El auge del empleo precario en Europa. Conceptos, indicadores y efectos de la crisis económica mundial

AuthorTomás GUTIÉRREZ BARBARRUSA
DOIhttp://doi.org/10.1111/ilrs.12033
Published date01 December 2016
Date01 December 2016
Revista Internacional del Trabajo, vol. 135 (2016), núm. 4
Derechos reservados © El autor, 2016
Compilación de la revista y traducción del artículo al español © Organización Internacional del Trabajo, 2016
El auge del empleo precario en Europa.
Conceptos, indicadores y efectos
de la crisis económica mundial
Tomás GUTIÉRREZ BARBARRUSA*
Resumen. Desde los años setenta y ochenta las economías occidentales experi-
mentan un aumento de la precariedad laboral, consecuencia de la reorganización
del proceso productivo y de las políticas neoliberales de exibilización. El autor
revisa el concepto atendiendo a su doble dimensión de inseguridad y pobreza, y
documenta el impacto de la crisis económica mundial sobre su evolución y carac-
terísticas en la UE-15 con un indicador construido a partir de estas dos dimensio-
nes y datos de Eurostat de 1995 a 2015 . Se observa un aumento generalizado de
la precariedad a partir de la crisis de 200 8, debido a la pobreza en los mercados
más desreglamentados y a la inseguridad en los meridionales.
E
n todas las economías occidentales el «trabajo estándar» está en decaden-
cia en favor del trabajo «exible». Se entiende por trabajo «estándar»,
o empleo «típico» o «tradicional»:
el trabajo asalariado que se realiza dentro de una relación formalizada entre el
patrono y el empleado (por ejemplo, bajo un estatuto o un contrato de duración
indenida rmado dentro del marco de un convenio colectivo), que es estable (y
que ofrece, posiblemente, perspectivas profesionales), en jornada completa (por
eso constituye una base para la participación en la vida colectiva y la identidad
social), que aporta la parte fundamental de la renta familiar, depende de un único
patrono, se desempeña en un lugar de trabajo concreto y es asignado especíca-
mente al individuo en cuestión (Caire, 1992, pág. 133)1.
Así, mientras esta forma de empleo tradicional desaparece gradualmente (Car-
noy, 2001, págs. 103-104; Standing, 2000, pág. 118), la proporción de traba-
* Departamento de Economía Aplicada I e Historia e Instituciones Económicas y Filosofía
Moral, Universidad Rey Juan Carlos (Madrid); dirección electrónica: tomas.gutierrez@urjc.es. El
autor desea expresar su agradecimiento a los evaluadores anónimos y editores de la RIT quemediante
sus revisiones y sugerencias sobre el contenido y la estructura del artículo han permitido mejorarlo.
La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos solo incumbe a sus autores,
y su publicación en la Revista Internacional del Trabajo no signica que la OIT las suscriba.
1 Otros autores que ofrecen una denición del empleo estándar en parecidos términos son
Pélissier (1985) (cf. en Caire, 1992, pág. 134); Mükenberger (1985); Leighton (1986) y Puel (1980)
(cf. en Büchtemann y Quack, 1992, pág. 187). También Castells, 2001, pág. 328.
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516
jadores con contratos «exibles» o «atípicos» (es decir, con jornada parcial,
eventuales, por cuenta propia, con contratos por obra o servicio, etc.) aumenta.
La OCDE corrobora esta tendencia en la actualidad (OCDE, 2004-200 9 y
2013).
Aunque la conguración de este nuevo modelo de organización laboral
tiene su origen en la crisis del fordismo (años setenta y ochenta), su desarrollo
posterior no solo se ha justicado como corolario de aquella, sino, sobre todo,
por la necesidad de las economías nacionales de ganar competitividad en un
mundo globalizado, sometido a la hegemonía del capital nanciero, gracias a
una fuerza de trabajo adaptable y móvil. Cabe señalar que esto último no im-
plica necesariamente determinismo tecnológico.
En la Unión Europea (UE), este proceso se ve impulsado a partir de
la caída del Muro de Berlín y la consiguiente reunicación alemana, en 1990;
adquiere madurez tras la aprobación y desarrollo del Tratado de Maastricht,
durante la década de los noventa, y se consolida con la Unión Económica y
Monetaria y la quinta ampliación de la Unión durante el primer decenio de
los años 2000. Esta sucesión de acontecimientos tuvo dos consecuencias im-
portantes de cara a la competitividad: por un lado, el incremento de la oferta
total de trabajo; por otro, la renuncia a la soberanía monetaria por parte de
los Estados de la zona del euro, impidiendo con ello devaluaciones competi-
tivas. La primera supuso un abaratamiento general de la fuerza de trabajo, y
la segunda, facilitada a su vez por ese exceso de oferta, favoreció y favorece
la adopción de devaluaciones internas a través de las llamadas políticas estruc-
turales de ajuste y exibilización de las condiciones de trabajo y derechos de
los trabajadores.
El estallido de la crisis económica mundial en 2008 agudizó este proceso.
Si bien las reformas laborales diseñadas en la dirección señalada ya comenza-
ron a aprobarse en algunos países con antelación (en el Reino Unido durante
la etapa neolaborista hasta el año 2007, en Alemania durante el periodo 2003-
2005), su extensión a los países periféricos (Portugal, Irlanda, Grecia, España
e Italia) se generalizó a raíz de la misma para compensar las políticas de aus-
teridad aplicadas. Tales medidas fueron auspiciadas, sobre todo, por Alema-
nia, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario
Internacional, y, como se tendrá ocasión de comprobar más adelante, uno de
sus resultados más perversos ha sido el aumento de la precariedad laboral. En
Francia, la reforma laboral se aprobó en agosto de 2016 mediante un proce-
dimiento acelerado, sin voto.
Según Carnoy (2001, págs. 114 y 115), el aumento de la exibilidad ha
venido siendo, desde los años ochenta, mayor sobre los trabajadores de los
mercados laborales nacionales considerados más «exibles», como los anglo-
sajones (Australia, Canadá, Estados Unidos, Reino Unido), que sobre los de
los mercados denominados «rígidos», como los del Japón, la Europa continen-
tal o los países nórdicos. En los primeros, con carácter general, ha supuesto un
crecimiento salarial bajo o negativo, aunque acompañado de tasas relativas de
paro inferiores; mientras que en los mercados laborales con menor exibilidad
El auge del empleo precario en Europa 517
ha tenido lugar un crecimiento proporcional de los salarios y de la producti-
vidad, pero a costa de mayores niveles de desempleo. No obstante, como con-
secuencia de las reformas que se vienen aplicando hasta el presente, también
los mercados continentales tienden a exibilizarse siguiendo la tendencia an-
glosajona y mostrando sus efectos2.
El término «exible» se presenta semánticamente cargado de connota-
ciones positivas en contraposición con su antónimo, «rígido». Sobre esta base
se ha construido un discurso teórico e ideológico de la exibilidad (véase,
por ejemplo, Alaluf, 1992, pág. 444, nota 5; Miguélez, 1995; Duell, 2004). Sin
embargo, si bien la exibilidad ha favorecido que las tasas de desempleo dis-
minuyeran en gran parte de los países europeos desde mediados de los años
noventa (al menos, hasta la crisis nanciera de 2008), al mismo tiempo se viene
constatando cómo una proporción signicativa y cada vez mayor de hombres
y mujeres que buscan trabajo a tiempo completo se ven obligados a aceptar
este trabajo «exible»3. Esto explica que muchos contratos laborales se carac-
tericen como «contingentes» en el mundo anglosajón.
«Trabajo contingente» es una expresión acuñada por Audrey Freedman
en 1985 para referirse a «modalidades de empleo condicional y transitorio
derivadas de una necesidad de trabajadores, en general cuando una empresa
hace frente a un aumento de la demanda de un servicio, producto o tecnolo-
gía particular, en un lugar y en un momento precisos» (véase Congreso de los
Estados Unidos, 1988, pág. 35). Cuando los analistas del trabajo contingente
arman que las pautas del empleo se están transformando, se reeren sobre
todo al aumento del trabajo a tiempo parcial no voluntario desde los años
ochenta, al aumento del trabajo eventual y por contrato de obra o de consul-
toría (principalmente con el desarrollo de los servicios empresariales) desde
los años noventa y a la reciente tendencia de los recortes laborales incluso en
la fase de expansión de la economía (véanse Tilly, 1996, cf. en Carnoy, 2001,
págs. 100 y 101, nota 14; Szab y Négyesi, 2005; Burgess y Connell, 2006). La
suma de estas tendencias entraña cambios fundamentales en las relaciones
laborales y en el empleo tradicional a tiempo completo, haciendo el trabajo
más inseguro, más condicional, más transitorio y, en denitiva, más precario.
La proliferación de la atipicidad evidencia de forma cada vez más palpa-
ble la segmentación laboral, que, desde que fuera planteada por Doeringer y
Piore (1975), denota la existencia de espacios signicativos de precariedad en
el seno de los mercados laborales; sin embargo, otros autores (Rubery, 1992;
Alaluf, 1992) ya advirtieron también que las condiciones adversas del mercado
de trabajo pueden producir el efecto de hacer más precarios todos los empleos
2
Veánse al respecto, por ejemplo, los informes periódicos sobre salarios de la OIT, en
ilo.org/global/research/global-reports/global-wage-report/lang--es/index.htm>.
3 A partir de Eurostat se pueden obtener datos relativos al crecimiento del subempleo. Así,
entre 1996 y 2015, el porcentaje de asalariados temporales involuntarios aumentó en la UE-15 un
39,76 por ciento; el de asalariados involuntarios a tiempo parcial, un 138,5 por ciento; y el de traba-
jadores por cuenta propia sin empleados, un 23,33 por ciento. Véase
statistics-explained/index.php/Employment_statistics/es> [última consulta, el 6 de diciembre de 2016].
518 Revista Internacional del Trabajo
en vez de intensicar solo el dualismo. Este efecto supone, por consiguiente, la
degradación generalizada de las condiciones de trabajo y de la protección del
empleo, así como la disminución de los salarios reales, lo cual conlleva identi-
car la pobreza (o miseria) laboral como otro componente de la precariedad.
En este sentido, como indica Recio (2007), la precariedad constituye en
buena medida el reverso de la exibilidad laboral. «Mientras esta se presenta
como una estrategia para garantizar la eciencia empresarial y su capacidad
de adaptación a los cambios en la vida económica, [el concepto de] precarie-
dad constituye un reconocimiento de los costes sociales que generan las polí-
ticas de exibilidad sobre una parte de las clases trabajadoras» (págs. 2 y 3)4.
No obstante, la precariedad no es un corolario inexorable de la exibilidad.
Admitir esta premisa implicaría determinismo tecnológico. La literatura distin-
gue grosso modo dos tipos principales de exibilidad laboral: el primero se basa
en la formación y participación de los trabajadores, los incentivos salariales y
la seguridad en el empleo; el segundo, en la degradación de las condiciones la-
borales a través de bajos salarios y elevada precariedad. La denominación que
recibe cada uno de estos dos tipos depende de los distintos autores. Así, Co-
riat (1993, pág. 232) habla de exibilidad «interna» y «externa»; Derber (1994,
pág. 15), de «capitalismo cooperativo» y «capitalismo contingente»; Appelbaum
y Batt (1994, pág. 7), de una «versión estadounidense de la producción en equipo
(team production)» y de una «versión estadounidense de la producción a bajo
coste (lean production)»; Carnoy (2001, pág. 95), de la «mejor vía» y de la «vía
secundaria»; Cano (2000, pág. 37), de exibilidad «compleja» y «simple».
Con independencia de la denominación, la precariedad laboral en la
UE-15 ha sido una consecuencia de este segundo tipo de exibilidad laboral,
impuesto en la mayoría de los países y derivado del cambio en las relaciones
de poder entre capital y trabajo. En este sentido, los factores que expresan los
cambios del modelo productivo e institucional se convierten en las variables
explicativas de la extensión de este fenómeno, que se maniesta a través de
las prácticas empresariales de gestión de la fuerza de trabajo, la transforma-
ción del sistema de relaciones laborales, las nuevas modalidades de empleo y
la reducción de los sistemas de protección social.
El presente artículo tiene por objeto analizar cómo está afectando esta
cuestión a Europa, y se estructura en dos partes, conforme al planteamiento
general (véase el cuadro 1). En la primera se aborda el concepto de precarie-
dad laboral como consecuencia de la exibilidad en el ámbito europeo y aten-
diendo a dos dimensiones: inseguridad y pobreza. En la segunda se estudia el
auge de la precariedad laboral en Europa antes y después de la crisis econó-
mica mundial (1995-2015), construyéndose para ello un índice de precariedad
(IP) que tiene en cuenta esta doble dimensión y se basa, por un lado, en un
indicador elaborado para medir la inseguridad –el índice de inseguridad labo-
ral (IIL), basado en datos sobre atipicidad laboral de la Encuesta europea de
4 Para un análisis más extenso sobre las relaciones entre exibilidad y precariedad laboral en el
contexto europeo, véase, por ejemplo, Duell, 2004).
El auge del empleo precario en Europa 519
población activa (Labour Force Survey, LFS)– y, por otro, en los datos relativos
a los porcentajes de empleo con bajos salarios proporcionados por la Encuesta
europea sobre la estructura de los salarios (Structure of Earnings Survey, SES)
ambas de Eurostat, a n de determinar el grado de pobreza (o miseria) laboral.
De esta forma, el cálculo de la precariedad total de cada país vendrá dado por
la suma de estos dos indicadores parciales, ajustado por su tasa de desempleo.
El artículo termina con la formulación de algunas conclusiones.
El concepto de precariedad laboral
Ni el concepto ni la realidad de la precariedad laboral son algo nuevo. Según la
Comisión Europea, la preocupación por la precariedad se remonta a los años
cincuenta, momento en que se consideró que los sistemas de protección social
establecidos tras la Segunda Guerra Mundial excluían a sectores enteros de la
población (Comisión Europea, 2005, pág. 33). En 1964, Sylos Labini, en un es-
tudio sobre Sicilia, formulaba ya una denición de «empleo precario» basada
en las nociones de inestabilidad contractual y de ingresos e incapacidad para
proyectarse en el porvenir, relacionando esta forma de empleo con el trabajo
a tiempo parcial involuntario, los contratos de corta duración o la simple au-
sencia de contrato y de protección social (Sylos Labini, 1964). Si bien en aquel
momento el autor asociaba el empleo precario a las economías en desarrollo y
al sector primario, a partir de los años ochenta se ha extendido a otros ámbi-
tos de la economía en el contexto europeo (Rodgers y Rodgers, 1992), y cabe
vincular este hecho a la búsqueda de exibilidad, como ya se ha argumentado.
Sin embargo, puesto que no todo el trabajo exible es precario, resulta
más riguroso identicar la precariedad laboral con un tipo de trabajo exible
especíco, el trabajo contingente (denido más arriba), ya que es la involun-
tariedad o, más precisamente, la falta de control –la inseguridad– el elemento
que la dene (Burchell, 1992, pág. 434). En efecto, en palabras de Cano (2000,
pág. 26), «es la falta de control y autonomía de los trabajadores para poder
planicar su vida a partir de su actividad laboral, la cual, bien por sus carac-
terísticas de acceso y salida (condiciones de empleo) o por las condiciones de
trabajo y salario asociadas, comporta altos grados de incertidumbre y depen-
dencia». Por su parte, Prieto (1991, pág. 203) recoge una denición de Bailleau
Cuadro 1. Marco conceptual para el estudio empírico de la precariedad laboral
en la UE-15
FLEXIBILIDAD PRECARIEDAD
(IP)
INSEGURIDAD
(IIL)
POBREZA
ATIPICIDAD
EMPLEO TEMPORAL
AUTOEMPLEO
EMPLEO A TIEMPO PARCIAL
PORCENTAJE DE BAJOS
SALARIOS/EMPLEO
TOTAL
{
{
{
Nota: IP = índice de precariedad; IIL = índice de inseguridad laboral.
Revista Internacional del Trabajo
520
que se expresa en iguales términos: «la precariedad es la imposibilidad de pro-
yectarse en el futuro a causa de una falta de control de la situación presente».
Ello pone de maniesto una acusada asimetría en las relaciones de poder que
denen el nuevo marco de relaciones laborales, adquiriendo la precariedad un
sentido de vulnerabilidad del trabajo frente al capital.
La precariedad laboral, por tanto, no se reduce únicamente a la eventua-
lidad de no conseguir un trabajo indenido a tiempo completo, sino que puede
comportar otras características. Cano (2000, págs. 25 y 26), en una primera apro-
ximación, la identica estrictamente con la temporalidad o eventualidad del
empleo. Sin embargo, más adelante añade al análisis las condiciones de trabajo
y salariales. De esta forma, lo que deniría la precariedad de una situación la-
boral sería el deterioro, directo o indirecto, de todas las condiciones de trabajo.
Los empleos precarios se caracterizan pues por menores salarios, peores condi-
ciones contractuales y mayor posibilidad de prácticas abusivas por parte de las
empresas (Segura et al., 1991, pág. 39; Duell, 2004). Desde este punto de vista,
la precariedad laboral se asocia con situaciones laborales que no proporcionan
al trabajador un nivel de bienestar y de seguridad, actual y futuro, adecuado.
Recogiendo esta doble dimensión de la que hablamos, Ramos Díaz de-
ne un empleo como precario no solo cuando es inseguro y/o no alcanza el
número de horas que determinan el empleo a tiempo completo, sino también
cuando proporciona ingresos insucientes (menos del 66 o del 50 por ciento
de la mediana salarial) (Ramos Díaz, 2004, pág. 103). Con ello, la precariedad
(o contingencia) laboral se convierte en un fenómeno complejo donde con-
uyen dos penalidades laborales: inseguridad y pobreza5.
En esta misma línea se pronuncia también la OIT, para quien:
Si bien un trabajo precario puede tener diversas facetas, se lo suele denir por
la incertidumbre que acarrea en cuanto a la duración del empleo, la presencia
de varios posibles empleadores, una relación de trabajo encubierta o ambigua,
la imposibilidad de gozar de la protección social y los benecios que por lo ge-
neral se asocian con el empleo, un salario bajo y obstáculos considerables tanto
legales como prácticos para aliarse a un sindicato y negociar colectivamente.
(OIT, 2012, pág. 32).
En cuanto a la Comisión Europea, aun reconociendo las dicultades que
entrañaba la inexistencia de una categoría estadística al efecto y la heteroge-
neidad del fenómeno en función de las distintas realidades nacionales, adoptó
una denición operacional basada en las cuatro dimensiones formuladas por
Rodgers (1992), a saber, el grado de incertidumbre, el grado de control indi-
vidual y colectivo del trabajador sobre su empleo, la adecuación del salario y
de su progresión, y la protección jurídica, colectiva o consuetudinaria, contra
el despido improcedente, la discriminación y las prácticas laborales inacepta-
bles (Comisión Europea, 2005)6.
5 Aunque para Standing (2011, pág. 9) no es correcto equiparar el precariado solamente con
los trabajadores pobres o el empleo inseguro, estas dos dimensiones están correlacionadas con él.
6 En dicho informe se ofrece asimismo un análisis sobre la noción de empleo precario, el uso
cientíco del concepto y sus implicaciones.
El auge del empleo precario en Europa 521
El punto de referencia para hablar de precariedad suele ser la forma
estándar de empleo (Comisión Europea, 2005, pág. 36) y los derechos de se-
guridad asociados progresivamente a ella en los países industrializados occi-
dentales hasta nales de los años setenta. Dicha seguridad se desplegaba en
diversos ámbitos de la relación laboral: en el mercado de trabajo (pleno em-
pleo y paro coyuntural), en el empleo (estabilidad y protección frente al des-
pido) y en el puesto de trabajo (normas sobre condiciones de trabajo y jornada,
protección contra accidentes y enfermedades laborales, mantenimiento de la
cualicación laboral, ingresos, representación y protección social) (Standing,
198 8, pág. 195 ; 20 00, pág. 9 7; 200 8, pág. 17; 20 11, p ág. 10).
En este sentido, la precariedad se maniesta a través de las dimensiones
ya mencionadas (Rodgers, 1992, págs. 18 y 19) constituidas por todos aquellos
elementos que han ido degradando tales niveles de seguridad. En concreto,
Cano (2000, págs. 27-35), sobre la base del trabajo desarrollado por Rodgers,
destaca también cuatro dimensiones, diferentes aunque conexas, que contri-
buyen a generar incertidumbre, vulnerabilidad y falta de control de los traba-
jadores sobre su trayectoria laboral y social7.
La primera dimensión de la precariedad –la dimensión central según
Cano (2004, pág. 68)– es la inseguridad sobre la continuidad de la relación
laboral, que aparece asociada a situaciones diferentes. Se trata de empleos
temporales, falso trabajo autónomo, trabajo clandestino o empleos frágiles
amenazados por un alto riesgo de pérdida del puesto de trabajo. La insegu-
ridad sobre la continuidad de la relación laboral es una dimensión de la pre-
cariedad en la medida en que diculta el control del trabajador respecto a su
futuro laboral y social y aumenta su vulnerabilidad en la relación con la em-
presa. Sin embargo, excluye empleos que son de naturaleza insegura pero que
se pueden considerar satisfactorios utilizando otros criterios, como la remu-
neración, el reconocimiento social o las condiciones de realización (Burchell,
1992, pág. 403). Es aquí donde el criterio de la involuntariedad resulta rele-
vante para distinguir un empleo precario (o contingente) de otro que, a pesar
de su inseguridad, no lo es.
La segunda dimensión es la insuciencia de los ingresos salariales, puesto
que la retribución del trabajo –en su cuantía o en su garantía a lo largo del
tiempo– determina en buena medida el nivel de vida, la autonomía, el control
sobre el futuro y la posición social del trabajador. Esta forma de precariedad
se asocia a empleos que suponen una inserción débil en el mercado de trabajo,
que no permiten vivir de forma autónoma ni incluso reconocer como «traba-
jador» –en el sentido socialmente habitual– a quien los ocupa. Así ocurre con
buena parte del empleo a tiempo parcial y con los trabajos ocasionales, que
se traducen en situaciones de dependencia social o familiar del trabajador.
También se debe incluir en esta dimensión de la precariedad la discrimina-
ción salarial de determinados trabajadores, relacionada frecuentemente con
7 Dimensiones que igualmente son reconocidas por la OIT (OIT, 2012, pág. 34).
Revista Internacional del Trabajo
522
una situación de vulnerabilidad de estos que permite a las empresas desarro-
llar políticas salariales discrecionales y diferenciadas.
La tercera dimensión relevante es la degradación y vulnerabilidad de
la situación laboral, asociada a la existencia de condiciones de trabajo (jor-
nada, ritmos de trabajo, promoción, salud, etc.) inferiores a los estándares
y a la falta de control de los trabajadores sobre ellas. «El trabajo es más in-
seguro cuanto menos controle el trabajador (individual o colectivamente)
las condiciones laborales, los salarios o el ritmo de trabajo» (Rodgers, 1992,
pág. 18). Las normas reguladoras elaboradas en este campo vienen sufriendo
desde los años ochenta una ralentización y exibilización, cuando no un re-
troceso, en los países occidentales, colaborando así al proceso de precarie-
dad (véase OIT, 2015).
La cuarta y última dimensión es la reducción de la protección social para
el trabajador, que tiene dos manifestaciones signicativas ligadas a la desregu-
lación8. La primera es la pérdida de importancia y la exibilización de la legis-
lación que afecta a la jación de las condiciones de trabajo y empleo y a las
relaciones laborales, dejando un mayor margen de maniobra a las empresas en
estos campos. La segunda es la insuciencia de la cobertura de los regímenes
públicos de protección social –en concreto, las prestaciones por desempleo y
las pensiones de jubilación–, que aumenta la incertidumbre y la vulnerabili-
dad de los trabajadores frente a la lógica del mercado. Los niveles estándar
de protección han disminuido en los últimos treinta años con las reformas de
los sistemas de seguro de desempleo y jubilación (COE, 2015), en un contexto
de crisis del Estado de bienestar, a la vez que se han endurecido los requisitos
para acceder a ellos de forma particularmente negativa para los trabajadores
temporales y a tiempo parcial.
Aunque, desde una perspectiva conceptual, no existe una realidad neta-
mente diferenciada de empleo precario frente al no precario, puesto que las di-
mensiones de la precariedad están presentes en diversos grados y modalidades
en las distintas formas de empleo (Cano, 2004), lo cierto es que determinados
tipos de empleo, como los atípicos, los frágiles (con alto riesgo de desapare-
cer aun siendo contratos jos) y los caracterizados por condiciones de trabajo
degradadas, son los que sufren todas estas dimensiones en un grado mayor.
Por ello, la identicación de las formas precarias de empleo no es, cierta-
mente, sencilla. La simple dicotomía entre trabajos seguros estándar y traba-
jos atípicos precarios puede resultar engañosa. En la práctica, la seguridad y
la protección de los trabajos estándar cuando estos se ven amenazados puede
ser un tema igualmente importante; y, aunque los trabajos atípicos suelen ser
más precarios que los regulares, esto no siempre es así (Rodgers, 1992).
8 Sobre los cambios en la legislación en materia de protección del empleo en los países de
la OCDE, véase , y también OCDE, 2013. Sobre legislación y condiciones
de trabajo en Europa, .eurofound.europa.eu/ef-themes/> [última consulta, el 6 de di-
ciembre de 2016].
El auge del empleo precario en Europa 523
La precariedad laboral en los países de la UE-159,
de 1995 a 2015
El fenómeno de la precariedad en Europa occidental está asociado, como
hemos visto, a la implantación de nuevos modelos organizativos y a cambios
en el marco institucional que, desde los años ochenta, han devenido en una
transformación paulatina de las estructuras empresariales y de los sistemas
de relaciones laborales. En este apartado se analiza su evolución en el pe-
riodo comprendido entre 1995 y 2015, antes y después de la crisis de 2008, y
se comprueba que, a partir de la misma, su expresión se ha agudizado de ma-
nera generalizada, aunque no se ha manifestado conforme a un único patrón.
Las instituciones nacionales mantienen importantes diferencias, que no solo se
encuentran en el marco legal, sino también en la organización de los agentes
sociales, en las tradiciones de gestión, en las respuestas culturales de empre-
sarios y trabajadores, etc. Asimismo, los modelos organizativos están en parte
constreñidos por las características productivas de cada actividad, sobre las
que no solo inuye la tecnología, sino también las características del producto,
el tipo de demanda, la reglamentación de mercados y productos, etc. De este
modo, como señala Recio (2007, pág. 3), la precariedad se caracteriza entre
otros muchos rasgos por la heterogeneidad de sus manifestaciones, derivada
de esta variedad de situaciones y complejidad de formas. Por esto, su análisis
no puede desligarse ni del contexto histórico en el que se produce ni de los
procesos sociales en el que se inscribe. Esta heterogeneidad también ha sido
reconocida por la OIT (OIT, 2012) y por la Comisión Europea (2005), y será
tenida en cuenta en el método de medición elaborado.
Así pues, partiendo, por un lado, de la denición transcrita más arriba de
Ramos Díaz (2004) –que caracteriza la precariedad laboral en función de las
variables de inseguridad y pobreza– y, por otro, del modelo elaborado por este
mismo autor en el año 2000 (ídem, 20 00), a continuación se analiza el impacto
que la crisis ha supuesto sobre dicho fenómeno en los países de la UE-15. Para
ello, se compara, dada la disponibilidad de datos estadísticos y conforme al
planteamiento general expresado en la introducción de este artículo (cuadro 1),
la situación de la precariedad antes de la crisis, es decir, durante el periodo
1995-2007, y después de la misma, durante el periodo 2008-2015.
Precariedad por inseguridad laboral (formas atípicas de empleo)
Método y datos
De acuerdo con las deniciones formuladas anteriormente, el concepto de em-
pleo precario se ha venido construyendo por oposición al de empleo típico o
estándar (Rodgers, 1992, pág. 23; Standing, 2011, pág. 32; Comisión Europea,
9 El análisis se limita a los países de la UE-15 porque, como se ha indicado, interesa aquí la
precariedad laboral que se viene dando en los países occidentales industrializados desde los años
ochenta en relación con las prácticas de exibilización laboral.
Revista Internacional del Trabajo
524
2005), y aunque no hay disponibilidad estadística detallada para dar cuenta
del mismo en todas las dimensiones señaladas, sí la hay, al menos, para descri-
bir la evolución de las diversas formas atípicas de empleo. La superposición
parcial entre empleo precario y empleo atípico ha sido ya aceptada en foros
y estudios internacionales (véase, por ejemplo, OIT, 2010, págs. 38 y ss.). De
hecho, como argumenta Recio (2007, pág. 7), cuando tratamos de describir el
fenómeno de la precariedad acudiendo a datos estadísticos, la categoría más
evidente en la que apoyarse es el tipo de contratación, de forma que puede
incluso llegar a confundirse la mera situación contractual con la existencia de
una situación de precariedad. Este riesgo se ha tenido en cuenta a la hora de
elaborar el indicador.
Se medirá pues esta primera dimensión de la precariedad, la inseguri-
dad laboral, en función de las modalidades laborales atípicas registradas en
la Encuesta europea de población activa (LFS) de Eurostat. De acuerdo con
ella, las dos principales formas contractuales que denen la atipicidad del em-
pleo asalariado son el trabajo temporal y el trabajo a tiempo parcial, puesto
que son las que más se diferencian de los rasgos propios del empleo típico o
estándar (indenido y a tiempo completo). La tipología del trabajo atípico se
completa añadiendo a aquellas el trabajo por cuenta propia o autoempleo, el
cual, aunque no puede ser considerado atípico en su totalidad, puesto que un
porcentaje del mismo es estable y bien remunerado, su progresivo aumento
desde los años ochenta sugiere que una buena proporción de las personas que
trabajan por su cuenta y sin asalariados se debe más a la existencia de paro que
a la dinámica del negocio a pequeña escala (Rodgers, 1992, págs. 26 y 27). O,
como señala Rubery (1992, pág. 99), la tendencia creciente entre los trabaja-
dores autónomos a trabajar solos, sin asalariados, evidencia que su crecimiento
puede estar más relacionado con una expansión de las formas de trabajo pre-
cario que con un renacimiento del espíritu empresarial.
A partir de la incidencia relativa de cada una de estas modalidades labo-
rales en la población total ocupada en la UE-15 (grácos 1, 2 y 3), se observa
que hay países que concentran la atipicidad en el trabajo temporal (como Es-
paña y Portugal, Finlandia hasta 2007 y Países Bajos desde entonces); en el
trabajo a tiempo parcial (como los Países Bajos, Reino Unido, Suecia, Dina-
marca y Alemania) y/o en el autoempleo (Grecia, Italia y Portugal); mientras
que en los restantes su peso es menor y está más homogéneamente repartida.
Comparando estos datos con los expuestos por Ramos Díaz (2000,
págs. 24 y 25) respecto del periodo 1983-1997, se puede apreciar que estas ten-
dencias se mantenían más de una década después, aunque en 2008-2015 se ob-
servan ligeras modicaciones que reejan, probablemente, aparte de los efectos
de la crisis, los intentos de los diversos países por reducir el peso de aquellas
categorías atípicas en las que tradicionalmente sobresalen. En algunos casos
no es solo una reducción en términos absolutos sino también una sustitución
parcial por otras formas alternativas. Así, por ejemplo, España, Países Bajos
y Portugal redujeron sus tasas de trabajo temporal, a tiempo parcial y de au-
toempleo, respectivamente, entre 1995-2007 y 2008-2015 a costa, al menos en
El auge del empleo precario en Europa 525
Pa
íses Bajos
Francia
Suecia
Gráco 1. Incidencia relativa del empleo temporal en los países de la UE-15,
1995-2015
Portugal
Finlandia
España
Alemania
UE-15
Fuente: Encuesta europea de población activa (LFS) de Eurostat.
250
0 50 100 150 200
1995-2007
Reino Unido
Bélgica
Austria
Grecia
Italia
Dinamarca
Luxemburgo
Irlanda
200
0 50 100 150
2008-2015
Pa
íses Bajos
Francia
Suecia
Portugal
Finlandia
España
Alemania
UE-15
Reino Unido
Bélgica
Austria
Grecia
Italia
Dinamarca
Luxemburgo
Irlanda
Revista Internacional del Trabajo
526
Países Bajos
Francia
Suecia
Gráco 2. Incidencia relativa del empleo a tiempo parcial en los países de la UE-15,
1995-2015
Portugal
Finlandia
España
Alemania
UE-15
Fuente: Encuesta europea de población activa (LFS) de Eurostat.
250
0 50 100 150 200
1995-2007
Reino Unido
Bélgica
Austria
Grecia
Italia
Dinamarca
Luxemburgo
Irlanda
250
0
2008-2015
Países Bajos
Francia
Suecia
Portugal
Finlandia
España
Alemania
UE-15
Reino Unido
Bélgica
Austria
Grecia
Italia
Dinamarca
Luxemburgo
Irlanda
50 100 150 200
El auge del empleo precario en Europa 527
Pa
íses Bajos
Francia
Suecia
Gráco 3. Incidencia relativa del empleo por cuenta propia en los países de la UE-15,
1995-2015
Portugal
Finlandia
España
Alemania
UE-15
Fuente: Encuesta europea de población activa (LFS) de Eurostat.
300
0 100 150 200 250
1995-2007
Reino Unido
Bélgica
Austria
Grecia
Italia
Dinamarca
Luxemburgo
Irlanda
300
0
2008-2015
Pa
íses Bajos
Francia
Suecia
Portugal
Finlandia
España
Alemania
UE-15
Reino Unido
Bélgica
Austria
Grecia
Italia
Dinamarca
Luxemburgo
Irlanda
50
100 150 200 250
50
Revista Internacional del Trabajo
528
parte, de un aumento del trabajo a tiempo parcial, incluso de carácter inde-
nido, en España10, del trabajo temporal en Portugal y en los Países Bajos y, en
este último, también del autoempleo.
Sobre la base de lo anterior, y siguiendo la metodología creada por
Ramos Díaz (2000, págs. 25 y 26), se puede elaborar un índice de inseguridad
laboral (IIL) en función de los parámetros detallados a continuación.
En primer lugar, el IIL se construye considerando las modalidades la-
borales atípicas contempladas en la LFS de Eurostat. Estas modalidades son
el empleo a tiempo parcial, el autoempleo y el empleo temporal, que, junto
a los pasantes (interns), constituyen lo que Standing denomina «variedades
del precariado», y se toman como sus variables proxy (cf. en Standing, 2011,
págs. 13-16)11.
En segundo lugar, para no caer en el error de identicar atipicidad con
inseguridad o –en palabras de Recio (2007)– de confundir la mera situación
contractual con la existencia de una situación de precariedad, se depuran los
datos concernientes a las categorías observadas en función del criterio de con-
tingencia o involuntariedad. De esta forma, de los autoempleados solo se con-
sideran los que no tienen asalariados; de los contratados a tiempo parcial se
tiene en cuenta únicamente a los involuntarios12 y de los trabajadores tempo-
rales se excluye a quienes no desean tener un trabajo permanente.
En tercer lugar, a diferencia del planteamiento original realizado por
Ramos Díaz, en el IIL todas las modalidades atípicas ponderan con el mismo
peso (igual a 1), ya que no se puede considerar a unas más inseguras que a
otras. La prevalencia de las formas atípicas en cada país depende de su pro-
pia idiosincrasia (es decir, de su respectivo modelo nacional de empleo), de
modo que las empresas y los gobiernos precarizan a la fuerza laboral apli-
cando distintos criterios, pero, sobre todo, teniendo en cuenta los costes de
la contratación, que dieren según las formas contractuales existentes en
cada lugar. Así, como se ha señalado más arriba, mientras en España pre-
domina la temporalidad (de hecho, se habla de una «cultura de la tempora-
lidad», cf. en Toharia, 2005, págs. 130-133), en los Países Bajos prevalece el
trabajo a tiempo parcial, y en Italia, Portugal o Grecia sobresale el autoem-
pleo. Al mismo tiempo, en aquellos países donde no hay grandes diferencias
entre empleos estándar y no estándar por lo que se reere a costes, como es
el caso del Reino Unido e Irlanda (o, en otro contexto, los Estados Unidos),
10 Fomentado por el Gobierno español a partir del Real Decreto-Ley 16/2013. Además,
una parte importante de la reducción de la temporalidad desde 2008 se debe a la destrucción de
este tipo de empleo como consecuencia de la crisis económica, fundamentalmente en el sector de
la construcción.
11 En su trabajo original, Ramos Díaz (2000) distinguía, conforme a una escala de insegu-
ridad, contratos permanentes a tiempo parcial, contratos temporales a tiempo completo, contratos
temporales a tiempo parcial y autoempleo. Actualmente la LFS impide este grado de desagrega-
ción. En el índice IIL, los trabajadores temporales a tiempo parcial están doblemente contados,
pero la LFS no permitía otra opción.
12 Lo que supone una reducción notable del nivel de inseguridad en el caso de los Países
Bajos, dado el bajo grado de involuntariedad de su empleo a tiempo parcial según la LFS.
El auge del empleo precario en Europa 529
las modalidades atípicas resultan triviales por su escaso peso en la estruc-
tura del mercado de trabajo (Rodgers, 1992, pág. 20; Castells, 2001, pág. 326;
Standing, 2011, págs. 15 y 34). Esto explica tanto los moderados niveles de
atipicidad en estos países como el hecho de que, como se verá más adelante,
la precariedad se dena principalmente por la vía de los bajos salarios. Stan
-
ding (2011, pág. 34) denomina esta situación «precarización sigilosa o a es-
condidas» (casualisation by stealth).
Asimismo, otro argumento a favor de usar la misma ponderación para
cada una de las modalidades laborales atípicas es que su prevalencia en los
diferentes países no se mantiene de manera incólume a lo largo del tiempo,
sino que puede variar, sustituyéndose unas por otras en función de las políti-
cas de empleo, de las exigencias empresariales, de los costes de oportunidad,
de lo que se esté aplicando en otros países en cada momento, etc. Los casos
de España, Países Bajos o Portugal, mencionados más arriba, constituyen cla-
ras muestras de esto.
Estas son las razones por las que no es aconsejable asignar ponderaciones
diferentes a cada modalidad atípica, ya que, de hacerlo, se sobrevalorarían al-
gunas formas contractuales y minusvalorarían otras, premiando o penalizando
con ello, sin justicación alguna, a los distintos países en función de la preva-
lencia de cada tipo de atipicidad. Esto supondría, además, no tener en cuenta
las diferencias basadas en la idiosincrasia de cada país (y en los costes). De
este modo, el criterio aquí empleado más bien representa una ponderación
implícita del IIL, en la medida en que el peso de las distintas modalidades
viene dado solo por la evidencia empírica (o por la disponibilidad estadística).
En cuarto y último lugar, el IIL se calcula a partir de los valores prome-
dio de dos periodos distintos, 1995-2007 y 20 08-2015. Esta selección de fechas
obedece a que solo desde 1995 existen registros comunes en la LFS para todos
los países de la UE-1513. Por otra parte, puesto que el objeto de este trabajo
es estudiar el impacto de la crisis económica mundial sobre la precariedad la-
boral, parece razonable comparar de manera agregada los datos relativos a
una etapa anterior con los de otra posterior a la misma, siendo 2008 –cuando
estalla la crisis– un año de inexión que expresa un cambio estructural. Final-
mente, 2015 es el último año para el que hay disponibilidad de información
estadística relevante en el momento en que esto se escribe.
El IIL es un índice sintético con el que se pretende abarcar y simplicar
la diversidad europea existente en materia de atipicidad y se expresa analíti-
camente de la siguiente manera:
IIL = t + s + p
donde IIL es función de la suma de los porcentajes, en relación al empleo
total: del trabajo temporal, exceptuando a aquellos que no desean un tra-
bajo permanente (t); del autoempleo, considerando solo a los trabajadores
13 1995 es el año de la cuarta ampliación de la UE, cuando se incorporan Suecia, Finlan-
dia y Austria.
Revista Internacional del Trabajo
530
por cuenta propia sin asalariados a su cargo (s), y del trabajo a tiempo par-
cial, incluyendo solo a aquellos que no pueden encontrar un trabajo a tiempo
completo (p)14.
Resultados
El cálculo del índice de inseguridad laboral en la UE-15 arroja los resultados
mostrados en el cuadro 2, los cuales reejan un incremento de casi cuatro pun-
tos porcentuales (3,9) entre periodos, es decir, antes y después de la crisis eco-
nómica mundial. No obstante, analizando los datos por país destaca un primer
grupo con elevados niveles de inseguridad en comparación al promedio europeo
(encabezado por España y seguido por Grecia y Portugal, a los que se incorpora
Italia en el segundo periodo); otro grupo de países situados en torno a la media
europea (Alemania, Francia, Bélgica, Suecia y Finlandia); y, nalmente, aquellos
que ofrecen los niveles más bajos de inseguridad (Reino Unido, Irlanda, Países
Bajos, Dinamarca, Austria y Luxemburgo). En el segundo periodo se aprecia un
desplazamiento de Bélgica hacia este último grupo de menor inseguridad, mien-
tras que Irlanda y Países Bajos lo hacen en sentido contrario.
En buena medida, los grupos así diferenciados encajan en los modelos
de exibilidad distinguidos por Miguélez y Prieto (2009, págs. 283 y 284) en
un estudio sobre las relaciones laborales en Europa. De este modo, el grupo
de países intermedios ubicados en torno a la media de la UE-15 junto con los
países continentales donde los niveles de inseguridad son los más bajos res-
ponden a un modelo con exibilidad controlada, lo que implica que la insegu-
ridad en el empleo también lo es. Esto supone el mantenimiento de aspectos
característicos del modelo tradicional de relaciones laborales, como son la alta
tasa de empleo y el bajo desempleo, y que buena parte del empleo atípico está
marcado por la voluntariedad.
En contraposición aparece el modelo con exibilidad incontrolada, que
está formado por el grupo de países con los niveles más altos de inseguridad
(España, Grecia y Portugal), caracterizados por bajas tasas de empleo y alto
desempleo, y por la desigualdad de oportunidades en un contexto de escaso
control social. En el segundo periodo estudiado comienza a observarse un
progresivo acercamiento de Italia a este grupo, particularmente a partir del
deterioro de una legislación laboral garantista y la crisis del modelo tradicio-
nal desde principios de los 2000 (Piazza y Myant, 2015, pág. 7), situación de
transición que también podría amenazar a más largo plazo al caso francés a
partir de la reforma laboral aprobada en 2016.
El tercero es el modelo con exibilidad variable y, por tanto, con insegu-
ridad también variable. Dentro de este modelo las diferencias entre países son
notables. El Reino Unido muestra una alta tasa de empleo y una tasa de paro
muy baja, lo que constituye su fortaleza, pero mantiene un porcentaje conside-
14 Según cálculos propios a partir de la LFS de Eurostat, en el periodo 1995-200 7, t repre-
sentaba el 45 por ciento del total del empleo atípico en la UE-15; s el 40 por ciento; y p el 15 por
ciento. En 2008-2015, estas cifras son del 40,6 0, el 36,58 y el 22,81 por ciento, respectivamente.
El auge del empleo precario en Europa 531
rable de formas de atipicidad involuntarias, algunas de las cuales no cotizan a la
seguridad social. Aunque podría parecer un país estable en términos de formas
de empleo, dada su baja tasa de inseguridad, sus mecanismos de exibilidad se
basan en los salarios (Recio, 2001; Rubery, 2005, cf. en Miguélez y Prieto, 2009)
o en las bajas indemnizaciones por nalización de los contratos (Standing, 2011,
pág. 34), y actualmente, junto con Irlanda, Países Bajos y Alemania, se trata del
país con mayor proporción de bajos salarios de la UE-1515, según la Encuesta
europea sobre la estructura de los salarios de Eurostat.
El hecho de que, según los modelos anteriores, la mayor (o menor) inse-
guridad coincida con altas (o bajas) tasas de desempleo permite armar con
carácter general que existe una elevada correlación positiva entre dichas va-
riables (gráco 4). Esta correlación responde a las políticas de empleo apli-
cadas en Europa occidental (también en los Estados Unidos) desde los años
ochenta para disminuir los altos niveles de paro, las cuales, con el n de inten-
tar reducir los datos estadísticos, obedecen a criterios estrictamente cuantita-
tivos sin reparar mínimamente en consideraciones de calidad (remuneración,
estabilidad, condiciones, protección, derechos, garantías, etc.), que de manera
conjunta e inseparable deberían estar vinculadas al objetivo de creación de
empleo (véase, por ejemplo, OCDE, 2014, págs. 79-137). De esta forma, como
15 En Irlanda y Reino Unido las empresas han usado la inmigración como un recurso para
bajar los salarios de los trabajadores a partir de la incorporación, en 2004, de diversos países de
Europa del Este en la UE (véase Jones, 2013, págs. 288 y 289). Sobre esta misma cuestión, véase
también Standing, 2011, págs. 143 y 144.
Cuadro 2. Índice de inseguridad laboral en la UE-15 (1995-2015)
1995-2007 2008-2015
UE-15 22,0 25,9
España 40,7 38,8
Grecia 32,4 34,6
Portugal 28,0 34,0
Italia 23,5 34,9
Países Bajos 17,7 27,7
Irlanda 17,5 24,4
Francia 20,9 23,5
Alemania 19,5 23,0
Suecia 21,8 22,9
Finlandia 24,4 22,2
Reino Unido 14,7 18,8
Bélgica 20,4 17,6
Dinamarca 14,2 15,4
Austria 14,1 14,8
Luxemburgo 9,0 13,0
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la Encuesta europea de población activa (LFS) de Eurostat.
Revista Internacional del Trabajo
532
Gráco 4. Relación entre la tasa de desempleo y el índice de inseguridad laboral
en la UE-15 (1995-2015)
0
Tasa de desempleo (promedio del periodo)
0
Índice de inseguridad laboral (IIL, en porcentaje)
45
1995-2007
5
10
15
20
25
Nota: Los países figuran en todos los gr
áficos con sus correspondientes códigos ISO alfa 2 (norma ISO3166).
Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta europea de población activa (LFS) de Eurostat.
0
Tasa de desempleo (promedio del periodo)
Índice de inseguridad laboral (IIL, en porcentaje)
2008-2015
5
10
15
20
25
40
3025201510
535
0
45
40
3025201510
535
LU AT DK
UK IE
NL
DE
BE
FR
UE-15
SE
IT
PT
FI
EL
ES
R2 = 0,6761
LU AT
DK
BE
UK
IE
FR
SE FI
DE NL
EL
ES
PT
IT
R2 = 0,6333
UE-15
El auge del empleo precario en Europa 533
muestra el gráco 4, la atipicidad ha prevalecido en aquellos países donde el
desempleo ha venido siendo más elevado, y viceversa.
Sin embargo, aquellas políticas han generado nuevas contradicciones. Y
así, actualmente, parte del problema en materia de empleo se desplaza, como
se ha visto, hacia el excesivo peso que detentan determinadas modalidades
atípicas. Consecuentemente, en línea con la concepción básicamente cuan-
titativa del neoliberalismo, esta situación se está intentando paliar mediante
políticas que tratan de maquillar las estadísticas sustituyendo, como se ha in-
dicado, unas formas precarias de empleo por otras; aunque, con carácter más
estructural, algunos estudiosos, como Rubery (cf. en Miguélez y Prieto, 2009,
pág. 284), han intuido que el nuevo modelo europeo puede estar pregurado
por el modelo británico: un modelo de baja regulación (o desregulado) que,
con independencia del tipo de contrato, conduce a la presencia de una elevada
proporción de empleos con bajos salarios y al debilitamiento de las políticas
sociales de apoyo. A continuación, se analiza pues el segundo componente bá-
sico de la precariedad: la pobreza.
Precariedad por pobreza laboral
Método y datos
La pobreza o miseria laboral es la segunda dimensión básica de la precariedad.
Como se señalaba más arriba, un empleo también es precario cuando propor-
ciona ingresos insucientes (menos del 66 o del 50 por ciento de la mediana
salarial, Ramos Díaz, 2004) y, como se verá a continuación, estos niveles de
ingresos entran dentro de la categoría de «bajos salarios» (low-wage earners)
de acuerdo con la nomenclatura europea.
En efecto, Eurostat dene los bajos salarios como aquellos que suponen
dos tercios (66 por ciento) o menos de la mediana nacional de los ingresos por
hora. Los datos para la UE se recogen cada cuatro años a través de la Encuesta
europea sobre la estructura de los salarios (Structure of Earnings Survey, SES).
La SES es una gran encuesta de empresas que provee información detallada
sobre la estructura y distribución de los salarios en Europa. Los datos se ree-
ren a todos los asalariados (excluyendo aprendices) que trabajan en empresas
con diez o más trabajadores de todos los sectores de la economía excepto el
sector primario (NACE Rev. 2 sección A), administración pública y defensa y
seguridad social (NACE Rev. 2 sección O) (véase Bezzina, 2012, pág. 1).
Resultados
En el cuadro 3 se muestran los porcentajes de trabajadores con bajos salarios
respecto del total de los asalariados de las SES de 2006, 2010 y 2014. En todo
ese periodo, el porcentaje promedio de bajos salarios se ha mantenido rela-
tivamente estable en la UE-15, pasando del 13,21 al 13,03 por ciento entre
2006 y 2010, y al 12,55 por ciento en 2014. Ello ha supuesto una disminución
de 0,66 puntos porcentuales. En los tres años, los países con una participación
más alta fueron Reino Unido, Irlanda y Alemania, que sobrepasaron el 20 por
Revista Internacional del Trabajo
534
ciento en todos los casos; mientras que los países nórdicos, junto con Francia
y Bélgica, ofrecieron las proporciones más bajas.
Entre 2006 y 2010, el porcentaje de bajos salarios creció en siete países
(Alemania, España, Italia, Austria, Finlandia, Suecia y Reino Unido) y bajó
en los otros ocho. Llama la atención que haya aumentado en un número sig-
nicativo de países donde dicho porcentaje se encontraba ya por encima de
la media europea (Alemania, España, Austria y Reino Unido) y bajado más
aún en aquellos otros que se hallaban por debajo (Bélgica, Dinamarca, Fran-
cia y Luxemburgo), ampliándose con ello la brecha entre los grupos de países
con mayor y menor participación de trabajadores con bajos salarios. Los paí-
ses que registraron los mayores aumentos, con independencia de su posición
con respecto al promedio europeo, fueron Italia (2,09 puntos porcentuales) y
Alemania (1,25 puntos); mientras que las principales bajadas corresponden a
Portugal (–4,64 puntos) y Grecia (–2,91 puntos).
Entre 2010 y 2014, el porcentaje de bajos salarios aumenta en seis paí-
ses (Irlanda, Alemania, Países Bajos, Dinamarca, Francia y Suecia) y baja en
el resto (sobre Grecia aún no hay datos disponibles para 2014). Esta vez, las
mayores subidas se dieron en Francia (2,73 puntos porcentuales) y en los Paí-
ses Bajos (1,06 puntos); y las mayores caídas las experimentaron de nuevo
Portugal (–4,05 puntos) e Italia (–2,92 puntos).
Considerando los tres años conjuntamente, es decir, desde 2006 hasta
2014, se aprecia que ha habido países en los que la proporción aumentó en
Cuadro 3. Porcentajes de trabajadores con bajos salarios respecto del total
de asalariados en la UE-15 (2006, 2010 y 2014)
2006 2010 2014 Variación
2010-2006
Variación
2014-2010
UE-15
13,21 13,03 12,55
–0,18 –0,48
Reino Unido
21,77 22,06 21,26
0,29
–0,80
Irlanda
21,41 20,66 21,56
–0,75
0,90
Alemania
20,99 22,24 22,48
1,25 0,24
Portugal
20,72 16,08 12,03
–4,64 –4,05
Países Bajos
17,74 17,46 18,52
–0,28
1,06
Grecia
15,73 12,82
–2,91
Austria
14,19 15,02 14,76
0,83
–0,26
España
13,37 14,66 14,59
1,29
–0,07
Luxemburgo
13,18 13,06 11,94
–0,12 –1,12
Italia
10,27 12,36
9,44 2,09
–2,92
Dinamarca 8,31 8,17 8,61
–0,14
0,44
Bélgica 6,82 6,37 3,79
–0,45 –2,58
Francia 7,13 6,08 8,81
–1,05
2,73
Finlandia 4,75 5,85 5,28 1,10
–0,57
Suecia 1,77 2,51 2,64 0,74 0,13
Fuente: Encuesta europea sobre la estructura de los salarios (SES) de Eurostat (2006, 2010 y 2014).
El auge del empleo precario en Europa 535
los cuatro primeros años y luego disminuyó en los cuatro últimos, o viceversa,
no dándose, por tanto, una modicación importante en el cómputo total. Esto
ocurrió en el Reino Unido, Irlanda, Países Bajos, Austria, Italia, Dinamarca y
Finlandia. Sin embargo, sobresalen por su aumento Francia (1,68 puntos), Ale-
mania (1,50) y España (1,22); y por su disminución, Grecia (–2,91)16, Bélgica
(–3,03) y Portugal (–8,69). El hecho de que este porcentaje baje en dos de los
países más golpeados por la crisis, de manera especialmente notable en Portu-
gal y a falta de datos del año 2014 en Grecia, no se debe probablemente tanto
a una salida de una parte de la población asalariada del segmento de bajos sa-
larios, cuanto más bien a un aumento del desempleo y de la inactividad en los
años considerados17. Pudiéndose extraer como conclusión que la crisis castiga
con más rigor a dicho segmento de trabajadores.
Como los bajos salarios se denen en relación a la mediana nacional de
los ingresos por hora, el umbral de referencia (66 por ciento) varía según los
países. Por este motivo, echar una ojeada a estas diferencias proporciona in-
formación útil. En el cuadro 4 se puede observar que las medianas del sala-
rio bruto por hora más elevadas corresponden, por este orden, a Dinamarca
16 Solo variación de 2006 -2010; los datos de 2014 no están disponibles.
17 Según la encuesta de población activa de Eurostat, entre 2006 y 2014, el aumento de la
tasa de paro en Portugal fue de 6,4 puntos porcentuales, pasando del 8,1 al 14,5 por ciento. En el
caso de Grecia, la subida fue aún mayor, suponiendo 17,6 puntos y pasando del 9,1 al 26,7 por ciento.
Cuadro 4. Mediana del salario bruto por hora y umbral de salarios bajos
en los países de la UE-15, en euros (2006, 2010 y 2014)
2006 2010 2014
Mediana Umbral* Mediana Umbral* Mediana Umbral*
Dinamarca
20,81 13,73 24,56 16,21 25,37 16,74
Irlanda
16,72 11,04 18,23 12,03 20,16 13,31
Luxemburgo
15,61 10,30 17,75 11,72 18,27 12,06
Bélgica
14,27
9,42
16,42 10,84 17,31 11,42
Alemania
14,42
9,52 14,9 9,83 15,3
10,10
Suecia
14,28
9,42
15,94 10,52 18,46 12,18
Reino Unido
14,95
9,87
12,99
8,57
14,72
9,72
Francia
13,13
8,67
13,64
9,00 14,8 9,77
Finlandia
13,69
9,04
15,96 10,53 17,24 11,38
Países Bajos
12,76
8,42
15,36 10,14
16
10,56
Austria 11,4 7,52
12,69
8,38
13,78
9,09
Italia
10,84
7,15 11,8 7,79
12,34
8,14
España 8,07 5,33 9,41 6,21 9,83 6,49
Grecia 7,67 5,06 9,05 5,97
Portugal 4,71 3,11 5,06 3,34 5,12 3,38
* El umbral de salarios bajos corresponde al 66 por ciento de la mediana del salario bruto por hora.
Fuente: Encuesta europea sobre la estructura de los salarios (SES) de Eurostat (2006, 2010 y 2014).
Revista Internacional del Trabajo
536
e Irlanda, seguida por Suecia, que adelanta a Luxemburgo en 2014; mientras
que las más bajas siguiendo estos mismos criterios son las de Portugal, Gre-
cia (a falta del dato correspondiente a 2014) y España. Entre 2006 y 2014 la
mediana del salario aumentó en todos los países excepto en el Reino Unido,
donde bajó –0,23 euros (un 1,54 por ciento). Los países donde se registraron
las mayores subidas en términos absolutos fueron los nórdicos: Dinamarca
(4,56 euros), Suecia (4,18 euros) y Finlandia (3,55 euros). Y, porcentualmente,
también, Suecia (29,27 por ciento), Finlandia (25,93 por ciento), Países Bajos
(25,39 por ciento) y Dinamarca (21,91por ciento). Dentro de la UE-15, la
máxima distancia se da entre Dinamarca y Portugal, con una diferencia de
casi 5 a 1 (25,37 euros de Dinamarca frente a los 5,12 de Portugal en 2014).
No es difícil comprobar que las diferencias nacionales de la mediana sa-
larial están determinadas por los niveles de renta per cápita de los países, de
tal modo que a mayor (o menor) nivel de renta, mayor (o menor) mediana
del salario (gráco 5).
Sin embargo, estas diferencias nacionales en el nivel de la mediana no
permiten explicar la dispar participación de la población empleada con bajos
salarios según los distintos países. En efecto, como se puede apreciar en el grá-
co 6, referido al año 2014, el porcentaje de la población empleada con bajos
salarios no guarda correspondencia con el nivel de la mediana del salario de
cada país, pudiéndose dar entonces situaciones muy diversas: desde un elevado
porcentaje de población empleada con bajos salarios en países con ingresos per
cápita elevados (Irlanda) y medios (Alemania, Reino Unido y Países Bajos),
hasta un porcentaje reducido de trabajadores con bajos salarios en países de
ingreso alto (Dinamarca) y medio (Bélgica, Finlandia y Suecia).
Esta ambigüedad parece «corregirse», sin embargo, cuando sustituimos
como referencia el porcentaje de trabajadores con bajos salarios por la tasa
de riesgo de pobreza en el trabajo (In-work at-risk-of-poverty rate). Esta tasa
muestra el porcentaje de trabajadores cuya renta disponible equivalente se
encuentra por debajo del umbral de riesgo de pobreza, el cual se sitúa en el
60 por ciento de la mediana nacional de la renta disponible equivalente (tras
las transferencias sociales). En el gráco 7 se observa una correlación nega-
tiva entre esta tasa y el nivel de ingreso, de tal forma que cuanto mayor (o
menor) es dicho nivel, menor (o mayor) es el porcentaje de trabajadores en
riesgo de pobreza18.
Es evidente que el porcentaje de población con bajos salarios es una
magnitud diferente de la tasa de riesgo de pobreza en el trabajo, puesto que la
primera representa el 66 por ciento de la mediana del salario bruto por hora,
y la segunda, el 60 por ciento de la mediana de la renta disponible. En este
sentido, el hecho de que esta última corresponda a la distribución secundaria
de la renta justica la elección de la variable «porcentaje de trabajadores con
bajos salarios» como la más representativa de la pobreza laboral, al estar, a
18 Como se puede deducir, si la tasa de riesgo de pobreza se cruzase con la renta per cápita,
el resultado sería similar. El cálculo no se consigna en el artículo en aras de la brevedad.
El auge del empleo precario en Europa 537
Gráco 5. Relación entre el umbral de salarios bajos y el PIB per cápita en la UE-15
(2006 y 2014)
8
Umbral de salarios bajos (en euros)
10 000
PIB per cápita (euros)
50
000
2006
10
12
14
16
18
Nota: El umbral de salarios bajos corresponde al 66 por ciento de la mediana del salario bruto por hora. No hay
datos de bajos salarios para Grecia en el año 2014. Se excluye a Luxemburgo por el escaso peso que tiene en
el PIB y en la población de la UE (0,40 y 0,14 por ciento, respectivamente).
Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta europea sobre la estructura de los salarios (SES) y de las
cuentas nacionales (NAMA) de Eurostat.
Umbral de salarios bajos (en euros)
PIB per cápita (euros)
2014
40 00030 00020 000
AT
DK
UK
IE
NL
DE BE
FR SE
IT
PT
FI
EL
ES R2 = 0,8171
AT
DK
BE
UK
IE
FR
SE
FI
DE NL
ES
PT
IT
R2 = 0,8759
6
4
2
0
8
10
12
14
16
18
6
4
2
0
10 000 50 000
40 00030 00020 000
Revista Internacional del Trabajo
538
diferencia de aquella, directamente vinculada al mercado de trabajo y ser un
reejo de su (des)regulación.
Precariedad por inseguridad y pobreza:
el índice de precariedad (IP)
Finalmente, a partir de las dos dimensiones de la precariedad analizadas a lo
largo de este trabajo –la inseguridad y la pobreza– y teniendo en cuenta la
fuerte correlación observada supra entre el empleo atípico y el desempleo, se
puede obtener un indicador de la misma denido por la suma de ambas va-
riables ajustada por la tasa de desempleo, de tal forma que:
(IIL + TD) + BS
100
IP =
donde, IP es el índice de precariedad, IIL es el índice de inseguridad laboral,
TD es la tasa de desempleo y BS es el porcentaje de trabajadores con bajos
salarios. El denominador es cien porque todos los indicadores del numerador
se ofrecen en porcentajes.
El cuadro 5 muestra los países de la UE-15 clasicados según su IP (de
mayor a menor) en los dos periodos considerados. De su observación cabe de-
Gráco 6. Relación entre el umbral de salarios bajos y el porcentaje de asalariados
por debajo del mismo respecto del total de asalariados en la UE-15, 2014
8
Umbral de salarios bajos (en euros)
0
Porcentaje de bajos salarios dentro del total de asalariados
25
10
12
14
16
18
Nota: Grecia, año 2010. El umbral de salarios bajos corresponde al 66 por ciento de la mediana del salario bruto
por hora.
Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta europea sobre la estructura de los salarios (SES) de
Eurostat.
15105
AT
DK
UK
IE
NL DE
BE
FR
SE
IT
PT
FI
EL ES
6
4
2
0
LU
20
El auge del empleo precario en Europa 539
ducir que valores del IP en torno al 50 por ciento o por encima pueden consi-
derarse niveles apreciables y que la precariedad se ha expandido por la UE-15
durante el periodo de la crisis económica mundial. En efecto, en el periodo
1995-2007 solo cuatro países se encontraban en esos niveles (España, Grecia,
Portugal y Alemania); sin embargo, en 2008-2015 son el doble (a los anterio-
res se añade Irlanda, Italia, Países Bajos y Reino Unido). Cabe observar que
los países que muestran los niveles más elevados de precariedad son aquellos
que más han sufrido los efectos de la crisis (España, Grecia, Portugal, Irlanda
e Italia), y que en el último periodo estudiado aquí destacan los aumentos ex-
perimentados por todos ellos, pero también por los Países Bajos y el Reino
Unido. Los demás países se han mantenido prácticamente en sus niveles an-
teriores o su índice de precariedad ha incluso disminuido (el caso de Bélgica).
El IP es una combinación lineal de sus dos componentes, IIL + TD, más
BS, y constituye una medida radial del grado de precariedad de cada país a lo
largo de un radio vector que sale del origen de coordenadas. Combinando los
datos de inseguridad y pobreza contenidos en el cuadro 5 se obtienen los resul-
tados que aparecen representados de esta forma radial en el gráco 8, donde,
conforme a la clasicación de Ramos Díaz (2000, pág. 28), se pueden distinguir
Gráco 7. Relación entre el umbral de salarios bajos y la tasa de riesgo
de pobreza en el trabajo, 2014
8
Umbral de salarios bajos (en euros)
0
Tasa de riesgo de pobreza en el trabajo dentro del total de empleo
14
10
12
14
16
18
Nota: El umbral de salarios bajos corresponde al 66 por ciento de la mediana del salario bruto por hora. No hay
datos de la mediana del salario bruto para Grecia en el año 2014. Se excluye a Luxemburgo por el escaso peso
que tiene en el PIB y en la población de la UE (0,40 y 0,14 por ciento, respectivamente).
Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta europea sobre la estructura de los salarios (SES) y de la
Encuesta europea sobre ingresos y condiciones de vida (SILC) de Eurostat.
1242
AT
DK
UK
IE
NL DE
BE
FR
SE
IT
PT
FI
ES
r = –0,75
6
4
2
0
6 8 10
Revista Internacional del Trabajo
540
tres agrupaciones denidas de países correspondientes a tres tipos de mercado
de trabajo, sobre todo en el segundo periodo, es decir, después de la crisis.
El primer tipo (cuadrante superior derecho del gráco) es un mercado
laboral caracterizado por una inseguridad y una pobreza elevadas. Es el mo-
delo meridional europeo, que abarca a España, Portugal y Grecia, y en el que
se incorpora Irlanda y puede incluirse a Italia tras el impacto de la crisis eco-
nómica mundial. En este grupo, España, Grecia y Portugal ofrecen los peo-
res resultados.
El segundo tipo (cuadrante inferior izquierdo) es un mercado labo-
ral caracterizado por una inseguridad y una pobreza moderadas. Es el mo-
delo opuesto al anterior y lo forman Francia, Bélgica, Dinamarca, Suecia y
Finlandia.
Y el tercer tipo es un mercado laboral caracterizado por una inseguridad
moderada y una pobreza elevada (cuadrante superior izquierdo). Constituye la
clase de modelo donde el mercado laboral está más desregulado y su núcleo
principal lo conforman Alemania, Reino Unido y Países Bajos, mientras que
Austria se coloca en su órbita. El Reino Unido, Alemania e Irlanda muestran
en 2014 los niveles de pobreza más altos, llamando particularmente la atención
el rápido ascenso de Alemania a este grupo proveniente del modelo anterior,
Cuadro 5. Índice de precariedad laboral en los países de la UE-15 (1995-2015)
1995-2007 2008-2015
IIL+TD
1995-2007
BS
2006
IP IIL+TD
2008-2015
BS*
2010-2014
IP
España 54,87
13,37
0,68 España 59,89
14,63
0,75
Grecia 42,58
15,73
0,58 Grecia 53,71
12,82
0,67
Portugal 34,34
20,72
0,55 Portugal 46,91
14,06
0,61
Alemania 28,84
20,30
0,49 Irlanda 36,50
21,11
0,58
Irlanda 23,95
21,41
0,45 Italia 44,91
10,90
0,56
Italia 33,34
10,27
0,44 Alemania 29,14
22,36
0,51
Reino Unido 20,57
21,77
0,42 Países Bajos 33,10
17,99
0,51
Finlandia 35,88 4,75 0,41 Reino Unido 25,93
21,66
0,48
Países Bajos 21,92
17,74
0,40 Francia 32,75 7,45 0,40
Francia 30,94 7,13 0,38 Finlandia 30,39 5,57 0,36
Bélgica 28,48 6,82 0,35 Austria 19,90
14,89
0,35
Austria 19,12
14,19
0,33 Suecia 30,85 2,58 0,33
Suecia 29,10 1,77 0,31 Luxemburgo 18,41
12,50
0,31
Dinamarca 19,28 8,31 0,28 Bélgica 25,64 5,08 0,31
Luxemburgo 12,32
13,18
0,26 Dinamarca 22,03 8,39 0,30
* Para Grecia, solo año 2010.
Nota: IIL = índice de inseguridad laboral; TD = tasa de desempleo; BS = porcentaje de bajos salarios.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de las encuestas europeas de población activa (LFS) y sobre la es-
tructura de los salarios (SES) de Eurostat [lfsa_egan; lfsa_etgar; lfsa_eppgai; lfsa_esgais; earn_ses_hourly].
El auge del empleo precario en Europa 541
Gráco 8. Representación radial del índice de precariedad, UE-15, 1995-2015
Porcentaje de bajos salarios
0
IIL+TD (en porcentaje)
60
15
20
25
30
Nota: Para Grecia, el porcentaje de bajos salarios es del año 2010.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de las encuestas europeas de población activa (LFS) y sobre la
estructura de los salarios (SES) de Eurostat.
302010
AT
DK
UK IE
NL
DE
BE FR
SE
IT
PT
FI
EL
ES
10
5
0
LU
40
15
Porcentaje de bajos salarios
0
IIL+TD (en porcentaje)
60
20
25
30
302010
AT
DK
UK IE
NL
DE
BE
FR
SE
IT
PT
FI
EL ES
10
5
0
LU
50
1995-2007
2008-2015
50
UE-15
Inseguridad moderada
y pobreza elevada
Inseguridad
y pobreza elevadas
Inseguridad
y pobreza moderadas
Inseguridad elevada
y pobreza moderada
40
UE-15
Inseguridad moderada
y pobreza elevada
Inseguridad
y pobreza elevadas
Inseguridad
y pobreza moderadas
Inseguridad elevada
y pobreza moderada
Revista Internacional del Trabajo
542
a lo que, sin duda, habrán contribuido las reformas de 2003-20 0519. Irlanda se
encuadraba en este grupo durante la etapa 1995-2007.
Como se percibe en el cuadro 6, los países del primer tipo cuentan con
elevadas tasas de paro, bajas tasas de empleo, bajos salarios mínimos, valores
altos de desigualdad, una baja participación relativa de los salarios en la renta
y bajos niveles de productividad. Un comportamiento inverso muestran estos
mismos indicadores en los países con inseguridad laboral y pobreza moderadas.
Y en los países del tercer grupo, de moderada inseguridad y elevada pobreza,
se dan bajas tasas de paro, elevadas tasas de empleo y salarios mínimos, como
en los países del grupo anterior, pero relativamente altos niveles de desigual-
dad como en los países del primer grupo y también una productividad más
baja, aunque sin alcanzar las bajas cotas de este último. Con ello, todas estas
variables pueden considerarse, sin ánimo de ser exhaustivos, aproximaciones
del grado de inseguridad y pobreza laboral y, por tanto, de precariedad laboral.
Más aún, como se muestra en el cuadro 7, el IP guarda un grado de co-
rrelación signicativo con la mayoría de estos indicadores del mercado de
trabajo y de desigualdad y pobreza anteriormente considerados. Aunque este
grado de correlación diere según el tipo de variable, se pueden extraer algu-
nas conclusiones reveladoras.
En primer lugar, con carácter general, las correlaciones resultan signi-
cativas en prácticamente todos los casos, pero son más elevadas en el segundo,
es decir, después de la crisis, que en el primer periodo estimado (salvo en los
casos del salario mínimo y de la productividad). Ello puede deberse a razo-
nes estrictamente metodológicas (el número de observaciones del primer pe-
riodo es mayor que el del segundo), a razones de más profunda naturaleza
(por ejemplo, las medidas adoptadas por los diferentes gobiernos durante la
crisis económica mundial), o a ambas a la vez. En segundo lugar, es de resal-
tar el alto grado de correlación del IP con el salario mínimo nacional (en los
países donde existe), el coeciente de Gini, la productividad del trabajo y la
tasa de paro (aunque esta última se incluye en el cálculo del IP). Y, nalmente,
en cualquier caso, el IP guarda, como es lógico, una relación positiva con la
tasa de paro y el coeciente de Gini y negativa con el resto de las variables
(la tasa de empleo, el salario mínimo, la participación relativa de los salarios
en la renta y la productividad del trabajo).
Conclusiones
De los diversos factores que condicionan la precariedad en el contexto eu-
ropeo de las últimas décadas, son muchos los autores20 que apuntan a que
el elemento determinante es la exibilidad. Se ha señalado que la aplicación
19 En el modelo de Ramos Díaz (200 0, pág. 28), referido al periodo 1983-1997, y en el estu-
dio de Miguélez y Prieto (2009, pág. 283), referido al periodo 1975-1995, Alemania se encuadraba
en un modelo de inseguridad y pobreza moderadas.
20 Por ejemplo, Coriat, 1993; Rodgers, 1992; Rubery, 1992; Recio, 2001 y 200 7; Cano, 2000;
Standing, 1988 y 2011.
El auge del empleo precario en Europa 543
Cuadro 6. Países de la UE-15 según su modelo de mercado de trabajo en relación con la precariedad (1995-2015)
Tasa de empleo Tasa de desempleo Salario mínimoa
(euros/mes)
Índice de Gini
(porcentajes)
Participación salarial
en el PIB
(porcentajes)
Productividad
del trabajo/hora
(euros)
1995-
2007
2008-
2015
1995-
2007
2008-
2015
1995-
2007
2008-
2015b1995-
2007
2008-
2015c1995-
2007d2008-
2015
1995-
2007e2008-
2015
Modelo*UE-15 63,3 65,7 8,9 9,8 29,6 30,7 42,9 43,2 34,9 38,5
I.
Inseguridad
y pobreza
elevadas
Portugal 66,7 64,0 6,3
12,9
413,69 553,58 36,9 34,5 43,1 40,6 14,9 16,9
España 56,7 58,2
14,2 21,1
555,24 740,73 32,8 33,8 41,9 42,5 28,0 30,5
Grecia 57,4 54,5
10,2 19,1
621,55 766,42 34,0 33,8 27,8 29,7 18,4 19,9
Italia 54,6 56,7 9,8
10,0
31,3 32,2 30,9 33,2 32,1 32,6
II.
Inseguridad
y pobreza
moderadas
Francia 62,0 64,1
10,0
9,3
1185,30 1390,79
28,0 29,9 43,0 43,9 40,8 45,3
Bélgica 59,2 61,9 8,1 8,0
1177,18 1441,53
27,9 26,4 41,4 40,7 43,0 45,8
Dinamarca 75,8 73,9 5,1 6,6 22,7 26,7 55,2 56,1 48,2 53,0
Finlandia 66,5 69,1
11,5
8,2 24,6 25,7 42,3 45,4 34,9 39,5
Suecia 71,8 73,9 7,3 8,0 23,0 24,7 48,2 49,5 38,4 44,3
III.
Inseguridad
moderada
y pobreza
elevada
Reino Unido 70,7 70,6 5,9 7,1
1076,87 1220,11
32,7 32,2 47,5 47,4 35,4 39,7
Irlanda 63,0 61,5 6,4
12,1
1158,28 1461,85
31,8 30,0 40,3 40,2 40,1 50,7
Alemania 65,2 72,3 9,3 6,1
1440,00
26,4 29,6 45,5 45,1 38,1 42,5
Países Bajos 71,5 74,8 4,2 5,4
1221,93 1442,93
27,2 26,2 44,4 43,1 42,0 46,4
Austria 67,8 71,0 5,0 5,1 25,6 27,5 45,0 44,7 34,3 39,4
Luxemburgo 61,9 65,3 3,3 5,4
1367,53 1786,79
27,0 28,5 46,5 47,7 57,3 59,7
* La clasificación de modelos de mercado laboral se ha tomado de Ramos Díaz, 2000.
a Promedio por periodo del salario mínimo correspondiente al segundo semestre de cada año. b Alemania, solo 2015. c Irlanda, hasta 2014. d Irlanda, desde 1998. e Bélgica,
1999-2007; Irlanda, 1998-2007; Luxemburgo, para 1998 no se dispone de datos.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de las encuestas europeas de población activa (LFS), sobre la estructura de los salarios (SES), sobre ingresos y condiciones de vida
(SILC) y de las cuentas nacionales (NAMA) de Eurostat.
Revista Internacional del Trabajo
544
concreta de la exibilidad laboral diere en cada país según los elementos
que conforman cada modelo nacional de empleo: instituciones, cultura polí-
tica, conicto social, especialización productiva, etc. Pero a todos les afectan
de manera común las implicaciones políticas que tuvo la introducción de un
nuevo modelo de organización laboral que ha respondido en gran medida a
las demandas del sector empresarial y que, al extenderse, ha creado nuevas si-
tuaciones sociales, no todas ellas deseadas, entre las que destaca el fenómeno
de la precariedad.
El actual modelo de exibilidad laboral obedece a la exigencia de exi-
bilidad técnica generada por un nuevo paradigma productivo surgido en los
años ochenta. La precariedad se manifestó, desde entonces, como la otra cara
de la exibilidad (Recio, 2007). No obstante, aquella no es su corolario inelu-
dible y admitir la premisa contraria implicaría determinismo tecnológico. La
precariedad laboral en la UE-15 ha sido consecuencia de la aplicación de una
estrategia de exibilidad (llámesela, como se ha señalado en la introducción,
«externa», «contingente», «de bajo coste», «de la vía secundaria» o «simple»)
asimétrica, parcial y periférica, basada en el precio y en la consideración de la
fuerza de trabajo como un mero coste, haciendo recaer el ajuste productivo
sobre ella a través de la degradación de las condiciones laborales y salariales.
Su efecto más visible se plasmó en la proliferación de las llamadas modalida-
des atípicas de empleo, fomentadas por políticas estatales de desregulación di-
rigidas a promover una fuerza de trabajo adaptable y móvil, lo que implicaba
mayor inseguridad laboral. Pero la precariedad también supuso la reducción
progresiva de los salarios, lo que conlleva además pobreza laboral. La crisis
económica mundial, como se ha demostrado aquí, no ha hecho sino intensi-
car esta tendencia.
La evolución y características de esta doble dimensión de la precariedad
–inseguridad y pobreza– y sus efectos en los mercados laborales de los países
Cuadro 7. Correlación entre el índice de precariedad e indicadores seleccionados
del mercado laboral, de desigualdad y de pobreza en la UE-15
(1995-2015)
Índice de precariedad Indicador Coeficientes de correlación (r)
1995-2007 2008-2015
IP
Tasa de empleo
–0,50 –0,58
Tasa de desempleo 0,67 0,81
Salario mínimo nacional*
–0,86 –0,79
Coeficiente de Gini 0,75 0,82
Participación salarial en el PIB
–0,54 –0,64
Productividad del trabajo/hora
–0,78 –0,69
* Portugal, España, Grecia, Francia, Bélgica, Reino Unido, Irlanda, Países Bajos y Luxemburgo. Alemania desde
2015.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de las encuestas europeas de población activa (LFS), sobre la es-
tructura de los salarios (SES), sobre ingresos y condiciones de vida (SILC) y de las cuentas nacionales (NAMA)
de Eurostat.
El auge del empleo precario en Europa 545
de la UE-15, antes y después de la crisis, constituyen la base argumental del
presente trabajo. A tenor de los resultados obtenidos se puede armar que,
aunque las formas legales de regulación del empleo dieren en función del
marco nacional de cada país, las condiciones reales de trabajo muestran simi-
litudes entre países con parecidos niveles de precariedad. Una aportación a
este planteamiento ha sido la intención de este artículo, que proporciona un
marco homogéneo de análisis de la disparidad existente gracias a un índice
de precariedad de doble dimensión: la inseguridad y la pobreza. A partir del
mismo se ha podido comprobar cómo, desde principios de este siglo, se ex-
pande el proceso de precarización en la UE-15 (excepto en los países nórdi-
cos), debido tanto a la atipicidad de las formas de empleo como a un mayor
empobrecimiento de los asalariados, consecuencia de la progresiva desregula-
ción de los mercados de trabajo auspiciada por las sucesivas reformas labora-
les de inspiración neoliberal impuestas en los diferentes países.
La aplicación del índice de precariedad laboral (IP) ofrece un marco ge-
neral de la situación de la precariedad en la UE-15, antes y después de la crisis
económica mundial, en base a los datos utilizados para calcular los niveles de
inseguridad y pobreza. Conforme a los resultados, se distinguen tres modelos
de mercado de trabajo que agrupan a los países según características similares
de exibilización. Los países meridionales (España, Grecia, Italia y Portugal)
responden a un modelo de mercado laboral caracterizado por una inseguri-
dad y pobreza elevadas; los países que cuentan con un mercado laboral más
desregulado (Alemania, Irlanda, Países Bajos y Reino Unido) presentan un
modelo de inseguridad moderada y pobreza elevada; y los nórdicos, junto con
Bélgica y Francia, protagonizan un modelo caracterizado por una inseguridad
y pobreza moderadas.
De este panorama se desprenden, a su vez, algunas conclusiones más con-
cretas. En primer lugar, los resultados relativos a los países nórdicos muestran
presumiblemente el éxito de sus respectivos modelos en términos de bajos
niveles de precariedad. Estos modelos, que surgen de las reformas laborales
implementadas en los años noventa, se caracterizan por la coexistencia de
un elevado grado de exibilidad y un elevado nivel de protección social, lo
que ha conllevado la acuñación del concepto «exiseguridad» para referirse a
ellos. Los principios que encierra este neologismo, basados en la estrategia del
workrst, han servido de inspiración para las Directrices sobre el Empleo del
Consejo Europeo desde 2008 y para las reformas laborales de otros países eu-
ropeos aprobadas con posterioridad a esa fecha, aunque a tenor de sus resulta-
dos parecen haber quedado reducidos a una mera declaración de intenciones.
En segundo lugar, llama la atención el aumento de la pobreza en Ale-
mania y Reino Unido, que podría deberse en gran medida a la conjunción de
dos hechos. Por un lado, la desregulación del mercado de trabajo a partir de
las reformas laborales que ya habían tenido lugar en estos dos países antes
de la crisis y su plasmación en la adopción de algunas modalidades de em-
pleo atípico asalariado extremadamente precarias, como los mini-jobs (kur-
zarbeit) en Alemania y los zero hours contracts en el Reino Unido. Por otro,
Revista Internacional del Trabajo
546
la caída de los salarios provocada por el aumento extraordinario de la oferta
de la fuerza de trabajo a raíz de la quinta ampliación de la UE, lo que supuso
para los países de Europa occidental, en general, y Alemania y Reino Unido,
en particular, convertirse en focos de atracción de mano de obra inmigrante
procedente de los países del Este, entre otras cosas, por la desregulación prac-
ticada y promovida por sus respectivos gobiernos.
En tercer y último lugar, del análisis realizado en este trabajo también se
comprueba que los IP relativos a los tres tipos de modelos señalados guardan
signicativas correlaciones con otros indicadores del mercado de trabajo y de
la desigualdad y la pobreza, de lo que se derivan dos tendencias marcadas que
propenden a expresarse mediante bucles o círculos viciosos de difícil salida.
La primera se fundamenta en la constatación de que existe una elevada
correlación positiva entre precariedad y desempleo, y negativa entre preca-
riedad y salario mínimo, en los países donde existe, y productividad. Estas co-
rrelaciones conducen a la hipótesis de que, en los países donde las tasas de
desempleo son elevadas, las políticas sobre el empleo obedecen a criterios ne-
tamente cuantitativos, sin reparar en la calidad del mismo, constituyendo uno
de sus aspectos más controvertidos.
Las estrategias de exibilidad, para ser viables a medio y largo plazo, no
pueden limitarse a la simple explotación de los recursos laborales (medidas
cuantitativas), sino que deben garantizar la reproducción de dichos recursos
(medidas cualitativas). El menoscabo de las condiciones laborales y salariales
se convierte así en un factor limitativo del propio desarrollo productivo, como
se reeja de manera elocuente en los niveles de productividad y en la parti-
cipación salarial en el PIB en los países con elevados niveles de precariedad.
La exibilidad cuantitativa es, por tanto, muy vulnerable como forma de com-
petencia, ya que no produce en general ventajas competitivas estables y pro-
voca costes de inecacia que se pueden multiplicar en un círculo de causalidad.
La segunda tendencia se asienta igualmente en la elevada correlación
entre precariedad y desigualdad. Excepto los Países Bajos, los siete países
restantes que presentan un elevado IP, ya sea por inseguridad, por pobreza o
por ambas a la vez, sufren igualmente los niveles más elevados de desigual-
dad, mostrando un coeciente de Gini en torno o superior al 30 por ciento.
Se plantea entonces la cuestión de identicar la causa y el efecto, es decir, si
es la precariedad la que genera desigualdad o a la inversa, o más bien se trata
de nuevo de una causalidad circulante.
Más aun, podrían relacionarse ambas tendencias en un círculo de causali-
dad todavía más amplio, en el sentido de examinar las retroalimentaciones que
son susceptibles de generarse entre la precariedad, concebida como fruto de las
estrategias de la exibilidad cuantitativa y sus implicaciones, y la desigualdad.
Tales aspectos no han sido estudiados en profundidad por no ser objeto
de atención de este trabajo, quedando, por tanto, pendientes para futuras in-
vestigaciones. Mas, en cualquier caso, las correlaciones señaladas entre la pre-
cariedad y estos indicadores del mercado de trabajo y de la desigualdad y la
pobreza seleccionados permiten considerar a los mismos, aunque no de forma
El auge del empleo precario en Europa 547
exhaustiva, como aproximaciones del grado de precariedad laboral y, en con-
secuencia, podrían ser consideradas sus variables proxy.
El IP es un índice extremadamente simple, aunque podría perfeccionarse.
Por ejemplo, podrían añadirse al mismo una o algunas de las restantes dimen-
siones denitorias de la precariedad con la nalidad de ofrecer un resultado
más robusto a la hora de aplicarse. No obstante, a pesar de su sencillez, resulta
operativo para el análisis de los mercados de trabajo y podría también contri-
buir al diseño de las políticas de empleo.
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