¿Hacia dónde evoluciona el tejido social contemporáneo? Nuevas tecnologías y viejas tendencias socioeconómicas

Published date01 December 2019
Date01 December 2019
DOIhttp://doi.org/10.1111/ilrs.12138
Revista Internacional del Trabajo, vol. 138 (2019), núm. 4
Derechos reservados © Los autores, 2019
Compilación de la revista y traducción del artículo al español © Organización Internacional del Trabajo, 2019
¿Hacia dónde evoluciona el tejido social
contemporáneo? Nuevas tecnologías
y viejas tendencias socioeconómicas
Giovanni DOSI* y Maria Enrica VIRGILLITO**
Resumen. En este artículo se investiga si las sociedades asisten a una nueva revo-
lución industrial, y cuál es la repercusión del cambio tecnológico en el tejido so-
cioeconómico, principalmente con respecto al empleo, la distribución de la renta,
las condiciones de trabajo y las relaciones laborales. Los autores sostienen que
los procesos de innovación y la expansión de lo que denominan «automatización
inteligente» tienden a exacerbar los actuales patrones de desigualdad de poder y
de renta, que ya estaban presentes mucho antes la aparición de las tecnologías en
cuestión. A tenor de esos procesos, proponen algunas recomendaciones para la
formulación de políticas.
El primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurrió decir «esto es mío»
y halló gentes bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la so-
ciedad civil. (J.-J. Rousseau, 1755, pág. 109)
¿Asistimos a una nueva revolución industrial? ¿Cómo incide el cambio tec-
nológico en el tejido socioeconómico actual, sobre todo desde la pers-
pectiva del empleo, la distribución de los ingresos, las condiciones de trabajo
y las relaciones laborales? Estos dos interrogantes conexos, de sumo interés
para nosotros y para muchos otros observadores de las transformaciones so-
cioeconómicas contemporáneas1, vertebran las reexiones del presente artícu-
lo. Podríamos seguir la línea reduccionista que consiste en recurrir al típico
repertorio de la ciencia económica basado en la función de producción, los
* Istituto di Economia, Scuola Superiore Sant’Anna; g.dosi@santannapisa.it. ** Dipar-
timento di Politica Economica, Università Cattolica del Sacro Cuore e Istituto di Economia,
Scuola Superiore Sant’Anna; mariaenrica.virgillito@unicatt.it. Los autores desean dar las gra-
cias al editor del presente número especial y a tres evaluadores anónimos que contribuyeron
a mejorar la redacción inicial de este artículo. Agradecen la ayuda recibida en el marco del
Programa Marco de Investigación e Innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea en virtud
del acuerdo de subvención núm.822781 – GROWINPRO.
La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos solo incumbe a sus autores,
y su publicación en la Revista Internacional del Trabajo no signica que la OIT las suscriba.
1 Véanse, entre otros, los estudios de Franzini y Pianta (2015), y Milanovic (2016).
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indicadores indirectos de la evolución de las competencias, la oferta y la de-
manda de trabajo, para ofrecer la respuesta esperada: a largo plazo, el sistema
por sí solo recuperará un nuevo equilibrio en el que todo el desempleo será
friccional o voluntario; quienes desempeñen las tareas necesarias para las nue-
vas tecnologías disfrutarán de una prima salarial y, por el contrario, aquellos
trabajadores cuyas funciones puedan ser ejecutadas por máquinas verán redu-
cido su salario, por no satisfacer la demanda del mercado, y deberán reorien-
tarse profesionalmente si quieren seguir siendo competitivos.
Sin embargo, proponemos adoptar un enfoque diferente. Volvamos a los
fundamentos de la disciplina para examinar la dinámica conjunta del cambio
tecnológico y el desarrollo socioeconómico en niveles de análisis entrelazados.
Antes de evaluar el impacto de las nuevas tecnologías, nos parece necesario
examinar las tendencias preexistentes en ámbitos como la distribución de los
ingresos, las relaciones laborales y las estructuras de la actividad económica.
Después debemos investigar la naturaleza y el impacto de las tecnologías, an-
tiguas y nuevas, por sí solas, antes de integrarlas en un modelo económico es-
tacionario y relativamente improbable. Esas tecnologías antiguas y nuevas van
a insertarse en todos los niveles de análisis de las economías políticas comple-
jas, desde la división del trabajo y el poder en el ámbito empresarial hasta las
políticas legislativas, scales y de gestión de la demanda. El último paso con-
sistirá en sondear la repercusión de los cambios tecnológicos e institucionales
a la luz de variables más amplias que no se limiten a la tasa de crecimiento
del PIB per cápita. Por ejemplo, el bienestar y las condiciones de trabajo, la
igualdad de oportunidades, la movilidad social y la calidad de vida son aspec-
tos no menos importantes. Asistimos a un cambio de paradigma histórico en
el que la estructura socioeconómica, las relaciones de poder y las políticas del
presente determinarán las tendencias futuras a largo plazo.
El antagonismo entre el hombre y la máquina y su repercusión en las
condiciones de trabajo no auguraban perspectivas tan aciagas desde la primera
Revolución Industrial, máxime con la insaciable avidez de lucro y el riesgo de
exclusión social característicos de la economía globalizada y nanciarizada de
nuestro tiempo. ¿Qué lecciones podemos extraer del pasado? Los historiadores
coinciden en señalar que esta problemática es una constante en todas las revo-
luciones industriales, que siempre han ido acompañadas de una drástica trans-
formación de la dicotomía del trabajo humano y la máquina. Por una parte, las
nuevas tecnologías suponen una amenaza para los procedimientos tradiciona-
les, las condiciones de trabajo y los patrones de empleo establecidos; por otra,
ofrecen nuevas oportunidades de crecimiento económico y cambio social, hasta
tal punto que, a largo plazo, llegan a ser un formidable motor de crecimiento
que mejora sustancialmente las condiciones de vida. Las tecnologías emergentes
pueden impulsar nuevas oportunidades de negocio y generar soluciones ecaces
en ámbitos de aplicación que las tecnologías antiguas no resuelven de manera
satisfactoria. Así, los sectores de los servicios médicos y la atención sanitaria,
donde los costos son a veces desproporcionados, pueden beneciarse de la adop-
ción de las nuevas tecnologías, siempre que los usuarios tengan acceso a ellas.
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En los niveles macroeconómico y social las nuevas tecnologías pueden
ser el preludio de una «economía de la esperanza», con trabajo para todos e
inclusión social equitativa, o bien, a la inversa, generar desempleo generaliza-
do, desigualdad y exclusión social masivas en un proceso de «refeudalización»
de las sociedades occidentales (Freeman, 1992; Freeman y Soete, 1994). Las
tecnologías en sí no son buenas o malas en ninguna de las dos situaciones hi-
potéticas. A medida que surgen y se redenen los nuevos paradigmas domi-
nantes, los factores decisivos son de orden económico y social.
La presente coyuntura histórica nos brinda la oportunidad de «escoger»
colectivamente la constelación de paradigmas hacia la que nos dirigimos2. Se
perlan dos arquetipos extremos. El primero, que podríamos denominar esce-
nario Blade Runner –tomando el nombre de la película de ciencia cción de
Ridley Scott de 1982–, consiste en una suerte de tecnofeudalismo en el que
una clase dirigente muy desarrollada, pero minoritaria, coexiste con un exten-
so lumpemproletariado de personas muy cultas y obedientes que perpetúan
la distribución desigual del poder y de la renta en favor de los ricos y podero-
sos. De hecho, uno de los inconvenientes de la película es que no llega a des-
cribir una situación aún más extrema, con una clase de rentistas ignorantes y
codiciosos que comparte el poder y la riqueza con la clase tecnofeudal, y un
lumpemproletariado constituido fundamentalmente por esclavos casi subhu-
manos desprovistos de derechos y de ciudadanía.
El extremo opuesto abarca desde las propuestas progresistas y libera-
les de Keynes (1930), que se inscriben en la sociedad capitalista, hasta el Ma-
niesto comunista, que aboga por la reorganización de las sociedades sobre
la base del credo marxista resumido en el aforismo «De cada cual según sus
capacidades, a cada cual según sus necesidades». Con arreglo a este arqueti-
po, las nuevas tecnologías liberarán a las personas del trabajo tedioso, degra-
dante y alienante y les permitirán satisfacer su curiosidad, aprender, disfrutar
de la vida y dedicar la mayor parte de su tiempo al ocio y al juego. Estamos
en condiciones de considerar que esta es una utopía factible, al menos en las
economías desarrolladas3.
Sea como fuere, los procesos de innovación y expansión de lo que po-
dríamos denominar «automatización inteligente» probablemente transforma-
rán, y con toda seguridad reforzarán, los patrones de distribución desigual de
ingresos y de poder que preceden a la irrupción de las nuevas tecnologías.
Algunos de ellos son rasgos intrínsecos del capitalismo desde sus comienzos,
mientras que otros han surgido en los últimos treinta o cuarentaaños. Desde
2 Los paradigmas tecnoeconómicos consisten en una constelación de paradigmas microtec-
nológicos, según la denición de Dosi (1982) (por ejemplo, semiconductores, computación electró-
nica, etc.) con efectos generalizados en toda la economía, tal como apuntan Freeman y Perez (1988).
Aquí nos abstenemos de bosquejar, como hace Perez, una periodización precisa.
3 Para las economías en desarrollo, este es todavía un objetivo mucho más lejano, que pasa
por un enorme aprendizaje tecnológico y organizativo, junto con medidas de control demográco.
Sin embargo, cuantitativamente, la elección entre los dos arquetipos se aplica a todos los niveles
de desarrollo.

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