Género, derechos humanos y conciencia intecultural. El ejemplo de Afganistán

AuthorJavier M. Ruiz Arévalo
PositionTeniente Coronel del Ejército. Licenciado en Derecho. Analista del Mando de Adiestramiento y Doctrina del Ejército (Granada). Correo electrónico: jmruiza@et.mde.es
Pages1-45
www.reei.org
DOI: 10.17103/reei.30.03
GÉNERO, DERECHOS HUMANOS Y CONCIENCIA
INTECULTURAL. EL EJEMPLO DE AFGANISTÁN
GENDER, HUMAN RIGHTS AND INTERCULTURAL
AWARENESS. THE EXAMPLE OF AFGHANISTAN
Javier M Ruiz
Arévalo
Sumario:
I
NTRODUCCIÓN
.
I.
F
UNDAMENTOS CULTURALES Y RELIGIOSOS DE LA
POSICIÓN SOCIAL DE LA MUJER EN
A
FGANISTÁN
.
II.
C
ONTEXTO POLÍTICO Y
SOCIO
-
HISTÓRICO
.
III.
L
A MUJER EN
A
FGANISTÁN
:
D
ERECHO Y REALIDAD
.
IV.
L
A
(
NECESIDAD DE
)
SUPERACIÓN DEL VENTRILOCUISMO
.
V.
L
A
(
NECESIDAD
DE
)
RESPETO AL OTRO
.
V
I
.
C
ONCLUSIONES
R
ESUMEN
. Este artículo plantea los dilemas que plantean los esfuerzos de la comunidad internacional
encaminados a garantizar el respeto a los derechos de la mujer en Afganistán. En primer lugar, la
dificultad que plantea conocer los problemas y los intereses de las afganas, cuya voz es difícil de
escuchar. El segundo dilema plantea la legitimidad que la comunidad i nternacional tiene a la hora de
imponer cambios en normas de comportamiento muy arraigadas en la cultura afgana. Este segundo
dilema plantea varias c uestiones diferentes: quién define los contenidos de las normas consuetudinarias y
que grado de permanencia cabe atribuirles. Pero plantea sobre todo la cuestión de la validez universal de
los derechos humanos. E n última instancia, se trata de responder a una pregunta: ¿Puede imponerse
nuestra concepción de los derechos humanos en otros ámbitos culturale s?
A
BSTRACT
. This paper discusses the dilemmas posed by efforts of the international community to ensure
respect for the women rights in Afghanistan. Firstly, the difficulty fo r knowing the problems and interests
of Afghan women, whose voices are hardly heard. The second dilemma raises the international
community legitimacy when it comes to impose changes in beha vior standards entrenched in the Afghan
culture. This second d ilemma raises severa l different q uestions: who defines the co ntents of customary
laws and how permanent it shou ld be considered. But the main question arises from the universal va lidity
of hu man rights. U ltimately, it comes to answer a question: Can you impose our conception of human
rights in other cultural areas?
P
ALABRAS CLAVE
: Género, Mujer, Afganistán, Derechos Humanos, Conciencia Intercult ural.
K
EY WORDS
: Gender, Women, Afghanistan, Human Rights, Cultural Awarene ss
Fecha de recepción del original: 27 d e marzo de 2015. Fecha de aceptación de la versión final: 27 de julio
de 2015.
Teniente Coronel del Ejército. Licenciado en Derecho. Analista del Mando de Adiestramiento y
Doctrina del Ejército (Granada). Correo electrónico: jmruiza@et.mde.es
[30]
R
EVISTA
E
LECTRÓNICA DE
E
STUDIOS
I
NTERNACIONALES
(2015)
- 2 -
DOI: 10.17103/reei.30.03
I
NTRODUCCIÓN
.
E
L DOBLE DILEMA DE LA MUJER EN
A
FGANISTÁN
A principios del año 2015 se celebró en la Facultad de Medicina de la Universidad de
Granada una conferencia en la que se hablaba de género y fuerzas armadas y en la que
se acabó hablando, principalmente, de Afganistán.
1
Durante el coloquio que siguió a la
conferencia, salió a relucir un ejemplo que pone sobre la mesa los dilemas a los que nos
enfrentamos cuando hablamos de género en el contexto de operaciones de
estabilización. El ejemplo planteado podría resumirse así: Un afgano acude con su
mujer enferma al médico militar en la base española de Qala-i-Nau. Ella es apenas una
adolescente, él un anciano. A través del intérprete, el hombre trata de explicar al médico
los síntomas que presenta su mujer, hasta que, ante las dificultades que este diálogo a
tres bandas plantea, el médico sugiere al intérprete: “¿Por qué no hablas directamente
con ella y me explicas qué es lo que le pasa?”. La respuesta del intérprete es inmediata:
“¿Quieres que en cuanto llegue a casa su marido le pegue una paliza, por hablar con un
extraño?”. Este caso se presentaba como un ejemplo claro del abismo cultural que nos
separa de los afganos y de lo difícil, si no imposible, que resulta cambiar determinadas
formas de pensar.
Para mí, sin negar lo anterior, es un ejemplo igualmente claro de otro problema al que
se enfrentan las mujeres en Afganistán: la joven de nuestro ejemplo salió de la consulta
sin que nadie hablara con ella, sin que sepamos qué siente y qué piensa ante esta
situación. Algo que sucede con mucha frecuencia en Afganistán, porque, todavía hoy,
cuando analizamos el modo de pensar de los afganos, en la mayoría de los casos nos
limitamos a tomar en consideración lo que expresan los “portavoces” de esa sociedad:
siempre hombres, normalmente de cierta edad; y en función de lo que ellos nos dicen,
llegamos a conclusiones sobre la manera de pensar de “los afganos”. ¿Estamos seguros
de que la opinión que nos transmiten sus “portavoces naturales” refleja el sentir
mayoritario de las comunidades a las que “representan”?
Este primer dilema al que nos enfrentamos ha sido bautizado por algunos como
“ventrilocuismo”, para ilustrar una situación en la que no son las propias mujeres
afganas las que hablan de sus problemas, sino que son otros los que les dan voz, muchas
veces sin sentir la necesidad de hablar con las propias mujeres para ello. Cuando
decimos que los afganos consideran intolerable que una mujer se dirija directamente a
su médico si éste es un varón, ¿Estamos seguros de que ésa es la opinión de todas o la
mayoría de las mujeres? No está de más recordar que ellas constituyen algo más del
50% de la población afgana.
Incluso cuando intentamos solucionar los problemas de las mujeres, no son
normalmente ellas quienes los plantean, ni quienes discuten las posibles soluciones.
Para ilustrar esta situación, se ha hecho muy popular un ejemplo que suele repetirse en
foros muy diferentes. Como suele suceder en estos casos, según quien lo cuente,
1
“La asesoría de Género en Apoyo de la Sanidad Militar”. Profesor J avier Herrera Rodríguez. Facultad
de Historia Contemporánea. Universidad de Granada. 23 de enero d e 2015.
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cambian los actores y el escenario, pero el ejemplo básicamente se mantiene inalterado.
Y parece ser que está basado en un hecho real; en cualquier caso, como ejemplo nos
vale. Se trata del caso de la aldea a la que no llega el agua potable y en la que alguien
(Según quien lo cuente será un PRT
2
u otro) decide canalizar el agua de la fuente que
hay a varios kilómetros del pueblo, para evitar a las mujeres tener que dedicar horas,
cada día, a acarrear agua a sus hogares. La sorpresa y la indignación surgen cuando, una
vez finalizado el proyecto, éste es saboteado reiteradamente. El análisis es claro: Parece
mentira que los insurgentes, en su afán por combatir todo lo que proceda de Occidente,
sean capaces de privar a sus propias mujeres de beneficios como éste ¡Qué grado de
fanatismo e insensibilidad! Pero la sorpresa se convierte en estupor cuando se llega al
convencimiento de que son las propias mujeres las que sabotean las conducciones de
agua ¿Locas?, ¿Fanáticas? No, simplemente mujeres que tratan de no perder la única
oportunidad que tienen de abandonar sus casas, darse un paseo y charlar con sus
amigas. Alguien había tratado de solucionar sus problemas, sin preguntarles cuáles eran.
Pero hay además otra consideración que no solemos hacernos. Si la mujer del primer
ejemplo optara finalmente por hablar directamente con el intérprete y el marido
respondiera a la osadía de su mujer propinándole una paliza, podríamos pensar que lo
hace convencido de estar corrigiendo una conducta moralmente reprobable, pero quizá
nos equivoquemos. Son muchos los indicios que nos hacen pensar que, en sociedades
como la afgana, la actitud de los hombres hacia las mujeres a su cargo, normalmente
esposas, hijas o hermanas, no traduce ese tipo de convencimiento, sino la necesidad de
demostrar, frente a los demás, el propio sometimiento a las reglas del grupo y la
capacidad de hacer respetar esas normas en el seno de la familia a su cargo. Sin irnos a
ejemplos más extremos, cuando un padre obliga a su hija a cumplir estrictamente con
unas normas de vestuario y conducta determinadas (Vestir el burka, no salir sola, no
hablar con hombres ajenos a la familia,…) posiblemente estará más preocupado por los
efectos que en sus vecinos podría tener una conducta “indecorosa” de su hija, que en su
propia opinión al respecto. Es ésta una realidad que no se puede pasar por alto cuando
se quiere entender a la sociedad afgana. Los padres afganos no son unos seres
despiadados capaces de infligir a sus propias hijas los castigos más severos por el más
mínimo desliz; quizá algunos lo sean, pero la mayoría son, más bien, padres normales
sometidos a unas presiones sociales difíciles de entender para nosotros (Y que conducen
en ocasiones a conductas imposibles de justificar, quede esto claro desde el principio).
Es necesario conocer los valores de una cultura como la afgana, el peso que en ella se
otorga a la familia, al grupo social, al respeto a las normas grupales, para llegar a
entrever la fuerza de este tipo de presiones. Esta realidad puede ayudarnos a entender
que, en muchos casos, nos encontremos con hombres que aplican unos códigos de
conducta que en el fondo no comparten.
El segundo dilema al que nos enfrentamos es aún más complejo. En el primer ejemplo,
si la falta de comunicación entre médico y paciente supusiera un riesgo para la vida de
2
Siglas en inglés de Equipo de Reconstrucción Provincial. Estructuras cívico militares a través de las
cuales se ha canalizado el esfuerzo internacional para la estabilizació n de Afganistán.

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