Estados Unidos y la Union Europea en el siglo XXI. Fundamentos y alcances de una unidad y diversidad.

AuthorMorand

La relación entre Estados Unidos v Europa es abordada en este artículo a partir de la creación y génesis de la llamada Alianza Atlántica o Comunidad Transatlántica en el contexto de la post Guerra Mundial, de mediados del siglo XX hasta nuestros días. Las expectativas y desafíos que plantean las transformaciones del sistema internacional a esta asociación estratégica, tanto desde el término de la Guerra Fría como después de la entrada en escena del terrorismo transnacional son analizados y comentarios desde la óptica de la política exterior de Estados Unidos y de su impacto en las visiones y conductas europeas. Cuatro son las preguntas orientadoras de este ensayo, que apuntan a una observación crítica de la relación atlántica y que intentan explicar las aproximaciones y distanciamientos de dicha sociedad en un mundo en cambio, con renovados roles internacionales de sus actores más relevantes, como también de las potencialidades para la permanencia y consolidación de esta experiencia histó14ca. En otras palabras, se pretende responder, en forma muy preliminar y con algunos ejemplos ilustradores de la realidad transatlántica contemporánea, las siguientes interrogantes: ¿cuáles son los rasgos y fundamentos que definen y justifican la interacción y la asociación entre Estados Unidos y Europa?, ¿en qué consisten las orientaciones y pautas de acción de la política exterior de Estados Unidos?, ¿a qué responden las fricciones y divergencias en la Alianza Atlántica y cuáles son las esferas de cooperación entre sus miembros? Finalmente, ¿es posible la diversidad en la unidad de la comunidad atlántica?

INTRODUCCIÓN

La actual vinculación entre Estados Unidos y la Unión Europea se remonta a la creación de la llamada Comunidad Transatlántica al término de la II Guerra Mundial. La existencia de poco más de medio siglo de esta asociación transatlántica ha estado sujeta al desarrollo y a las transformaciones experimentadas por el sistema internacional, desde la bipolaridad de la Guerra Fría hasta los rasgos unilaterales que representa actualmente la hegemonía de Estados Unidos, sin perjuicio de haber intervenido también activamente como actor determinante en materias gravitantes de la política mundial durante todo este período.

En otras palabras, la Alianza Atlántica nace en el contexto internacional de la confrontación Este-Oeste en el marco de la estrategia occidental de la contención de la amenaza que representaba la expansión de la Unión Soviética en Europa y la difusión ideológica del comunismo en el mundo. De esta manera, la asociación transatlántica representa una activa cooperación y una interrelación del mundo occidental en variadas materias, desde las políticas y de seguridad hasta las económicas y culturales. Para ello se crearon instituciones como la OTAN, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OCDE y la propia Comunidad Europea. Todas ellas generalmente han cumplido sus funciones bajo el ordenamiento y el liderazgo de los Estados Unidos.

Más tarde, sin embargo, los aliados occidentales fueron testigos y actores del fin del sistema internacional para el cual fueron preparados. En efecto, desde la desaparición de la Unión Soviética, la asociación transatlántica ha debido enfrentar nuevas expectativas y desafíos en un escenario global diferente del de la Guerra Fría, que a comienzos de la década de 1990 el ex presidente de Estados Unidos, George Bush, denominó triunfalmente como el nacimiento de un Nuevo Orden Internacional. Este ordenamiento internacional apostó a la expansión de la democracia y de la economía de mercado a nivel global y regional conforme a la nueva estrategia estadounidense del "Enlargement", acuñada por el Asistente de Seguridad del presidente Clinton, Anthony Lake. En este marco, continúa en su plan de integración económica y política, y ahora militar con la expansión de la OTAN, bajo la mirada atenta de Estados Unidos.

La euforia inicial del liberalismo y del liderazgo estadounidense y occidental a fines del siglo recién pasado tendrá como contrapartida el surgimiento, a comienzos del siglo XXI, de una amenaza diferente y radical, el terrorismo transnacional. En efecto, la materialización de acciones terroristas por parte de redes transnacionales en varios países simultáneamente y cuya entrada en escena fueron los acontecimientos dramáticos del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, dieron comienzo a una era distinta y a un nuevo escenario en la política mundial. De esta manera, como reacción a dicha amenaza y a partir de esa fecha, el gobierno estadounidense diseña y aplica una estrategia antiterrorista unilateral de alcance mundial. Sin perjuicio de su reacción inicial contra el terrorismo, esta estrategia representa una visión más amplia sobre la forma de ejercer el poder y de organizar el orden mundial, para lo cual no siempre se ceñirá estrictamente a una acción conjunta con sus socios, ni obedecerá a las reglas e instituciones globales (1). Más específicamente, ella corresponde a lo que actualmente se identifica como estrategia de seguridad global de la prevención, que se sustenta en un internacionalismo inconfundiblemente norteamericano y al mismo tiempo refleja la unión de los valores e intereses nacionales estadounidenses.

Reafirmando el nuevo sello de esta política y apelando a la tradicional alianza con sus socios europeos, el Presidente George W. Bush se dirigió a los medios militares norteamericanos en junio de 2002, anticipando sus convicciones respecto de la amenaza constituida por Irak y la posterior intervención en ese país, al señalar:

"No podemos depender solo de la contención y la disuasión para tratar con países que poseen armas de destrucción masiva y que tienen un historial de agresiones y terrorismo. Es importante que Estados Unidos y Europa lleguen a un acuerdo sobre cómo hacer frente a la amenaza iraquí" (2).

Los acontecimientos que siguieron a esta declaración en 2003, particularmente la intervención militar estadounidense en Irak y el debate previo en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no solo confirmaron la voluntad unilateral de Estados Unidos, sino que significaron un quiebre político importante en la alianza europea, en particular con sus aliados Alemania y Francia. Dicho de otra manera, la actual hegemonía norteamericana y su estrategia de acción unilateral preventiva ha generado nuevos roces en los países de la Alianza Atlántica, poniendo al mismo tiempo de manifiesto los desencuentros y diferencias entre sus miembros, particularmente en el campo de la seguridad y la defensa.

Además, no obstante las tendencias más recientes del gobierno de Bush, particularmente a partir de su segunda administración, de complementar y vestir a su política exterior con los aspectos tradicionales de valores democráticos, el uso reiterado y unilateral de la fuerza o "hard power" por parte del gobierno estadounidense en la arena internacional, en especial en el caso emblemático de la intervención militar en Irak, han contribuido a un creciente sentimiento contra Estados Unidos en el mundo (3). Este sentimiento, sin embargo, no es nuevo global ni regionalmente. En el caso europeo, las críticas van desde el doble estándar de la política exterior estadounidense al no cumplir compromisos internacionales contraídos frente a situaciones que afectan a la humanidad hasta diferencias respecto de la secularización social o a la aplicación de valores universales supuestamente compartidos.

En función de lo anterior y atendiendo al tema desde la óptica de los Estados Unidos, es posible formular algunas preguntas orientadoras para esta reflexión: 1. ¿Cuáles son los rasgos y fundamentos que definen y justifican la interacción y asociación entre Estados Unidos y Europa?; 2. ¿En qué consisten las orientaciones y pautas de acción de la política exterior de Estados Unidos?; 3. ¿A qué responden las fricciones y divergencias en la Alianza Atlántica y cuáles son las esferas de cooperación entre sus miembros? y 4. ¿Es posible la diversidad en la unidad de la comunidad atlántica?

  1. LA HEGEMONÍA GLOBAL DE LOS ESTADOS UNIDOS Y LA INTERACCIÓN ATLÁNTICA

    La continuidad del poderío norteamericano a escala global supera el medio siglo. En efecto, después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos asume un papel de liderazgo en el mundo y al mismo tiempo incrementa y consolida su hegemonía militar, económica y cultural indiscutida en el concierto internacional. En la actualidad, a los inicios del siglo XXI...

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