Las relaciones entre la Unión Europea y América Latina: el reforzamiento de la participación ciudadana en el proceso de asociación birregional

AuthorJamile Bergamaschine Mata Diz
ProfessionProfesora de Derecho Tributario del Departamento de Derecho de la Universidad Federal de Vicosa/MG/Brasil. Investigadora en Derecho Público/Derecho Comunitario de la Universidad de Alcalá de Henares - Madrid - España. Abogada. Miembro do IELEPI (Instituto Eurolatinoamerica-no de Estudios para la Integración).
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1. Introducción

Las relaciones entre la Unión Europea y América Latina siempre estuvieron enmarcadas por períodos de éxitos y fracasos. Desde la formación del proceso comunitario en 1951, se han establecido sendos marcos y acuerdos de cooperación que conllevaron, a lo largo de cinco décadas, en una profundización de los lazos entre Europa y América Latina. Iniciado el proceso de integración en las distintas zonas latinoamericanas, hubo un redirecionamiento de las relaciones entre ambas regiones, ya que no se trataba más de negociar, vis a vis, acuerdos bilaterales, sino adquirir un mayor grado de compromiso delante de los acuerdos multilaterales firmados entre la UE y el MERCOSUR, la Comunidad Andina de Naciones y el Sistema de Integración Centroamericano. En efecto, hasta mediados de los 80, la vertiente política de las relaciones intercontinentales brilló por su ausencia, en consonancia con el hecho de que América Latina pasara prácticamente desapercibida entre los puntos de atención de la entonces Comunidad.

Fue con la concretización de los objetivos comunitarios europeos, los procesos de redemocratización en América y la incorporación de España y Portugal que se llegó a un giro en las relaciones eurolatinoamericanas, verificado en el diálogo de San José establecido con Centroamérica desde 1984 y en la comunicación de la Comisión al Consejo de 22 de junio de 1987, siendo esta el primer documento que el Consejo emite sobre la región latinoamericana, fijado el propósito de aplicar una estrategia global coherente para el fortalecimiento de las relaciones de cooperación entre la Comunidad y América Latina. Desde entonces, se fueron firmando acuerdos de cooperación y de asociación, no solo económicos, sino también políticos con los diversos procesos de integración o con países de dicho continente.

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Pretendemos hacer un análisis de la participación de los ciudadanos en los procesos de integración llevados a cabo tanto por los europeos cuanto por los latinoamericanos, poniendo de manifiesto, por un lado, el desarrollo de una agenda social participativa experimentada por la Unión Europea (UE) y, por otro, la necesidad de profundizar la inserción de la sociedad civil en los procesos decisorios integrativos en América Latina, especialmente en el MERCOSUR, la Comunidad Andina y el Sistema de Integración Centroamericano. Haremos en el apartado siguiente un breve resumen del desarrollo de las relaciones interregionales.

2. Las relaciones Union Europea y America Latina: breves consideraciones

En una retrospectiva histórica se puede evaluar las relaciones entre la UE y América Latina en tres etapas distintas: la década de 60, cuando las relaciones prácticamente no existían2; los años 70 y 80 cuando se empieza a determinar un grado mínimo de aproximación y finalmente, las dos últimas décadas, cuando se verifica un fortalecimiento entre las regiones3.

De cierto modo, el eje dinamizador de dicho fortalecimiento había empezado en la mitad de los 80, cuando se profundizaron las relaciones políticas y económicas. La formación de una estrategia única para Latinoamérica fue considerada como prioridad, a partir del reforzamiento de la construcción europea y con la firma del Tratado de Maastrich en 1992, que desarrolló el concepto de cooperación internacional (incluido en el segundo pilar sobre la política exterior común). No obstante, la revalorización de las relaciones interregionales se ha logrado debido a tres elementos esenciales:

1) El reconocimiento comunitario de las instancias institucionales globales de América Latina, tales como: Grupo de Río4, la ALADI, el MERCOSUR, la Comunidad Andina y el Sistema de Integración Centroamericano;

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2) La voluntad de formar un espacio iberoamericano, impulsado principalmente por España y Portugal. La incorporación de estos países a la Unión Europea, en los años 80, provocó un nuevo e importante redirecionamiento en las relaciones comunitarias con América del Sur. De acuerdo con las declaraciones anexas a las respectivas Actas de Adhesión, el consejo de Ministros de la UE adoptó, en 1987, una postura dirigida a reforzar las relaciones con América del Sur, a través del establecimiento de diálogos económicos, políticos y sociales. De igual manera, España durante su presidencia en la Unión Europea, dio prioridad especial a la agenda birregional UE/AL. Las razones históricas, con una herencia cultural compartida, apuntan un fundamento sustantivo que explica tanto la ambición de constituir un espacio iberoamericano, como el interés por el fortalecimiento del vínculo global de las relaciones bilaterales;

3) Finalmente, la decisión de la Unión Europea de concretizar acuerdos de cooperación por medio de pactos regionales. Esta iniciativa puede ser demostrada por la estrategia adoptado por la comunidad en relación con América del Sur: una estrategia global (el diálogo con El Grupo del Río y con la ALADI), nacional (actualmente, la Unión Europea ha firmado gran cantidad de acuerdos con los países latino-americanos, con excepción de Cuba) y regional. La percepción de América del Sur como un concepto geográfico, histórico y cultural, pero sin una unidad geopolítica y económica, se encuentra subyacente en los términos de esta triple propuesta.

Los primeros impulsos realizados, corresponden a las primeras decisiones que vinieron a caracterizar la política de la Unión Europea, con referencia a América Latina, en un pasado aún reciente, siendo el fortalecimiento de las relaciones políticas; el enfoque global de las relaciones, correspondiendo a la idea de fuerza: la de diferenciar claramente América Latina de otras regiones en desarrollo cuyos vínculos históricos, sociales, culturales y políticos con Europa no tienen la intensidad ni el potencial que existe en ambos lados del Atlántico, y la necesidad de firmarse acuerdos políticos regionales plenamente definidos, ya que los problemas enfrentados por los países o por las regiones son complejos y distintos5. La voluntad y decisión de concretizar un acuerdo de cooperación se coloca dentro Page 450de una percepción general acerca de las relaciones comunitarias con América Latina, y constituye un claro ejemplo del vértice regional de la apuesta europea en este subcontinente6.

El Encuentro de Cumbre realizado en Río de Janeiro -CIMERA- realizado en el año de 1999, nada más fue una tentativa de consolidación de los lazos diplomáticos y de los intercambios comerciales entre los dos bloques Unión Europea y América Latina, pues a partir de la pauta de negociaciones se estableció, por ejemplo, una fecha-límite para el inicio de las discusiones sobre las barreras tarifarias que la Unión Europea impone a los productos agrícolas provenientes de la región7. Sin embargo, las negociaciones para que estas barreras fuesen realmente disminuidas, o incluso extinguidas, aún no se concretizó.

Luego de esta 1.a Cumbre, llevada a cabo en Brasil, en la que se estableció una asociación estratégica entre los Estados de la Unión Europea, América Latina y el Caribe, y de la 2.a Cumbre, realizada en España (18 y 19 de mayo de 2002, Madrid), en la que se definió sobre todo el acompañamiento político de los procesos de negociación de la UE con las formaciones regionales de los socios, se incrementaron las relaciones intercontinentales, haciendo que la UE otorgase una alta prioridad al subcontinente latinoamericano. La 3a Cumbre de los Jefes de Estado y de Gobierno, que tuvo lugar en México, en mayo de 2004 fue también una gran oportunidad para fortalecer las relaciones entre ambas regiones. No obstante, no se ha cumplido con las expectativas de promover una consolidación efectiva de las propuestas y acuerdos que deberían haber sido firmados en dicha ocasión, aunque se espera que, realmente, represente un "plus" en la agenda de cooperación interregional UE/ALC.

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3. La participación ciudadana en la Unión Europea: el libro blanco para la gobernanza

La propuesta de una teoría de gobernanza para Europa nació de las condiciones de estancamiento en que se encontraba la entonces Comunidad Europea y fue formulada para demostrar las implicaciones resultantes de la ausencia de una política de "gobernabilidad" que sintetizase las aspiraciones de los Estados y de los ciudadanos. Enmarcada por un contexto de fragilidad, propugnaba por un sistema de negociaciones que viniesen a permitir la redistribución de la competencia tanto de los Estados como de las propias instituciones8. En cuanto a la falta de legitimidad, se propone establecer puntos de contacto entre las instituciones y entre estas y los ciudadanos. Como resultado, la reforma de la gobernanza diseñada en el Libro Blanco de 20019 pretende una mejor utilización por parte de la UE de los poderes que le otorga sus ciudadanos, lo que se espera permita una conexión más directa con ellos y unas políticas más efectivas. Ya la Declaración de Laeken tiene una propuesta más político-estructural, abriendo un proceso de reforma que ha empezado en una Convención los debates sobre el futuro de Europa, incluso con determinantes constitucionales y funcionales.

Debido a la importancia del documento elaborado por la Comisión analizaremos más detalladamente el Libro de la gobernanza. De inicio, se puede decir que el Libro Blanco estipula los cinco...

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