La experiencia de un ciudadano en los entresijos de las instituciones públicas: decepción y desencuentro

AuthorRamón Luis Soriano Díaz
PositionUniversidad Pablo de Olavide de Sevilla
Pages493-509
REVISTA INTERNACIONAL DE PENSAMIENTO POLÍTICO - I ÉPOCA - VOL. 7 - 2012 - [493-509] - ISSN 1885-589X
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LA EXPERIENCIA DE UN CIUDADANO EN
LOS ENTRESIJOS DE LAS INSTITUCIONES
PÚBLICAS: DECEPCIÓN Y DESENCUENTRO
THE EXPERIENCE OF A CITIZEN WITHIN PUBLIC
INSTITUTIONS: DISAGREEMENTS AND DISAPPOINTMENT
Ramón Soriano
Universidad Pablo de Olavide de Sevilla
[rlsordia@upo.es]
Palabras claves: Partidos políticos, Parlamento, Universidades, Defensor del Pueblo, Instituciones públicas.
Keywords: Political parties, Parliament, Universities, Ombudsman, Public institutions.
Resumen: Este artículo expone la experiencia del autor en las institu-
ciones públicas de su país después de la transición de la dictadura a
la democracia: Parlamento, partidos políticos, universidades, Defensor
del pueblo, etc. La narración de los acontecimientos se acompaña de
opiniones críticas y de propuestas de alternativas para mejorar las insti-
tuciones. El artículo ocupa la sección de RIPP que recoge experiencias
políticas y pretende complementar los trabajos teóricos.
Abstract: This article is about the author’s experience within the public
institutions of his country after the transition from dictatorship to de-
mocracy: parliament, political parties, universities, ombudsman, etc.
The narration of events is accompanied by critical opinions and even
the proposal of alternatives to improve the institutions. The article then
responds to the RIPP section aimed at policy experiences to complement
the rest of the theoretical works.
Recibido: octubre de 2012
Aceptado: diciembre de 2012
REVISTA INTERNACIONAL DE PENSAMIENTO POLÍTICO - I ÉPOCA - VOL. 7 - 2012 - [493-509] - ISSN 1885-589X
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Escribo este testimonio transcurridos casi
veinte años desde los acontecimientos
narrados, cuando los protagonistas han
desaparecido de la escena pública y el
distanciamiento en el tiempo hace a la ra-
zón más objetiva. Los hechos que narro
suscitaron en mí re exiones continuadas
en el tiempo y me llevaron a compartirlas
en una serie de escritos, unos de carácter
general y otros especí cos sobre aparta-
dos y cuestiones concretas. Como no son
hechos aislados sino reiterados en la vida
pública de nuestro país, creo que mi testi-
monio reviste una intensa actualidad. Un
testimonio sobre hechos que pudieron
ocurrir ayer mismo.
Probablemente mi crítica a las institucio-
nes públicas no llegarían a tanto sin el
acicate de mi propia experiencia institu-
cional. Mi vivencia de las instituciones ha
modelado mi posición crítica. Con segu-
ridad quien no haya tenido un contacto
directo con las instituciones públicas de
nuestro país albergará sobre las mismas
una mejor opinión. Vale traer a colación
al maestro J. B. Vico y su principio gno-
seológico verum factum ipsum –la verdad
deriva del hecho, se conoce lo que se
hace–, pues pienso que la experiencia es
la madre del conocimiento, y que si nos
alejamos de ella podemos hacer un utó-
pico diseño de las instituciones, tan bello
como irreal.
He desglosado mi experiencia en esce-
nas, que representan los capítulos de mi
biografía en el seno de las instituciones,
cada una de las cuales re eja mi desen-
cuentro –a veces inesperado– con las ins-
tituciones de la todavía joven democracia
española.
1. Primera
escena:
partidos
políticos
Antes
de la democracia española, en la
época franquista, tuve mi primer desen-
cuentro con un partido político al que
me a lié, un partido clandestino, pues
en aquel régimen el único posible era
el partido único del Movimiento Nacional
de la dictadura franquista. Yo esperaba
encontrar en el partido un respeto a la ra-
zón y a la libertad que no había observado
hasta entonces. Me equivoqué. El partido
político tenía tantos o más dogmas que
las instituciones religiosas en las que ha-
bía estado. No existía en él la tan ansiada
libertad de expresión, ni las decisiones se
tomaban de abajo arriba, sino que acatá-
bamos las decisiones del jefe político, ni
había alguna regulación que garantizara
los derechos de los militantes. Se prac-
ticaba el método que denominábamos
“centralismo democrático” consistente en
que todo se podía discutir pero las deci-
siones del líder, libremente tomadas por él
sin sujeción a reglas de mayorías, eran de
obligado e incontestable cumplimiento. Al
poco tiempo me marché del partido. Pero
no fue mi primera decepción, ni mi primer
desencuentro con los partidos políticos.
Pasados los años, asistí estupefacto a la
huida de importantes parlamentarios del
partido en el que habían obtenido acta de
diputado, que era el partido que yo había
votado; dejaban su grupo parlamentario
y se pasaban al grupo mixto. Habían lle-
gado al Parlamento por formar parte de
las listas de un partido y por asumir la
defensa del programa de ese partido en
el Parlamento. Sin embargo, sin ningún
problema, ahora lo abandonaban, conser-
vando su puesto de parlamentario, y se
dedicaban a partir de entonces a hacer la

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