El ambiente naturalmente humano

AuthorJosé Mª Mira de Orduña Gil
ProfessionUniversidad CEU Cardenal Herrera (Valencia)
Pages123-139

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I Introducción

Cuando la Iglesia Católica elabora cualquier documento de Doctrina Social parte siempre de unos principios nucleares, fundamento de todo cuánto la Iglesia es. Estos principios teológico, cristológico, antropológico e iusnaturalista son, en realidad, una sola verdad; son caras de un mismo diamante, de manera que es perfectamente posible enunciarlos todos partiendo de cualquiera de ellos. Esta realidad es la que pretende mostrar el cuadro de la página siguiente.

El hombre tiene acceso a la verdad, la belleza y el bien sin necesidad de la Iglesia, pues son trascendentales del ser. Todo cuánto el hombre es tiende a la realización de estos elementos, en los cuáles el hombre encuentra su auténtica felicidad. Pero la Iglesia, lugar de la esperanza, muestra a Cristo, y a través de Él el hombre puede conocer mejor quién es, cuál es su verdad, dónde radica su belleza y cómo desarrollarse desde el bien.

Cuando la Doctrina Social de la Iglesia propone al hombre la construcción de sociedades humanas en las que el poder, la economía, la familia, la educación, la cultura, la investigación científica, los medios

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de comunicación, etc., estén construidos desde la dignidad del hombre y para su felicidad, lo hace partiendo de esos grandes cuatro principios originarios1:

- El principio teológico, que enuncia que Dios existe, que es Amor, creador del hombre y de la Ley natural, que tiene para el hombre el mensaje de su propia felicidad, pues es el Mensaje de amor enviado por el creador a su creatura. Por tanto, escuchar a Dios es parte esencial de la felicidad del hombre, y elemento central en la construcción de una sociedad humana.

- El principio cristológico, que enuncia que Jesús, el Cristo, es verdadero hombre, modelo de lo humano, y verdadero Dios. Que Cristo nos muestra al Padre, desde la intimidad del Hijo. Que Cristo inter-preta la Ley divina, positiva y natural, con la autoridad propia. Es la Verdad que nos trae el Amor de Dios para que seamos capaces de amar a Dios y al prójimo.

- El principio antropológico, que describe al hombre como un ser digno por su origen, creatura de Dios, y por su capacidad ontológica de elegir en libertad, desde su potencia y bajo su responsabilidad.

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- El principio iusnaturalista, que afirma la existencia de un orden natural, de una naturaleza entendida como «esencia y propiedad característica de cada ser».2Afirma la necesidad de descubrir la verdad, de indagar la justicia en función de la propia naturaleza de las cosas y, especialmente, de la propia naturaleza humana, que es su libertad, su capacidad de amar, su dignidad personal.

Es bastante frecuente que cuándo se analiza un aspecto de la sociedad humana, como el medioambiental que ahora nos ocupa, se parta de la dignidad del hombre -principio antropológico- y de la creación del mundo por Dios -principio teológico-. En este artículo he pretendido partir del principio iusnaturalista, por cuánto gran parte de lo que la Iglesia ha dicho sobre la cuestión ecológica parte de una reflexión ética que puede ser aceptada por cualquier persona desde su razón, pues está enraizada en la ley natural. Partiremos del análisis del documento de la Comisión Teológica Internacional, Alla ricerca di un’etica universale: nuovo sguardo sulla legge naturale3.

II Premisas generales

Cuándo la Comisión Teológica Internacional reflexiona sobre la existencia de una ley natural, de una ética universal, empieza planteándose si existen valores objetivos que puedan unir a los hombres y procurarles paz y felicidad, cuáles son y cómo conocerlos4. Parte en esta reflexión de cinco premisas básicas:

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- La comunidad mundial. El ser humano es hoy más consciente que nunca de su pertenencia a una sola comunidad mundial o internacional. Así lo había afirmado ya en 1963 Juan XXIIIal dejar constancia de que «...hoy los hombres, por participar cada vez más activamente en los asuntos públicos de sus respectivas naciones, siguen con creciente interés la vida de los demás pueblos y tienen una conciencia cada día más honda de pertenecer como miembros vivos a la gran comunidad mundial»5. Benedicto XVI ha realizado esta misma afirmación referida a los pueblos más necesitados, pues éstos exigen cada vez más a la comunidad internacional que asuma su deber de ayudarles a ser «artífices de su destino»6.En los últimos años ha surgido un concepto, globalización, que ha venido a reflejar las consecuencias prácticas de esta realidad global: el hombre se siente, cada vez más, ciudadano del mundo en uno y otro lugar7.

- La creciente interacción entre persona, sociedad y cultura ha sido favorecida por el desarrollo de los medios de comunicación, de modo que los problemas del hombre adquieren hoy una dimensión internacional. Así lo había advertido ya Juan Pablo II: «el primer areópago de los tiempos modernos es el mundo de la comunicación, capaz de unificar a la humanidad convirtiéndola, como se suele decir, en una «aldea global». Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos constituyen el principal instrumento de guía y de inspiración en su comportamiento individual, familiar y social»8.Los medios de comunicación, cuando tienen

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como fin mediato la promoción de la dignidad humana, al dotar de relevancia mundial cualquier acontecimiento sucedido en cualquier lugar del mundo, contribuyen suo proprio modo a crear unas condiciones justas, permitiendo a los hombres conocer los problemas humanos y asumir su propia responsabilidad. Pero para ello es fundamental que estos medios se centren en la protección última de la dignidad de la persona:

Para alcanzar estos objetivos se necesita que los medios de comunicación estén centrados en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos, que estén expresamente animados por la caridad y se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural. En efecto, la libertad humana está intrínsecamente ligada a estos valores superiores. Los medios pueden ofrecer una valiosa ayuda al aumento de la comunión en la familia humana y al ethos de la sociedad, cuando se convierten en instrumentos que promueven la participación universal en la búsqueda común de lo que es justo

9.

Responsabilidad planetaria y solidaridad global. Un mundo como el nuestro, global, debe buscar la solución de los problemas en su doble dimensión particular o nacional y general o internacional10. La existencia de problemas con causas transnacionales nos indican que aquella determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común que es la solidaridad11debe ejercerse en un plano internacional si queremos dar un enfoque sostenible a los problemas derivados de la vida del hombre en sociedad. Así, en 1996, Juan Pablo II afirmaba en la sesión inaugural de la Cumbre mundial sobre alimentación12:

Es de desear que vuestras reflexiones inspiren también medidas concretas, que constituyan medios de lucha contra la inseguridad alimentaria, de la que son víctimas demasiados hermanos nuestros en la humanidad porque, a nivel mun-dial, nada cambiará si los responsables de las naciones no toman en cuenta los compromisos escritos en vuestro Plan de

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acción, para realizar políticas económicas y alimentarias fundadas no sólo en los beneficios, sino también en la participación solidaria

.

Pero, para entender la acción solidaria es necesario definir el bien común, pues aquella está en función de este. La Doctrina Social ha utilizado dos dimensiones para encuadrar el bien común, una cuantitativa, referida al número de personas al que afecta, y otra cualitativa, referida a su radicación en la dignidad de la persona. Según este último, no importa tanto a cuántas personas vaya a afectar una acción, cuánto la importancia que tiene esta medida para defender la dignidad humana. En este sentido se ha definido bien común como las condiciones sociales que permiten a un ser humano alcanzar su perfección. Es trabajo de todos, autoridad y gobernados, trabajar por eliminar estructuras de pecado, de corrupción, que impiden a las personas encontrar su perfección, y crear condiciones que permitan esa perfección. Esas estructuras tienen una dimensión particular, pero también internacional13.

- La unidad del género humano. El nexo entre los tres elementos anteriores es, sin duda, la unidad del género humano. Es la esencial unidad entre todos los hombres, manifestada en todos los aspectos de su ser, personal y social, inmanente y trascendente, la que prefigura esa tendencia a hacia la interrelación mundial. Baste el ejemplo del Derecho para entenderlo bien. Juan Pablo II, en un discurso a los juristas católicos14, afirmaba:

«Con todo, es necesario reconocer que sobre el derecho se cierne el peligro del particularismo. El particularismo actúa legítimamente para salvaguardar el genio específico de cada pueblo y de cada cultura; pero, muy a menudo, cuando pierde de vista la unidad esencial del género humano, no sólo causa separaciones sino también situaciones injustificadas de fractura y conflicto... Si existe una manifestación de la unidad del género humano y de la igualdad entre todos los seres humanos, es precisamente la del derecho, que no puede excluir a nadie de su horizonte, pues de lo contrario alteraría su identidad específica. En esta perspectiva, los esfuerzos de la comunidad internacional desde hace algunos decenios para proclamar, defender y promover los derechos humanos fundamentales son el mejor modo para que el derecho realice su vocación profunda.Por eso, los juristas deben ser siempre los

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primeros en comprometerse en la defensa de los derechos del hombre, dado que a través de ellos se defiende la identidad misma de la persona humana.15.

Nada de lo que el hombre es o hace lo ha sido u hecho sólo. En una...

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