Empleos verdes

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Alo largo del pasado año, responsables de la formulación de políticas, empresas y la población de todo el mundo han tomado conciencia de que el cambio climático se convertirá, indudablemente, en el mayor reto social y medioambiental del siglo XXI. Peter Pos-chen, Especialista Senior de la OIT en Políticas y en materia de cambio climático, examina las repercusiones sociales y laborales de este complejo desafío mundial.

GINEBRA - Abordar el cambio climático requiere grandes transformaciones económicas, sociales y medioambientales, en su mayoría interre-lacionadas. Plantea cuestiones complejas en el terreno de la justicia, que reflejan la responsabilidad histórica de los países industrializados respecto al cambio climático, y la necesidad de emprender un esfuerzo común en el futuro. Exige asimismo planteamientos y acciones con arreglo a una escala temporal diferente: décadas, e incluso siglos, y no los ciclos empresariales o electorales habituales.

El cambio climático se acelera, y ha de atajarse mientras el mundo se aproxima al "cuello de botella" que se alcanzará en torno a 2050. Hasta entonces, la población del planeta seguirá creciendo, para estabilizarse posteriormente en 9.000 ó 10.000 millones de personas. En ese mismo período, el mundo aspira a una mejora significativa del bienestar material y a la erradicación de la pobreza, que sigue afectando a casi la mitad de la población de la Tierra en la actualidad. Estas metas sólo podrán alcanzarse mediante un crecimiento económico que genere más y mejores empleos para los 1.400 millones de pobres que trabajan y sobreviven en el presente con menos de dos dólares al día (OIT 2006).Page 5

A toda máquina - crecimiento económico, energía y emisiones

Sin embargo, la verdad incómoda es que el desarrollo económico basado en la actividad empresarial como la conocemos hasta ahora no es sostenible. Dará lugar a un cambio climático duradero y a gran escala causado por la actividad del hombre, con efectos negativos graves para toda la vida en la Tierra, incluidos los seres humanos. La razón principal es el vínculo entre el crecimiento y el consumo de energía basado en combustibles fósiles como el carbón, el gas y el petróleo. Se prevé que el producto interior bruto (PIB) mundial crecerá a un ritmo del 3% anual y alcanzará así, en 2030, en torno al 240% de su valor en 2000. En el pasado, el crecimiento económico y el uso de la energía han estado estrechamente relacionados. Por tanto, se prevé que el consumo de energía aumentará en un 50% hasta 2010.

A causa de las fuentes de energía y las tecnologías que se utilizan actualmente, el consumo energético impulsa también el cambio climático. En 2001, en torno al 80% de la energía se obtenía de combustibles fósiles, fundamentalmente del carbón, el petróleo y el gas natural. La quema de de estos combustibles en centrales eléctricas, automóviles, fábricas y hogares libera dióxido de carbono (CO2), la causa más importante del "efecto invernadero" que reduce la capacidad de la atmósfera de la Tierra para enviar parte de la energía recibida del sol de vuelta al espacio. Se retiene más energía y, con el tiempo, esta situación da lugar a una subida general de las temperaturas, es decir, al calentamiento global.

Al menos un 75% de las emisiones de CO2 se liberan a través de la combustión de combustibles fósiles. El 25% restante se debe principalmente al cambio en el uso de la tierra, y en especial a la destrucción y la conversión de los bosques. Estos dos tipos de emisiones son resultado de la actividad humana. Previamente a la Revolución Industrial, la concentración atmosférica de CO2 era de 280 ppm (partes por millón). Actualmente asciende a 380 ppm, la concentración más elevada en 420.000 años. Las emisiones debidas a actividades humanas dan lugar a la liberación en la atmósfera de unos 6.000 millones de toneladas de CO2 al año.

Las consecuencias de estas emisiones han sido evaluadas periódicamente por el Panel Interguberna-mental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) (véase el recuadro de la pág. 30). El Panel informa del estado del conocimiento científico basándose en las aportaciones de unos 2.500 científicos de todo el mundo. Los últimos informes, publicados en 2007, confirman anteriores conclusiones: las temperaturas se elevan, los patrones de las precipitaciones se modifican, el nivel del mar aumenta, y crece el número de sucesos meteorológicos extremos. Estas transformaciones ejercen efectos fundamentales en las economías y las pautas de asentamiento y, por tanto, también en los medios de vida y en los puestos de trabajo. Países, empresas y personas tendrán que adaptarse para atenuar estos impactos.

Sin embargo, la adaptación sólo es posible hasta cierto punto, y con ella sólo se abordan los síntomas, pero no la causa del problema. Si hasta la fecha se ha hecho muy poco para reducir las emisiones causantes del efecto invernadero, es en gran medida a causa del plazo que transcurre desde las emisiones hasta el desencadenamiento del cambio climático. Como puede observarse en el gráfico, trancurren decenios antes de que las emisiones se traduzcan en un calentamiento significativo de la atmósfera; después de un siglo, se producen elevaciones del nivel del mar, inicial-mente por el incremento de temperatura de los océanos, más adelante, y cada vez más, a causa de la fundición de los casquetes glaciares.

Este desfase entre causa y efecto tiene dos consecuencias importantes. En primer lugar, el mundo se encuentra abocado ya a un cambio climático significativo, aún cuando las emisiones cesaran hoy mismo. En segundo lugar, las emisiones han de reducirse drásticamente en los próximos diez a veinte años si se pretende que la humanidad contenga el calentamiento global en niveles en los que los cambios no se autoalimenten y, probablemente, entren en una espiral ajena a todo control. Se cree que los umbrales que deberían evitar un cambio climático ingobernable se sitúan en un incremento máximo de 2°C de la temperatura atmosférica, y una concentración máxima de 550 ppm de CO2, para 2050. Para permanecer por debajo de tales umbrales, las emisiones tendrán que situarse muy por debajo de los niveles actuales. En los países industrializados, donde las emisiones por habitantes alcanzan sus cotas máximas, éstas tendrán que haberse reducido de un 60 a un 80% para 2050. Varios países europeos, así como el Estado de California han adoptado estos niveles como objetivos legalmente vinculantes.

La consecución de estos objetivos no será fácil. El Dr. Socolow, científico del MIT, estima que la consecución de niveles de CO2 en la atmósfera considerados "seguros" requerirá unas emisiones de una tonelada por persona y año. El ciudadanoPage 6 medio de Estados Unidos produce ese nivel de emisiones con sólo utilizar su automóvil. En los países en desarrollo, las emisiones por habitante son bajas, pero aumentan rápidamente. Utilizando los combustibles y las tecnologías actuales, el crecimiento económico en los países en desarrollo genera casi un 50% más de emisiones de CO2 por dólar de valor añadido que los países industrializados. Con las tendencias actuales, los países en desarrollo serán responsables de más de dos tercios del incremento de los gases causantes del efecto invernadero. Se cree que China superó por vez primera a los Estados Unidos como mayor generador de estas emisiones en 2006.

El cambio climático ejercerá efectos significativos en la estructura de las economías, en las pautas de asentamiento, en los medios de vida y en el empleo. Tales repercusiones se deberán a tres fuentes (véanse los recuadros de información adicional en las páginas 7-8):

-- Cambios en el clima, que han comenzado ya a causa sufrimientos significativos;

-- La adaptación a estos cambios, en un esfuerzo por "limitar el padecimiento'; y

-- La mitigación, es decir, las medidas encaminadas a reducir las emisiones con el fin de "evitar lo ingobernable", en palabras del Profesor Holdren, de Harvard.

La medida en que estas repercusiones afectarán a los medios de vida de las personas dependerá de la ubicación, del sector económico y del grupo social.

Recoger la fruta madura

Los avances en el tratamiento del cambio climático dependerán en gran medida de la capacidad para despejar los temores en torno al futuro del empleo, la atenuación de la pobreza y el desarrollo.

Testigo del clima

KERICHO, KENYA OCCIDENTAL - Nelly Damaris Chepkoskei cultiva maíz y té y cuida algunas cabezas de ganado en su granja, además de ejercer como "moviliza-dora comunitaria" de un grupo local de voluntarios denominado Forest Action Net-work. Nelly instruye a la población local respecto a la importancia de conservar la selva: "trabajo fundamentalmente con mujeres, a las que creo que se ha dejado a un lado en lo que se refiere a temas de conservación". Nelly cultiva asimismo árboles jóvenes autóctonos en su explotación, para su venta o la donación a escuelas locales.

A lo largo de los tres últimos decenios, ha asistido a cambios erráticos en el clima y los niveles de precipitación. "En la estación seca hace más calor: toda la hierba se seca. No hay suficiente pienso para mis vacas, por lo que baja la producción de leche, y también los ingresos. Además, los suelos se quedan sin vegetación durante la estación seca, dando lugar a la erosión con la aparición de las lluvias", señala.

La variación de las temperaturas ha influido en otros aspectos además de los ingresos y los medios de vida. Un clima más cálido genera un caldo de cultivo para enfermedades como la malaria. Aunque

Kericho es una zona situada a una altitud elevada, con el aumento de la temperatura, la malaria se propaga a mayor velocidad entre la población que no se ha visto expuesta a esta enfermedad con frecuencia. La persistencia de condiciones climáticas severas y de mayor persistencia hace de la región un área vulnerable a las epidemias. Nelly comenta que "el tiempo frío solía garantizar que los mosquitos no sobrevivieran aquí. Ahora, la gente muere incluso de malaria, algo de lo que prácticamente no se tenía noticia hace 20 ó 30 años."

Fuente: World Wide

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