La conciencia legal del mundo civilizado

AuthorMartti Koskenniemi
ProfessionProfesor de Derecho Internacional, Universidad de Helsinki
Pages23-103

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El hombre en su conciencia ya no está atado por los fines de la particularidad. Éste es el mayor punto de partida, el punto de partida del mundo moderno. Hemos llegado ahora a la era de la conciencia, lo cual implica un retroceso en sí mismo. Las épocas anteriores eran más sensibles, y tenían frente a ellas algo externo y dado, fuese religión o derecho. Pero la conciencia es consciente de sí misma como pensamiento, y sabe que mi pensamiento es para mí la única cosa que es obligatoria.

G. W. F. Hegel, Philosophy of Right. § 136. Addition.

Un observador de la política internacional en la década de 1860 con simpatías liberales no puede evitar sentirse molesto por la aparente coincidencia de dos hechos. La mitad del siglo precedente había constituido uno de los más largos períodos de paz en la historia europea, salpicado sólo por ocasionales y limitados conflictos militares. La larga calma había creado las condiciones para un crecimiento económico sin precedentes cuyo fruto pudo haber sido distribuido desigualmente, pero parecía suficientemente tangible como prueba de que la civilización europea se había lanzado en una marcha irreversible hacia el progreso económico y espiritual.

Por otro lado, la paz se había creado y su respeto se había impuesto a través de un pacto entre cinco grandes potencias, tres de las cuales (Austria, Prusia y Rusia) estaban gobernadas por monarcas absolutistas cuyo principal motivo para la cooperación parecía ser su deseo compartido de detener cualquier propuesta de gobierno representativo o aumento del sufragio. En efecto, si había progreso económico, su alcance geográfico estaba limitado a Occidente, mientras que la mayor parte de Europa no había sido alcanzada por los beneficios de la industrialización o el libre comercio. El progreso, aunque innegable, había surgido de una paz que parecía precaria -como lo había demostrado la Guerra de Crimea- y Page 24 un obstáculo positivo para la difusión de las ideas liberales.1 Los hombres que alababan el espíritu del liberalismo a mediados de la época victoriana fueron obligados a concluir que las condiciones políticas y económicas reinantes en ningún caso garantizaban más progreso y eran responsables de la presencia de aquella otra némesis temible, la revolución.

Un manifiesto

Bajo tales condiciones, muchos sintieron que era necesario actuar para asegurar la difusión de las ideas liberales. Éste era uno de los propósitos de la Association internationale pour le progres des sciences sociales, que fue fundada en Bruselas en septiembre de 1862 siguiendo el ejemplo de una asociación británica que se había establecido cinco años antes con el mismo nombre.2

Entre los participantes de la Conferencia de Bruselas había tres jóvenes abogados: Gustave Rolin-Jaequemyns (1835-1902), un avocat de Gante; Tobias Asser (1838-1913), abogado de 24 años de Amsterdam que acababa de ser nombrado Profesor de Derecho Contemporáneo en lo que hoy es la Universidad de Amsterdam, y John Westlake (1828-1913), abogado de Lincoln's Inn, autor del bien recibido tratado de 1858 sobre derecho internacional privado y secretario de la Asociación británica.3 Los tres hombres se conocieron dentro y fuera de las formales sesiones de la conferencia y se hicieron amigos. Al año siguiente, Rolin invitó a Asser y a Westlake a acompañarlo a Gante durante la segunda conferencia de la Asociación, de la cual él era el principal organizador.

La Association internationale defendía las ideas liberales, la tolerancia religiosa, la libertad de opinión y el libre comercio así como el desarrollo de contactos entre los pueblos.4 Procuró proveer bases seculares y científicas para las políticas Page 25 liberales, ya no asociadas con el temprano racionalismo ilustrado o el utilitarismo deductivo.5 Algunos miembros franceses, sin embargo, deseaban usar la Asociación para propósitos radicales o revolucionarios, y después de cuatro conferencias ésta se disolvió dejando en las mentes de los tres hombres su fructífera cooperación en el derecho comparado y su amistad.

En el curso de una visita de negocios a Amsterdam, en julio de 1867, Rolin se encontró nuevamente con Asser y durante un paseo en el bosque de Haarlem surgió la idea de establecer un periódico científico-jurídico sobre bases internacionales.6 Ese periódico podía propagar opiniones liberales y experiencias con la reforma legislativa por toda Europa. Más tarde, aquel mismo verano, Rolin visitó Londres y llevó la propuesta a Westlake, quien estuvo de acuerdo en que era una excelente idea pero se negó a asumir un papel principal en el proyecto. Rolin y Asser entonces prepararon un primer plan para una publicación que trataría cuestiones de derecho internacional privado y derecho comparado sobre bases internacionales y reformistas. En un informe, observaban dos importantes rasgos de la época: el espíritu nacional estaba despertándose y fortaleciéndose por toda Europa; simultáneamente, estaba siendo moderado por l'esprit d'internationalité, un nuevo espíritu que enseñaba a naciones y razas a seguir ciertos principios comunes no sólo en sus relaciones mutuas sino también en su legislación interna. Sin renunciar a su autonomía, los Estados habían llegado a cooperar y a reconocer "la unidad superior de la gran sociedad humana."7 Gracias a este nuevo espíritu, las ciencias exactas, la industria y la economía habían hecho recientemente grandes progresos. Ahora era el turno del derecho. Legisladores y juristas necesitaban aprender sobre las leyes y proyectos legislativos de diferentes países para apreciar mejor los efectos de las reformas internas propuestas y reducir los conflictos que pudiesen causarse por leyes diferentes. "Hoy, declaraba el informe, nadie que quiera mejorar las condiciones sociales puede permitirse descuidar el estudio del derecho comparado".8 Westlake estaba de acuerdo con el alcance y espíritu del informe, aunque se preguntaba si el espíritu nacional había actuado siempre en dirección de la paz y evitado apelar a vagos conceptos como "la conciencia Page 26 de la época". El texto, sin embargo, fue enmendado para reemplazar el esprit d'internationalité por una referencia menos controvertida sobre cómo las naciones ("ces grandes individualités collectives") habían dejado recientemente de mirarse como enemigas y empezado a cooperar para promover propósitos comunes.9Entonces, Rolin y Asser comunicaron el proyecto a Pasquale Manzini (1817-1888) de Turín, Profesor de Derecho Público, Extranjero e Internacional10 y miembro del Parlamento de Cerdeña por la Izquierda Democrática, ya famoso defensor del principio de las nacionalidades, cuyo prestigio y experiencia ellos deseaban sumar. Manzini dio un apoyo entusiasta al proyecto, proponiendo que el periódico tratase también cuestiones propias del derecho internacional.11 El texto fue revisado satisfactoriamente y el primer número de la Revue de droit international et de législation comparée -la primera publicación sobre derecho internacional- fue publicado a finales de 1868.

En el manifiesto que encabezaba el primer número, Rolin inauguraba la Revue como un foro profesional para la reforma legislativa liberal en Europa. El estudio comparativo de las legislaciones -apuntó- era un instrumento para ello, con referencia específica a Bentham y Montesquieu, y listaba su temario: en materia de estatus personal, la abolición no sólo de la esclavitud sino también de la servidumbre; en asuntos civiles, la libertad de establecimiento; en materia penal, la creación de una relación más justa entre el crimen y el castigo, y la aplicación del castigo en interés tanto del criminal como también de la sociedad; la supresión o penalización de la usura y de corporaciones privilegiadas, la liberación del valor del oro y la plata y la libertad de asociación.12 Y así sucesivamente. Fue una verdadera lista de compra de reforma liberal que debía ser promocionada por el nuevo diario.

Pero el manifiesto también trataba cuestiones propias del derecho internacional. Rolin apuntó a la creciente influencia de las ideas humanitarias en la limitación de la guerra y en el manejo de las hostilidades. La Convención de Ginebra de 1864 había establecido disposiciones para el tratamiento de soldados heridos y enfermos, y mientras Rolin estaba escribiendo, se acordaba en Bruselas una conferencia con el propósito de establecer principios adicionales para la humanización de la guerra. El periódico podía discutir tales proyectos para extender la conciencia sobre ellos. Pero -escribió Rolin- a pesar de que era común tratar los actos unilaterales y los tratados entre Estados como fuentes de derecho internacional, su fuerza no se debía a su forma -después de todo, "on Page 27 les viole aussi souvent qu'on les invoque"13-; su fuerza surgía de la opinión pública. Incluso en la violación de los pactos, los Estados creaban excusas demostrando la necesidad de justificarse ante tal opinión.

La diplomacia no era fiable. En 1815, las Grandes Potencias se habían atribuido el papel de garantes de la paz. Pero, ¿habían atenido ellas mismas a sus proclamados principios? ¿Habían defendido al débil contra el fuerte? Las preguntas eran puramente retóricas. La Santa Alianza y el Congreso -escribió Rolin- "habían vuelto las ideas kantianas a favor del absolutismo y las habían disfrazado de misticismo". La reacción había sido inevitable: las ideas revolucionarias extendidas por todos lados y Europa dividida en dos campos hostiles: "la alianza de pueblos...

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