ESPENCE, Claude; La Institución del Príncipe, 1548

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París.

(1511-1571)

[3 bis], Capítulo I, De la dignidad de la majestad real.

No hay poder superior más que el de Dios. El poder real está divinamente establecido y quien a él se resista contravendrá la orden de Dios, puesto que los príncipes son sus ministros en este reino. Se emplean por ello en hacer guardar la justicia, tanto vengando los actos de los malhechores como alabando a aquellos que hacen el bien.

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[4] Escuchad atentamente, oh reyes, y atended vosotros jueces de la tierra, aprended y prestad oídos, vosotros que gobernáis a los pueblos [...]. El poder os es dado por el Señor y la virtud por el Soberano [...] [quien] cambia los tiempos y los términos, quita y establece a los reyes, domina y tiene poder sobre el reino de los hombres, se lo da a quien quiere y a quien le place [4bis] le constituye sobre el más humilde de los hombres.

[5] Capítulo II, Del oficio de Rey hacia Dios.

Ahora escuchad vosotros, reyes, dice este rey hallado por el corazón de Dios, instruíos vosotros que juzgáis la tierra, temed al señor y recibid su disciplina para no enojarle, porque interrogará vuestra obras y diligentemente inquirirá vuestros pensamientos. Porque cuando seáis los ministros de su Reino, si no habéis juzgado rectamente, ni habéis guardado las leyes de la justicia, ni habéis caminado según la voluntad de Dios, pronto y de forma horrible se os aparecerá y un duro juicio recaerá en aquellos que presiden y los poderosos poderosamente serán atormentados. A vosotros, pues, reyes, se dirigen mis palabras, para que adquiráis sabiduría [...].

[9 bis] Capítulo IIII, Del oficio de rey hacia la Iglesia.

El estado de un república depende de dos virtudes, a saber, la religión y la justicia entre las que hay una gran sociedad y alianza, ya que ellas la conservan. Una...