Darfur: autodeterminacion, colonialismo interno y separatismo etnopolitico en los primeros anos del siglo XXI.

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Resumen

El artículo aborda la trayectoria del conflicto de Darfur, así como la coyuntura actual y algunos escenarios prospectivos. El argumento central del trabajo sugiere que el conflicto emopolítico que allí existe puede abordarse desde la óptica conceptual del colonialismo interno. Se concluye que la alternativa más viable para las etnias Fur, Masalit y Zaghawa --esto es, los habitantes originales de Darfur-- vendría a ser la recuperación de su soberanía política, económica y social.

PALABRAS CLAVE: Darfur, África, conflictos emopolíticos, seguridad internacional.

Darfur: self-determinnation, domestic colonialism and ethno-political secessionism at the beginning of the 21st century

Abstract

The article approaches the trajectory of the conflict in Darfur, as well as the current conjuncture and some prospective scenarios. The central argument suggests that the current ethnopolitical conflict in Darfur can be examined from the conceptual standpoint of internal colonialism. The paper concludes that the most viable alternative to the Fur, Masalit and Zaghawa ethnias--original inhabitants of Darfur--would be the recovery of their political, economic and social sovereignty.

KEY-WORDS: Darfur, Africa, ethnic and political conflicts, international security.

  1. INTRODUCCIÓN

Desde 2003 prevalece en la región de Darfur --oeste de Sudán-- una de las mayores crisis humanitarias del mundo. Aunque existen ciertos acuerdos de cese al fuego, eventual reconciliación nacional y una modesta fuerza de paz integrada fundamentalmente por tropas africanas, lo cierto es que continúan llegando noticias de violencia etnopolítica desde la región.

Ciertamente los peores momentos de la crisis de Darfur se produjeron entre febrero de 2003 y diciembre de 2004 (García, 2005). Ya pasó la época de las gravísimas matanzas, que incluso fueron consideradas como genocidio. Al parecer se redujo la violación masiva y organizada de los derechos humanos de las etnias Fur, Masalit y Zaghawa. Asimismo, mermó el saqueo, la destrucción y la quema indiscriminada de cosechas.

Con todo, en el segundo semestre de 2008 persiste el drama de Darfur. La mitad de los seis millones de habitantes originales de la región murieron o fueron forzados a emigrar hacia campos de refugiados en la frontera con Chad y la República Centroafricana o hacia otras ciudades del país --esto es, se convirtieron en desplazados internos para asegurar su propia supervivencia. La violencia paramilitar de las milicias progubernamentales --normalmente llamadas Janjaweed-- produjo un peligroso vacío de poder político que favoreció la emergencia de la criminalidad organizada y común. Todo ello sin olvidar el trauma psicológico de una tragedia comparable a lo acontecido en Rwanda, Somalia, Bosnia, Afganistán o el Congo --por citar algunos de los casos más importantes de conflicto etnopolítico de los últimos años (Verschave, 2000; Straus, 2005; Arrighi, 2002) (1). Las grandes potencias con vínculos e intereses en el cuerno de África aparentemente no están dispuestas a detener definitivamente la tragedia. Y lo más probable es que en Darfur persistan el caos y la anarquía, a menos que la región consiga volver a ser independiente, como lo fue durante siglos --hasta su incorporación como dependencia del Imperio Británico, en 1917 (Held y otros, 1999).

Obsérvese que simultáneamente con la crisis en Darfur, las autoridades de Jartum y las guerrillas del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán --comandadas por John Garang-- negociaban el llamado Acuerdo Amplio de Paz, firmado en 2005. Dicho acuerdo, aunque frágil e inestable, encerró formalmente la segunda guerra civil del país y abrió la posibilidad de realizar en 2011 un referendo popular con eventual separación e independencia del territorio. Al parecer, el éxito de la lucha etnopolítica y separatista de las comunidades del sur del país terminó motivando a los líderes de Darfur a lanzarse en una lucha semejante contra la desidia, el despotismo y el colonialismo interno de las autoridades centrales sudanesas.

  1. LOS CONFLICTOS ETNOPOLÍTICOS, LA RECOMPOSICIÓN DEL SISTEMA WESTFALIANO Y EL RESURGIMIENTO DE GUERRAS PREMODERNAS: BREVES CONSIDERACIONES CONCEPTUALES DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS ESTUDIOS SOBRE SEGURIDAD INTERNACIONAL

    A comienzos de la década de 1990 Francis Fukuyama se hizo famoso con su polémica hipótesis del fin de la historia. En términos fundamentales, el autor sostuvo que la mayoría de las naciones occidentales habrían entrado en una fase de estabilidad política y económica --quiere decir, el doble triunfo de la democracia representativa y del capitalismo liberal de mercado. De acuerdo con Fukuyama, el fin de la historia en occidente indicaba que no había alternativas viables para aquellas naciones. Además, la mayoría de las naciones europeas y americanas habrían entrado en la fase de los conflictos posmodernos, cuya principal característica sería la reducida posibilidad de guerra o de violencia interestatal entre ellas. Con todo, el panorama propuesto por Fukuyama no se confirmó en muchos Estados del mundo en desarrollo, donde una generación de conflictos armados intraestatales, básicamente identitarios o etnopolíticos, pasaron a ser preponderantes, violentos y altamente significativos en el escenario de la seguridad internacional (David, 2001). Tal fue el caso de Rwanda, Burundi, Bosnia y Chechenia, por citar algunos de los más conocidos.

    Naturalmente los conflictos armados internos en general y los conflictos etnopolíticos en particular no son exclusivos del mundo pos Guerra Fría. Se trata de actos de violencia que predominaron hasta que surgió el llamado sistema westfaliano --basado en el principio de la soberanía y del Estado territorial (Krasner, 2001). En tal sentido, este tipo específico de conflicto se caracteriza por el predominio de la violencia civil, su naturaleza intraestatal y el predominio de rasgos identitarios socioculturales (especialmente de naturaleza religiosa, lingüística, tribal o filosófica). A diferencia de una guerra interestatal en el sentido clásico del término, los conflictos armados vigentes en muchos países y regiones presentan una fuerte connotación intraestatal. La relevancia de la cuestión estrictamente territorial tiende a disminuir de manera apreciable como causa de la guerra. En general, el conflicto armado interno implica una situación en la cual un Estado se involucra en una oposición decidida contra una etnia, un clan o un grupo organizado, porque los objetivos procurados por unos y otros se hacen cada vez más incompatibles o antagónicos. En el caso de los conflictos etnopolíticos los objetivos son principalmente identitarios pero también políticos, diplomáticos, económicos y sociales (2).

    Vale agregar que existen semejanzas y diferencias importantes entre los conflictos armados de naturaleza guerrillera y separatista. En ambos casos el Estado pierde la adhesión y la legitimidad vertical --quiere decir, el pacto de autoridad, lealtad y sumisión. También son conflictos de larga duración y son particularmente violentos contra los no combatientes. Sin embargo, solo en el segundo caso se reivindica la extinción de la solidaridad, cooperación y fraternidad horizontales, esto es, el pacto de unión perpetua entre los integrantes de una sociedad nacional debido a la emergencia de los micro-nacionalismos (3), al colapso de la identidad nacional, a la desidia de las autoridades, a la incapacidad de ofrecer protección para garantizar la supervivencia, al despotismo y a la desintegración de Estados corroídos por la opresión y la corrupción (4). En consecuencia, la lógica de los conflictos identitarios o etnopolíticos es particularmente atroz, dado que normalmente se pide la eliminación física de los > para garantizar > supervivencia y valores.

    Algunos autores llaman a este fenómeno retribalización o neomedievalismo. Una reivindicación de la...

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