Los frágiles ancianos: el reto de la asistencia de larga duración

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A medida que la población envejece con rapidez, crece el número de personas indigentes y dependientes. La pensión media rara vez cubre los elevados costes de la asistencia cualificada para las personas de edad avanzada. Por este motivo, algunos países han implantado sistemas de seguro obligatorio para apoyar a los miembros de la familia que las atienden y para aliviar, en parte, de la carga al Estado y a los hogares privados. Andrew Bibby examina estos y otros sistemas en países desarrollados y emergentes.

De esta historia se hizo eco la prensa nacional británica: el caso de la doctora que, tras haber dedicado su vida al principio de la asistencia sanitaria gratuita para todos, sufrió un derrame cuando tenía unos noventa y cinco años y pasó los últimos años de su vida en un hogar para ancianos. Los costes de su asistencia de larga duración no cumplían los criterios para optar al sistema sanitario nacional gratuito del país, de modo que su familia se vio obligada a vender el hogar familiar para poder pagar las facturas del hogar de ancianos.

Su hija estaba enojada: "Mi madre ha sido una de esas mujeres valientes que se formaron como médicos en una época en que sólo un hospital aceptaba mujeres como estudiantes de medicina", dijo a la prensa, y añadió que para su madre habría sido un desconsuelo saber que sus necesidades asistenciales al final de su vida no quedarían cubiertas por el sistema estatal.

La forma en que se debería financiar la asistencia de larga duración es objeto de un activo debate no sólo en Gran Bretaña sino también en muchos otros países. La asistencia de larga duración es algo que afecta sobre todo a las personas de edad muy avanzada, y en casi todos los países desarrollados la proporción de la población de más de 80 años está experimentando un acusado crecimiento. La asistencia de larga duración, en otras palabras, ya es una cuestión cada vez más apremiante de política pública. Y espérate -nos dicen los asesores- a que dentro de unos veinte años se haga mayor la gene- ración de posguerra, que fue la responsable del crecimiento de la población en los años posteriores a 1945.

Normalmente, la asistencia de larga duración combina los servicios médicos básicos y la rehabilitación con la ayuda en las actividades ordinarias de la vida cotidiana, como lavarse y bañarse, vestirse, comer, acostarse y levantarse de la cama, desplazarse y utilizar el cuarto de baño. Ya tenga su origen en un derrame, en una enfermedad cardiaca, en los efectos crecientes de la demencia (la enfermedad de Alzheimer) o en cualquier otra Page 27 incapacidad física o mental crónica prolongada, la dependencia resultante es la misma.

En el pasado, la asistencia informal de los mayores solía ser asumida por los miembros de la familia, especialmente las mujeres, que vivían en el mismo hogar que la persona cuidada. Pero los cambios sociales significan que, aun suponiendo que ésta se considerase la mejor forma de organizar la asistencia a los mayores por parte de los países, estos arreglos no pueden ser tan sencillos como en el pasado: es más habitual que los hijos adultos vivan lejos de sus padres, y que tanto los hombres como las mujeres formen parte de la población activa y se ganen la vida.

Una posible forma de avanzar es ampliar los regímenes de seguridad social para que incluyan la asistencia de larga duración. Ésta es, por ejemplo, la vía seguida recientemente por la República de Corea que el año pasado introdujo un sistema de seguro de asistencia de larga duración para mayores. En la actualidad, en torno al 9% de la población (casi cinco millones de coreanos) tiene más de 65 años, y de ellos sufren demencia, enfermedades cardiovasculares u otras afecciones crónicas no menos de un millón. En cualquier caso, Corea se está convirtiendo cada vez más en una población en proceso de envejecimiento: los demógrafos predicen que, para 2020, el 15% del país tendrá más de 65 años, y en 2030 esta cifra aumentará a casi un cuarto de la población total.

Corea ha decidido adoptar el principio de solidaridad nacional por medio de la seguridad social, uno de los numerosos ejemplos de los últimos años de maneras de desarrollar y ampliar el concepto de seguridad social. Es un cambio de considerable interés para la OIT, que desde su creación en 1919 ha tenido el cometido de fomentar el desarrollo de niveles suficientes de protección social.

En el momento de presentar su nuevo seguro social el pasado año, Corea se estaba incorporando a otros países que han decidido igualmente financiar la asistencia de larga duración a través del sistema de seguridad social. Un ejemplo es Alemania, donde en 1995 se introdujo un sistema público que cubría la gran mayoría de la población alemana. Las cotizaciones, pagadas por igual por empleadores y empleados, así como por los trabajadores por cuenta propia y los jubilados, supusieron durante muchos años el 1,7 de los ingresos brutos. Las prestaciones también se fijaron en el momento de crearse el sistema, lo que ha significado una reducción gradual de su beneficio real en los años transcurridos desde entonces.

El año pasado, sin embargo, Alemania revisó tanto los niveles de prestación como los porcentajes de cotización, que ahora se han aumentado al 1,95% (con una pequeña prima adicional para quienes no tienen hijos). Al promocionar los cambios, la entonces Ministra Federal de Salud Ulla Schmidt hablaba de la importancia de garantizar la dignidad de las personas mayores y contribuir a una mejor calidad de vida para ellos.

Garantizar la dignidad de las personas mayores

"Su declaración indica que los retos van mucho más allá de la introducción de nuevos derechos. Incluyen el compromiso con la asignación de mayores recursos, con la asistencia integrada institucional y en el hogar, con alentar a las familias a que compartan las responsabilidades de la asistencia. La estrategia de la OIT para lograr un acceso universal a la asistencia sanitaria intenta abordar estos problemas desde un enfoque integrador y global en lugar de limitarse a prestar socorro médico e ignorar las dimensiones sociales", comenta Xenia Scheil-Adlung, experta en política sanitaria de la OIT.

Según ella, es esencial garantizar la disponibilidad de las prestaciones, tanto en especie como en metálico, para permitir elegir entre los tipos de servicios en el hogar y en las instituciones. Ambos se deben diseñar cuidadosamente y responder a las necesidades. "Otro aspecto importante es velar por la calidad de la asistencia y, en particular, definir el significado del término calidad si se ofrece asistencia en metálico. En este contexto, es necesario Page 28 hacer más esfuerzos por garantizar que los frágiles ancianos no sean objeto de abusos o maltrato por razón de su edad", dice.

El coste de la asistencia de larga duración para los mayores es otro aspecto importante. Según los datos publicados por la OCDE en 2005, varía enormemente entre países: Suecia y Noruega, respectivamente, invirtieron de esta forma el 2,74% y el 2,15% de su PIB, pero en otros países desarrollados los porcentajes son mucho más bajos: sólo el 0,68% del PIB en Nueva Zelanda, por ejemplo, y el 0,62% en Irlanda. Estos dos países son inusuales, sin embargo, porque una proporción relativamente pequeña de sus poblaciones tiene más 65 años.

La OCDE también ha llamado la atención respecto a la función tradicional que las mujeres han desempeñado en el cuidado de los miembros de la familia. Un problema concreto, señala, es garantizar que la carga de asistir a las personas mayores con discapacidad no pese de manera desproporcionada sobre las mujeres. Esta cuestión se debatió en Japón cuando el país estaba revisando la reforma de su pionero (pero muy costoso) "Plan dorado" o Gold Plan de asistencia a los mayores y se expresaron inquietudes ante la posibilidad de que las mujeres se vieran atadas por las responsabilidades asistenciales: "el mode- lo actual de asistencia por parte de la familia se congelaría en algunos casos", decía un informe del Ministerio de Salud y Bienestar en 1996.

Independientemente de las cuestiones de igualdad de género que intervienen, también existen cuestiones más amplias en el caso de que las mujeres salgan de la población activa para asumir responsabilidades asistenciales. Según la OCDE, en los países europeos existe evidencia de que las mujeres en edad de máximo rendimiento que asumen o aumentan las tareas asistenciales reducen sus horas de trabajo remunerado y, como consecuencia de ello, no vuelven después al pleno empleo. Tal como lo expresaba un informe de la OCDE en 2005, "Mirar el gasto monetario de la asistencia de larga duración es una forma cicatera de evaluar los verdaderos costes económicos de la asistencia de larga duración, ya que no tiene en cuenta los costes en oportunidades de la asistencia informal prestada por los miembros de la familia que, de otro modo, estarían haciendo un trabajo remunerado".

La solución, desde luego, no consiste en llevar a nuestros mayores a instituciones frías e indiferentes en las que pasen los últimos años de su vida sin cariño ni estímulo. Pero, de la misma manera, la mayoría de los países estaría de acuerdo en que la carga, tanto física como económica, no debe recaer exclusivamente sobre las espaldas de los miembros de la familia. El reto, a medida que nuestras sociedades envejecen con rapidez, consiste en encontrar maneras viables de expresar adecuadamente la solidaridad entre generaciones. El planteamiento adoptado en países como Alemania, Japón y la República de Corea, para desarrollar los sistemas tradicionales de seguridad social de nuevas formas, sugiere un modo de tratar de lograrlo.

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