ANÓNIMO; El Carácter de la Realeza & de la Tiranía, 1652

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haciéndolo ver con un discurso político. I. Las cualidades necesarias a un príncipe para gobernar bien a sus súbditos. II. Los males que acarrean a los pueblos cuando los soberanos son incapaces de gobernarlos,

París.

[3] Sin embargo, o por una ceguera vergonzosa o por una cobardía criminal, la mayor parte de aquellos que viven bajo el gobierno monárquico, confunden la realeza con la tiranía aunque sea

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muy sencillo distinguirlas una de la otra al igual que nos es sencillo no confundir el agua caliente con la fría, lo amargo [4] con lo dulce o las tinieblas con la luz. Confieso que hay que ser libre para poder juzgar debidamente al gobierno de Estado, el órgano, decía Aristóteles, debe estar privado de las cualidades de su objeto para recibir las especies, porque todo lo que se recibe se acomoda a la naturaleza del que lo recibe [...].

Para juzgar, pues, con sinceridad sobre la cualidad del gobierno de nuestro Estado, hay que estar desinteresado, no tener la mente preocupada o con odios o con amores hacia aquellos que tienen las riendas del Imperio y no estar tocado por ninguna otra afección más que con el bien que se comunica con más amplitud al público.

Aunque el fin de la Política sea hacer felices a los hombres y que para alcanzar este fin el gobierno monárquico ha sido juzgado como el más propicio por muchos sabios, la experiencia nos hace ver lo contrario ya sea por considerar los imperios en su establecimiento, sea en su vigor [5], sea en su decadencia y en su fin.

Cuando la política está fundada en la Moral, es decir, que aquél que gobierna el Estado, es un hombre de bien, prudente, justo, fuerte y moderado, todos aquellos que se encuentran en la misma sociedad civil pueden esperar alcanzar el más alto grado de felicidad, dentro de los medios de cada uno [...].

[7] Si quisiéramos saber por qué en todos los Estados, donde los objetos obedecen a uno solo, hacen falta varios siglos para encontrar un reino feliz, hay que considerar que la autoridad real no puede servir más que de ruina a los súbditos de la monarquía, si ella no está acompañada de una [8] alta virtud y principalmente por la moderación que no puede unirse si no es en un espíritu cultivado por los estudios y por los ejercicios de las virtudes con tanta pompa y brillo como autoridad.

También los más sabios han tomado como carácter de la realeza no el cetro y la diadema, no la púrpura y el algarabío de los cortesanos, con una mentalidad débil o...

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