Bello: internacionalista y > (1).

AuthorCave, Rose
PositionCiencia pol

INTRODUCCIÓN

De los tres cuartos de siglo que vivió Andrés Bello, casi veinte años transcurrieron en Londres. En ese largo período, como dice don Ernesto Barros Jarpa, se vio obligado a peregrinar >. Sin embargo, esos años contribuyeron a complementar sus innatas condiciones con nuevos conocimientos y a prepararlo mejor para el múltiple aporte que entregaría a las letras, la filosofía y la política, la educación, la diplomacia y el derecho y, no menos importante, para templar su espíritu, asentar su frugalidad y disponerlo a acometer la aventura de trasladarse a un país tan remoto como Chile y emprender una vida nueva, no desprovista de incertidumbre pero llena de desafíos para su preclaro intelecto. En efecto, gracias a la recomendación de don Mariano Egaña Fabres, Ministro Plenipotenciario en Londres, el Gobierno de Chile contrató a Bello para que se desempeñara en la Cancillería de Santiago, adelantándose al intento de Colombia por asegurar sus servicios para esa república, intento que felizmente para nosotros llegó a su conocimiento después de que había aceptado la propuesta de Chile. La recomendación de don Mariano Egaña, formulada en 1827, materializó en 1829 cuando, tras una larga travesía y bordeando el Cabo de Hornos, arribó a Valparaíso el bergantín > trayendo a bordo a Bello, su segunda mujer y sus cinco hijos.

ANDRES BELLO Y EL DERECHO INTERNACIONAL. ANTECEDENTES

  1. El contexto histórico y cultural

    En 1808, la invasión de España por Napoleón y el reemplazo del monarca por José Bonaparte trajeron consigo una serie de acontecimientos políticos que condujeron a la fragmentación del imperio español en el Nuevo Mundo. Cuando la noticia de la invasión llegó a Caracas, el Capitán General emitió una proclamación pública reconociendo la autoridad del rey Fernando VII y de la Junta Central de Sevilla que se había establecido para resistir la invasión francesa. Poco menos de dos años después esa Junta fue reemplazada por un Consejo de Regencia de tendencia más conservadora integrado por cinco miembros, a raíz de lo cual los patriotas venezolanos depusieron al Capitán General y formaron su propia Junta, supuestamente para proteger los derechos del rey Fernando. De esta manera, la Junta de Caracas no solo se malquistó con Francia, sino que al rechazar el Consejo de Regencia se expuso a ser considerada traidora por España. Para conjurar este doble peligro envió a Londres a Bolívar, Bello y López Méndez en busca de la protección del Gobierno británico. Cuando tropas realistas pusieron fin a la Primera República venezolana, proclamada en 1811, el primero ya había regresado a Caracas y los dos últimos debieron enfrentar el exilio en Inglaterra.

    Para Bello, fue un exilio duro que le impuso enormes penurias económicas pero que desde el punto de vista intelectual no pudo menos que ser fascinante. En efecto, después de la batalla de Waterloo, Londres se convirtió en el centro intelectual de Europa.

    La libertad de prensa estimulaba el debate político y era posible obtener libros publicados en todo el mundo, incluso traducidos al inglés. En medio de las grandes privaciones que le imponía a Bello su falta de medios, sus diarias visitas al Museo Británico, donde buscó refugio del poco amigable clima londinense, le proporcionaron la comodidad necesaria para dedicarse a lecturas que profundizaron sus conocimientos y le sirvieron después para la creación literaria y jurídica.

    Asimismo, el ambiente de diálogo y reflexión que florecía en la ciudad le permitió rodearse de intelectuales que reconocieron en él a una mente de excepción y que incluso con frecuencia acudieron en su ayuda. Además, la viva inteligencia de Bello hizo posible que sacara buen partido de la singular oportunidad de observar de primera mano el desarrollo del Congreso de Viena, los avatares de la Santa Alianza, las consecuencias de la batalla de Waterloo y otros acontecimientos que formaron un acervo de experiencias a las que pudo recurrir más tarde para la creación intelectual y el cumplimiento de las funciones diplomáticas y administrativas que le fueron encomendadas. Pudo comprobar también cómo la política británica respecto de América Latina evolucionaba de una actitud ambigua en 1810 al reconocimiento de la independencia de las colonias en 1825.

    Al aumentar el número de Estados que formaban la comunidad de naciones con la independencia de Estados Unidos y posteriormente de las ex colonias españolas, se rompió el monopolio que había mantenido hasta entonces Europa. Este hecho fue de trascendental importancia ya que hasta entonces tanto la práctica estatal como las obras de los internacionalistas habían surgido de la política y de los intereses de ese continente. El principio de la legitimidad de la monarquía quedaba en entredicho, y ello tuvo enormes consecuencias para el futuro de las nuevas repúblicas. Al defender el derecho de las ex colonias a gobernarse a sí mismas, Bello construyó toda una doctrina muchos de cuyos principios perduran hasta hoy. (2)

  2. LA OBRA

    Fuentes y autores

    Como se dijo, durante su permanencia en Londres y pese a sus limitaciones económicas Bello tuvo oportunidad de tomar contacto con destacados intelectuales de las letras y del derecho y de conocer las publicaciones más nuevas y novedosas, que ciertamente deben haberle servido de inspiración. A manera de ejemplo, con frecuencia se alude anecdóticamente a que, para aliviar sus penurias, su amigo James Mili le encomendó la transcripción de los manuscritos de Jeremy Bentham, que ajuicio de sus contemporáneos eran ilegibles. Qué manera mejor de grabarse en forma indeleble las ideas de este verdadero precursor del derecho internacional. Además de mencionar en sus escritos a tratadistas tan insignes como Suárez, Grocio, Wolff, Bynkershoek, Puffendorf, Wheaton, Reddie, Vattel y Savigny, Bello se preocupó de indicar cuidadosamente en las sucesivas ediciones de su obra fundamental sobre el derecho internacional las fuentes utilizadas.

    Así, en la edición de 1832 de su obra Principios de Derecho de Jentes, menciona, entre otras, el Tratado de las leyes sobre el comercio y manufacturas de la Gran Bretaña, de Joseph Chitty, que es un resumen de la jurisprudencia mercantil de Inglaterra; el Código Diplomático de Elliot, que contenía una síntesis de los fallos pronunciados en Estados Unidos en materia de derecho de gentes; las Ordenanzas Marítimas promulgadas por Luis XIV; el Manual Diplomático del Barón de Martens; en las ediciones posteriores añadió el Derecho Internacional Público de Europa, de Heffter, magistrado y catedrático berlinés; la obra Derechos y Obligaciones de los Neutrales en Tiempo de Guerra, de Hautefeuille y los Comentarios de Derecho Internacional, de Phillimore, abogado de Su Majestad británica ante la Corte del Almirantazgo, además de otras obras. Cabe preguntarse cuáles de ellas habrían estado a su alcance si hubiera permanecido en Caracas.

    Los escritos

    A su llegada a Santiago, Bello encontró un país en que reinaban la inestabilidad política y la inseguridad social y en que los partidos políticos estaban en pugna debido a que algunos rechazaban la Constitución en vigor, de 1828. A los pocos días, en carta dirigida a un amigo, expresa que encontró >. Para su espíritu laborioso, lejos de desalentarlo, esto debe haberle servido de estímulo. A ello hay que añadir que tras el triunfo de la coalición opositora al régimen sostenedor de la Constitución se inició el prolongado período de tranquilidad conocido como la era portaliana, a la que alude Nicolás J. Gómez diciendo: > (3). Este período fue particularmente propicio para que Bello pudiera dedicarse a aquello para lo cual estaba por demás preparado: la creación intelectual, la enseñanza, la organización institucional y la elucubración jurídica. Sin embargo, justo es dejar constancia aquí que Bello estuvo dispuesto a subordinar sus propias ideas a las de Portales, pese que lejos de admirarlo muchos criticaron fuertemente sus políticas, calificándolas de soberbias y represivas. La actitud aparentemente complaciente de Bello ha sido interpretada como una manifestación de sus complejidades personales, derivadas del hecho de que pese a haberse formado en el régimen colonial y a que en su fuero interno lamentara el colapso del imperio español, abrazó plenamente la causa de la independencia. La verdad es que esta aparente contradicción no significa que Bello postulara un nuevo orden revolucionario, puesto que por inclinación personal su pensamiento se habría orientado al restablecimiento del orden que muchos consideraban legítimo. Tal vez sus propias palabras aclaran un poco esta contradicción: >. (4) A juicio de Bello, dadas las circunstancias, el orden tanto nacional como internacional imponía a la América hispana poscolonial un enorme desafío que le exigía crear instituciones propias, pero sin abandonar por completo el modelo que las había regido y a esta tarea dedicó su intelecto.

    Desde el punto de vista positivo, esto es, más allá de su obra teórica, Bello se distinguió en especial por su participación en la dirección de nuestras relaciones exteriores, que se inició mucho antes de que se incorporara a nuestra Cancillería, en 1834; por su amplia labor en el Senado; por la redacción de los mensajes anuales enviados por el Presidente al Congreso Nacional (años 1831 a 1837 y 1839 a 1860) y, en general, por un conjunto de escritos sobre materias relacionadas con la política internacional de Chile. (5) Entretanto, en el cumplimiento de sus funciones como Oficial Mayor de nuestra Cancillería, equivalente al de subsecretario, Bello contribuyó con sus sólidos conocimientos de la práctica estatal y del derecho, así como con su buen criterio, a la redacción de documentos oficiales sobre los temas más delicados de las relaciones internacionales de nuestro país, a la preparación de las Memorias del Ministerio y a la redacción de los tratados negociados por Chile y a la redacción de numerosos documentos que llevaron su...

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