Brasil y Chile: anotaciones sobre cuarenta años de relaciones bilaterales (1966-2006) *.

AuthorFonseca, Gelson, Jr.
PositionAmpliaci

En narrativas históricas, cualquier corte temporal tiene algo de arbitrario. Momentos de corte, aun dramáticos, como el fin de guerras, siempre cargan sombras y luces del pasado (1). En el caso de las relaciones entre Brasil y Chile en los cuarenta años que vamos a examinar, ciertamente el año 1966 no inaugura una etapa. Pero 1964, sí. De hecho, entre 1964 y 2006 podemos distinguir movimientos de aproximación y de distanciamiento relativamente bien marcados. Tales movimientos ocurren en el marco de una relación que se caracterizaría por la tendencia, diseñada a lo largo del siglo XIX, a construir una amistad sólida y estable (2). Recordando la expresión del Barón de Rio Branco, la > es siempre una posibilidad en las relaciones entre ambos países. Pero ¿cuáles serían los factores que favorecen su materialización? ¿Cuáles los que la dificultan? Responder a esas preguntas, de modo esquemático, es lo que intentaremos hacer respecto de los tiempos recientes de la relación brasileño-chilena.

En el período que vamos a analizar, y a lo largo de la historia, una primera observación es que no se registraron contenciosos graves. Sin embargo, la armonía y la cercanía diplomática no son automáticas. Si examinamos la trama de la historia bilateral, uno de los elementos que llama la atención es la modestia de las > de aproximación (como visitas presidenciales y de cancilleres, firmas de acuerdos, etc.) en la década de los años setenta y ochenta y la marcada intensidad de esas mismas señales en los años noventa y 2000. ¿Por qué? Las razones parecen obvias: estarían ligadas a la naturaleza de los regímenes políticos, lo que sugiere distinguir, tres momentos diferentes en el período: 1. De 1964 a 1973, en que Brasil vive la primera fase del régimen militar y, en Chile, rige la democracia con las Presidencias de Frei Montalva y Salvador Allende; 2. Entre 1973 y 1990, en el cual ambos países tienen regímenes militares y, después de 1985, Brasil inicia el proceso de democratización, con la elección indirecta del primer Presidente civil, Tancredo Neves (que muere antes de asumir y es sustituido por el vicepresidente, José Sarney, quien cumple su mandato); 3. De 1990 hasta hoy, en que los dos países son democracias plenas.

La naturaleza de los regímenes explica mucho de lo que ocurrió, pero no todo. El objetivo de este análisis es entender la dinámica de los tres momentos, examinando básicamente las relaciones diplomáticas, pero también otros aspectos de las relaciones recíprocas.

Cabe aclarar que aquí no se pretende reconstituir los pormenores de la historia reciente de las relaciones entre Brasil y Chile. Simplemente se procurará presentar algunos temas en cada uno de los tres períodos, que sumados, tal vez sirvan para indicar lo que sería la > de las relaciones bilaterales.

  1. AÑOS DE DESENCUENTRO (1964-1973) (3)

    Si hay un año que marca el inicio de la etapa > de las relaciones entre Brasil y Chile es 1964, año en que nace el desencuentro que caracterizará el primer período señalado (4). Ese año, Eduardo Frei Montalva asume el Gobierno en Chile. La tranquila victoria en las elecciones (alcanza casi 56% de los votos) le da una legitimidad única y reafirma la tradición democrática chilena. Es un tiempo en que las demandas sociales se fortalecen en América Latina y los modelos de transformación social son el principal tema del debate político. Desde el punto de vista ideológico, su Gobierno correspondería al > y conformaría caminos de transformación social (reforma agraria, chilenización del cobre, etc.) que serían alternativos a la línea revolucionaria que Cuba encarnaba en el marco de la Guerra Fría. Frei va más allá de un anticomunismo simplista y a él se atribuye la frase: > (5). Su diplomacia es dirigida por Gabriel Valdés y marcada, por un lado, por el sentido > y, por otro, por una autonomía frente a los Estados Unidos (que ayuda a la elección de Frei y a su Gobierno). La resistencia a apoyar la invasión de la República Dominicana en 1965 y el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS son ejemplos de la posición autónoma. Otro aspecto es el hecho de que Frei y su Canciller tienen interés en proyectar internacionalmente a Chile y practican una diplomacia extremadamente activa.

    En el segundo momento del período, Chile asiste a la victoria de Salvador Allende que consagra la propuesta de la transición pacífica (por la vía democrática) al socialismo. En sus tres años, el Gobierno Allende, interrumpido por un violento golpe militar en septiembre de 1973, puso énfasis, en el plano interno, en la expansión de la presencia del Estado y de los movimientos populares en el manejo de la economía y, en el plano externo, en la búsqueda de vínculos solidarios con el mundo socialista (6). Las fricciones con los Estados Unidos se agravaron y el Gobierno Nixon fue uno de los financistas del movimiento que llevó al golpe militar.

    Aunque extremadamente simplificada, esa descripción del lado chileno de la ecuación, revela de inmediato el sentido del desencuentro inicial de las relaciones bilaterales y las perspectivas de que el mismo se agravase. De hecho, en Brasil, el movimiento militar que derrocó al Gobierno Goulart se sustentó ideológicamente en el anticomunismo y, en un primer momento, durante el Gobierno Castello Branco (1964-1967), se produjo un nítido alineamiento con los Estados Unidos. El contraste con la diplomacia de Frei es claro: Brasil apoya la intervención en República Dominicana (un general brasileño comandará las tropas de la Fuerza Interamericana de Paz) y rompe relaciones con La Habana. Por otro lado, se postergan las perspectivas de retorno a la democracia. El movimiento se prolonga y el régimen, con Médici (1969-1974) se toma más duro y represivo, justamente en la víspera de la asunción de Allende. Sin embargo, la diplomacia brasileña empieza a cambiar y, gradualmente, vuelve a posiciones más >, de un modo aún tímido, con Costa e Silva (1967-1968) y Médici, y más claramente con Geisel. Se ponen de manifiesto las divergencias con Estados Unidos y una de las cuales es la resistencia brasileña a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear. A ese tiempo se remonta, por ejemplo, la tesis sobre el >, elaborada por Araujo Castro, representante brasileño en las Naciones Unidas y después Embajador en Washington, quien básicamente criticaba la tendencia de las Grandes Potencias de bloquear el acceso de los países en desarrollo a los círculos de decisión sobre el orden internacional.

    A pesar de las diferencias entre los regímenes, las relaciones diplomáticas entre Brasil y Chile no se vieron afectadas (como lo fueron, por ejemplo, con Venezuela, que rompió relaciones con Brasil en 1964). Se mantienen >. Para graficar en unos pocos ejemplos: en 1964, la facilidad con que se habrían tramitado los pedidos de salvoconducto para los asilados brasileños en la embajada de Chile en Rio (7); el hecho de que Chile asumió la representación de los intereses brasileños en La Habana cuando se rompieron las relaciones diplomáticas con Cuba (8); la visita oficial del Canciller Juracy Magalhães a Chile (9) y la del Presidente Eduardo Frei Montalva a Brasil, ambas en 1968 (10); y, al año siguiente, la participación y el apoyo de Brasil al Consenso de Viña del Mar, plataforma chilena para la articulación de posiciones comunes latinoamericanas en relación con los temas del nuevo orden internacional (11). Durante el Gobierno de Allende las relaciones también fueron normales y, por ejemplo, no hubo restricciones a créditos brasileños para el comercio exterior entre ambos países. Las diferencias de régimen o de modelo económico modulan ciertamente las relaciones, faltan estímulos para que se expandan, pero no son suficientemente fuertes para > la tradición de convivencia diplomática (12). Naturalmente los dos países tienen modos diferentes de inserción regional, pero tanto los mecanismos institucionales de integración que > el diálogo como las reglas de interés político y de equilibrio de poder (y la ausencia de contenciosos) contribuyen a que las relaciones diplomáticas se mantengan (13).

    Cabe también recordar que Raúl Rettig, político del Partido Radical, fue nombrado embajador de Chile en Brasilia y actuará de modo muy >. Fermandois señala a la atención el hecho de que Rettig se empeñó en que siempre existieran las mejores relaciones con Brasil, insistiendo en que las relaciones exteriores de Chile no debían basarse en la ideología que orientaba las conductas y las actitudes de los Gobiernos de otros países (14). De todas formas, la historia de las relaciones bilaterales es pobre, ya que en el período no se registran visitas bilaterales importantes ni acuerdos jurídicos entre ambos países.

    No obstante, para comprender el período hay que recordar que la diplomacia no agota el universo de las relaciones entre ambos países. El Chile de los años sesenta acogió a muchos brasileños exiliados por el régimen militar. La historia de ese exilio aún no se ha escrito, pero varios testimonios dan cuenta, en primer lugar, de la facilidad con que se integraron a la sociedad chilena y pudieron ejercer actividades profesionales, especialmente como docentes y, en segundo lugar, del fértil campo de creación intelectual que encontraron. Quizá por la democracia y por el sentido reformista y la vocación integracionista del Gobierno Frei Montalva, quizá por la riqueza del pensamiento progresista, anclado en instituciones abiertas y con vocación internacional, como Flacso, Cepal, Ilpes, Escolatina, etc., el Chile de los años sesenta haya sido el escenario del momento inaugural del pensamiento latinoamericano >. En sus diversas vertientes, la teoría de la dependencia, que busca explicar el Mugar, de América Latina en el sistema internacional, es una de las marcas de esa época (15).

    Es interesante recordar un episodio simbólico del encuentro entre la ,diplomacia normal>> y el mundo de los exiliados. Thiago de Mello, que había vivido en Chile y que...

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