Chile y el nuevo e incierto mundo.

AuthorMuñoz, Heraldo

Durante muchos años el escenario internacional y, por consiguiente los desafíos externos para Chile y el resto de los países, estarán marcados por dos grandes acontecimientos sorprendentes y traumáticos: la caída del Muro de Berlín en 1989 y la caída de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre del 2001. La primera simbolizó el fin de la guerra fría que caracterizó la política mundial durante la segunda mitad del siglo XX. Además, la caída del muro señalizó la aceleración de la globalización económica como fenómeno dominante de la post-guerra fría. La segunda representó un hito de cambio en las relaciones internacionales y en las políticas de seguridad. Por primera vez una agresión externa equivalente al estallido de una guerra golpeó el territorio continental norteamericano, dejando una sensación de vulnerabilidad de Estados Unidos que acabó con la premisa del "excepcionalismo" estadounidense postulada por Seymour Mattin Lipset. La política de defensa norteamericana, orientada a establecer un escudo espacial antinuclear, se vio cuestionada por una amenaza terrorista no-convencional. Paralelamente, Estados Unidos pasó a priorizar sus lazos con aliados tradicionales y potencias claves, con una consecuente declinación de la importancia de ciertas regiones, en función de tata lucha antiterrorista de largo aliento.

Ni la caída del Muro de Berlín ni la de las Torres Gemelas dieron lugar a cambios propiamente tales sino que, más bien, pusieron en evidencia o trajeron a un primer plano fenómenos que ya estaban incubándose o desarrollándose hacía tiempo, tales como la globalización económica o las amenazas de seguridad no-convencionales.

EL ESCENARIO DE LA POST-GUERRA FRÍA

El inicio de la década de los noventa marcó el fin del principal conflicto del siglo XX: la guerra fría. La caída del Muro de Berlín en 1989 simbólicamente puso fin al conflicto Este Oeste y provocó, en definitiva, el desmoronamiento de la filosofía, los instrumentos y la propia institucionalidad de seguridad surgidas después de la Segunda guerra Mundial. En América Latina, la guerra fría vinculó los problemas internos del desarrollo con la confrontación entre las dos superpotencias. Esta confrontación también llevó a Washington y Moscú a legitimar o combatir gobiernos según su alineamiento con los respectivos bloques. En América Latina la lógica externa de la contención del avance del comunismo primó sobre los factores internos. Desaparecida la Unión Soviética, Estados Unidos perdió entonces el concepto organizador de su política exterior: la contención de la URSS y de la ideología comunista.

En los noventa la administración del Presidente Bill Clinton definió la nueva política de seguridad de su país como de "ampliación" de la comunidad de democracias de mercado, en contraste con la antigua política de "contención" del comunismo. Sin embargo, como ha señalado Lester Thurow, quedó en evidencia una enorme dificultad: Estados Unidos se había preparado durante medio siglo para confrontarse militarmente con la Unión Soviética, que había dejado de existir, pero ahora y durante quizás el próximo medio siglo se perfilaba un conflicto de carácter económico, esta vez con la Unión Europea y Japón (1). Es decir, las guerras comerciales reemplazarían a la guerra fría.

Entretanto, en América Latina, dos cambios fundamentales, previos a la caída del Muro, estaban desarrollándose. En América del Sur, la década de los ochenta e inicios de los noventa trajo el retorno a los sistemas democráticos. La democratización tuvo un impacto importante en la percepción y ejecución de las políticas de seguridad y en las políticas exteriores. La democracia se tomó en principio esencial de la inserción externa del subcontinente en la post-guerra fría. Y, en América Central, los procesos de paz inaugurados con la firma del Tratado de Esquipulas, en 1987, se vieron ampliamente beneficiados por la distensión global del fin de la guerra fría.

Con el término de la guerra fría y la profundización de la globalización económica emergieron con mayor visibilidad política las nuevas amenazas a la seguridad global y regional.

El combate al comunismo dio paso al combate al narcotráfico. Y, tan grave como el uso unilateral de la fuerza, aparecieron la botadura de desechos tóxicos, el lavado de dinero del crimen organizado, el "ciber-terrorismo", las plagas globales como el SIDA, las migraciones ilegales masivas, e incluso los ataques especulativos contra determinadas monedas. A ello se agregó el incremento estructural de la violencia, el tráfico ilegal de armas pequeñas y livianas y, como efecto acumulado, el debilitamiento de la soberanía estatal.

La seguridad en la post-guerra fría dejaba de ser un tema exclusivamente militar. Los llamados "nuevos temas" llegaban para quedarse.

Por otra parte, pese a los efectos positivos del fin de la guerra fría en cuanto al alejamiento del peligro del holocausto nuclear y de la declinación de la confrontación ideológica Este-Oeste, las esperanzas de paz y cooperación derivadas de aquel hecho histórico se desvanecieron al corto andar. Nuevos conflictos reemplazaron a la guerra fría, puesto que en los 10 años desde el fin de ese período han ocurrido alrededor de 103 conflictos armados, la mayoría de ellos de carácter nacional o regional y con víctimas mayoritariamente civiles.

Junto con la desaparición de la guerra fría, la caída del Muro de Berlín puso en evidencia la creciente profundización de la globalización económica y de la conectividad mundial. Removidos los escollos de la confrontación ideológica, política y militar Este-Oeste, se aceleró el proceso de...

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