La brecha politico-institucional: el diferencial de desarrollo politico de America Latina con respecto a Estados Unidos y Europa.

AuthorPerez Anton, Romeo

Más que ingresar al siglo XXI, esta Amériica Latina se aproxima hoy albicentenario de los acontecimientos juntistas que la llevaron al magno provecto republicano, el cual, a pesar de todo, ha contribuido desde entonces a su unificación en una práctica mediante lazos muy fuertes y rectores. ¿Reflexión sobre un fracaso de doscientos años ("brecha", "diferencial de desarrollo "propone nuestro título)? ¿Una perspectiva caduca en la posmodernidad, por asignar primacía a lo político? En todo caso, un enérgico y seco empujón hacia reflexiones adicionales sobre la peripecia ale esta parte pobre y no tan libre de América, marginal pero imprescindible. Una y diversa. Perturbadora pero irrenunciable.

PLANTEO

No nos conforma el habitual planteamiento de nuestras innegables deficiencias de institucionalidad política como distancia o retraso en relación con los exitosos. Menos aún, como imitación o impostación de lo que otros logran porque recibieron de una vez el fuego sagrado, en su raza o en su religión o en el frío que combaten durante sus noches de doce o catorce horas, de todo lo cual se ha hablado sin pausa ni rigor ("el subdesarrollo está en la mente", "civilización y barbarie", "protestantismo y progreso").

Preferimos asir nuestros problemas en tanto realización de un paradigma, la democracia. 0 más precisamente, en tanto ajuste de la convivencia a esa construcción normativa.

El paradigma está allí, se lo ha establecido y no depende de que los distintos pueblos consigan o no aproximarse a su cumplimiento. No es relativizable, como en tantas ocasiones hemos ensayado hacer los latinoamericanos (que a la seguridad de la nación, que a la superación de la pobreza, que al bloqueo, que a la restauración, que a la revolución ...). Si no se lo observa, peor para el que así actúa, no peor para el paradigma. ¿Que caducará en su primacía a largo plazo? Probablemente, pero ese largo plazo comprenderá muchísimas generaciones, desborda la capacidad proyectiva de todos los partidos y esquemas ideológicos hoy vigentes, se tenderá sobre algunas revoluciones tecnológicas más.

Nuestro fracaso consiste, entonces, no en permanecer situados a distancia de otros, pues esa distancia no se traduce en marchar detrás o en haber errado la mm ("caminante, no hay camino ..."); consiste en no habernos ajustado a un paradigma susceptible de razonable ejecución y que ratifica al pasar a las conductas su superior valía, como otros han podido, han logrado y han acreditado. Allí encontramos a Europa (con precisiones, que dejamos pendientes) y a Estados Unidos y Canadá: más ricos de la riqueza que ellos y nosotros identificamos y procuramos desde varios siglos al presente.

El referido fracaso de Latinoamérica tiene su historia, como veremos. Y esa historia reserva sorpresas tales como la de haber participado en la elaboración inicial del ideal democrático y la de haber protagonizado la primera y decisiva extensión moderna del compromiso con ese paradigma. No fue tardío ni pusilánime el comienzo de una búsqueda en la que, no obstante, ha predominado la frustración; aquellos datos tempranos deben aventar las simplificaciones y llevamos, en lugar de ellas, a las explicaciones hondas, cabales, propias de un drama político en que se pierde, contingente y no fatalmente, el cumplimiento buscado del canon democrático. ¿Cómo y por qué, concretamente, falla la continuidad de las democracias latinoamericanas? ¿Surgen las amenazas, con frecuencia consumadas, de dentro o de fuera? ¿0 de ambas vertientes? ¿Son culturales, caracteriológicas, socioeconómicas?

Podemos aferrar ya, en esta sección de mero planteo, ciertas puntas de las respuestas. No necesitamos buscarlas, en cuanto cabezales de complejas explicaciones, más allá del presente. Si nos abrimos metódicamente a él, para que nos dé la forma inicial de nuestra conciencia investigativa, al modo de la fenomenología, percibiremos ante todo, según creemos, la operación o gravitación antagónicas de sesgos democráticos y no democráticos. Vigencias amplias y tenaces de instituciones y fuerzas de uno y otro carácter. Novedades y retornos, presencias de carne y hueso junto a fantasmas inactuales pero vigorosos; todos cómodamente instalados en una irresuelta contemporaneidad. No cabe prescindir, aunque se pudo pensar brevemente lo contrario, de ninguna categoría descriptiva: pluralismo, despolitización, guerrilla, corporativismo, tecnocracia, partidos, caudillismo ... El cúmulo reverberante incluye desde el gobierno plural y alternante de partidos en México (una novedad en casi doscientos años más o menos republicanos), hasta Chávez en cámara, vestido con formas y colores de la bandera venezolana, pasando por un progreso en la participación electoral en Brasil que quizás alcance a erosionar al gobierno elitista que atraviesa todos los regímenes que ese Estado ha ofrecido desde su independencia.

En conjunto, una construcción democrática que Latinoamérica no deja de corroborar y reanudar, pero a la que vuelven insegura, precaria, factores no menos arraigados. Es preciso desentrañar cada uno de estos factores y, para ello, a nuestro entender, dos reglas muy pocas veces acatadas:

  1. No satanizar prematuramente, ni siquiera "apoyados" en el propio paradigma incuestionable (no asumir actitudes de vestales de la democracia);

  2. descubrir y calificar en el diálogo o, como suele decirse, en la interlocución; comprensión crítica como actitud y eliminación de los procedimientos (historicistas, cientificistas, racistas, elitistas) que desautorizan sumariamente algunas voces y mentalidades como incompetentes, retardatarias, bárbaras, etc.

    PAUTAS DE REFLEXIÓN (I)

    Hemos afirmado la incuestionabilidad del ideal democrático (derechos fundamentales, soberanía popular, Estado de Derecho). Hay que justificar aunque sea en parte esa aseveración. Conocemos el horizonte de las justificaciones que predominan actualmente: el "racimo" kantiano (sólo el gobierno libre y jurídico habilita genuinos decisores morales), el "racimo" de los que adhieren al Hegel de Kojeve a través de Fukuyama (sólo el canon democrático instaura para todos el respeto y el reconocimiento reciproco de la dignidad humana), el "racimo" de los iusnaturalismos (que proyecta las instituciones del autogobierno desde el despliegue de todos los derechos humanos como incondicionados, extraculturales y prepolíticos), el "racimo" de los comunitaristas (la superioridad del orden democrático identificada irrefragablemente por todas las tradiciones y ejes creativos de las culturas que llamamos occidentales), el "racimo" de los individualistas (diversos pero coincidentes en regir la institucionalización de la vida política con base en la conciencia personal autodeterminante y creativa). Atentos al horizonte y referidos a él, aunque sabiendo que los agrupamientos teóricos mencionados son irreductibles y no sintetizables, los latinoamericanos de hoy podemos intentar algunas contribuciones peculiares. Quizás se destacan dos: una que tiene que ver con la...

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