Los derechos humanos y el régimen emergente de la promoción internacional de la democracia y del Estado de Derecho

AuthorAntônio A. Cançado Trindade
ProfessionPh. D. (Cambridge); Profesor Titular de la Universidad de Brasilia; Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos; Miembro Titular del Institut de Droit International
Pages147-183

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I Observaciones Preliminares: La Democracia en su Amplia Dimensión

Uno de los temas de mayor actualidad, en el umbral del siglo XXI, es el de las interrelaciones de los derechos humanos con la democracia. El tema de la democracia per se ha sido, sin embargo, objeto de debates continuados a lo largo de los siglos, desde el pensamiento clásico hasta el contemporáneo. Lo que hay de nuevo al respecto es la trasposición de estos debates también al nivel internacional, abarcando los planos tanto conceptual como operativo, y con el enfoque reorientado a las relaciones –en realidad, a la indisociabilidad– entre la democracia y los derechos humanos. Esta nueva visión es, además de alentadora, comprensible, dado que la formulación y sistematización de estos derechos son históricamente recientes –por cierto más recientes que las construcciones teóricas alrededor de la democracia.

Curiosamente, a pesar de esto, los mecanismos de supervisión internacional, hoy considerados con referencia a la preservación y al fortalecimiento de la democracia, se desarrollaron con anterioridad –en las cinco últimas décadas– en relación con los derechos humanos. Cabe considerar una y otros en sus interrelaciones, para lo cual contribuye la visión necesariamente integral de todos los derechos humanos. Como, en la pertinente advertencia de Jacques Maritain, las democracias del siglo XX –“relativizadas” por adjetivaciones1 – trágicamente no han logra-Page 148do realizar los ideales de la Democracia,2 el debate configúrase hoy más actual que nunca, revitalizado por el impacto de los derechos humanos,3 el cual sólo podrá enriquecerlo.

Teniendo ya presentes estos últimos, la atención al respecto, en el pasado más reciente, pasó a concentrarse sobre todo en la vigencia de los derechos políticos en particular; tal vigencia no representa una conquista del pasado, sino que se reviste de perenne actualidad. Aunque no existan dudas de que la agenda internacional contemporánea de los derechos humanos dedique una atención creciente al dominio económico-social, otrora en parte olvidado, no implica esto una minimización de los derechos políticos, de importancia permanente. Los avances en los procesos democráticos en América Latina, para referirnos a nuestro continente, realzan el hecho de que se requieren esfuerzos constantes en pro de la plena vigencia de los derechos políticos: la consolidación y preservación de la democracia es una tarea de todos, de carácter permanente, que no admite retrocesos.

De la transición a la democracia, que marcó la vida latinoamericana en los últimos años, las atenciones se dirigen hoy a la salvaguardia y al fortalecimiento de las instituciones democráticas y del Estado de Derecho. La democracia representativa se erige sobre la participación ciudadana a través de la libre manifestación del consentimiento y del ejercicio legitimador del sufragio universal. El Derecho Internacional de los Derechos Humanos consagra, efectivamente, como no podría dejar de hacerlo, los derechos políticos, a saber, tanto el derecho de “votar y ser elegido en elecciones periódicas auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores”, como el derecho de tener acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas del país y de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o porPage 149 medio de representantes directamente elegidos. Es lo que expresamente determinan los tratados generales de protección de los derechos humanos.4

Los derechos políticos retienen, y continuarán a reteniendo, su actualidad. Con el logro del rescate de las libertades civiles y políticas en diversos países en los últimos años, se presenta hoy el gran desafío de impulsar, de la manera más eficaz posible, el fortalecimiento de los mecanismos de capacitación esenciales al ejercicio de los derechos políticos y al perfeccionamiento de las instituciones democráticas en general, con conciencia de la incidencia de la vigencia de estos derechos en la realización de los derechos económicos, sociales y culturales, y en el ámbito de la labor de consolidación y preservación de la democracia estrechamente vinculada a la vigencia de los derechos humanos en su totalidad. Tal desafío requiere también el fomento del proceso de desarrollo humano, teniendo como sujeto central, participante activo y beneficiario directo, a la persona humana, en los términos de la Declaración de las Naciones Unidas sobre el Derecho al Desarrollo de 1986 (artículo 2(1) y preámbulo).

El diálogo y la concertación en escala universal generados por la convocatoria y la realización de la II Conferencia Mundial de Derechos Humanos en Viena, en junio de 1993, han señalado la importancia de la interrelación entre democracia, desarrollo y derechos humanos. Esta trilogía fue consagrada, de manera destacada, en la Declaración de Viena, adoptada por aquella Conferencia, así como en la Declaración de San José de Costa Rica, de enero de 1993, adoptada por la Reunión Regional de América Latina y del Caribe Preparatoria de la Conferencia Mundial. En efecto, esta última enfatizó sobre todo la referida trilogía en sus distintos aspectos.5 Posteriormente, la Declaración de Viena, que resultó de la reciente Conferencia MundialPage 150 de Derechos Humanos, además de dedicar considerable espacio a cada uno de los elementos de la trilogía, muy significativa y categóricamente afirmó que la democracia, el desarrollo y los derechos humanos son “interdependientes” y “se refuerzan mutuamente”.6 No se trata de seguir considerando, como hasta la fecha, a estos elementos individualmente, sino más bien de profundizar el examen de su interrelación y de extraer las consecuencias de esta nueva visión para ponerla en práctica.

En lo relativo al primer elemento de la trilogía, en el transcurso del proceso preparatorio de la Conferencia de Viena se identificaron los siguientes elementos, considerados esenciales de la democracia: existencia de instituciones que garanticen la observancia de los derechos humanos y el Estado de Derecho; Poder Ejecutivo periódicamente electo, en elecciones independientes con rotación en el poder, y respeto por la voluntad popular como base de la legitimidad del gobierno; Poder Legislativo periódicamente electo, y pluralista; Poder Judicial independiente, capaz de controlar la legalidad de los actos legislativos y administrativos (inclusive para asegurar la vigencia de los derechos básicos); la separación de los Poderes, con el Ejecutivo apto para rendir cuentas al Legislativo y sujeto al control jurisdiccional; existencia de instituciones adicionales de control (v. g., ombudsman, defensor del pueblo, funciones adicionales del Ministerio Público, etc.); el pluralismo ideológico; la libertad de asociación (especialmente de los trabajadores); la satisfacción de las necesidades humanas básicas (alimentación, vivienda, vestuario, educación, trabajo) en la implementación de los derechos económicos, sociales y culturales; la fiscalización y exigencia de responsabilidad de las autoridades; la asistencia judicial para asegurar el acceso de todos a la justicia (prevalencia de las garantías del debido proceso, y protección judicial); la libertad de la prensa; el respeto por los derechos de lasPage 151 minorías (inclusive diferentes religiones y pueblos indígenas), con mecanismos que garanticen su participación política, y medidas especiales de asistencia.

La democracia, así entendida, se relaciona naturalmente con la totalidad de los derechos humanos –civiles, políticos, económicos, sociales y culturales–. Hace poco más de cinco décadas se establecían las bases de la internacionalización de la protección de los derechos humanos. Hoy día, es posible que estemos ante la etapa inicial de formación de otro fenómeno igualmente alentador y de grandes dimensiones e implicancias: el de la promoción internacional de la propia democracia y del Estado de Derecho. La Declaración de Viena de 1993, adoptada por la reciente Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Naciones Unidas, se refiere expresamente al apoyo internacional a la promoción y al fortalecimiento de la democracia, del desarrollo y de los derechos humanos (párrafo 8); y resaltó, en particular, la necesidad de fortalecimiento de las instituciones nacionales democráticas, de la legislación nacional, de la asistencia electoral, de la educación en derechos humanos y de la participación ciudadana (párrafo 34).

La salvaguardia de la democracia se encuentra íntima e indisolublemente ligada a la protección de los derechos humanos. En efecto, la relación entre la democracia y los derechos humanos ha experimentado una extraordinaria evolución, que se ha intensificado a partir del bienio 1989-1990, a lo largo de la presente década, en el continente americano así como en el continente europeo. Tal vez nunca como en la actualidad la democracia constitucional sea considerada cada vez más como la mejor garantía institucional del respeto a los derechos humanos (en vez de un simple modelo “occidental” importado).7 En nuestros días se intenta pasar decididamente del campo puramente conceptual al operativo, lo que es sumamente significativo. Pasemos al examen de estos desarrollos recientes, quizás insuficientemente analizados hasta la fecha, y que son merecedores de la mayor atención.

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II Desarrollos recientes en el continente americano

En los...

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