Educación e integración regional en el MERCOSUR

AuthorLic. Darío Pulfer
Pages11-20

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Introducción

En este artículo analizaremos los marcos sociales y concepciones dominantes en torno a la educación en el último tiempo; los antecedentes fundamentales del desenvolvimiento del sector educativo del MERCOSUR, los avances realizados, las cuestiones centrales del presente y las deudas y desafíos a afrontar en los próximos años, partiendo de las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales que atraviesa la Región en la actualidad.

Educación y modelos de desarrollo

La educación se ha constituido en un eje central en los modelos de desarrollo de las naciones y regiones del mundo al comenzar el siglo XXI. Esto obedece a la transición que se produce en los modelos de producción: el paso del esquema fordista (intensivo en mano de obra) a un nuevo modo de producción «informacional».

El nuevo capitalismo —transnacional, centrado en las finanzas y las telecomunicaciones internacionalizadas— realiza sus avances productivos aplicando a una velocidad inusitada las innovaciones científico-tecnológicas, convirtiéndose en intensivo en conocimiento. Va conformándose progresivamente una economía del conocimiento, del saber sobre la base de los pliegues productivos previos.

Surgen nuevas configuraciones sociales, nuevas hegemonías (detentadores del capital financiero y simbólico), nuevos límites sociales (inclusión/exclusión), nuevos procesos de subjetivación que ponen en cuestión los ordenamientos vigentes de la «sociedad industrial» que venía forjándose desde mediados del siglo XVIII.

Los Estados nacionales —actores indiscutibles del escenario internacional en la segunda posguerra— vieron debilitada su acción en ese contexto. En primer lugar, por la expansión de las multinacionales y en segundo, por laPage 12expansión de la llamada globalización y la incidencia de las cuatro Ies: inversiones, información, industria e inmigración. Variables que operan «por arriba» y salen del control «soberano» de los Estados nacionales.

Los procesos regionales —el MERCOSUR entre ellos— pueden ser interpretados como una reacción-reacomodamiento frente a un nuevo escenario —que coloca nuevas reglas, que pone en marcha otras fuerzas— para amortiguar los efectos (de redistribución de poder, de aumento de las desigualdades, de incremento de la velocidad, etcétera) que planteaba la nueva configuración.

En los treinta años que van desde 1975 a 2005 asistimos a un ciclo de «baja», recesivo de la economía capitalista internacional, reflejado en la caída del crecimiento del PBI en la mayoría de las naciones occidentales (comparándolos con los «treinta gloriosos» de la segunda posguerra). Este periodo se caracterizó por un ascenso de la hegemonía norteamericana (con la caída de la URSS), la imposición del neoliberalismo como ideología única, el debilitamiento de los Estados de protección y el desarrollo de una revolución científico-tecnológica que buscaba superar las condiciones adversas al proceso de acumulación de capital a escala global.

En ese marco se discute si estamos en presencia de un cambio de ciclo (saliendo de la prolongada crisis) y si el surgimiento de las economías emergentes junto con la consolidación de la Unión Europea (con el euro) conducen a un mundo multipolar.

En el contexto de declinación económica (de 1975 en adelante) en la Región latinoamericana se dan los procesos de transición política y la instalación de frágiles democracias; la indefinición estratégica en cuanto a estilos de desarrollo que no llevan al reemplazo de los modelos agotados o en mutación; los efectos desestructurantes en lo social de las dictaduras y luego del neoliberalismo. En ese marco, más propio y específico, nacen y crecen los procesos de integración, marcados por una debilidad estructural, la baja institucionalización y la perpetuación de viejas asimetrías.

Aún así, se producen elementos positivos como el aumento del intercambio comercial y de la articulación de sectores y áreas que se desconocían, ignoraban o, en el peor de los casos, confrontaban.

En los orígenes de este proceso tienen mayor protagonismo los poderes ejecutivos de los países que otras instancias de gobierno (legislativos, por ejemplo). También tienen primacía las áreas de gobierno más que los actores de la sociedad civil. Resulta notable ver que instituciones de fuerte tradición y vocación latinoamericanista, con propuestas históricas favorables a la inte-Page 13gración regional, como es el caso de la Iglesia Católica, no hayan generado espacios e instituciones que contribuyeran al proceso.

En los inicios de este —primeros años de la década de los 90— la educación es concebida como una política social de envergadura para contribuir al empleo, a la formación de una ciudadanía responsable, a la movilidad social ascendente, a la conformación de identidades nacionales abiertas a la regionalización. La educación es demandada fuertemente en diversos campos, asignándosele la responsabilidad por la compensación de las situaciones sociales (de desigualdad y exclusión) que producía el orden económico. Esa concepción orientó un proceso en el que el sistema educativo...

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