"El código es el contrato" - una expresión problemática

AuthorJosé Daniel Sánchez Quiñones
PositionAbogado y Politólogo de la Universidad Javeriana. Candidato a la maestría en Derecho y Tecnologías Digitales en la Universidad de Leiden, Holanda

Son frecuentes las discusiones sobre la dificultad para el derecho en seguirle el ritmo a la innovación digital, generalmente conducidas bajo una premisa: las nuevas tecnologías deben, en todo caso, verse dotadas de un sustento y direccionamiento por parte del ordenamiento jurídico, lo que facilita un balance entre la garantía de derechos y la libertad para innovar; algo que parecería una obviedad.

Sin embargo, dicha premisa no parece tan clara al tratarse del “contrato inteligente”, también conocido como contrato ITTT (If this, then that” / “Si esto, entonces esto”). Este se entiende como una herramienta tecnológica que permite la ejecución automática de un evento o condición preestablecida mediante códigos informáticos (generalmente en un lenguaje llamado Solidity) que se registran en una base de datos descentralizada llamada blockchain (habitualmente en una red llamada Ethereum – que no debe confundirse con la criptomoneda Ether).

Un ejemplo de esto es el producto Fizzy, lanzado por la aseguradora AXA en 2017 (actualmente descontinuado), que ofrecía a los viajeros un seguro en caso de que su vuelo se viera retrasado por 2 horas o más. El código se alimentaba de una base de datos sobre los horarios de los vuelos, pudiendo así asegurar que ante cualquier retraso por dicho termino se liberaran automáticamente unos recursos para el viajero por el siniestro verificado.

Frente a los “contratos inteligentes” se aboga que las obligaciones entre los extremos contractuales pueden ser expresadas completamente en código, dando paso a su ejecución automática e inalterable, lo que resultaría en una imposibilidad de incumplir las mismas. De alguna manera, se busca que los “contratos inteligentes”, al contener en código las obligaciones de las partes, sean completamente autosuficientes y, como tal, que no requieran de ninguna fuente externa, como puede ser incluso un sustento y direccionamiento por parte del ordenamiento jurídico. Lo anterior, ha hecho popular la expresión “el código es el contrato”, y en sectores más radicales, “el código es ley” (“code is law”).

Este encuentro entre tecnologías y derecho contractual puede parecer irreconciliable porque resulta difícil pensar que estos “contratos inteligentes” operen por sí mismos, sin acudir a las reglas del derecho de contratos o, lo que es equivalente, en el vacío.

De una parte, el problema es semántico: el fundador de la red de blockchain Ethereum, Vitalik Buterin, admitió en 2018 que no debió...

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