De la guerra al trabajo: en un mundo de

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En Angola y Mozambique, decenas de miles de excombatientes han cambiado la guerra y las armas por el trabajo y el empleo. En lugar de aprender a disparar y matar, están aprendiendo a utilizar nuevas capacidades para reincorporarse a la población activa en tiempo de paz.

En América central, las nuevas formas de financiación a crédito, tales como los créditos de siembra para emprender negocios, han llegado ya hasta 1,3 millones de personas, incluidos antiguos soldados de la selva. Y en Camboya, los refugiados que regresan y las personas desplazadas dentro del país están desarrollando pequeñas empresas, aprendiendo oficios y encontrando nuevos empleos.

De Asia a Africa, de América Central a Europa Central, estos son algunos ejemplos de cómo las poblaciones afectadas por la guerra y los excombatientes se reincorporan a las nuevas sociedades civiles en paz. A través de la formación técnica y las actividades relacionadas con el empleo, tales como el desarrollo de microempresas, la OIT ha desplegado un gran esfuerzo en los últimos años para convertir las palabras en arados (véase al dorso).

Problemas crecientes, mayores preocupaciones

En un mundo destrozado por las luchas civiles y otros conflictos armados locales, las secuelas de estos acontecimientos son tan graves como la propia guerra. Ciudades enteras destruidas, el campo destrozado por las bombas, las minas y los desastres ecológicos. Han muerto muchos millones de personas, y los soldados afortunados que han regresado vivos del combate, muchos de ellos heridos o incapacitados, encuentran a veces a sus familiares también heridos, incapacitados o desplazados. Se han interrumpido las relaciones personales, las esposas y las hijas han sufrido abusos sexuales, los hogares están destruidos y las comunidades han perdido sus estructuras tradicionales. En muchas regiones, las infraestructuras de los países o comunidades afectados por la guerra han dejado de funcionar eficazmente o se han desmoronado por completo. La economía nacional, regional y local está inutilizada y en muchas áreas ha dejado de haber servicios sociales básicos.

Los organismos que hacen trabajo de campo, incluida la OIT, se enfrentan a un número creciente de solicitudes extremadamente difíciles de asistencia técnica en situaciones altamente inestables, en las que el tiempo es esencial. Hasta el momento, ha habido pocos ejemplos concretos con éxito que ofrezcan modelos de actuación. En el pasado, se ha puesto el énfasis principalmente en la reincorporación de los excombatientes (una medida esencial para mantener la paz) porque si no se les ponía en condiciones de volver a la vida civil podrían poner en peligro la seguridad del país y el propio proceso de paz.

En este momento, sin embargo, se está volviendo la atención hacia otros grupos vulnerables afectados por la guerra, en especial las mujeres, los jóvenes y los discapacitados. Y se está prestando mayor consideración a las tareas de reconstrucción a largo plazo que han de acompañar a las medidas inmediatas, tales como devolver a los desplazados y refugiados a sus comunidades, retirar las minas y reconstruir las infraestructuras básicas.

Las guerras traen cambios demográficos, junto con problemas reproductivos y sanitarios. No obstante, el caos propio de las situaciones de posguerra hace muy difícil evaluarlos con precisión, si bien hay que tenerlos en cuenta para hacer una planificación eficaz. Las comunidades, incluida su población activa potencial, necesitan dotarse de capacidades técnicas y empresariales para recuperar su vitalidad.

El especial padecimiento de las mujeres

Aunque las guerras afectan a todos los grupos sociales, las mujeres las padecen de forma desproporcionada. Constituyen la mayoría de los desplazados y refugiados internos durante las guerras, y de la población general en los tiempos de posguerra. Se produce con frecuencia un desequilibrio numérico entre sexos, con un número superior de mujeres que de hombres, lo que genera cambios en la composición de las familias y en las relaciones entre los sexos en el seno de los hogares, incluido el aumento de los hogares encabezados por una mujer. La emigración aumenta, debilitando o rompiendo totalmente la familia extensa y privando a los hogares de la seguridad que anteriormente ofrecía.

Las mujeres sufren cambios radicales en sus roles y en la división general del trabajo por sexos. Las situaciones de guerra y posguerra imponen a menudo tareas añadidas a las ya tradicionales de la mujer en la lucha por la supervivencia de la familia y de otras personas dependientes. También han de hacer frente a cargas físicas y psicológicas muy exigentes. Tanto durante la guerra como tras ésta, la mujer se enfrenta a problemas reproductivos, sanitarios y psicosociales, derivados a menudo de la violación o de otros abusos sexuales, así como de condiciones de parto sanitariamente inadecuadas.

Los efectos sobre los jóvenes y los discapacitados

La guerra trae enormes problemas para grandes cantidades de niños y adolescentes. Entre las víctimas infantiles de la guerra están los niños soldados que han presenciado más muerte y destrucción que muchos adultos, los huérfanos para quienes no es posible encontrar familias de adopción y los niños que no pueden volver a sus comunidades originarias y que, desesperados, se convierten en niños de la calle. Como en el caso de las mujeres, algunos niños sufren abusos físicos o sexuales y padecen traumas y enfermedades sexuales, como el SIDA y la infección con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). En muchos casos, los jóvenes con traumas psicológicos no están dispuestos o capacitados para reincorporarse al sistema educativo, por lo que sufren mayores dificultades de las correspondientes a su grupo de edad para encontrar trabajo o establecerse por su cuenta.

La guerra deja también sembrada una cosecha de lesiones y discapacidades en forma de minas colocadas durante el conflicto y después abandonadas, que cazan a los desprevenidos. Por desgracia, en los tiempos de posguerra se considera a menudo a los discapacitados más que nada como cargas, como personas necesitadas de caridad más que del apoyo y el respeto que necesitan para llegar a ser autosuficientes.

Para todos los grupos afectados por la guerra, incluidos los cooperantes, el estrés post-traumático puede generar diversos problemas, de los que en los últimos años se sabe cada vez más, que van desde el abuso de las drogas o el alcohol hasta la incapacidad de reincorporarse al mundo laboral. Por encima de todo, el estrés post-traumático es un importante factor que favorece la persistencia de la violencia.

Planteamiento del problema

Ayudar a las personas y a las economías a recuperar su vitalidad tras la guerra es esencial para instaurar una paz duradera, y requiere una variedad de planteamientos. Muchos programas de capacitación puestos en marcha por diversos organismos no han guardado relación con las oportunidades del mercado. A menudo, el autoempleo es la única alternativa disponible, en un momento en el que se están reconstruyendo las posibilidades de encontrar un empleo asalariado.

Cuando es posible, se ponen en marcha programas de trabajo intensivo en empleo, que a menudo son las primeras intervenciones que solicitan los países que salen de una guerra. Estos programas tienen la ventaja de proporcionar empleos y oportunidades de aliviar los trastornos graves, ayudando al tiempo a reconstruir las infraestructuras fundamentales, las cuales, a su vez, generan más desarrollo y nuevos empleos.

La primera fase de intervención en un país que sale de la guerra suele realizarse en una situación bastante inestable, con un gobierno en crisis, incapaz de concentrarse en la seguridad o no dispuesto a hacerlo. Por tanto, los donantes responden a menudo a las necesidades percibidas exclusivamente en el ámbito local, por temor a que sus programas se desvíen de las poblaciones verdaderamente necesitadas. En estas situaciones, el liderazgo de las Naciones Unidas y sus organismos adquiere una gran importancia. Las comunidades afectadas deben ser consultadas para el diseño de programas que refuercen su capacidad, como prioridad básica del desarrollo de los mismos. Debe centrarse la atención en la formación profesional y el desarrollo de microempresas y pequeñas empresas, ya que son precisamente ellas las que deben soportar el peso de la reintegración. En este campo, la OIT tiene la ventaja de una larga experiencia y capacidad mundial, así como el contacto directo con los interlocutores sociales clave y la forma en la promover el dialogo social.

El planteamiento de la OIT

El planteamiento de la OIT en Africa, Asia y América Central ha sido el de combinar la formación profesional con el desarrollo de pequeñas empresas y, siempre que sea posible en la misma área geográfica, realizar programas de trabajo intensivos de empleo. La formación profesional es impartida por diversas entidades locales de formación, como instituciones públicas, ONG, grupos religiosos y artesanos. El desarrollo de pequeñas empresas se organiza a través de organismos locales de desarrollo económico (LEDA) que prestan servicios de apoyo empresarial. En algunos casos, los LEDA también prestan ayuda para la obtención de créditos, uno de los principales obstáculos al desarrollo de pequeñas empresas, especialmente en el período de posguerra, cuando las infraestructuras de la comunidad están a menudo total o parcialmente destruidas.

En varios países, como Afganistán y Uganda, las actividades de la OIT han continuado incluso en las zonas de combate. En Mozambique, más de 9.000 excombatientes han seguido los cursos de formación técnica, a cuya terminación recibieron lotes básicos de herramientas para poner en marcha sus propias empresas. Más del 70 % de los participantes en los cursos estuvieron en condiciones de conseguir un empleo y se crearon más de 600 microempresas, dando lugar a más de 2.000 empleos.

La OIT está poniendo actualmente en práctica un programa de acción multidisciplinar de desarrollo técnico y empresarial en países que salen de la guerra*. Este programa está dirigido a reforzar la capacidad del correspondiente personal nacional para la planificación de una reincorporación más efectiva de las poblaciones afectadas por la guerra. Al reincorporarlas a la población empleada, la OIT espera acelerar la estabilización de la sociedad tras la guerra, ayudando a reducir sus desastrosas secuelas y a alejar el recurso futuro a la guerra.

Los sindicatos y las organizaciones empresariales tienen un papel importante que desempeñar en las tareas de reconstrucción tras la guerra. En un reciente taller (febrero de 1997) organizado por la Oficina de Actividades de los Trabajadores de la OIT y la Confederación Irlandesa de Sindicatos, celebrado en Dublín con la asistencia de sindicalistas de Bosnia, Mozambique, Palestina e Irlanda del Norte, los participantes debatieron cómo pueden los sindicatos participar en el proceso de paz y reforzarlo, apoyando la reconstrucción de la sociedad civil democrática.

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