La actualidad de la economía de John Stuart Mill: una encrucijada entre clásicos y neoclásicos

AuthorEstrella Trincado
Pages247 - 294

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Introducción
Contexto social

Los1 libros de Historia del Pensamiento Económico consideran a John Stuart Mill parte integrante de la Escuela Clásica de Economía

2. Sin embargo, la revisión de las doctrinas de la escuela clásica que Mill realizó en los terrenos movedizos del siglo XIX le llevó a renegar de algunos principios fundamentales de los clásicos, inclinándose hacia tendencias socialdemócratas (ver Schwartz 1968). En este artículo, se describe ese procesoPage 248de conversión, así como la transformación personal de Mill que le llevó a ser un punto de inflexión tanto en la teoría política como en la teoría económica. Mill se convirtió en un economista difícil de catalogar, pero, sobre todo, un economista innovador que sería punto de inflexión hacia la modernidad y cuyas teorías con el tiempo muestran estar cada vez más de actualidad.

Precisamente, la influencia del mundo social en la teoría económica de John Stuart Mill hace imprescindible que describamos brevemente tanto sus circunstancias, como su filosofía social. En los años en que Mill vivió (1806 - 1873) se produjo una transformación en las mentalidades de gran alcance. El hecho de que en la Revolución Francesa las masas trataran de hacer —por primera vez— racionalmente la historia, transformó el panorama intelectual europeo. En el periodo renacentista los autores utópicos (Moro [1516] 1990; Campanella [1602] 1975) dirigían sus críticas al ideal maquiavélico, un supuesto «realismo» que afirmaba que es inútil rebelarse a las leyes de la Necesidad y la Razón de Estado. Sin embargo, la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano reunió el sueño de la Independencia Americana y la teoría racionalista francesa de la igualdad y progreso indefinido, que auguraba a la historia un final utópico. Es cierto que la Revolución no resolvió el problema de la transformación de las instituciones económicas. De hecho, acabó en el Terror, tras el golpe de Estado del 18 Brumario de 1799 que abocaría al despotismo napoleónico. Sin embargo, los teóricos no se dejaron llevar por el pesimismo. El enciclopedista Condorcet ([1795] 1997), por ejemplo, entusiasmado por la Revolución, consideró que su fracaso no constituía una necesidad intrínseca a su propósito transformador. Más bien, se debía a que el desarrollo social era más desigual que el del conocimiento. Y la causa del retraso del desarrollo social era que la historia, hasta su época, había sido la historia de los individuos, no de las masas; y el bienestar de la sociedad se había sacrificado al de pocas personas.

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Respuesta antiracionalista

Sin embargo, en el mundo anglosajón, influido por la Ilustración escocesa, los autores criticaban la Revolución desde una postura conservadora y escéptica. Desde Locke ([1690] 1991: 244-8), que definía la libertad como una relación entre el individuo y el grupo, en Inglaterra imperaba una tradición individualista. Un ejemplo de esta tradición es la obra del influyente político Edmund Burke, escritor romántico británico declaradamente hostil al espíritu revolucionario, que en 1790 escribió Reflexiones sobre la Revolución Francesa. En este libro, Burke (1989) afirma que todo cambio brusco es un error. Es cierto que una sociedad sin medios para realizar cambios lentos está abocada a su destrucción. Pero las formas políticas y sociales existentes tienen la virtud de estar sacralizadas por la tradición; y la tradición es, justamente, el medio de realizar esos cambios, un mecanismo con los ojos vendados, como se representa siempre a la justicia. Es el evolucionismo institucional lo que permite un cambio lento y espontáneo. De este modo, el presente incorpora la sabiduría acumulada del pasado. La tradición, por otra parte, crea una continuidad y tranquilidad social, que es, según Burke, el objetivo político en última instancia. Cualquier forma política existente es preferible a un sistema surgido del cambio, dado que éste es imprevisible y no sabemos si deseable3.

En este sentido, este pensamiento conservador afirmará que hay que preservar lo natural, considerando la «naturaleza» en un sentido casi religioso. La sociedad es reflejo de un orden fijo, divino o natural, no un artificio humano manipulable, que llega a un equilibrio y a una identificación natural de intereses,Page 250una figura que proviene de las ciencias naturales, sea la física o la biología. Contra la física, sin embargo, en la ciencia social no pueden realizarse experimentos4. En Reivindicaciones de la sociedad natural (Burke [1756] 1993), además, Burke se une a Rousseau ([1754] 1996), al mostrarnos los males de la civilización. Si la historia es una degeneración y nos lleva al fin, es mejor conservar los elementos que consideramos esenciales al sistema político existente para evitar que llegue el fin de la historia. Las opiniones de Burke, y otros, sobre el cambio social y el individualismo, llevaron a que el pensamiento libertario británico evitara la Revolución Francesa y culminará en los economistas clásicos, manteniendo una monarquía parlamentaria frente a los regímenes absolutistas que había en Europa.

Respuesta racionalista

El pensamiento continental, sin embargo, se basó en mayor medida en el racionalismo cartesiano, y puso énfasis en la actividad de grupo. El gobierno se entendía como ciudadanía, no como represión. Muchos defendieron la propiedad social; otros, como Hegel ([1837] 1980), mostraban la libertad en términos de asociaciones (la familia, la Iglesia y el Estado). Los autores hablaban de una libertad interior que rechaza las cosas materiales. En particular, la Ilustración Francesa contemplaba la historia como una progresión interminable hacia la verdad y la razón.

Esta ideología alumbró también a algunos autores británicos, como los miembros de la secta crítica de los Radicales Filosóficos5. Éstos se basaban en la filosofía utilitarista de Jeremy Bentham. En realidad, era una filosofía que se reducía a dos principios: el de asociación entre ideas; y el principio de la máxima felicidad (Bentham [1789] 1907). Este último era, segúnPage 251Bentham, una ley psicológica necesaria: todos los hombres buscan el placer y rehúyen del dolor. Sin embargo, aunque están de acuerdo en el fin, no lo están en los medios. Al diferir entre ellos las asociaciones de ideas, conectan la felicidad con distintas cosas. Bentham pensaba que los placeres son una colección de elementos simples que pueden considerarse como dolores negativos. El hombre está continuamente, e inconscientemente, haciendo cálculo de estos placeres, un «cálculo felicífico» (Bentham [1815] 1983). Como las asociaciones de ideas se dan dentro de parámetros cartesianos, si consiguiésemos describirlas, podríamos prever la acción humana. Además, la mente del hombre es como una tabula rasa en que se pueden imprimir, a través de la educación, sentimientos; con lo que el objetivo del gobierno es identificar artificialmente los intereses individuales sobre la base del criterio de la mayor felicidad del mayor número (único criterio, según Bentham, que puede legitimar la autoridad).

En base a estas ideas, James Mill, discípulo y difusor de Bentham, procuró reducir los fenómenos sociales a leyes humanas explicables «y predecibles», tanto físicas como psicológicas, como modo de reformar las instituciones sociales en base a la utilidad general. James Mill ([1829] 1967) describe las sensaciones humanas como fenómenos nerviosos materiales, parecidos a la electricidad6. Según James Mill, el hombre es producto de la educación, más que de condicionantes fisiológicos o naturales, y puede ser reformado ilimitadamente. En la línea de educacionistas como William Godwin ([1793] 1971), defendía que el legislador debe ser un pedagogo que use las penas y castigos para dirigir al hombre a que ame lo justo7. El problema político se resolvería a través de la pedagogía que, a diferencia de la educación, que se restringe a la infancia, es la elaboración de instituciones que influyan en la instrucción a loPage 252largo de la vida, adaptando al hombre a la inteligencia racional y eliminando los motivos egoístas y asociales.

Como vemos, estos autores identifican el problema social con una falla de las instituciones actuales de distribución, que militan contra la perfección de la sociedad. Por ejemplo, Godwin dice que las instituciones humanas, especialmente la de la propiedad privada y la del matrimonio, crean una indeseable desigualdad. En lo que respecta a la propiedad, según Godwin, si conseguimos una división equitativa de la riqueza, el hombre podría satisfacer sus deseos simples y tendría tiempo libre para realizar mejoras morales e intelectuales. También critica la institución del matrimonio: ésta debería sustituirse por un sistema de uniones libres y flexibles. Pero una importante objeción que plantea es el Principio de la Población. Sin embargo, él considera que el crecimiento de la población es un problema de largo plazo: podrían pasar siglos hasta que el globo estuviera lleno y cuando llegase ese momento, los hombres, cuyo pensamiento habría establecido el imperio sobre el cuerpo, cesarían de multiplicarse, liberados de la necesidad. Para...

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