Doctrina de la Iglesia Católica y Medio Ambiente

AuthorJesús Romero Samper
ProfessionDepartamento de Psicología. Facultad de Medicina, Universidad CEU San Pablo
Pages203-224

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I Catecismo de la Iglesia Católica (1992). El mundo visible

A continuación se relacionan los puntos específicos del Catecismo. En el caso de que algún otro se relacionara con los citados, se insertan (enmarcados) a continuación (por ejemplo: con el 338 se relaciona el 297).

337 Dios mismo es quien ha creado el mundo visible en toda su riqueza, su diversidad y su orden. La Escritura presenta la obra del Creador simbólicamente como una secuencia de seis días «de trabajo» divino que terminan en el «reposo» dl séptimo día (Génesis 1, 1-2, 4). El texto sagrado enseña, a propósito de la Creación, verdades reveladas por Dios para nuestra salvación (Dei Verbum 11) que permiten «conocer la naturaleza íntima de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la alabanza divina» (Lumen gentium 36).

338 Nada existe que no deba su existencia a Dios creador. El mundo comenzó cuando fue sacado de la nada por la palabra de Dios; todos los seres existentes, toda la naturaleza, toda la historia humana están enraizados en este acontecimiento primordial: es el origen gracias al cual el mundo es constituido, y el tiempo ha comenzado (San Agustín, de Genesi contra Manichoeos, 1, 2, 4).

297 La fe en la Creación «de la nada» está atestiguada en la Escritura como una verdad llena de promesa y de esperanza. Así la madre de los siete hijos macabeos los alienta al martirio:

Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno. Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes... Te ruego, hijo, que mires al cielo y

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a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia.

339 Toda criatura posee su bondad y su perfección propias. Para cada una de las obras de los «seis días» se dice: «Y vio Dios que era bueno». «Por la condición misma de la Creación, todas las cosas están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un orden» (Gaudium et spes 36, 2). Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas, que desprecie al Creador y acaree consecuencias nefastas para los hombres y para su ambiente.

299 Porque Dios crea con sabiduría, la Creación está ordenada: «Tú todo lo dispusiste con medida, número y peso» (Sabiduría 11, 20). Creada en y por el Verbo eterno, «imagen del Dios invisible» (Colosenses 1, 15), la Creación está destinada, dirigida al hombre, imagen de Dios (Génesis 1, 26), llamado a una relación personal con Dios. Nuestra inteligencia, participando en la luz del Entendimiento divino, puede entender lo que Dios nos dice, puede entender lo que Dios nos dice por su Creación (Salmos 19, 2-5), ciertamente no sin gran esfuerzo y en un espíritu de humildad y de respeto ante el Creador y su obra (Job 42, 3). Salida de la bondad divina, la Creación participa en esa bondad («Y vio Dios que era bueno... muy bueno»: Génesis 1, 4.10.12.18.21.31). Porque la Creación es querida por Dios como un don dirigido al hombre, como una herencia que le es destinada y confiada. La Iglesia ha debido, en repetidas ocasiones, defender la bondad de la Creación comprendida la del mundo material (Denzinger-Schönmetzer, Enchiridion Symbolarum, definitionum et declarationum de rebus fidei et morum 286; 455-463; 800; 1333; 3002).

340 La interdependencia de las criaturas es querida por Dios. El sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión: las innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas de otras, para complementarse y servirse mutuamente.

341 La belleza del universo el orden y la armonía del mundo creado derivan de la diversidad de los seres y de las relaciones que entre ellos existen. El hombre las descubre progresivamente como leyes de la naturaleza que causan la admiración de los sabios. La belleza de la Creación refleja la infinita belleza del Creador. Debe inspirar el respeto y la sumisión de la inteligencia del hombre y de su voluntad.

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2500 [EXTRACTO] Antes de revelarse al hombre en palabras de verdad. Dios se revela a él, mediante el lenguaje universal de la Creación, obra de su Palabra, de su Sabiduría: el orden y la armonía del cosmos, que percibe tanto el niño como el hombre de ciencia, «pues por la grandeza del cosmos y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor» (Sabiduría 13, 5), «pues fue el Autor mismo de la belleza quien las creó» (Sabiduría 13, 3).

342 La jerarquía de las criaturas está expresada por el orden de los «seis días», que va de lo menos perfecto a lo más perfecto. Dios ama a todas sus criaturas (Salmos 145, 9), cuida de cada una, incluso de los pajarillos. Pero Jesús dice: «Vosotros valéis más que muchos pajarillos (Lucas 12, 6-7), o también: «¡Cuánto más vale un hombre que una oveja!» (Mateo 12, 12).

310 Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir ningún mal? En su poder infinito, Dios podría siempre crear algo mejor (santo Tomás de Aquino, summa theologiae I, 25, 6). Sin embargo, en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente crear un mundo «en estado de vía» hacia su perfección última. Este devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe también el mal físico, mientras la Creación no haya alcanzado su perfección (santo Tomás de Aquino, summa contra gentiles 3, 71).

343 El hombre es la cumbre de la obra de la Creación. El relato inspirado lo expresa distinguiendo netamente la Creación del hombre y la de las otras criaturas (Génesis 1, 26).

344 Existe una solidaridad entre todas las criaturas por el hecho de que todas tienen el mismo Creador, y que todas están ordenadas a su gloria:

Loado seas por toda criatura, mi Señor, y en especial loado por el hermano Sol, que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡loado mi Señor!

Y por la hermana tierra que es toda bendición, la hermana madre tierra, que da en toda ocasión las hierbas y los frutos y flores de color, y nos sustenta y rige: ¡loado mi Señor!

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Servidle con ternura y humilde corazón, agradeced sus dones, cantad su Creación. Las criaturas todas, loan a mi Señor. Amén.

(San Francisco de Asís, Cántico de las criaturas)

1218 [EXTRACTO] Desde el origen del mundo, el agua, criatura humilde y admirable, es la fuente de la vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura dice que el Espíritu de Dios «se cernía» sobre ellas (Génesis 1, 2).

346 En la Creación Dios puso un fundamento y unas leyes que permanecen estables (Hebreos 4, 3-4), en los cuales el creyente podrá apoyarse con confianza, y que son para él el signo y garantía de la fidelidad inquebrantable de la alianza de Dios (Jeremías 31, 35-37; 33, 19-26). Por su parte, el hombre deberá permanecer fiel a este fundamento y respetar las leyes que el Creador ha inscrito en la Creación.

353 Dios quiso la diversidad de sus criaturas y la bondad peculiar de cada una, su interdependencia y su orden. Destinó todas las criaturas materiales al bien del género humano. El hombre, y toda la Creación a través de él, está destinado a la gloria de Dios.

354 Respetar las leyes inscritas en la Creación y las relaciones que derivan de la naturaleza de las cosas es un principio de sabiduría y un fundamento de la moral.

373 En el...

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