villagrán y Díaz-Loving (1996), Villagrán, Díaz-Loving y Camacho (1992) y Villagrán y Perelló (2006) en universidades públicas, han permitido confirmar que en general son más los varones que las mujeres quienes se inician sexualmente: lo hacen a más temprana edad y tienen más parejas sexuales en la vida.

En sectores más jóvenes de la población, como por ejemplo estudiantes de educación media superior de escuelas públicas, Palacios (2005) encontró que 30.5% de los adolescentes se había relacionado sexualmente a una edad promedio de 15 años. Por otro lado, Andrade, Betancourt y Palacios (2006), en un estudio con estudiantes de nivel técnico y con una edad promedio de 17.3 años, encontraron que 34.6% había tenido relaciones sexuales. El rango de edad del debut sexual mayormente reportado se encuentra entre los 15 y 17 años, siendo más elevado el porcentaje de mujeres.

En Colombia, Mosquera y Mateus (2003) estudiaron a jóvenes entre 12 y 18 años de edad de zonas urbanas, encontrando que 21.6% de ellos se había relacionado sexualmente a una edad promedio de 14.2 años (DE = 1.8). A pesar de que
70.4% reconoció el uso del preservativo como método para evitar la infección de VIH/sida; 18.1% no lo consideró así y 11.5% expresó no saber si el preservativo es un medio para evitar la infección. De los iniciados sexualmente, 31.8% no usóningún método antinconceptivo y 68.2% utilizó diversos métodos de anticoncepción; los más nombrados fueron: el preservativo (81.9%), la píldora (60.8%) y la inyección (53.4%). Respecto del uso de preservativo, “los hombres entre 15 y 18 años de edad iniciados sexualmente reconocieron que preferían no usarlo porque lo consideraron incómodo y sin él las relaciones sexuales eran más placenteras [en sus

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testimonios], a las mujeres tampoco les gusta [usar] el condón” (Mosquera y Mateus, 2003: 209)

Datos similares son los reportados por Calado, Lameiras y Rodríguez (2004), quienes encontraron que las mujeres de nuevo ingreso a diferentes escuelas de la Comunidad Autónoma de Galicia, España, con una edad promedio de 19 años, se iniciaron sexualmente a los 17.8 años y presentaban en promedio dos parejas sexuales en la vida. Por otra parte, no encontraron relación entre autoestima y variables como experiencia sexual, número de parejas sexuales y edad de la primera relación coital.

Vera et al. (2004) encontraron que 79.8% de los estudiantes universitarios entrevistados se había iniciado sexualmente y había tenido en promedio 1.6 parejas sexuales durante el último año, con uso del preservativo poco frecuente durante las relaciones sexuales. Las autoras recomiendan para la población estudiada mayor desarrollo de programas de capacitación en educación sexual y prevención del VIH, con la finalidad de reforzar la información recibida y adicionalmente cumplir con los compromisos establecidos en la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida en 2001.

Para que esto último se pueda lograr es necesario —más allá de disponer de información sobre lo que las personas conocen sobre el problema del VIH y cómo se comportan— identificar qué es finalmente lo que facilita o impide...

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