Doctrina de la Iglesia Católica: la urgente necesidad de educación en materia medioambiental

AuthorJesús Romero Samper
ProfessionDepartamento de Psicología. Facultad de Medicina, Universidad CEU San Pablo
Pages185-191

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Ver nota 1

I Doctrina de la Iglesia Católica y medio ambiente

En 1967 la revista Science publicó un artículo de Lynn White titulado: «Las raíces históricas de nuestra crisis ecológica». En él, se acusa al judeocristianismo de ser responsable de la destrucción ambiental del planeta. Acusada de cierto antropocentrismo, sobre el concepto de «conquista y dominio de la naturaleza», la religión cristiana sería reiteradamente acusada en este sentido. La base de estas acusaciones se fundamenta en pasajes del Antiguo Testamento como el siguiente del Génesis (1): Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo Dios, diciéndolos: «Procread y multiplicaos, y henchid la tierra, sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra.» Sin embargo, carece de rigor intelectual interpretar literalmente estos anti-guos textos, sin someterlos a un análisis hermenéutico ni observar los criterios exegéticos.

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Como respuesta a las primeras denuncias sobre la crisis global ambiental, a finales de la década de los sesenta, ya en los setenta la Iglesia se pronuncia sobre esta problemática. Hay que recordar que la crisis ecológica ha sido un fenómeno histórico creciente, de manifiesta alerta en los sesenta/setenta: que es cuando comienza el debate. Debe reconocerse, no obstante, que deter-minadas tendencias en la teología se han caracterizado por un marcado antropocentrismo, desconsiderando la relación del hombre con la naturaleza. A la par que otras siempre han caído en un extremo biocentrismo, como es el caso de la teología de la liberación, tan ligada a los países en desarrollo (en Hispanoamérica, concretamente).

Concerniéndonos a la Iglesia Católica, prontamente se producen las primeras declaraciones. «Futuro de la Creación - Futuro de la Humanidad», de la Conferencia Episcopal Alemana. Las encíclicas «Populorum progresio» y «Octoggesia adveniens» de Pablo VI. O los discursos del mismo pontífice ante la FAO (1970) y la ONU (1972).

Son numerosas las referencias bíblicas que nos describen como es Dios quien está en el centro de la Creación, invitando al hombre a la contemplación del mundo, que no es sino reflejo de Su belleza y bondad. Así, en las Antiguas Escrituras: Génesis (1 y 2); los Salmos (8, 19, 96, 104, 114 y 147), que proclaman la gloria de Dios y el canto de todas sus criaturas; Job 38 (4-7); Isaías 14 (7-8) o 55 (12), donde explica que la armonía de la creación volverá con la era mesiánica; Jeremías 12 (10-11), donde se clama contra los saqueadores de la tierra; Amós 4 (7-9), donde se describe una catástrofe ecológica ocasionada por el pecado del pueblo; Oseas 4 (1-3).

Por lo que respecta al Nuevo Testamento, no faltan asimismo referencias del profundo conocimiento y cariño de Jesucristo hacia la Creación: Marcos 13 (28), 7 (15); Mateo 6 (30), 13 (4-9, 24-30 y 31-32); Romanos 8 (19-23); Efesios 1 (3-4); Colosenses 1 (15-20); Apocalipsis 21 (1).

Tras las primeras intervenciones de Pablo VI, la Iglesia volverá a manifestarse bajo el pontificado de Juan Pablo II: profundizando en la respuesta religiosa a la crisis ambiental. El Catecismo de la Iglesia Católica (1992) aclara ciertos aspectos de la doctrina ambiental de la Iglesia. Entre los puntos 337 y 344, por ejemplo y como hemos visto, se extiende ampliamente.

De forma que la Iglesia ofrece un enfoque nuevo y superior: el teocéntrico, sobre los antropo y biocéntricos. El dominio del hombre sobre las cosas (Génesis 1, 27-28) queda fundamentado en su exclusiva capacidad moral. Además, se reconoce la existencia (previa al hombre) de una naturaleza ordenada. Se encuentran así respuestas a las cuestiones no resueltas por el antropocentrismo (¿para qué estoy hecho yo?) y el biocentrismo (¿para qué está hecha la naturaleza?).

Así, para la Iglesia Católica el problema medioambiental se transforma en un problema fundamental para la humanidad de dimensiones morales, cuya primera respuesta es la solidaridad o unidad en un destino común. Así lo especifica, como hemos visto, el punto 354 del Catecismo. Juan Pablo II, en unas

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