La ética de la igualdad aplicada a la política de género

AuthorJuan Carlos Suárez Villegas
PositionUniversidad de Sevilla
Pages409-424
REVISTA INTERNACIONAL DE PENSAMIENTO POLÍTICO - I ÉPOCA - VOL. 7 - 2012 - [409-424] - ISSN 1885-589X
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LA ÉTICA DE LA IGUALDAD APLICADA A LA
POLÍTICA DE GÉNERO
THE ETHICS OF EQUALITY APPLIED TO GENDER POLITICS
Juan Carlos Suárez Villegas
Universidad de Sevilla
[jcsuarez@us.es]
Palabras claves: igualdad de género, ética, ley, cuidado, derechos.
Keywords: gender, equality, ethics, law, care, rights.
Resumen: Conviene re exionar acerca de si los conceptos jurídicos sobre
los que pivota los proyectos de igualdad de género no son ya construc-
ciones de un modelo de losofía occidental de corte patriarcal. Por eso,
planteamos la igualdad desde una revisión crítica de ciertos conceptos
básicos como el de derecho subjetivo, participación igualitaria y la propia
construcción del espacio público.
Abstract: We re ect on whether the legal concepts in which are based the
gender equality come from patriarchal culture and determine some kind
of answers to this social and political question. Therefore, we propose
equality from a critical review of some basic concepts such as individual
right, equal participation and construction of public sphere.
Recibido: julio de 2012
Aceptado: septiembre de 2012
1. Por una ética compartida.
Responsabilidades por
derechos
En nuestras sociedades a las mujeres se
les ha reconocido cada vez más derechos
para lograr una mayor igualdad que, sea
dicho de paso, supone ya una igualdad
con un determinado modelo que habría
que saber si sería el preferido por ellas.
Las mujeres tienen más posibilidades
para conciliar su vida familiar y profesio-
nal, al tiempo que se les recuerda que
son ellas las que tienen que hacerlo. La
igualdad, en muchos casos, para las mu-
jeres ha supuesto que tenga que asumir
la doble tarea de lo que hacía su padre y
su madre en una sola vida. Mantienen la
tensión de vivir pendiente de la vida fa-
miliar cuando están fuera de la casa y de
vivir pendiente de su trabajo en el espacio
doméstico, como si se vigilara mejor al
enemigo desde la garita de enfrente. Esta
situación produce una cierta polaridad
que les impide atender de manera ade-
cuada ambas responsabilidades, lo que
les lleva a acusar un mayor sentido de la
responsabilidad por todo aquello que, a
pesar de su esfuerzo, parece que les sale
mal. No aprecian su doble trabajo, sino
que más bien se les ha educado para que
se sientan doblemente responsables.
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El problema reside en que vivimos en una
cultura losó ca que sólo permite plantear
la legitimidad de una reivindicación des-
de la lógica de los derechos. Y después
de haberles reconocido tantos derechos,
hasta decir que están igualadas con los
hombres, sólo queda preguntarles, con
cierta sorna, ¿qué más quieren? No es
extraño escuchar comentarios que sugie-
ren que las mujeres se han convertido en
neuróticas y no saben qué quieren, pues
supuestamente disponen de todas las po-
sibilidades y derechos y se siguen quejan-
do. Estas expresiones son aprovechadas
por algunos para demostrar su carácter
histérico e indeciso, como si quisieran
estar y no estar en ambos sitios. Desde
luego, estos dilemas no se plantean en
la cultura lineal de los hombres, nacidos
para ser cuidados y buscar su realización
en el escenario público.
Ellos entienden mucho mejor la lógica de
los derechos, que está diseñada bajo el
presupuesto de modelos de sujetos au-
tónomos que colisionan en un espacio
social homogéneo y que aceptan el valor
de su libertad y capacidad como objeto
de merecimiento. De este modo, ser igua-
les es aceptar la formalidad de leyes, tipo
normas de trá co, para sujetos con un
potencial motor político. Los derechos se
convierten así en divisas de la libertad cí-
vica y política para gestionar proyectos co-
lectivos. La teoría de la Justicia de Rawls
es un buen ejemplo de esta sociedad per-
fecta y bien organizada de sujetos “bien
atendidos”.
Esta lógica nos lleva a pensar que la po-
sibilidad de tener más derecho signi ca
parecerse más a los hombres. A lo me-
jor no es eso lo que quieren las mujeres.
Quizás sea una cuestión más intuitiva y
menos racional. Un modo de organizar la
vida desde otra perspectiva, basado en la
corresponsabilidad vital, un modo de en-
tender la igualdad desde referencias más
radicales y no tan formales.
Pongamos un ejemplo, que de antemano
sé que es controvertido y podría conducir
a equívocos. Se trata del caso del dere-
cho a abortar de las mujeres. Un dere-
cho, sin la menor duda, que no es plato
de buen gusto. Tendríamos que llamar
la atención sobre el dato de que dicha
decisión se conciba bajo la categoría de
“derecho”, situación que quizás no sea
percibida así. La re exión suele ser más
intensa y es comprendida en última ins-
tancia por muchas mujeres como una
solución dramática que le permite quizás
evitar otros dramas mayores: di cultades
para conciliar esta responsabilidad con su
vida profesional; temor a criar un hijo en
una etapa de su vida en la que no pue-
de hacerlo, y hacerlo signi ca renunciar
a muchas otras aspiraciones personales.
En de nitiva, un conjunto de implicacio-
nes que, por supuesto, ni siquiera se les
presenta al padre que tuviera que verse
en el dilema de abortar.
Desde la lógica de los derechos se invisi-
biliza toda esta densidad re exiva de las
mujeres y se resume a la simple decisión
de abortar o no, como un “derecho”. Esta
re exión se agudiza para la mujer que
sabe que debe tomarla como si fuera la
única responsable de dicha decisión. Se
percata de inmediato de la desigualdad
mayor que infringe la biología cuando no
va acompañada de una relación compar-
tida. Se entiende así que lo biológico haya
sido denunciado por las feministas como
un factor de dominación cultural. Las mu-
jeres son reducidas a su mera condición
de procreadoras y, además, se les deja la
difícil tarea de que sean ellas las que de-
cidan sobre una situación que concierne
a dos.

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