Aranguren: Ética y Política

AuthorElías Díaz Garcia
PositionCatedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid
Pages167-192
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RE V I S TA IN T E R N A C I O N A L D E PE N S A M I E N T O PO L Í T I C O · II ÉP O C A · VO L . 3 · 2007 · [165-192] · ISSN 1885-589X
Aranguren: Ética y Política
Elías Díaz
Catedrático emérito de la Universidad
Autónoma de Madrid
elias.diaz@uam.es
Fecha de recepción: abril 2007
Fecha de aceptación: julio 2007
Aranguren: Ethics and Politics
PALABRAS CLAVES: radical democracy; moral democracy; history of political thought
KEYWORDS: democracia radical; democracia moral; historia del pensamiento político
Abstract.: This essay analyses the ethical and political thought of the Spanish phi-
losopher José Luis L. Aranguren (1909-1996), by focusing specially on the writings he
produced in the 80ies. These, which had not been included in his complete works, have
been recently published thanks to Alfonso García Santesmases’ impulse. For the author
the sentence “democracy as moral” synthesises the core of Aranguren’s thought.
For Aranguren, the foundation of democracy lies in the notion of democracy as moral
understood as unlimited commitment and social responsibility.
Resumen.: El presente artículo aborda el pensamiento moral y político del
filósofo español José Luis L. Aranguren (1909-1996), centrándose especial-
mente en sus escritos de los años ochenta que no habían sido incluidos
en sus obras completas, y que han sido publicados recientemente gracias
a la iniciativa de Alfonso García Santesmases. Para el autor la sentencia
“la democracia como moral” resume el pensamiento aranguriano. Para
Aranguren el fundamento de la democracia es la democracia como moral,
entendida en el sentido de compromiso sin reserva, de responsabilidad
ante la sociedad.
Estudios Varios
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scribo estas páginas cuando han
transcurrido ya diez años desde el
fallecimiento del muy querido maes-
tro y amigo, el profesor y filósofo José Luis
L. Aranguren, aquel 17 de abril de 1996. Se
mantuvo activo vital e intelectualmente casi
hasta los que fueron sus últimos meses,
bien cumplidos en esa forma los ochenta
y seis años de edad: había nacido (gémi-
nis) un 9 de junio de 1909. Siempre con un
talante, vocablo este tan aranguniano, de
carácter crítico, autocrítico, distante, infiel,
heterodoxo, libertario y democrático. En las
nuevas (renovadas) reflexiones que van en
estas páginas sobre sus ideas éticas y po-
líticas, prolongando con esta ocasión otros
anteriores escritos míos, incorporo asimis-
mo sin propósitos exhaustivos algunos va-
liosos trabajos de buenos conocedores de
aquél publicados en esta última década.
De manera muy especial he tenido también
en cuenta para esta moderada revisión los
artículos de Aranguren, entre 1982 y 1991,
no incluidos en sus Obras Completas y que
Antonio García Santesmases ha editado
muy recientemente1.
La democracia como moral
Al tratar, como me propongo hacer aquí,
acerca de las ideas (y praxis) políticas de
José Luis L. Aranguren, recordaré que ya
en otras de esas ocasiones anteriores las he
sintetizado –de acuerdo en efecto con sus
mejores intérpretes- con esa expresión que
fue tan propia y habitual suya: la “democra-
cia como moral”2. Con tal designación creo
que se alude certeramente al fundamento
último, a la raíz misma de la democracia e,
incluso, de la política sin más. Reenlazan-
do de modo explícito con importantes libros
suyos de los años sesenta –especialmente
Ética y Política, de 1963-, una vez más lo
resaltaba él mismo como paradigma en el
artículo de aquel título publicado en 1976:
Así, pues –dice- el fundamento de
la democracia es la democracia como
moral. Moral, en tanto que compro-
miso sin reserva, responsabilización
plena. Y moral en tanto que instancia
crítica permanente, actitud crítica
siempre vigilante. Crítica de todo lo
establecido –añade- en tanto que
establecido, lo mismo o casi lo mismo
si viene de la izquierda que si viene de
la derecha, porque lo establecido es lo
hecho ya y no lo moral, es decir, lo que
está aún por hacer, lo que es, todavía,
una incumplida exigencia. Con lo cual
ya vemos –concluye- que la moral que
ha de servir de base a la democracia,
en tanto que instancia crítica siempre
tras un régimen “ideal”, es asimismo
utópica3.
Concuerdo básicamente con tal propuesta
aranguriana, aún discrepando en esa ahí
excesiva casi indiferenciada equidistancia
suya entre “lo establecido” (en la historia o
en el presente) ya lo sea tanto por la “de-
recha” como por la “izquierda”. Y, sobre
todo (de ahí deriva lo anterior), haciendo
observar que “lo establecido”, “lo hecho
ya” puede no perder su cualificación de
“moral” por la mera razón de existir, de te-
ner presencia empírica y real. Hay y puede
haber una moral de lo (y en lo) establecido.
Me parece que hay o puede haber mayor
conexión e interrelación de fondo, aunque
nunca absoluta reducción e identificación,
entre hechos y valores, entre lo positivo y lo
moral, entre lo real y lo racional (si se me

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